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mayo, 1978:

Artistas que trabajaron en el palacio del Infantado

 

Los artistas que han trabajado, a lo largo de varios siglos, en la construcción y reformas del palacio del Infantado, han sido numerosos: unos muy señalados, como su constructor y arquitecto, Juan Guas, o su pintor de bóvedas, Rómulo Cincinato. Otros, más grises y menos destacados, pero siempre interesantes de conocer para la historia del arte en nuestra ciudad.

El Dr. Layna Serrano, en los años cuarenta, escribió dos magníficos trabajos relativos a la construcción del palacio en el siglo XV (1), y a las reformas que don Iñigo López de Mendoza, quinto duque del Infantado, introdujo en el mismo a finales del XVI, señalando bastantes nombres de artistas, e incluso publicando contratos y documentos enteros (2). Uno de los aspectos velados y misteriosos ha sido el encontrar el nombre del autor de las pinturas de los salones bajos. Son, indudablemente, de mano del florentino Cincinato, pero los documentos no aparecen desde hace algún tiempo, vengo trabajando tenazmente, en varios archivos de Madrid y Guadalajara, buscando los documentos precisos que aclaren este punto de nuestra historia del arte, pero no aparecen,

En el Archivo Histórico Nacional, en la sección de Osuna, todavía incompletamente ordenada y clasificada, he hallado recientemente unos documentos que pueden ser de interés, aunque no aclaran nada respecto al punto que busco. Se trata de la relación de escrituras que pasan ante Diego de Cisneros, escribano de los duques. Entre los años de 1564 y 1608, años en que se realizan las obras de reforma y transformación del palacio. Y en ellas se mencionan todos aquellos contratos que el duque hace con una serie de artistas. En la creencia de que este documento puede resultar de gran interés para la historia del arte alcarreño y de las gentes que lo hicieron realidad, a continuación reseño todas las escrituras que la relación de Diego de Cisneros pone en estos años, de las cuales unas se conservan y otras no. En la última parte de este trabajo se relacionan todos los artistas que aparecen en el documento, y las obras atribuidas a cada uno de ellos. La fuente documental es la siguiente: Archivo Histórico Nacional. Sección de Osuna, legajo 2533, núm. 1. En el mismo archivo y sección, en el legajo 221-9(4) aparece otra relación de los documentos más interesantes existentes en los protocolos de Diego de Cisneros, pero sólo se consideran los de tema económico. Los originales de estos protocolos están en el mismo archivo y sección, legajo 3398 (1‑19)

Año 1567 ‑ En 21 del dicho mes (marzo de 1567) dio su Sª poder a acacio de orejón para entender en los negocios de la fuente y obras de la casa de su Si con rratiflicación de lo fecho, dile signado para presentar en un pleyto que trata con rrenales e hiço una sostitoçión al pie del orejón a Pº de tolosa procurador que todo monta real y medio

En 22 de julio del dho año (15ó7) otorgó diego de medina vecino de granada un asiento de serbir a su Sª de jardinero por quatro años, por cierto precio con ciertas condiciones del asiento.

Año 1572 – En 17 de junio del dicho año dí por md del señor contador castillo a juº de contreras las scripturas de juan falla y sus fiadores sobre la obra de canterla que avia de hazer en la casa de su señoría que tubo once hojas.

Este día (15 de septiembre de 1572) higo scriptura zpbal de la plaça herrero vzº de madrid de hacer los balcones y rrejas para la casa de su Sª a cierto pº y con ciertas condiciones.

En 22 del dcho mes de septiembre dí signada en contadura la obligacion y fianças de gaspar de monhierro rrepostero de plata que monta 2 reales y mº.

En veynte y tres del dho mes (octubre 1572) dí signado en contaduría la scriptura y condiciones que otornaron gaspar de yeves y los demás carpinteros que otorgaron de hacer las puertas e ventanas que montó 92 mrvs.

Año 1573 ‑ En ó de mayo del dicho año saqué un traslado de la scriptd que juan de vallesteros cantero, otorgó de hacer la obra de bentanas y pasamanos de la escalera del çaguán y otras cossas en la casa de su Sª la qual día durando y a orejón en presencia del Sor. contador.

En cinco de junio del dho año se higo un rrequerimiento a gaspar de yeves y sevastián díaz y a juº del arco y alonso de bustares carpinteros para que fuesen a acabar la obra de puertas y bentanas de la casa de su Sª conforme a las scripturas y notifícósele a cada uno en su casa,

En honce de jullio del dho año dí en contaduría el traslado signado de la scriptura que hizieron los marmoleros para montar la fuente grande de mármol.

