Los Escritos de Herrera Casado Rotating Header Image

diciembre, 2015:

Patrimonio barroco en Sigüenza

01_Sigüenza_Catedral_El_Trascoro_es_un_elemento_Singular_del_Barroco_en_Guadalajara

Detalle del altar del trascoro de la Catedral de Sigüenza, una obra singular del estilo barroco.

Nuevo vistazo, y en profundidad, a los edificios patrimoniales de nuestra provincia. En este caso, a un buen número de ellos, de época barroca, que se levantaron y hoy continúan en pie a lo largo y ancho de la diócesis seguntina. Un análisis de los mismos, y de los arquitectos que los hicieron, ha sido recientemente presentado por el historiador Juan Antonio Marco Martínez. Aquí daré solamente un breve vistazo a la magnitud inmensa de su trabajo.

La arquitectura, y especialmente la religiosa, es una de las señas de identidad del patrimonio artístico español, y como es lógico, puesto que dentro de España estamos, de la provincia de Guadalajara. Sería dificil cuantificar los edificios singulares que a este respecto tenemos repartidos por nuestra geografía: desde las más sencillas ermitas, hasta la gran catedral de Sigüenza, pasando por iglesias parroquiales, oratorios, pairones y campanarios… cientos, miles de edificios pregonan no solamente una fe y un rito, sino unos modos evolutivos de hacer, de construir espacios, de darles un sentido y una belleza.

De todas las épocas constructivas (cada una marcando su singular modo de plantear los volúmenes exteriores y los espacios interiores, más los detalles ornamentales propios) quizás sea la época a la que llamamos barroca, en los siglos XVII y XVIII, la que mayor número de construcciones aporta. Estudiarla completa es un reto que hasta ahora no ha acometido nadie, aunque sí ha habido aproximaciones respecto a sus autores, sus edificios, sus detalles más específicos.

La arquitectura barroca en la tierra de Sigüenza

Al ponernos ante la obra que el historiador (y canónigo, y músico…) Marco Martínez, nos atrapa un sentimiento de asombro, porque no nos queda resquicio de duda de que estamos ante una obra eminentemente documental, un estudio concienzudo (años le ha llevado al autor recopilar cuanto expone en estos dos tomos) en el que se desvelan muchos nombres, muchos datos y muchas anécdotas acerca de los edificios religiosos y aún civiles de la diócesis de Sigüenza, que en el título se califica de antigua porque durante los siglos precedentes esta diócesis abarcaba cientos de pueblos no solamente en el norte de la provincia de Guadalajara, sino también en las fronteras meridionales de las de Segovia, Soria y Zaragoza. Los datos revelan noticias acerca de pueblos como Sigüenza, por supuesto, pero también Atienza, Molina de Aragón, Cogolludo, Jadraque, Ayllón, Medinaceli, etc.

En el primero de los tomos, dedicado al estudio de los “maestros de obras” en la diócesis seguntina, durante los siglos XVII al XIX, con elementos artísticos barrocos, el profesor Marco aporta una primera parte dedicada a la estructura arquitectónica, los aspectos económicos, la funcionalidad litúrgica y una serie de cuestiones generales, tras las que pasa a estudiar los artistas, en este caso un abultado número de maestros de obras que producen edificios en esa época.

El estudio de la segunda parte del primer tomo se centra en los “maestros montañeses”, sorprendiéndonos con una gran cantidad de artífices venidos de la Montaña Santanderina. La mayoría son familias, muy nutridas, en las que las artes constructivas, y sus secretos, pasan de padres a hijos, de estos a nietos, etc. Son espléndidos los estudios sobre la saga de los De Villa, del Castillo, los maestros de Noja y los Ylisastigui, como familias con varios maestros en cada una, más otros sueltos como los maestros procedentes de las Juntas de Siete Villas, Cesto, Ribamontán, Cudeyo y otros lugares cántabros. Creemos que el análisis de esos numerosos y bien trabados grupos de maestros de obras montañeses tiene en este libro su expresión máxima.

También presenta la obra de otros maestros que actúan en el territorio seguntino, y que han adquirido su fama en otros lugares, haciendo aquí obras espléndidas, como son, entre otros, Francisco de Quevedo, maestros mayor de las obras de los duques del Infantado en Guadalajara y su tierra, o Antonio Sancha y sus hijos, sin olvidar las aportaciones de la saga de los Armero, o de Francisco Javier Delgado y sus hijos. De cada uno de ellos aporta datos biográficos, y descripciones de sus obras, que fueron repartiéndose, a cientos, por los pueblos grandes y chicos del obispado. Sorprendente, sin duda, digna de aplauso, la tarea ingente de Juan Antonio Marco Martínez en este estudio de arquitectura y arquitectos barrocos.

El segundo de los tomos, más abultado aún (entre los dos superan las 1.000 páginas) es el dedicado a la reproducción de los documentos sobre los que construye el estudio. Ordenados alfabéticamente por pueblos, en cada uno especifica el título del documento (aunque normalmente suele ser una serie que incluye todo el proceso constructivo, desde el pedimento, las condiciones, las trazas, la licencia y la tasación), el lugar donde se encuentra el documento (archivo, generalmente el diocesano de Sigüenza), los costes, los nombres de los maestros intervinientes, y algunas notas. Además, muestra numerosas trazas que se reproducen a página entera. El total de documentos supera el medio millar.

