50 TRUCOS PARA DESCUBRIR GUADALAJARA (I)
En estos días de tumulto y juerga, pocos se fijan en los valores decantados de la ciudad que canta ahora y se divierte. Para la semana siguiente, esta oferta de trucos y búsquedas puede quedar útil, y aprovechable por los caminantes de calles y plazas. Cincuenta lugares, sugerencias, trucos y anécdotas de una ciudad que nunca afloja.
- Para empezar en lo más alto, bajar al subsuelo y entrar en la cripta de San Francisco, lo que tiene en su interior. Por un Euro se visita la iglesia y la cripta. En esta se enterraron los gloriosos Mendoza, desde hace siglos. En 1808, los franceses destrozaron el entorno, ¿quedó algún resto, algún hueso, en alguna de esas urnas que hoy vemos enteras?
- Bajo el tejado de la capilla de Luis de Lucena había antes palomas. Ahora, cerrado el recinto, hay una colección de objetos rescatados de las ruinas de la ciudad. Atrévete a subir por las retorcidas escaleras del fondo de la capilla.
- En la Biblioteca del Palacio de Dávalos, en la sala de discos y películas, hay un artesonado muy bien restaurado e iluminado. Pendientes de los CDs y los DVDs casi nadie se fija en el espectacular desfile de escudos heráldicos de los Dávalos y Sotomayor que hay en la cenefa.
- En el patio del antiguo Insituto hoy “Liceo Caracense” hay empotrado en la pared, desde hace cien años o más, un gran escudo imperial. Lo rescataron de la puerta del Mercado, que estaba al inicio de la calle mayor bajando desde Santo Domingo. Con ese emblema pétreo recibía la ciudad a sus visitantes.
- En la salas bajas del palacio del Infantado hay pinturas a cientos. Una de ellas, la salita más estrecha, muestra en torno a Cronos, el dios del tiempo que va tirada por dos ciervos, los doce sígnos del Zodiaco, los que rigen la vida de cuantos nacemos.
- En el primer piso del Ayuntamiento, según se suben las escaleras principales, a la derecha, hay un pasillo del que cuelgan, en sus muros, los retratos de todos los alcaldes de la ciudad desde el siglo XIX. Algunos hay que fueron alcaldes por tres días, pero allí están, puestos para la historia.
- La piedra tallada que vemos a la izquierda, según se baja desde el viejo hospital, antes de cruzar el puente árabe sobre el Henares, cuenta cómo fue rehecho el monumento en el siglo XVIII, en el reinado de Carlos III, después de que una gran riada lo tirara.
- El poblado de Villaflores también es Guadalajara. Se creó hace más de 100 años, y lo diseñó el arquitecto Velázquez Bosco, el mejor del país en aquella época. Poco a poco se ha ido hundiendo, abandonado de todos. Una pena.
- En los anales de la ciudad, cuenta su regidor don Francisco de Torres que el uno de noviembre de 1636 un gran tornado pasó sobre Guadalajara, arrasándolo todo, y levantado los carros que había ante San Ginés y que fueron a caer en las huertas de San Francisco.
- Hace ahora exactamente un siglo que se construyó e inauguró el kiosko de la música de Guadalajara. Gustó mucho entonces, y hoy sigue siendo un emblema del Parque de la Concordia, de la ciudad, y de un tiempo en que la gente se lo pasaba muy bien escuchando a la banda de música tocar canciones populares al frescor del lugar.
- En junio de 1946 paseó por la calle mayor de Guadalajara el escritor Camilo José Cela, entonces con 30 años de edad, y en hábito de excursionista. Apenas nadie se fijó en él, aunque de aquel paseo nacería un libro editado diez millones de veces: “Viaje a la Alcarria”.
- Los gigantescos salvajes peludos que sostienen el escudo de los Mendoza sobre la fachada del palacio del Infantado tienen el simbolismo añadido de ser testigos de la primitiva y más honesta naturaleza del hombre, la del sin pecado.
- En el parque de la Concordia, ahora casi oculta por la terraza de un bar veraniego, está la estatua en mármol de la Mariblanca, que representa una (cualquiera) diosa griega, y que se sacó de los jardines del palacio de los Montesclaros, frente al del Infantado.
