
Un recuerdo al pintor campero Alejo Vera Estaca, natural de Viñuela, al cumplirse unsiglo de su muerte. Y comentario de la exposición sobre su obra que está abierta en el Palacio del Infantado de Guadalajara.
Artículos y comentarios sobre Guadalajara
Semanario que inició su andadura en el siglo XIX y luego continuó como «El Decano» hasta 2011
Publicado en Flores y Abejas, 27 Diciembre 1967 La calle es el subconsciente de la Naturaleza, el pedazo de tierra, piedra o asfalto con el que sueña el mar, la selva o el desierto. La calle es el río seco, la vereda de la montaña, la corriente marina o la nebulosa remota, que un día el hombre aprisionó entre las casas de su ciudad para ir creyendo que vivía. La calle es, en fin, unas pisadas y un recuerdo. Un viento que trae y lleva sollozos y canciones. La calle es, también, algo que nos sobrevive. El hombre, en sus relaciones los demás hombres, para referirse a las cosas, necesita ponerlas nombres. Y he aquí que el hombre decide poner nombres a las calles, a esa cosa indefinible que se pasea por debajo de nosotros. Al principio todo era muy sencillo: el aspecto de la calle, algo misterioso que en ella ocurría, o también algo memorable, alguna característica peculiar suya, etc. bastaba para que la imaginación del hombre ciudadano llamase en adelante de esa forma al lugar donde su casa y las de sus vecinos estaban enclavadas. Si la calle carecía de cualquier cosa notable o curiosa, el nombre de algún santo venerable solucionaba la papeleta. Pero he aquí que la ciudad crece, se ensancha, y el hombre, que cada vez piensa más en el fútbol, y menos en el resto de la vida que le rodea, pierde la imaginación y ni se preocupa de bautizar su calle con un nombre que tenga algo que ver con ella. En nuestra ciudad ha ocurrido algo parecido. Guadalajara crece, se ensancha, y surgen nuevas calles. Los alcarreños piensan no solo en el fútbol, claro, sino en otras muchas cosas variadas. Pero ocurre algo triste, y es que sus nuevas calles se quedan sin nombres. Entonces, nuestro querido y admirado Ayuntamiento, consciente de este problema, convoca, en un rasgo de democracia ateniense, libre asamblea donde el vecindario todo proponga nombres para sus calles, que son, en definitiva, nombres para sus pisadas, sus recuerdos y sus pájaros cantando en primavera. Este gesto debe provocar, y lo provoca, nuestro aplauso unánime, y esto es lo principal, nuestra colaboración sincera. Y llega la hora de echar nuestro cuarto a espadas. ¿Qué nombres proponer? ¿Qué la calle Mayor se llame «Calle Mayor”? ¿Qué la Mariblanca se llame «Plaza de la Mariblanca2? ¿Qué el paseo de las […]
Publicado en Flores y Abejas, 4 de abril 1967 Nuestro siglo, como cualquier otro, quedará en la historia nombrado por algunas innovaciones y descubrimientos que en él han tenido lugar. El relativismo de Einstein, superación de antiguas teorías físicas y pasados racionalismos, será una importante estrella que, alumbrará la puerta de este siglo. Y, al igual que la«física, multitud de otros aspectos de la ciencia, de la sociedad y las maneras de vivir han evolucionado. En la imaginación de todos están, como más populares, los caminos que han ido recorriendo la música, las modas, incluso las formas de tomar la vida las diferentes clases sociales. El complejo panorama de la sociedad humana y su pensamiento no puede estar un momento quieto: camina hacia adelante irresistiblemente. Exactamente lo mismo le ha ocurrido a la poesía. Hoy día, un muchacho joven, de los llamados «modernos» en el sentido más vulgar de la palabra, se ríe con todas sus fuerzas, no ya de las románticas «lied» de Schubert, porque para él, eso pertenece ya a la prehistoria de la humanidad, sino de los «cuplés», que con tanto furor invadieron los joviales ambientes de no hace más de cuarenta años. Igual ocurre con la poesía de, digamos, Campoamor, Bécquer o Zorrilla. Nadie puede negar su mérito, pero tampoco puede evitarse, al leerla, una ligera sonrisa, que no sabemos si de condescendencia o de pena. ¿Y qué decir ya de los sonetos de Lope de Vega o de Cervantes; del mismo Quevedo, tan chusco? Serían buenos para colgarlos de las ventanas de El Escorial y presentarlos al país y al mundo como el magnífico producto de una época… definitivamente muerta. La poesía se ha rebelado contra los antiguos moldes. Ha roto formas antiguas y ha abordado temas que le son familiares al hombre moderno. Las palabras que usa son las mismas con que se saludan los amigos por la calle, y se charla en una reunión festiva. ¿Hay que asustarse por ello? ¿Hay que criticarlo? Al contrario: hemos de felicitarnos sinceramente. Que la poesía, esa palabra que la mayoría de la gente asocia con ampulosos trajes de seda romántica, o con las ensoñadoras cabriolas de la pluma de algún desocupado caballero renacentista se adapte a la forma de vivir actual, es elogiable y beneficioso. La poesía no puede desaparecer del mundo. Y ello, sencillamente, porque es algo que todos, aunque muchos no se hayan […]