En definitiva, y sin entrar en detalles porque sería una tarea excesiva, el libro que ha escrito y publicado en Aache el profesor Juan Antonio Marco Martínez viene a darnos la gran clave de la arquitectura barroca en Sigüenza y su obispado. Edificios analizados, maestros descubiertos, documentos inéditos… para los estudiosos del tema, algo impresionante, fundamental, una pieza básica. Y para todos los que gustan tener bibliografía alcarreñista bien fundamentada, una obra imprescindible.

Artistas desconocidos y sorprendentes

En el ámbito de las autorías, el estudio de Marco Martínez aporta novedades sin cuento. Prácticamente todo lo que nos revela es nuevo, no había sido investigado ni publicado hasta ahora. Una gran cantidad de maestros montañeses desconocidos desfilan por estas páginas. De ellos dice nuestro vecino de página, el bibliógrafo López de los Mozos, en su comentario previo a esta obra: “Maestros de obras que también piensan, puesto que conocieron el arte de la arquitectura, no necesitaban calculistas para saber qué cimentación debían hacer, ni para dar la medida de los calicantos, conocían la cantería, el proceso de la cal, el asiento de una obra, tenían asimilado el concepto de proporción, de belleza, e incluso citan tratadistas y obras clásicas y de otros lugares, por lo que su posición era muy reconocida y apreciada, tanto que el maestro ganaba 22 reales, el oficial 9 y el peón 4”. Efectivamente, una galería de grandes profesionales, de artistas incluso, que llegaron a las tierras frías del obispado de Sigüenza, a rehacer ruinosos templos, o a levantar nuevos con nuevas siluetas.

Por nombrar a algunos de ellos, pongo aquí los nombres de varios de los miembros de una de las sagas más destacadas, la de los De Villa: entre ellos Domingo de Villa, Pedro de Villa Moncalián, Pedro de Villa Ajo y otros varios. Y por otro lado está Fernando Álvarez, Antonio del Castillo Sarabia, Antonio Martínez, los cuatro maestros de Noja (Juan Pérez de Vicuña, Andrés Sainz de Cabanzo, Domingo Martínez y José Palacios San Martín), los Ylisastigui y algunos importantes maestros de la carpintería, procedentes del norte, como son los De Ajo, y otros (todos emparentados) procedentes de las Juntas de Siete Villas, Cesto, Ribamontán, Cudeyo y otros lugares… una muestra de la nutirda inmigración que en el comedio del siglo XVII se produjo desde la actual Cantabria a la vieja Celtiberia.

El libro de Marco Martínez se hace denso, pero ni una línea tiene de sobra. Porque da nombres, datos, y fechas relativas a obras, construcciones. Desfilan por él los grandes templos (Jadraque, Tartanedo, Miedes, la catedral de Sigüenza, por supuesto…) y las pequeñas ermitas; las bóvedas complejas de las iglesias parroquiales, y las torres cortadas por el mismo patrón de los templos molineses, seguntinos, serranos…

La obra en dos tomos

Si cabe describir, con el lenguaja bibliográfico, la esencia de esta obra monumental, estos son los datos:

Marco Martínez, Juan Antonio24: “Arquitectura Barroca en el antiguo obispado de Sigüenza”. Tomo I: Maestros de Obras, 344 págs. Tomo II: Documentario, 680 págs. Tamaño: 17 x 24 cms. ISBN: 978-84-15537-75-5 y 978-84-15537-76-2. PVP: 15 €. Cada tomo.

Pero hay mucho más en su interior que no nos dará tiempo en tan breve espacio a explicar. Si en el primer tomo aparece el estudio de los artistas, arquitectos y canteros, con sus obras principales, el segundo es (así lo denomina el autor) un “Documentario” exhaustivo que para muchos será una especie de mina, de espacio maravilloso cuajado de documentos, en los que el idioma por una parte, y los datos por otra, darán sonido de manantial a lo que parece no acabarse nunca, y que son las propuestas, condiciones, resoluciones, descripciones y hasta dibujos (hay cientos de ellos en este libro) de los templos de la antigua diócesis seguntina.

Quizás sea, en estos tiempos de consumo ajeno a la cultura, estos datos un leve soplo superfluo sobre algo que importa a muy pocos. Tras evaluar lo que la cultura escrita supone de interés en esta tierra, a uno le quedan muy pocos rasgos de optimismo al respecto. Pero no puedo, en fin, dejar de constatar que a pesar de todo ello, a veces cuaja en Guadalajara una obra de la importancia y el calado científico como este monumental trabajo de Juan Antonio Marco Martínez, a quien no me cabe sino aplaudir sonoramente, felicitar de veras.

Nuevo retrato de la Princesa de Éboli

Escudo_De_Silva_y_Mendza_en_un_banco_de_la_Colegiata_de_Pastrana

Escudo de armas de Silva y Mendoza tallado en un banco de la Colegiata de Pastrana.

