Fray Alberto de la Madre de Dios
De los arquitectos españoles que en el Siglo de Oro levantan edificios y hoy quedan para su admiración, nos habíamos olvidado de uno, importantísimo, que paseó sus saberes por la tierra de Guadalajara: el cántabro Alberto de la Puebla y Cos, luego conocido como Fray Alberto de la Madre de Dios al entrar en religión y levantar multitud de conventos carmelitas.
En la pasada Feria del Libro de Guadalajara 2023, en la carpa central hubo una mañana en que se celebró la presentación de un libro que por varios conceptos debería ser calificado de memorable. Es uno de ellos, la maquetación y el aspecto, algo tan importante en un libro para que despierte las ganas de su lectura. Y otro su contenido, preñado de nuevos datos investigativos sobre un personaje que, a partir de esta obra, deberá ser puesto en las primeras líneas calificativas de los artistas españoles de la arquitectura. El libro lo firman los profesores José Luis García Martínez y José Miguel Muñoz Jiménez (este último fue quien se encargó de presentárnoslo a la docena de alcarreños que acudimos al acto), lo edita la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, y se titula “Fray Alberto, arquitecto (1575-1635)”. De las 382 páginas de que consta, también nutridas de fotografías y planos, debería tratar de resumir algo para centrar a este personaje, al que algunos ya conocíamos, pero al que ahora puede dársele una dimensión mucho más amplia.
Para empezar, reflejar aquí el texto que figura en el folio 423 del “Libro Becerro del convento de San Pedro de Pastrana” que se conserva hoy en el Archivo de los Carmelitas Descalzos de Toledo: … por su gran capacidad y virtudes hicieron mucho caso de su persona no solo nuestros padres superiores sino también los muy católicos i santos Reyes Felipe tercero i doña Margarita de Austria su mujer que en gloria sean i a su imitación todo lo mas ilustre i noble de España. Fue tenido por uno de los mas acertados i eminentes arquitectos della i como de tal estimado su voto i elección en qualquiera obra grande que se ofreció en su tiempo.
Esta nueva biografía pone al personaje a la altura que se merece, como el primer arquitecto del barroco español, el que introduce las primeras formas barrocas en Castilla, como diría el profesor Chueca Goitia. Según los autores de esta obra, los datos descubiertos permiten establecer tres etapas artísticas en fray Alberto, aparte de sus años de formación. La primera etapa sería la de juventud (1598-1609), que se correspondería con sus inicios constructivos en Portugal, sus aportaciones en San Hermenegildo y San Cirilo, y los conventos de Barcelona, Uclés, Évora, Soria, etc. La segunda sería su etapa de plenitud o etapa cortesana (1610-1618), en la que el artista trabaja para el duque de Lerma, los reyes y una buena parte de la nobleza; y la tercera etapa, la de madurez (1618-1635), estaría marcada por su salida de la Corte, y su “exilio” en Cuenca primero, bajo el mecenazgo del obispo don Andrés Pacheco, y después en Pastrana, donde falleció y quedó enterrado.
Nació en Santander, en 1575, en una casa-palacio que (curiosamente) estaba pegada a la de Juan de Herrera, otro gran arquitecto hispano que le ayudó en sus inicios. Perteneció a una familia de ricos burgueses, constructores de barcos, comerciantes y marinos, que le dieron excelente educación y formación, y por su cuenta echó a volar por el mundo, ayudado por una sociedad que vió su valía y le fue aupando a empresas de responsabilidad cada vez más alta.
De su educación, conviene resaltar el conocimiento que tuvo de los grandes tratados de arquitectura, desde los más clásicos a los contemporáneos. Muchacho fraguado en la lectura y las bibliotecas, se alzó conocedor de todos los misterios de la profesión de una forma autodidacta. Luego llegaría a ser, tras su incansable actividad de 40 años de profesión, uno de los faros de la arquitectura, sirviendo a fray Lorenzo de San Nicolás como referente absoluto de su famoso “Tratado”. Los autores afirman que fray Alberto fue “el máximo impulsor de las novedades del primer barroco, el iniciador de un nuevo estilo en el entorno cortesano y su área de influencia, las dos Castillas y Portugal”. Desde la Corte española, desde la casa de Lerma como detentadora unos años del poder político, y desde las órdenes religiosas, universidades e instituciones promotoras, fray Alberto de la Madre de Dios fue señalado como «persona de mucho crédito, fama y opinión». El primer tercio del siglo XVII le tuvo, en España y Portugal, como el referente de los espacios, las medidas y los ornamentos de un país que estaba en la punta de la consideración mundial. Si él construye el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, el colegio de Málaga en la Universidad de Alcalá, o el palacio ducal de Lerma, es por algo. Sería el propio don Francisco de Sandoval, en 1618, quien afirmaría que los edificios que ha construido y construye… se dieron por traças y condiciones del padre fray Alberto de la Madre de Dios, carmelita descalço, el qual asistió al dar las dichas obras, concertándolas con los maestros que las açen…. Fue él quien decidió contratar, para que continuara dirigiendo las obras por él trazadas, a Gómez de Mora.
De la obra de fray Alberto han quedado muchas huellas en Guadalajara y su provincia. En otras ocasiones lo he destacado, pero aquí conviene, a la que hablo de este “redescubrimiento” del arquitecto carmelita, decir cómo se ha constatado por suyas las siguientes piezas de nuestro patrimonio, en orden de menor a mayor importancia:
La cabecera de la iglesia parroquial de Yunquera de Henares, que comenzó Alonso de Covarrubias y su equipo en el siglo XVI, fue acabada por fray Alberto.
También la cabecera del gran templo-colegiata de Pastrana, mandado levantar por el poderoso obispo franciscano Pedro González de Mendoza, fue rematada en 1625 por nuestro personaje.
Lo mismo puede decirse de la iglesia del convento carmelita de Cogolludo, que él dirigiría hacia 1622.
Con gran probabilidad, por estilo y época, los autores del libro asignan a fray Alberto la autoría de la iglesia de San Juan del Mercado, de Atienza, y el colegio de San Buenaventura para Niños Cantores de Pastrana.
En Guadalajara levanta, ya en los últimos años de su vida, el convento de las Carmelitas de San José (las “carmelitas de abajo”) cuya iglesia se alzó en 1625 gracias al mecenazgo de la duquesa del Infantado, doña Ana de Mendoza, y que hoy pasa por ser un ejemplo sumo, sencillo pero elocuente, del mejor barroco español.
Le siguió el convento de los Santos Reyes, también para carmelitas, de Guadalajara, que se trazó por fray Alberto en 1632, y que dio lugar a una intervención urbana de consistencia, creando ante él una plazuela escoltada por los edificios conventuales.
Finalmente, mencionar la construcción, de su autoría, de la iglesia y convento de los carmelitas de San Pedro, en Pastrana, de hacia 1630, con una fachada que es obra neta, con su escalinata delantera, su combinación de piedra y ladrillo, su hornacina central y escudos laterales, obra de hacia 1630, y que le permitió definir un estilo que hoy es reconocible por cualquiera que tenga el gusto de ponerse a admirar las obras arquitectónicas de siglos pasados. Fray Alberto de la Madre de Dios, que por entonces residía en ese convento, finalmente en él murió, en 1635, y quedó enterrado humildemente en su cementerio, siendo hoy su tumba inencontrable.