Esencias campiñeras

sábado, 2 abril 2016 0 Por Herrera Casado
La torre de la iglesia de Yunquera

La torre de la iglesia de Yunquera

En la Campiña del Henares, que no la aplaudimos a diario porque a diario la discurrimos, existen elementos que podríamos considerar de los esenciales para conocer la provincia. Esto es, una serie de lugares, obras de arte y rincones que si no se aprecian, no se entiende al completo la tierra en que vivimos.

El retablo de San Gregorio, en Alovera

La iglesia parroquial de Alovera, aislada en medio de su plaza, es un ejemplar limpio y expresivo de la arquitectura religiosa popular de la Campiña del Henares. Restaurada y cuidada, en su interior destaca un gran retablo, que consideramos anterior en su realización al actual templo. Se sitúa sobre el muro del fondo de la nave del Evangelio. Es una obra espléndida, del Renacimiento, realizada en torno a 1540. Podemos denominarle “retablo de San Gregorio” y consta de tres calles y tres cuerpos, coronados estos por frontones curvos, con el central pintado y los laterales tallados con veneras. En la parte inferior de la calle central aparece una imagen de la Virgen María en una hornacina, y el resto del retablo está formado por tablas pintadas, separadas todas ellas por columnas y arquitrabes cuajados de decoración esculpida de tipo plateresco.

Este retablo, que sorprende a quien visita el pueblo y la iglesia, ofrece en sus ocho cuadro de 70 x 70 cms., escenas secuenciales de la vida de María y de la infancia de Jesús. Son estas el Nacimiento de la Virgen, la Visitación, la Asunción de María, la Adoración de los Magos, la Circuncisión de Cristo, la Presentación de Jesús en el Templo, y Cristo entre los doctores.

El cuadro central, que da nombre al retablo, es algo más grande, y refleja la escena de la Misa milagrosa de San Gregorio, en la que se manifiesta pictóricamente la consagración milagrosa que hizo este personaje cuando, ante la mirada atónita de sus concelebrantes, apareció sobre el altar el propio Cristo rodeado de los símbolos de la Pasión. La escena se desarrolla en un interior de templo formado por arquitectura clasicista, lo cual nos da idea de que el pintor es un hombre que “está al día” en los modismos estilísticos, aunque las proporciones son irreales en algunos detalles. Del grupo de figuras, destaca una en el lado derecho, vestida de negro, y en actitud orante, que bien podría tratarse del donante del retablo, como es habitual. El artista compone la escena y los personajes sin proporciones uniformes, y manifiesta una sensación de irrealidad especialmente en los pliegues rígidos y angulosos de los ropajes de San Gregorio. La devoción a este santo es muy antigua en Alovera, pues ya las Relaciones Topográficas de finales del siglo XVI decían que “se votó la fiesta de San Gregorio, para evitar las plagas del escarabajuelo que se hace en las viñas”.

El impresionante retablo de San Gregorio de la iglesia parroquial de Alovera es, sin duda, la mejor pieza artística mueble de toda la Campiña. Realizado en torno a 1540, los investigadores no dudan en atribuirlo a pintores del círculo de Juan de Borgoña y Juan Correa de Vivar. Se aprecian dos manos distintas, dos autores, que bien podrían ser Cristóbal de Cerecedo (que trabajó en los retablos de Meco, junto al propio Correa, y acabó el retablo de La Celada) y Pedro de Egas.

El mausoleo de los Eraso, en Mohernando

En el presbiterio del antiguo templo parroquial de Mohernando, hoy separado de la nave por un muro completo, y en el seno de ese espacio vacío, sobre las gradas del primitivo altar, en el lado del evangelio, vemos el grupo escultórico de los señores de Humanes y Mohernando, compuesto por don Francisco de Eraso, su esposa doña Mariana de Peralta, y San Francisco protegiendo a ambos. La calidad artística de este monumento es de suma importancia, y hoy podemos verle de nuevo entero, tras haber sufrido múltiples daños y avatares a lo largo de los siglos.

Tuvo Francisco de Eraso gran importancia en la vida política nacional durante la segunda mitad del siglo XVI. Nacido en 1507, en Madrid, pero originario del lugar navarro de Eraso, alcanzó el señorío de toda la Encomienda santiaguista de Mohernando. Era caballero de la Orden de Calatrava, comendador de Moratalaz, y secretario del Consejo y Real Hacienda de Felipe II en 1556. Anteriormente había estado al servicio del emperador Carlos, de quien fue Notario Mayor, autorizando como tal las renuncias que éste hizo en favor de su hijo, de sus estados de Castilla, Flandes, Indias y los maestrazgos de las Ordenes Militares. Mas de una década estuvo al servicio del Rey Felipe, muriendo en 1570.

Fue su esposa doña Mariana de Peralta, hija de D. Pedro del Canto y de doña Mariana de Peralta, quien mandó construir y ejecutar el enterramiento de su marido y suyo, consistente en una talla escultórica en la que aparecieran sus figuras amparadas por San Francisco de Asís, colocándola sobre un plinto en la iglesia parroquial de Mohernando, sobre las gradas del altar y sobre la cripta que bajo estas contendría los cuerpos de ambos personajes.