En estos días ha sido presentado, en diversos foros de la ciudad y provincia, la nueva obra que firma el historiador alcarreño Aurelio García López, quien añade con esta a su amplio curriculum una novedosa perspectiva de doña Ana de Mendoza, la princesa de Éboli. Días de charlas y firmas, de aplausos y reconocimientos, que el autor merece por su exhaustivo trabajo.

De muy diversas maneras nos hemos acercado a la figura de Ana de Mendoza y de la Cerda, una mujer perteneciente a la aristocracia castellana del siglo XVI (nació en Cifuentes en 1540 y murió en Pastrana en 1592) con referencias alcarreñas plenas, y siempre nos ha sorprendido la fuerza de su trayectoria, lo apasionado de sus procederes, y el drama último que supuso, en su vida, el encierro por orden del rey, casi emparedada en el último salón de su palacio pastranero.

En una ocasión, incluso, me atreví a escribir un libro sobre ella (nada meritorio, vista la cantidad de ellos que han sobrevenido luego) en el que trataba, más que de descubrir cosas nuevas, marcar con lápiz rojo sobre un mapa los lugares donde se desarrolló su existencia, los pueblos, castillos, palacios y mentideros en los que su nombre y su belleza circularon generosos. Era una especie de “Guía para encontrar a doña Ana” por los anchos horizontes de Castilla.

Aunque, efectivamente, se han escrito, antes y después del mío, muchos otros libros en los que la Princesa tuerta aparece de distintos modos tratada: desde la biografía seria de Muro en el siglo XIX, a la introspección psicológica de Kate O’Brien. Y desde la profundidad y afecto de Nacho Ares al rigor documentalista de Helen Reed y Trevor Dadson.

La decisión del doctor Aurelio García López, de internarse por el bosque de los documentos para visualizar nuevos aspectos de la vida de esta mujer, y acudir a trazar de ella, si no un nuevo retrato, sí una instantánea diferente, creo que debe ser aplaudida sin reservas, porque además lo consigue con creces: una frase aquí, una postura allá, y al final muchos perfiles que la dan, entre otros, ese calificativo que el autor propone como subtítulo de su obra, y que dice mucho acerca de doña Ana: “protectora de vasallos”.

Los moriscos de La Pangía

En La Pangía –poblado hoy casi invisible en el lugar donde el arroyo Arlés desemboca en el Tajo-hubo durante la segunda mitad del siglo XVI una abundante población morisca. Todo el pueblo, y era grande, estaba habitado por gentes procedentes del antiguo reino de Granada, aquí traidos tras el reparto efectuado entre los aristócrtras de los moriscos vencidos en las Alpujarras. Además se establecieron muchas familias en los barrios del Albaicín, de Pastrana, y en el de la Vera Cruz.

De entre la numerosa colonia, Hernán López el Ferí, acaudalado comerciante morisco, fue protegido y amparado siempre por la Princesa. Cuidó de todos ellos en La Pangía, y según nos dice García lópez en su libro “En muchas ocasiones los moriscos recurrían a la princesa cuando veían alguna injusticia en el proceder contra ellos. Así, por ejemplo Francisco Martínez, morisco de los del reino de Granada, escribía en 1577 a doña Ana de Mendoza, quejándose que los alcaldes ordinarios no habían querido rematar en él el horno municipal del Higueral, dándoselo a un cristiano viejo. Él escribía respetuosamente a la señora del lugar, y pedía su mediación para que se hiciera justicia.

Aún en 1576 declaraban los vecinos de Yebra: “a una legua de Pastrana y media de esta villa, la Princesa de Évoli ha fundado un lugar de moriscos de los del Reino de Granada que tendrá treinta y cinco o cuarenta vecinos, que es un término que se dice la Pangia…, los dichos moriscos que allí viven administran por sus personajes justicia, en el cual lugar no tienen iglesia donde los digan misa. Viven de su albredrio, de lo cual hay escándalo en toda la provincia, y asimismo hablan su lengua, los cuales moriscos hacen notable daños en los términos comarcanos, especialmente en término de esta villa en los pinares cortándolos por el pie y quemándolos. No parece que los “alcarreños viejos” estuvieran muy contentos de la proximidad de sus nuevos vecinos. Pero el hecho es que ellos dieron nueva propsperidad a Pastrana y su comarca, por su trabajo artesanal en la seda y los tejidos, en el comercio y en las tareas artesanales más diversas.

El gobernador Pedro Palomino

Un personaje del que se desvelan nuevos perfiles en esta obra, es el gobernador real don Pedro Palomino, puesto por el Rey para controlar la administración de los bienes de doña Ana, las finanzas de su casa y estados, y el orden público en Pastrana. Donde, según se ve en los documentos que aporta don Aurelio García, estaba bastante alterado porque los vecinos se ponían en cualquier caso a favor de la princesa, a la que consideraban no solo su señora, sino su protectora. Por lo que el gobernador tuvo que sufrir toda una serie de tropelías y atentados (es muy gracioso el de la silla de la Colegiata, que da para varias páginas). Especialmente duro fue el enfrentamiento entre doña Ana y el gobernador por cuestión del morisco El Ferí, a quien se le confiscaron bienes y haciendas según las normas del Estado, pero que la Princesa siempre defendió. Era “su vasallo”.