En 28 del dicho mes de agosto se higo otra rrequarimiento en nombre de su Sª a los Quarto ofíciales de las puertas y bentanas para que viniesen a travaxar so ciertos apercevimientos y notificóse a cada uno de por sí.

En treynta del dho mes de agosto otorgaron por mdtº de su Sª escriptura de servir por dos años maestre juan vaptª y maestre ángel estuqueros de los derechos de rregistro rreal y medio.

En 16 de octubre de dho año dí en contaduría las scripturas que hicieron diego de valara y sus fiadores de hacer la obra de las vovedas de la casa de su señoría q montó LXXV mrs.

En 16 de octubre de dicho año hiço asiento alº de paredes de servir a su Sª en el oficio de pintor y en todo a q se le mandare por tpº de dos años dí la signada en contadura.

Año 1574 ‑ En 15 del dho mes (marzo) dio su Sª poder a acacio de orejón para cobrar y traer las fuentes de marmol que embió juan doria a su Sª y las cajas de cosas de xpval que embió don albaro de mendoça castellano de napoles y los tiros de artillerís que en Dio el señor don juan y el duque de saboya, el qual se signó e legalizó de otros dos escribanos y se le echó el sello de las armas de la ciudad.

En 13 del dho mes de março dí signadas en contaduría… la scriptura que hizieron juan vautista e domingo milanés marmoleros de hacer las dos chimeneas de jaspe.

Año 1575 ‑ En 24 de margo del dho año se obligó por antonio de vega clérigo e martín de mondragón y luis de medina una scriptura para que su Sª tenga llave para el adobo y visita de la fuente en una puerta y cerramiento que an hecho de sus heredades.

En 8 de abril del dho año dí signado en contaduría la scriptura que otorgó juº de arrieta de la plata y otras cosas que se entregó de cargo de lorenzo de vargas.

En 14 del dho mes de mayo otorgó su Sª poder a juº vautista de durango para cobrar las cajas y cosas que envió a cartajena don Sancho de Padilla castellano de mylan.

En 28 de junio del dho año hizo una scriptª xpval de la plaza herrero en que rrecive dos myll libras de hierro de su Sª para hacer a un balcón una rreja dello.

Este día (24 de octubre 1575) dí en la contaduría la scriptura y asiento que hicieron de labrar la rropa de la mesa y votillerías de su Sª juº delgado e su mujer.

En honze de setiembre del dho año se obligó Rª de marquina maestro de hazer armas de hazer unas armas para la persona de su Sª por sesenta ducados e darlas fechas para fin de enero de 1576.

Año 1577 ‑ En 23 de agosto de 1577 se hizo por juº de peralta e merced de su Sª pedimiento antel corregidor desta ciudad para acer ynformación como unas piedras de marmol que tras pº de grao carretero dende alicante las trae pª su Sª tomáronse sobrello dos testigos y dióse sinado.

Año 1578 ‑ En 26 de agosto del dcho año dio su Sª poder a Pº de Trillo rrepostero de plata por cobra de gonzalo portillo administrador de las salinas de castilla vieja quatro myll ducados que están librados a su Sª.

Y tras esta relación de las escrituras relacionadas con las obras de arte del palacio del Infantado en la segunda mitad del siglo XVI, a continuación se expresa, en lista alfabética, las personas que apareciendo en dichos documentos tuvieron algo que ver o hacer en dichas obras de arte. Algunos ya conocidos, otros por primera vez lanzados al conocimiento de los investigadores y curiosos. Fueron éstos:

Maestro Ángel ‑ Albañil y estuquista italiano, llegado a España para trabajar en las obras de El Escorial, donde se le encuentra entre 1564 y 15ó9. En 1573 le vemos trabajando en los salones bajos del palacio del infantado, ocupado en la labor de decoración de estucos.

Juan del Arco ‑ Carpintero, vecino de Guadalajara. Junto con otros se encarga en 1572 de hacer las obras de madera de puertas y ven­tanas del palacio. Fue requerido al año siguiente para que lo hiciera sin tardanza.

Juan de Ballesteros ‑ Maestro de canterla, era oriundo de la montaña santanderina, pero vino a Guadalajara a trabajar en los estados mendocinos, realizando aquí múltiples obras. En 1573 le venos contratando la obra de algunas ventanas y el pasamanos de la escalera del refornad3 palacio, y posteriormente realizó numerosas obras en este lugar. Previamente había trabajado, en 1571, en Yunquera y en Quer, Después, colaboró en las obras de la iglesia de Marchamalo, y en la torre de la de Chiloeches. Contratado para trabajar en la iglesia del Escorial en 1575, realizó luego en 1582 el puente sobre el río Guadarrama en el camino de Galapagar a Torrelodones, y también trabajó en Sigüenza, en la obra de la girola, a finales del siglo XVI.

