Alejo de Vera, a un siglo de distancia
Recientemente se ha cumplido el siglo exacto desde la muerte del gran pintor historicista español Alejo Vera, que vió la primera luz de su vida en la localidad campiñera de Viñuelas, y con este motivo se van a realizar algunos actos en su memoria y homenaje, entre ellos una gran exposición de su obra que se expone en el Salón de Linajes del Palacio del Infantado.
Fue don Manuel Noeda Sansegundo, primer director gerente de la Caja de Ahorros Provincial de Guadalajara, quien se interesó por este autor, en el sentido de diseñar un proceso de búsqueda y adquisición de su obra, a niveles de anticuarios y, sobre todo, de la familia remota que quedaba viva, en el último cuarto del siglo XX, del pintor Alejo Vera. Contactó con su sobrina-nieta Carmen Dagmini, y a través de la Galería “El Anticuario” adquirió para la Caja Provincial una colección excelente de obras (óleos pequeños, y dibujos) del artista campiñero, constituyendo un conjunto, hasta entonces el mejor y más abundante, de obras, que sirvieron para crear un fondo permanente, y sirvió para elaborar el libro “Alejo Vera en la colección de arte de Caja de Guadalajara” que desarrollado por Rosario Baldominos, Lourdes Escudero y Alina Navas, fue la publicación base y recordatoria de la exposición que en marzo de 2010 se ofreció en la impresionante Sala de Arte de la recién inaugurada nueva sede de la entidad en la Torre Caja Guadalajara de la Avenida Eduardo Guitián de nuestra ciudad.
Sirven estas líneas precedentes para recordar, ahora en el centenario justo de su muerte, a Alejo Vera Estaca y su obra pictórica, que se muestra como una de las más altas cotas de la pintura romántica e historicista española del siglo XIX. De Alejo Vera es muy escueta la información que nos ofrece el Museo del Prado, donde se guardan algunas de sus mejores obras, (aunque en este caso en depósito en la Diputación de Soria), como su célebre “Numancia” que consiguió la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1881.
Resumiendo, y para centrar al personaje, cabe reproducir la esencia de esa información, diciendo que Alejo Vera había nacido en Viñuelas (Guadalajara) en 1834, donde estudió las primeras enseñanzas, pasando luego a Madrid, y desarrollando por toda Europa su tarea artística y didáctica. Murió en la capital de España en febrero de 1923, en soledad pero no olvidado.
Sus estudios los inició en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, contando con una beca de la Diputación Provincial de Guadalajara, que por entonces ayudaba a los muchachos que querían desarrollar su actividad como artistas pintores, continuando su formación en el taller de Federico de Madrazo. Pudo desplazarse a Italia, con la ayuda del banquero Miranda, y allí fue donde se empapó del arte clásico, visitando las ruinas de Pompeya, que le impactaron, y de las que sacó durante su vida mucha inspiración para sus cuadros. Se presentó a los más importantes certámenes de Arte nacionales y europeos, obteniendo siempre el reconocimiento de los jurados. Así alcanzó a ser nombrado director de la Academia Española de Bellas Artes de Roma, en sustitución de Palmaroli, ejerciendo el cargo durante seis años, de 1891 a 1897. Fue también profesor y luego catedrático de la clase de Colorido y Composición en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado. Recibió el nombramiento de académico de número de la Real Academia de San Fernando en 1892.
Estando en Roma, todavía de aprendiz, en 1878 pintó su cuadro de tema histórico más célebre, Numancia, hoy propiedad del Prado, y quizás su obra más conocida. Desde luego, la más impactante, por ambiente, tipos, actitudes, y dramatismo. También se le incluyó en el grupo de decoradores de las bóvedas y capillas de la basílica madrileña de San Francisco el Grande, que fue dirigida por el también alcarreño (de Cañizar) Casto Plasencia. De esa etapa es el cuadro “El milagro de las rosas”, también en el Museo del Prado, reflejando con pericia asombrosa una escena de la vida de San Francisco.
En la publicación que he mencionado en el primer párrafo, las tres historiadoras del arte que lo avaloran desgranan con amplitud las etapas de actividad y el valor de lo que el pintor Alejo Vera hizo en su vida. Y así María Lourdes Escudero Delgado diserta sobre “El hombre y el artista”, Alina Navas Hermosilla da un estudio preciso de la actividad de “Un pintor español en Italia” y Rosario Baldominos Utrilla se encarga de analizar “El dibujo en la obra de Alejo Vera”. Con sus sabios escritos, se completa el saber en torno a este personaje al que Guadalajara puede tener como uno de sus más ilustres paisanos, y que en este año del centenario de su muerte cabe recordar con aplauso, admirando su obra. Una obra que quedó dispersa por numerosos museos y colecciones de toda la nación, pero que sin duda el núcleo más denso fue el que Caja de Ahorros Provincial de Guadalajara adquirió en su día, en el último cuarto del siglo XX, y que debería volver, de alguna forma, a integrarse en el patrimonio artístico de la provincia. Entre otras cosas, porque esa colección se adquirió con el dinero de todos los alcarreños, y en justicia le correspondería ser admirada desde aquí.
Además del Museo Nacional del Prado, hay obra de Alejo Vera en el Museo de la Real Academia de San Fernando, en el Museo de Bellas Artes de Jaén, en la colección del Senado, en el Museo de Bellas Artes de Badajoz, etc. La Diputación Provincial puede, con justo derecho, considerarse promotora de este artista, que como muchos otros, pudieron lanzarse a desarrollar sus capacidades pictóricas gracias al apoyo que las becas de Diputación ofrecían.
Una exposición monográfica en el Centenario
Además del recuerdo que la semana pasada dedicó en estas mismas páginas el historiador Gismera Velasco a la figura de Alejo Vera, estos días puede contemplarse una magnífica muestra de su obra en Guadalajara. Con motivo del Centenario de la muerte de Alejo Vera, la Junta de Comunidades y la Diputación Provincial patrocinan la exposición que en estos momentos puede admirarse en el Salón de Linajes de la primera planta del Palacio del Infantado de Guadalajara, bajo el título de “Alejo Vera, buscando la belleza”. Una oportunidad de oro para conocer la obra de este pintor tan relevante.
La estuve visitando hace unos días, y me ha dejado boquiabierto: por lo bien musealizada que está (se añaden numerosas obras arqueológicas de época celtibérica y romana) y por la riqueza de materiales recogidos, en su mayoría apuntes cedidos por Rafael Simonet, algunos cuadros, y la reproducción de “Los últimos días de Numancia” con la que Vera se consumó como gran artista del romanticismo. Comisariada sabiamente por las profesoras Charo Baldominos y Mª Lourdes Escudero, que hacen selección y ponen explicaciones precisas a las piezas, concluye con interesante documental realizado por Contrapicado en una saleta al final de la muestra.