Gustos y disgustos con las monjas

Entre muchos otros asuntos de interés, vemos la fuerza pleitista de la princesa doña Ana. En el archivo vallisoletano del Registro General del Sello, aparecen gran cantidad de documentos relacionados con esta cuestión: la Éboli hacía requerimientos, denunciaba, y era requerida, y denunciada, poniendo trabas a la justicia, forzándola en otros casos… una silueta nueva, pero que la completa.

Como también se completa ahora las relaciones que estableció doña Ana con Santa Teresa de Jesús. Primero cuando la monja carmelita vino a Pastrana a fundar su convento, estableciendo difíciles conversaciones con el duque y sobre todo con la duquesa, acerca de cómo y donde se debía hacer esta fundación. Sin duda que la generosidad de los magnates quedó expresada en el hecho de surgir, en aquellos años de 1570, dos conventos para la orden reformada, el masculino y el femenino. Pero también queda manifiesto el choque de ideas entre la santa y la princesa cuando al morir el duque esta decide entrar en religión, en el convento carmelitano.

Al final ya se sabe, la santa de Ávila decide vaciar la casa pastranera y manda a sus monjas que una noche de abril de 1574 carguen todas sus pertenencias en unos carros y se vayan a Segovia, donde tenían nueva casa abierta. Aquel desplante no lo digirió la princesa en lo que le quedó de vida (De ahí las suposiciones de que luego denunció a la santa ante la Inquisición, y la puso en aprietos procesales que en aquellos tiempos eran muy preocupantes).

Sin embargo, en este libro viene a demostrarse que la relación de la Princesa con las monjas siguió siendo estrecha, especialmente con las franciscanas concepcionistas a las que llamó después para ocupar el inicial convento de San José. En ese convento estuvo ella refugiada durante varios años, y no en palacio, como hasta ahora se había creído. Exactamente entre 1582 y 1585. Finalmente, en ese año, el gobernador la obligó a volver a su palacio, y a recluirse en él, para progresivamente limitarla cada vez más los movimientos, y dejarla ya en 1592 morir de malas maneras en su celda de la “ventana de la Hora”.

Sus hijas la acompañaban en ocasiones en su retiro de las franciscanas de la Concepción, y en este libro se aporta el dato de que ella estuvo preparando la fundación de un nuevo convento, en este caso de Agustinos Descalzos, también en Pastrana, junto a la ermita de San Salvador de Heruelas.

Una última noticia de relieve que aporta el doctor García López es que la Princesa de Éboli, en sus últimos años, dispuso la construcción de una nueva gran ermita en su villa para que sirviera de enterramiento y mausoleo de todos los miembros de la familia. Quiso que la ermita del Pilar fuese reconstruida, grandiosa, para albergar sus restos y los de los suyos. En esa idea estuvo siempre, pero al fin su hijo y heredero dio de lado la idea, y por eso todos los duques han ido siendo enterrados en la cripta de la iglesia Colegiata de Pastrana.

Un libro que aporta muchos datos

Aurelio GARCÍA LÓPEZ: Ana de Mendoza y de La Cerda, protectora de vasallos. Aache Ediciones. Colección “Claves de Historia” nº 4. Guadalajara, 2015. 192 páginas. 17 x 24 cms. Ilustraciones. ISBN 978-84-15537-87-8. PVP: 15 €.

Con el subtítulo “Un nuevo retrato de la princesa de Éboli, según la documentación del Registro General del Sello”, el conocido historiador alcarreño Aurelio García López se enfrenta a un considerable reto, que no es otro que el de mostrar una visión nueva, más minuciosa, basada en los documentos, de una de las figuras más maltratadas de la historia del Siglo de Oro español, la Princesa de Éboli.

Para ello recoge y analiza (en un primer capítulo introductorio) cuanta bibliografía ha generado hasta hoy mismo esta dama de ascendencia alcarreña, y ofrece una nueva fuente hasta ahora no utilizada, los documentos a ella relativos existentes en el Registro General del Sello, en el Archivo de Simancas.

Aun reconociendo que el trabajo documental de Helen Reed y Trevor Dadson, que ha culminado hace un par de años en un voluminoso libro sustancial para la documentación identificativa de la biografía de doña Ana, es muy completo, queda patente que García López ha encontrado una nueva veta en este profundo subsuelo de los datos pretéritos y aclaratorios. De ellos se extraen nuevas apariencias, conclusiones y aseveraciones, que modelan la figura de doña Ana de Mendoza, y que en varios detalles la modulan hasta perfiles no conocidos todavía: como mujer preocupada de su familia, de sus hijos fundamentalmente; favorecedora de sus criados y vasallos, de cuantos la ayudan y acogen; como pleitista empedernida, siempre enfrentada con cuantos considera que quieren lesionarla; como devota impulsiva y su relación con el Carmelo renovado y especialmente con su fundadora, Teresa de Cepeda; con los moriscos que pueblan Pastrana, a los que ayuda y favorece… el temario es mucho más amplio, y los datos, en su mayor parte, sorprenden y nos dan un dibujo mucho más nítido de la Princesa de Éboli.