El enterramiento consta de un túmulo rectangular, sobre el que apoya el conjunto escultórico, y sobre él, por remate, un frontón que incluye las armas del linaje. Al frente del túmulo se puso una lápida con frases latinas que traducidas dicen asÍ: “Al Dios Optimo y Maximo, Salve: Mariana de Peralta, esposa de Francisco de Eraso, erigió este monumento en memoria de su marido. Fue este varón esclarecido; sus obras, su fidelidad y su consejo y su diligencia prestaron señalados servicios a su patria, en momentos graves, bajo los reinados de Carlos V, Emperador augusto, piadoso, feliz e invicto, y de su hijo Felipe, el rey mas católico de España. Fue Comendador de Moratalaz y disfrutó de todas las preeminencias de honor y dignidad. Vivió sesenta y tres años y murió el 26 de septiembre del año del Señor de 1570”.

Es casi seguro que este grupo se debe a la mano del escultor Juan Bautista Monegro, uno de los máximos exponentes del arte majestuoso del imperio filipino, y con el que Eraso y su esposa tuvieron relación personal. Debió ser realizada esta maravilla entre 1570 y 1578, justo después de la muerte de don Francisco, y con doña Mariana aún viva. Él aparece en su madurez, con barba fina, revestido de armadura y cubierto por el manto calatravo. Ella va ataviada con tocas de viuda, y aparece recogida y orante. Sus miradas son divergentes.

Otros hallazgos sorprendentes

En la Campiña del Henares hay otras cosas aún, que pueden ser incluidas en esas cien propuestas esenciales que ya corren por ahí, en forma de libro, y que no me resisto aquí a señalar, aunque sea más en resumen.

Una de ellas es el Calvario de El Casar: se trata de un humilladero o edificio final de Vía Crucis, en el que se alberga un Calvario o conjunto compuesto por las figuras de Jesucristo y los dos ladrones. Se concibió como un edificio sin techumbre, abiertos sus muros por amplios vanos de arcos semicirculares, y construido todo él con canto rodado y ladrillo, en aparejo tradicional de la comarca campiñera. Los vanos se cierran hoy todavia por rejas de hierro forjado. El efecto de los airosos arcos de ladrillo es magnífico. Y, por supuesto, el paisaje abierto donde asienta, y desde el que se puede admirar el conjunto de las sierras de Guadarrama y Somosierra, nevadas sus cumbres buena parte del año, suponen uno de los mayores atractivos de El Casar.

En el interior de este curioso edificio se encuentran tres esculturas en piedra, que fueron originalmente talladas y colocadas en el siglo XVII, pero que dada la inclemencia continua del tiempo, y su permanencia al descubierto durante tres siglos, ha hecho precisa su renovacion en varias ocasiones. Allí aparecen puestos sobre sus correspondientes cruces Jesucristo en el centro, y los dos ladrones a sus lados. En la basamenta de la cruz de Cristo se lee la siguiente leyenda: Este Calvario y Via Sacra hizo a su costa el bachiller Diego Lopez canonigo de Sancta Maria de Arvas presbitero de El Casar a Gloria y honrra de la Passion de Nuestro Senor Jesuchristo Rueguen a Dios por él. Año 1648, y que viene a decirnos muy claramente el nombre y la intención de quien mandó construir este edificio y su ornamentación interna.

Otra pieza solemne y espectacular sería la iglesia paroquial, dedicada a San Pedro, de Yunquera de Henares. De ella destaca especialmente la torre de las campanas, maciza construcción de planta cuadrada, completamente edificada de buena piedra sillar, y dividida en tres cuerpos, presentando curiosos detalles de influencia gotizante, como son las agujas y florones que se adosan a las esquinas de su tercer cuerpo, y otros elementos netamente platerescos como alguna de sus ventanas. Remata en moderno chapitel. Su parte más elevada es de planta octogonal y hace de campanario, pues en sus cuatro vanos aparecían las campanas, que tradicionalmente se llamaron “la del Paño” (al S.), “la Serrana” (al N.), “la Tabera o de la Virgen” (al E.) y “la Relojera” (al O.). Esta torre fue iniciada en 1520, por Martín de Régil, y terminada en 1539, por Pedro Medinilla. Es especialmente hermosa la bóveda de este cuerpo de las campanas de la torre, porque no tiene clave central, está toda hecha de piedra, y las nervaduras no se cruzan de forma simétrica en el centro, sino paralelas formando una estrella.

Y finalmente, y como una arteria esencial de la provincia, pero muy especialmente de la Campiña, está “El Canal del Henares”, que partiendo de Humanes discurre por toda el valle llegando hasta Meco.

La longitud total del Canal del Henares es de 39 Km. Aunque la obra nace en término de Humanes, aquí riega solamente 60 hectáreas, y a poco se mete en un túnel bajo tierra, yendo a salir cerca de Maluque, ya en término de Mohernando, y va dando aguas sucesivamente a los campos de todos los municipios de la orilla derecha del río, hasta Meco, donde acaba. Además de la presa, que es una notable obra de ingeniería, revestida de mampostería, hormigón y mallazo, con secciones trapezoidales, triangulares y ovoidales, el trazado del canal fue complejo y hoy desvela espacios de gran interés hidráulico, pues ofrece entre otras obras de fábrica en su trazado, el azud de derivación, siete acueductos, doce puentes, ocho saltos y un sifón.

Toda una oferta de interesantes propuestas, que están pidiendo a gritos un viaje, un descubrimiento personal, y una ristra de recuerdos que exhibir luego.