Publicado en 7 de marzo de 1967 Lo de Azorín ha oído una pausa solamente. Un decir: «Esperad un momento», y cambiar de sitio. Pero el espíritu sutil, amoroso, español auténtico de Azorín seguirá pensando siempre en su Castillo, en sus claras tierras de Levante, en su España gallarda, Y’ varonil, pura, recia, eternamente adelantada del océano. Seguirá su mirada traspasando las cosas pequeñas, delicadas, tiernas, que otros despreciaron, y en las que él sabía encarnada dulce poesía. ¡Qué vano sería que ahora me pusiera a escribir una breve y resumida nota biográfica de Azorín! Sería inconsecuente. Me saldría atropellada, como de seguro este pequeño artículo va a salirme. Pero va cargado de sincero dolor y sentimiento. Para no pecar de injusto, creo necesario dejar bien claro que Azorín, del que en este momento ya es huérfana toda España, ha sido el mejor escritor que este siglo ha cruzado el suelo de nuestra Patria. «No creo que uno solo de mis libros sea ajeno a España», dijo en cierta ocasión. Yo quisiera decirle ahora, aunque él ya se estará dando cuenta, que tampoco él ha sido un extraño para el país. Le hemos perdido, y un lacerante sentimiento nos dice que no se ha marchado sin que nuestras almas hayan sentido un temblor extraño y desconocido. Los jóvenes actuales todavía no habíamos tenido ocasión de reflejar en nuestros espíritus la sensación escalofriante que produce la partida irremediable de un gran español. No de un español como todos nosotros, sino de un hombre que ha dejado a España algo que jamás podrá pagarle; algo que antes de llegar él no lo tenía. Sí amigos; Azorín ha sido el hombre que ha regalado a España la conciencia de que siempre había carecido. Eso es nada más y nada menos, lo que el país le debe. Gregorio Iruegas Galindo, pastor, natural de Cordeñuela de Riopico, provincia de Burgos; Martín Cano Tejada, zagal, natural de Monsalupe, provincia de Ávila; Domingo Algarra Fernández, también pastor, natural de Santiuste de Pedraza (Segovia); Nemesia Gil Delgado, sirvienta, natural de Villarejo de Salvanés ? provincia de Madrid… ¿qué habéis sentido? ¿Y vosotros, viñadores de la Mancha? ¿Y vosotros huertanos de Alicante? ¿Y vosotros, claros pastores de Salamanca, de Burgos y de Soria? ¿Y vosotros, labriegos nobles de Guadalajara, de Segovia y de Zamora? ¿No habéis visto vosotros una nube blanca, ligera; un viento distinto a los demás, […]
Publicado en «Flores y Abejas» 7 febrero 1967 Tengo delante una fotografía de González Ruano. El hombre afilado como sus bigotes y sus pensamientos, mira atento una fotografía. En la que sostiene César aparecen una muchacha y un caballo. En los últimos tiempos de su vida ‑que él los conocía como tales‑, le invadió una curiosa afición. Se pasaba mucho tiempo contemplando antiguas fotos, cartulinas ajadas y amarillas, recortes ilustrados, de periódicos. Todo, todo cuanto caía en sus manos le era interesante. Y para él, pocas cosas había como la contemplación de aquellos recortes, que le produjesen una inspiración más rápida y auténtica. ¿Qué estará pensando González Ruano ante el papel viejo en que sonríe una muchacha junto a un caballo melancólico? Tal, vez lo mismo que lo que ya pienso ahora con esta, fotografía suya delante. Una vaga sensación triste al contemplar el paso de la vida, y una íntima satisfacción de saber que la técnica coopera con el sentimiento apacible del hombre solitario y evocador. Desde hace unos pocos años ha venido desarrollándose en Guadalajara una afición grande, entusiasta, por el arte fotográfico. Y ha surgido, consecutivamente, un nutrido grupo de maestros en él. Yo no puedo por, menor de congratularme por este hecho felicísimo que redundará siempre en la apertura de nuevos caminos para el espíritu alcarreño. Todo lo que se haga por estimular este noble entretenimiento parecerá siempre poco. Desde el descubrimiento, hace ya más de un siglo de la técnica fotográfica por varios experimentadores físicos franceses e ingleses, no ha hecho más que prosperar la perfección de los aparatos cuya misión es captar la imagen que vive y late, y plasmarla para siempre en una cartulina. Pero al verdadero aficionado, el avance de la técnica y la minuciosidad de los mecanismos de sus máquinas no ha de importarle mucho. Eso es algo accesorio que contribuirá en una mayor nitidez de lo retratado, en una amplitud más grande del, campo, en un colorido, en fin, que será reflejo auténtico de la realidad. El verdadero aficionado va buscando otra cosa. Recuerdo ahora una bonita definición del arte que escuché hace poco: “El arte, es hacer lo que sea, pero hacerlo bien”. Así, todos podemos quedar tranquilos. Ya cualquier ser humano que tenga una ocupación, no podrá quejarse monotonía en su existencia. Porque tiene la gran posibilidad de ser artista. Es muy sencillo. Es, simplemente, hacer bien […]