El libro está ilustrado con retratos, grabados antiguos y detalles monumentales relacionados con la protagonista. Y su división en cortos capítulos monográficos hacen más fácil y productiva su lectura. Por supuesto que aparecen en el libro cuantos personajes rodearon a la figura de doña Ana en vida: su marido Ruy Gómez, sus hijos especialmente el franciscano don Pedro González de Mendoza, el secretario Antonio Pérez y el gobernador real de Pastrana, Pedro Palomino, de quien traza un espléndido retrato muy fidedigno, y, como todo en esta obra, firmemente sustentado en la solidez documental de los datos de archivo.

La Guadalajara entrevista por Mañueco

Juan_Pablo_Mañueco

Juan Pablo Mañueco Martínez, escritor

Desde hace poco más de un año, nuestro paisano Juan Pablo Mañueco está desarrollando una tarea literaria y editorial fuera de las comunes normas. Porque en ese espacio de tiempo, aproximadamente de un año, ha dado a luz nada menos que nueve libros (uno de ellos doble, por lo que en realidad serían diez), lo cual le pone a la cabeza de todos los records habidos y por haber. Libros densos, cuajados de ideas, de visiones y poemas, de historias y evocaciones guadalajareñas, castellanas, hispánicas…

En días en que suelen repasarse los aconteceres del año, y destacar acontecimientos de relieve que tuvieron al 2015 por protagonista, creo que es muy justo señalar la figura de Juan Pablo Mañueco, y su obra literaria, como uno de los referentes de trabajo, dedicación y esfuerzo por una tarea autoimpuesta: la de escribir, relatar y entretener. Un nombre que se perfila idóneo para optar a ese cúmulo de opciones que el nuevo callejero reclama. Porque si de nombres propios se llenaran los rótulos de las calles, los pensadores y escritores debería optar a los mejores puestos. Los políticos honrados también, y los profesores, y los científicos, y los deportistas… y en esas aparece nuestro autor, que sigue escribiendo, y preparando, según él nos cuenta.

Entre esos libros que ha publicado, yo destaco siempre los dedicados a Guadalajara, plenamente identificados con el ser de la ciudad y su tierra en torno. “Guadalajara, te doy mi palabra”, breve y exquisito. “Viaje por Guadalajara”, en el que se entremezcla la poesía con una novela de a pie, un día entero andando y descubriendo la ciudad, con toques mágicos y sugerentes. O al final ese “Donde el Mundo se llama Guadalajara” que es monumental, completo, absorbente …

En un encuentro breve, sentados ambos al calor del sol del mediodía otoñal, frente a San Ginés, le hago unas preguntas que Mañueco responde contenido, porque se le nota que aún diría más, a cada tema, y lo diría con palabras ciertas y meditadas.

Tras estos diez libros en un año ¿en qué trabajas ahora? ¿Quizás una nueva novela?

Sí, está terminada ya, y en estos días ha llegdoa a las librerías. Es la primera novela de una trilogía titulada “La conversión del papa Francisco”. La inicial se llama “La Ciudad de Dios”, y relata el cónclave de 2013, en que resultó electo Jorge Mario Bergoglio.

El título general, “La conversión del papa Francisco”, es bastante ilustrativo de que al lector le esperan emociones fuertes, porque asistirá literalmente a eso: a un proceso de evolución espiritual fortísima, durante el cónclave, mediante el cual quien llega a Roma como simple cardenal de Buenos Aires resulta transformado en papa entregado enteramente al servicio de Cristo y de la Iglesia Católica.

La segunda novela, también concluida, será “La acción del Espíritu”. No habrá que esperar mucho para verla en las librerías.

Sobre la tercera, prefiero no revelar aún nada, aunque adelanto que superará a las dos anteriores en sorpresas y misterios sucedidos en el Vaticano.

Los hechos se nos cuentan desde la perspectiva de un sacerdote español, concretamente de Guadalajara, Pablo Abad Santacruz, que acompañó al papa Francisco durante el cónclave de 2013, como su asistente. Por ello, relata aspectos desconocidos sobre el papa Francisco durante aquellos días.

También me gustaría llamar la atención de nuestros paisanos sobre la figura de Pablo Abad Santacruz, figura poco conocida en Guadalajara, y que sin embargo, es autor de una obra en prosa y verso que me atrevo a calificar de muy notable. Yo, que gozo de su amistad, me arriesgo a calificarle como un místico de nuestro tiempo… Su obra, que se dará a conocer en esta trilogía de novelas, será una sorpresa para nuestros paisanos.

La verdad es que promete, y mucho, este anuncio de Mañueco acerca de la triología de novelas que prepara. La primera está ya en librerías, “La Ciudad de Dios” se titula, y con ella se inicia un apasionante recorrido por el camino espiritual del Papa Francisco.

“Donde el Mundo se llama Guadalajara”, ¿cómo podrías calificarlo? ¿poesía, novela, teatro? Qué porcentaje hay de cada cosa…

Desde que publiqué “Viaje por Guadalajara. ¿Dónde estáis los que solíais?” (2014) fusiono en todos mis libros la novela, la poesía y el teatro.

