Nueva Poesía

martes, 4 abril 1967 0 Por Herrera Casado

 

Publicado en Flores y Abejas, 4 de abril 1967

Nuestro siglo, como cualquier otro, quedará en la historia nombrado por algunas innovaciones y descubrimientos que en él han tenido lugar. El relativismo de Einstein, superación de antiguas teorías físicas y pasados racionalismos, será una importante estrella que, alumbrará la puerta de este siglo.

Y, al igual que la«física, multitud de otros aspectos de la ciencia, de la sociedad y las maneras de vivir han evolucionado. En la imaginación de todos están, como más populares, los caminos que han ido recorriendo la música, las modas, incluso las formas de tomar la vida las diferentes clases sociales. El complejo panorama de la sociedad humana y su pensamiento no puede estar un momento quieto: camina hacia adelante irresistiblemente.

Exactamente lo mismo le ha ocurrido a la poesía. Hoy día, un muchacho joven, de los llamados «modernos» en el sentido más vulgar de la palabra, se ríe con todas sus fuerzas, no ya de las románticas «lied» de Schubert, porque para él, eso pertenece ya a la prehistoria de la humanidad, sino de los «cuplés», que con tanto furor invadieron los joviales ambientes de no hace más de cuarenta años. Igual ocurre con la poesía de, digamos, Campoamor, Bécquer o Zorrilla. Nadie puede negar su mérito, pero tampoco puede evitarse, al leerla, una ligera sonrisa, que no sabemos si de condescendencia o de pena. ¿Y qué decir ya de los sonetos de Lope de Vega o de Cervantes; del mismo Quevedo, tan chusco? Serían buenos para colgarlos de las ventanas de El Escorial y presentarlos al país y al mundo como el magnífico producto de una época… definitivamente muerta.

La poesía se ha rebelado contra los antiguos moldes. Ha roto formas antiguas y ha abordado temas que le son familiares al hombre moderno. Las palabras que usa son las mismas con que se saludan los amigos por la calle, y se charla en una reunión festiva. ¿Hay que asustarse por ello? ¿Hay que criticarlo? Al contrario: hemos de felicitarnos sinceramente. Que la poesía, esa palabra que la mayoría de la gente asocia con ampulosos trajes de seda romántica, o con las ensoñadoras cabriolas de la pluma de algún desocupado caballero renacentista se adapte a la forma de vivir actual, es elogiable y beneficioso. La poesía no puede desaparecer del mundo. Y ello, sencillamente, porque es algo que todos, aunque muchos no se hayan dado cuenta nunca, llevamos dentro y lo vivimos (por desgracia, muy de tarde en tarde). Pero sigue aquí, sobre la tierra, rodando juguetona entre los corazones. Y hablando con palabras que, para ser entendida, han de ser modernas y actuales.

Cualquier temblor que da la sociedad en su continuo avance, no es unitario, sino que se debe generalmente, al impulso de un solo hombre. ¿De quién, pues, parte esta nueva forma del decir poético? La historia de la que podríamos llamar en líneas generales poesía moderna comenzó cuando, en 1885, el norteamericano Walt Whitman publicó «Leaves of Grass» (Hojas de hierba). Whitman, el “viejo y afectuoso muchacho”, que decía Papini, ha sido muy discutido por lo que decía en su poesía. Sin embargo, el como lo decía se le ha elogiado universalmente. Con sus «Leaves of Grass» quiso crear una clase de poesía democrática nunca vista, que rompiese toda tradición; sin metro ni rima (algunos de sus versos ocupaban dos y tres líneas seguidas), en una especie de prosa poética que en el modernismo se llamó «verso libre». Walt Whitman, al hablar de uno de sus libros de poemas, es de los pocos que han podido decir con razón: “amigo, esto no es un libro. Quien toca esto, toca un hombre>”. En uno de sus poemas, Whitman canta: «Y no haré poemas, ni la mínima parte de un poema, que no se refiera al alma. Porque habiendo mirado los objetos del universo, encuentro que no hay ni uno solo, ni la mínima parte de uno solo, que no tenga referencia con el alma». ¿Se parece esto en algo al «Volverán las oscuras golondrinas»?…

Whitman y todos los que le han seguido (hoy ya innumerable muchedumbre) han innovado en la historia de la poesía el cómo decir las cosas. Y, paradójicamente, lo han hecho porque eso era para ellos lo menos importante. Lo que les interesa verdaderamente es lo que dicen, y no cómo lo dicen.

Aquí llegamos al final de ese corto repaso sobre las innovaciones del decir poético, Creo fundamental que se entienda que la poesía no ha desaparecido, y no lo hará mientras quede un hombre sobre la Tierra. Lo único que ocurre es que ha evolucionado la forma de decir esa poesía. Hoy el poeta busca expresar su más profundo sentimiento. Y para ello se desembaraza de ropajes molestos, pegajosos; de palabras inútiles, altisonantes. Su alma es un algo sencillo, que se puede expresar con unas sencillas palabras.

Hoy, y esto es lo más característico, se ha dado de lado a las formas, y se ha puesto en lugar preeminente a los sentimientos. El sonido que el corazón hace al latir importa poco. Lo verdaderamente hermoso es esto: que late.