- El palacio de la Cotilla fue residencia del Conde de Romanones, don Alvaro de Figueroa y Torres, que siendo presidente del Gobierno se retiraba los fines de semana a charlar con sus amigos y oir música.
- Donde hoy están los Juzgados, hubo un palacio que perteneció a los Labastida, hidalgos adinerados con sede en Valdeavellano, y que mandaron construir un gran patio al estilo renacentista, del que apenas si quedan un par de fotos.
- La mejor hora para admirar la fachada del palacio del Infantado es el atardecer, en especial de primavera, porque la luz cae sobre ella de soslayo, y sin tanta fuerza como en verano.
- La calle del arrabal del agua está hueca, y bajo su superficie corre un arroyo bajo un abovedamiento tan alto que en él cabría un hombre a caballo. Por ahí pasaba (y aún pasa) el agua procedente del Sotillo, que mojaba luego los gaznates de monjas y frailes y aún, al final del recorrido, de duques y duquesas.
- El primer ambulatorio de la Seguridad Social estuvo en el edificio blanco, ahora rehabilitado, con un jardincillo delante, que remata la hilera de edificios de la plaza de los Caídos, bajando ya hacia el río.
- Los bustos de personajes de la historia ciudadana que adornan el paseo de las Cruces, fueron creados por el escultor Sanguino, que todavía vive, y nos evocan gentes de guerra y paz, escritores y benefactores. Como todo en la vida, hay a quien no les gustan. A mí me parecen una gran idea.
- En la parte de arriba de la calle de la Llanilla (Virgen de la Soledad, oficialmente) se celebraban las ferias de ganado cuando las fiestas de Guadalajara se hacían por San Lucas, en octubre.
- La plaza del Concejo era el lugar donde se reunía el común de la ciudad para decidir sobre sus problemas. Lo hacían en el atrio de una iglesia que allí había, la de San Gil, de la que hoy solo queda el ábside en pie, y rehabilitado.
- Por la puerta de Alvar Fáñez, que hoy alberga un museillo titulado “El caballero y las estrellas”, dicen que entró el caballero castellano a reconquistar la ciudad a los moros. Y luego le pusieron, en recuerdo de tal hazaña, en el escudo heráldico de la ciudad, rodeado de sus caballeros y banderolas.
- Los encierros de toros por las calles se implantaron en 1980, siendo alcalde de la ciudad Francisco Javier de Irízar, que hacía valer así su raigambre navarra. Cualquier parecido con los encierros de Pamplona es pura coincidencia.
- En la plaza del Jardinillo se levantó en el siglo XVI el palacio de los Condes de Coruña (una rama de los Mendoza con título anclado en la provincia de Burgos) y aún conserva entero su gran patio renacentista, imposible de visitar, y muy alterado por adaptaciones sucesivas de las viviendas que hoy lo ocupan.
- Las fiestas de Guadalajara proceden de la primitiva Feria medieval que otorgó a la ciudad el rey Alfonso X el Sabio, y que instituyó para que los comerciantes de Castilla vinieran aquí a vender sus mercancías sin pagar impuestos. Fueron centradas en torno a San Lucas, en octubre, y así permanecieron hasta 1962, en que por culpa del mal tiempo, la lluvia y el frío que por entonces hacía en esa fechas, se trasladaron a San Miguel, al “veranillo del membrillo”. Eso lo hizo el alcalde Antonio Lozano, y fue ya en nuestro siglo cuando el alcalde José María Bris trató de unir las fiestas patronales (el 8 de septiembre se celebra la virgen de la Antigua) con las Fiestas anuales, resultando esta sucesión de fiestas que prácticamente se alargan ahora por la primera mitad del mes de septiembre.
La semana que viene lanzo otros 25 trucos para seguir descubriendo Guadalajara. Aparte de ellos, siempre nos quedan la memoria de los mayores, los libros de los jóvenes, y la tradición que rueda por las calles. Con todo ello, no cabe más solución que encontrar divertida a esta ciudad, cargada de memorias, de problemas y de soluciones. En todo caso, probablemente, el mejor sitio del mundo para vivir y pasear.
Antonio ,en el truco 19, comentas que lo bustos creados por el escultor Sanguino,de los personajes de la historia ciudadana ,adornan el Paseo de la Concordia, ¿no habrás querido decir el Paseo del Dr. Fernández iparraguirre?