“Donde el Mundo se llama Guadalajara” es un 75 % poesía (194 poemas, alguno de ellos de muchas páginas de extensión), un 15 por ciento de relato en prosa y un 10 % de obra dramática, que, por cierto, ocurre durante el “Maratón de los Cuentos de Guadalajara”, por lo que mejor integrada con la ciudad actual no puede estar.

Sin duda Mañueco es un viajero empedernido, un permanente admirador (por conocedor profundo) de la tierra de Guadalajara. No hay rincón interesante al que no haya llegado y haya dedicado algún escrito, analizando perfiles y profundidades.

¿Cuál es la comarca que más te gusta de nuestra provincia?

Todas. En el proemio a “Donde el Mundo se llama Guadalajara” defino esta provincia como “un país de países, geográficamente hablando”. Evidente para cualquiera que la conozca. La fama mayor se la lleva la Alcarria, ¿pero es que la Sierra tiene algo que envidiar a la Alcarria en cuanto a belleza o variedad?

Y el Señorío de Molina con el Parque Natural del Alto Tajo, ¿no es uno de los prodigios mayores de la Península Ibérica?

A la Campiña le ocurre lo que a todas las zonas llanas: que no se tiene perspectiva para contemplarla… Véase la Campiña desde uno de los miradores de Trijueque, por ejemplo, y ese asombro de montes cónicos y ondulaciones en cadena del terreno acompañará de por vida al visitante.

Qué te inspiran más ¿los paisajes, o los edificios? ¿sus gentes, o sus historias?

Todo eso también. Cualquier tema es susceptible de pasar a ser literatura, y cualquier sentimiento, pensamiento, reflexión, deseo, amor, anhelo… La literatura es todo lo real y todo lo imaginario capaz de ser concebido por el ser humano. De ahí que yo escriba en el estilo que he bautizado como “realismo simbólico”. Todo lo real, y cuanto es capaz de imaginarse… aunados.

En esta hora de nacionalismos, ¿crees que Castilla realmente tiene necesidad de su reconocimiento como nación?

No. Políticamente, no. Y menos en esta hora de independentismos que perjudican a todos… “Hispania” empezó a ser llamada así en las costas levantinas y catalanas… Hispania, Ispania, Espanna, España es cosa forjada por Cataluña desde el primer momento constitutivo, ya lo situemos en Roma, en los visigodos o en los Reyes Católicos. Que por cierto alcanzaron el poder por necesidad de Aragón/Cataluña, para no ser anexionados por Francia. Pero no quiero extenderme más en esto, por falta de espacio.

Sí le hace falta a Castilla y a España una Castilla fuerte y unida en todos los sentidos. Y desde luego un reconocimiento de la unidad cultural castellana al norte y al sur de la Cordillera Central.

Reconocimiento, no “creación” de su unidad cultural… Castilla ya está unida culturalmente, pese a las divisiones políticas de ahora. Y la literatura medieval castellana, Garcilaso, la Celestina, el Lazarillo, Fray Luis, Cervantes, Quevedo, Lope, Calderón, incluso Bécquer, Machado, Blas de Otero, Unamuno, Gerardo Diego… la seguirán uniendo culturalmente cuando no quede ni rastro de los políticos que la desunieron.

Que rectifiquen, porque, si no, la cultura castellana les arrasará a ellos, antes o después. Los nuevos partidos tienen mucho que decir en ello, y también los viejos, porque quienes erraron fueron sus padres en la política –y a causa de otras circunstancias-, no sus actuales dirigentes.

Castilla es, políticamente, lo mismo que sea el territorio más encumbrado de España. Y, culturalmente, no menos… Todo lo que no sea esto… es injusticia que la clase política perpetra contra Castilla, y que algún día la cultura castellana se encargará de subsanar.

De cara a los regalos de Navidad ¿cuál de tus libros preferirías que se regalaran entres sí los alcarreños y alcarreñas?

Cualquiera de los últimos, “España, mareas de tus tres mares” o “Donde el Mundo se llama Guadalajara”, (ambos poesía/novela/teatro) que considero los mejores que he escrito en mi vida. Aunque como acaba de llegar a las librerías “La Ciudad de Dios”, pues, tendrán para elegir… Que compren uno para ellos, y los otros dos para regalar a familiares y amigos. Y habrán elegido bien.

Lo cierto es que en este venero de intuiciones y evidencias, la palabra de Juan Pablo Mañueco nos llega iluminando la tierra a la que muchos llevamos tiempo admirando y queriendo, pero con esta guía de asombros que él ha fabricado, ya no queda duda de que Guadalajara tiene un mensaje denso que dar, un mensaje que se funde con lo que el corazón estaba entreviendo.

De las muchas composiciones que este último libro “Donde el Mundo se llama Guadalajara” nos ofrece, elijo dos para acabar esta entrevista con su autor, Mañueco. Una primera, frgamentada, dedicada a la iglesia de Santiago:

 

Esta iglesia gótica de Santiago

con elevación de alto arco apuntado

en más abajo del suelo ha enraizado:

raigón de fe en subterráneo lago.

