Las Prosas de Monje Ciruelo. A caballo entre dos siglos

sábado, 28 enero 2017 0 Por Herrera Casado

 

Prosas entre dos milenios, de Luis Monje Ciruelo

Prosas entre dos milenios, de Luis Monje Ciruelo

El pasado día 19 de enero, y en el salón de Actividades Múltiples del Colegio “San José” de nuestra capital, se presentó –con la asistencia de su autor, que ya fue un mérito, con la nochecita que hacía- el nuevo libro de nuestro compañero en estas páginas, y amigo entrañable de tantos años, Luis Monje Ciruelo. Las “Prosas entre dos milenios” concitaron la presencia de muchísimas personas que le admiran.

Como un jinete, así veo a Monje: cabalgando entre dos siglos con sus prosas, y cabalgando entre dos mundos, que no son sino aquel al que perteneció y este en que vive. Una vida larga, despierta, y activa, da para mucho. Entre otras cosas, para escribirse una docena de libros cuajados de razones contundentes para explicar cómo ha sido el mundo en que se ha vivido. Y hacerlo tan claramente que los demás le entiendan. Aunque siempre hay quien no quiere entender…

Esta es la ficha bibliográfica del libro que publica Monje. En sus frases escuetas se concentra todo, y toma sentido de su dimensión auténtica.

Monje Ciruelo, Luis: “Prosas entre dos milenios. Estampas y testimonios del paso de un siglo a otro”. Edición de la Excmª Diputación Provincial de Guadalajara. Guadalajara, 2016. Palabras iniciales de José Manuel Latre Rebled. Prólogo de Luis Monje Arenas. Palabras del Autor. 408 páginas. ISBN 978-84-92886-98-2.

Las palabras iniciales de unos y otros dan paso a casi dos centenares de artículos que Luis Monje publicó entre 1997 y 2003, que fueron unos años entre sí parecidos, pero con una carga de cambio muy considerable. Publicados en su mayoría en la sección “La Brújula” del semanario alcarreño “Nueva Alcarria”, se agrupan bajo unos epígrafes que revelan el sentido de cada uno de los bloques: los Pueblos, las Personas, la Naturaleza, la Sociedad, las Estampas, los Testimonios y la Política. Todo ello en el contexto geográfico y social de Guadalajara, se puede entender que hay jugo en ellos para llenar cántaros, muchas referencias a la realidad de esos días, a los rumbos biográficos de quienes los fraguaron, y a las anécdotas y sorpresas que cada esquina de nuestra tierra nos depararon.

Dice así Latre en su breve presentación del autor, por todos admirado y querido: “La fuerza de la veteranía, y el probado decir de su autor, confieren a estas “Prosas entre dos milenios” de Monje Ciruelo un valor definitorio, un firme sustento para la identidad de Guadalajara. Desde la presidencia de la Excmª Diputación Procvincial no hago sino aplaudir, tras el apoyo claro que supone esta edición, a quien considero uno de los puntales de la cultura, la literatura y el buen nombre de esta tierra”.

Efectivamente, Monje Ciruelo ha sido un auténtico paladín de la marca Guadalajara, porque en sus artículos (que con su brevedad cobran aún más valor e intensidad en sus mensajes) ha contado lo que pasa, y ha cantado lo que ve. Ha dicho que en Guadalajara (y más en ese cambio de siglo que ha protagonizado) pasaron muchas cosas, la mayoría buenas, y pasaron muchas gentes haciéndolas posibles. Dejando, al fin, un regusto de esfuerzo y alegría. Y poniéndole a Guadalajara una cara (que es su auténtica cara) de lugar mágico, tierno y palpitante. Una cara que cada día reconoce más gente que a ella llega, y con facilidad la admira. Monje nos ha explicado por qué ha ocurrido esto, cómo se ha llegado a esa meta de sobria serenidad, de expectativas…

El contenido es abigarrado y variopinto. Sus doscientos artículos se leen con facilidad, y hasta con gusto. Y aunque algunos se parecen entre sí, el espíritu que los anima va cambiando. Y surgen referencias a personajes que injustamente han caido en el olvido: desde Julio Sanz, el ecologista de Romancos, a quien fuera columna recia de este periódico, Ernesto Baraibar de Gardoqui. Desde las vicisitudes de la iglesia de El Atance, desmontada y rehecha en la capital, a la colocación de las vías y las catenarias del AVE, que sigue pasando como una flecha por el corazón de la provincia, de parte a parte, sin que a nadie de aquí reporte beneficio alguno.

Y aún habla del tiempo, como hacen los buenos, y de la primavera con su magia, y del otoño con sus nostalgias, llegando sin remisión al problema que a todos nos angustia, y para el que todavía no se ha encontrado solución: la despoblación imparable, día a día, sin retroceso, de nuestras sierras. Escribe y acusa, aunque ya se ve el resultado, porque hay muchos que ni leen ni escuchan.

De los múltiples temas que Monje baraja, y que todos consiguen que nada se olvide, que todo permanezca (esa es la misión, y la eficacia, de los cronistas) hay temas como “la estatua del Cardenal” que movieron tinta en medio del devenir de veraneos, fiestas y duro trabajo. El último gran apartado, dedicado a la política, probablemente será el primero que se lean algunos. Porque está dedicado a esos pequeños o grandes personajes /as que han hecho el bien en su callado y diario hacer, o que han propuestos despropósitos que con su micropoder han podido llevar a la práctica. Salen así algunos temas que no por olvidados han dejado de existir: la negación de la Medalla de Oro de la Región a Cela, los alcaldes de los pequeños pueblos que ponen dinero de su bolsillo, más flecos, oratorias y palabras… y esos parlamentos que como perlas recamadas en ruedas de prensa y campañas electorales hacen eternos a los políticos y las políticas que los pronunciaron.

Un libro voluminoso, cargado de noticias, de anécdotas y de casi olvidadas facetas. Una crónica perfecta de un tiempo ido, de un tiempo recio. Como la mano y la personalidad de quien lo ha escrito. Cronista, ante todo, de su tiempo.