 

Se trata de un templo amplio y espaciado

con crecidas columnas que algún mago

irguió, en búsqueda de Dios y en halago

de vista, en templo oscuro y reservado.

Y otra que nos da una pincelada de Concordia, gigantes y cabezudos. Un aroma de fiesta y alegrías:

 

Por la Concordia he vuelto a ver Gigantes
y otros más diminutos y menudos
mascarones que llaman Cabezudos,
tallados en madera y caminantes.

Algunos son discretos y elegantes
y otros bruscos, dañinos y ceñudos,
provistos de látigo con que, rudos,
hostigan a niños y otros viandantes.
Al fin nos queda el rumor de los versos, la luz derramada entre los árboles, y el deseo de seguir paseando, viviendo y queriendo a esta ciudad tan nuestra.

Mondéjar renacido


Mondejar_San_AntonioEn estos días, no hace aún dos meses, hemos tenido en Guadalajara una de esas alegrías que se prodigan poco, pero que cuando llegan deben ser solemnemente celebradas: la restauración, dignificación y puesta en valor de algún elemento arquitectónico de nuestro patrimonio artístico. Esto es lo que ha ocurrido con las ruinas del convento de San Antonio de Mondéjar, y estas que siguen quieren ser líneas que lo celebren, y lo aplaudan, como se merece
.

El 6 de octubre pasado, la prestigiosa Asociación Hispania Nostra decidió retirar de su Lista Roja del Patrimonio en peligro (www.listarojapatrimonio.org) al Convento de San Antonio de Mondéjar (Guadalajara), que llevaba en ella desde hacía 8 años.

En realidad, las ruinas de San Antonio de Mondéjar llevaban en peligro desde el siglo pasado, cuando a pesar de que en 1921 se declararon Monumento Nacional por su valor y significación en el contexto del arte hispano, por nadie eran cuidadas, y su lenta consunción no hacía presagiar nada bueno.

La gran noticia saltó en mayo de 2014, cuando el Ayuntamiento de Mondéjar, al frente del cual se encuentra José Luis Vega Pérez, consiguió adquirir el solar y su contenido, del convento franciscano de San Antonio, que había permanecido en manos de particulares desde los años de la Desamortización de Mendizábal.

Desde ese momento, tanto alcalde como Corporación al pleno pusieron todo su empeño en conseguir fondos públicos para consolidar las ruinas. La colaboración entre FADETA (Federación de Asociaciones para el Desarrollo Territorial del Tajo-Tajuña), el Ayuntamiento de Mondéjar, y las administraciones públicas ha dado su fruto, y tras una inversión de casi 160.000 euros, se ha procedido a la rehabilitación de la fachada, el desenterramiento de los cimientos del claustro y a la consolidación, restauración y acondicionamiento del entorno del edificio.

Hasta ahora, y en pocos meses de trabajos, se ha ejecutado a la perfección esta primera fase de la rehabilitación del conjunto dependiendo las siguientes fases de que lleguen voluntades y fondos desde otras administraciones, a las que habrá que ir sensibilizando sobre el tema.

Conseguí llegar a Mondéjar hace solamente unos días, y con la suerte de hacerlo por la tarde, en una jornada de despejados cielos anticiclónicos, con los que la belleza del conjunto destacaba con luz propia, además de la que el sol del atardecer le aportaba: quedé impresionado de la pulcritud y acierto de las tareas realizadas. Fue un grato momento.

Una breve pincelada histórico-artística

Una de las joyas del patrimonio artístico de la villa de Mondéjar, y de la Alcarria toda, es sin duda el Convento de San Antonio, que fue de frailes franciscanos, y del que hoy solamente quedan las ruinas de su iglesia, de la que podemos observar, a la salida del pueblo en dirección norte, la portada y el hastial del testero, cuajados de detalles ornamentales y estructurales que confirman ser éste uno de los más antiguos monumentos de estilo plateresco existentes en España, lo que le valió, ya en el año 1921, ser declarado Monumento Nacional.

Este conjunto de convento e iglesia fue fundado y mandado construir a finales del siglo XV por don Iñigo López de Mendoza, primer conde de Tendilla, quien en una de sus estancias en Roma, en 1487, a donde fue enviado, como ya hemos visto, por los Reyes Católicos para solucionar las diferencias surgidas entre Fernando de Nápoles y el Papa Inocencio VIII, consiguió de éste el Breve y las licencias necesarias para fundar en su recién adquirida villa de Mondéjar un convento de frailes franciscanos. Su fundación es de 1489, y muy poco después se iniciaron los trabajos de construcción del cenobio y de su iglesia, que se concluyó hacia 1508. El monasterio quedó deshabitado en la Desamortización de 1835, y demolido casi por completo (lo que no se había hundido ya) en 1916, para de él sacar la piedra con que construir la Plaza de Toros de la villa.

Aun con todo, y a pesar del expolio incalificable de los siglos, pueden hoy día estudiarse en las ruinas de este edificio los primeros y elegantes pasos del Renacimiento español, puestos sobre la áspera tierra alcarreña por el interés generoso del conde de Tendilla. Era su fábrica de mediano sillarejo, con muros lisos reforzados de contrafuertes. De una sola nave el templo, con coro alto a los pies, en el muro del testero se ven como los apeos superiores se constituyen por pilastras finísimas, recuadradas con molduras, y corrido encima un entablamento muy pobre y sin talla; los capiteles llevan estrías, volutas acogolladas y una flor en medio. Los tímpanos de dicho testero, de arcos muy apuntados, aparecen ocupados por grandes escudos dentro de láureas: el central muestra la cruz de Jerusalén, recuerdo del cardenal Mendoza (tío carnal del comitente), que ostentó este título eclesial y cardenalicio; y a los lados, las armas del fundador, don Iñigo López, que son las de Mendoza sobre una estrella y con la leyenda BVENA GVIA adoptada por los Mondéjar, más las de su mujer doña Francisca Pacheco.

La portada de este antiguo templo, se mantiene como por milagro. Consta de un gran arco semicircular con varias arquivoltas cuajadas de fina decoración de rosetas, hojas, bolas, etc., apoyadas en casi desaparecidas jambas con similar ornamento. En las enjutas del arco, y acompañados de plegada cinta, aparecen los escudos del matrimonio fundador. Todo ello se escolta por dos semicilíndricos pilastrones cubiertos de talla vegetal y rematados en compuestos capiteles. El entablamento de este arco es riquísimo, ocupado por un friso con delfines, atados en parejas por sus colas, y cabezas de alados querubines, más series de bolas y dentellones. Encima va un amplio arco, que no llega a ser completamente semicircular, con candeleros a sus lados y por frontispicio se ve una especie de gablete con molduraje de cornisa. Dicho arco está ocupado por una pequeña imagen de la Virgen con el Niño en brazos, sedente, sobre gran medallón circular de fondo avenerado, al que ciñen cornucopias con estrías y cintas plegadas. El fondo del gablete se llena de robusto follaje que orla el aro del tímpano. Se trata de una especie de cardo espinoso, muy revuelto y con una gran palmeta en medio, cargada de grano, quizás una mazorca de maíz, similar en todo a las que circuyen el arco de la puerta en el palacio ducal de Cogolludo. El autor de esta maravillosa iglesia conventual de San Antonio de Mondéjar es, con gran probabilidad, el arquitecto Lorenzo Vázquez, ejecutor de muchas otras obras de este inicial estilo para los Mendoza alcarreños.

Más datos sobre la restauración del convento mondejano

Se ha trabajado en ello a lo largo del año 2015, consiguiendo finalmente su solemne inauguración, el pasado día 27 de septiembre, con la asistencia del alcalde, don José Luis Vegas; presidente de la Diputación, don José Manuel Latre; presidenta de FADETA, doña Montserrat Rivas, y otras autoridades.

También había componentes del equipo técnico y profesionales que han llevado a cabo esta tarea tan importante, entre ellos el arquitecto director, Luis Fernando Abril Urmente, con Carmona, García Hermida, y Ramos Ramos, más Gonzalo López-Muñiz Moragas, que ha actuado como documentalista, con María Campoamor y Cecilia Hernández en el equipo de restauradores.

De sus informes recogemos los datos más significativos de esta actuación. Inicialmente en una primera fase se trabajó en la recuperación, consolidando la reparación de muros, y realizando una limpieza del recinto y el interior del convento, que era la parte fundamental para darle luz al conjunto. Así se pudo descubrir el conjunto, hasta su basamenta, de la puerta original, que se encontraba enterrada casi a dos metros de profundidad.
Durante las labores de limpieza se han encontrando piezas con trabajos tallados en relieve muy elaborados y de alta calidad, que habían quedado desechadas y enterradas, y que bajo tierra habían permanecido más de siglo y medio, desde que en la época de la Desamortización fue abandonado el edificio.
En esta ocasión se han recuperado partes del claustro del convento. Se ha hecho una limpieza hasta el nivel del suelo original de la sala, donde se han descubierto las baldosas cerámicas y ladrillos que lo forman. Y en ese mismo lugar se han encontrado lápidas de 1743, con inscripciones y escudos relativos a personajes mondejanos de aquella época. El hastial ha sido completamente restaurado por ambos lados, habiéndose realizado una limpieza y recuperación de grietas, escudos y tallas.
En una segunda fase se ha recuperando la entrada principal. Mediante la restauración de algunas piezas de la misma se ha logrado conservar la geometría y equilibrio de fuerzas originales, de modo que posteriormente fue posible eliminar la viga y ladrillos que habían sido instalados con el fin salvar el resto de fachada principal. Para esto se tuvieron que utilizar unas estructuras metálicas provisionales gracias a las cuales fue posible hacer este delicado trabajo.
Lo que sí ha quedado patente tras estos trabajos, que son fundamentales porque detienen su progresivo deterioro, y abren nuevas posibilidades para su recuperación digna, es que quedan partes de las ruinas por descubrir, y que permitirían conocer con mucha mayor precisión la historia del monumento.
En los alrededores del convento se han habilitado sendas peatonales para poder pasear, con aparcamiento e iluminación.