Alonso de Bustares ‑ Carpintero, vecino de Guadalajara. Junto a otros se encarga en 1572 de hacer las obras de madera de puertas y ventanas del palacio.

Juan Delgado ‑ Sastre vecino de Guadalajara, quien es contratado junto con su mujer, para coser la ropa de mesa y estanterías del palacio del Infantado.

Sebastián Díaz ‑ Carpintero, vecino de Guadalajara. Junto a otros se encarga en 157‑2 de hacer las obras de madera de puertas y ventanas del palacio.

Juan Falla ‑ Cantero, realizó ciertas obras en el palacio del Infantado, en 1572, muriendo este mismo año. Habla hecho otras obras en la ciudad de Guadalajara y en pueblo de la Campiña.

Maestro Juan Bautista ‑ Albañil y estuquista italiano, venido a España para trabajar en El Escorial. En el palacio del Infantado hizo, junto al italiano Ángel, los estucos de las salas bajas, en 1573, y junto a Domingo Milanés las dos chimeneas de jaspe de dichas salas, en 1574.

Rodrigo Marquina ‑ Maestro de hacer armas. En 1575 contrata la realización de una armadura para el duque del Infantado, gran coleccionista de estas obras de arte, en precio de ó0 ducados.

Diego de Medina ‑ Jardinero, vecino de Granada. Es contratado en 1567 para cuidar los magníficos jardines que el duque habla hecho construir junto a su palacio arriacense.

Domingo Milanés ‑ Marmolista italiano que construye las chimeneas de los salones bajos del palacio del Infantado, en 1574, aunque el año anterior suscribió contrato para construir la fuente grande del jardín, cuyas Piezas las mandaba Juan Doria desde Génova. En 1577 todavía se traían desde el puerto de Alicante unas piedras de mármol a Guadalajara.

Gaspar de Monhierro ‑ También conocido como Gaspar de Muñoyerro. Platero, vecino de Guadalajara con grande y afamado taller durante la segunda mitad del siglo XVI. En 1572 aparece en el oficio de repostero de la plata del duque del Infantado.

Acacia de Orejón ‑ Maestro de cantarla y supervisor de las obras del duque don Iñigo López de Mendoza en su palacio del Infantado y en todos sus estados. Inteligente y valioso en su hacer arquitectónico; hombre de su tiempo, sigue en todo las normas que Juan de Herrera dicta en El Escorial. De Acacia de Orejón son numerosos los datos que quedan en torno a su actividad como arquitecto y maestro de obras, tanto en Guadalaj3ra como en diversos pueblos de la provincia. El fue, por ejemplo, quien diseñó y construyó la iglesia de Nª Srª de los Remedios, valioso ejemplar del Renacimiento, en las proximidades del palacio de los duques, en Guadalajara.

Alonso de Paredes ‑ Pintor. Muy posiblemente dorador. Aparece contratado en 1573 para realizar su oficio en el Palacio del Infantado, pero no parece que él sea el autor de los techos. Lo más probable es que ayudara al maestro que los hizo (¿Rómulo Cincinato?) en tareas menores. No existen referencias a este Pintor en ningún tratado de Historia de la Pintura en España.

Cristóbal de la Plaza ‑ Maestro relojero, vecina de Madrid. En 1572 contrata la realización de diversas rejas en el Palacio del Infantado, y en 1575 vuelve a contratar para hacer un balcón y una reja en la fachada del palacio. Es un buen artista rejero de estilo renacentista.

Pedro de Trillo ‑ Platero de Guadalajara. En 1578 ocupa el puesto de repostero de plata del quinto duque del Infantado.

Diego de Valera ‑ Albañil, en 1573 contrata la realización de las bóvedas de las salas bajas del palacio. Quizás colabora con los estuquistas italianos y prepara el campo para que el pintor designado realice su obra.

Gaspar de Yebes ‑ Carpintero, vecino de Guadalajara. Junto con otros colaboradores se encarga en 1572 de hacer las obras de madera de puertas y ventanas del palacio. Fué requerido al año siguiente para que entregara su obra sin tardanza. En 1571 le vemos realizando los artesonados del palacio del contador del duque, don Rodrigo del Castillo. Es autor también de los artesonados de la casa‑palacio de los Cávalos, obra magnífica del Renacimiento, que aún se conservan, y que hizo hacia 1570.

Han sido estas breves notas biográficas las que esperan abrir una nueva vía, aunque estrecha, en el conocimiento de la seria numerosa de artistas que en la Guadalajara del siglo XVI trabajaron en unos y otros lugares, ganando para esta ciudad el título de «la Atenas Alcarreña» con que se la conoció.

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Bibliografía

(1)     LAYNA SERRANO, F.: El Palacio del Infantado en Guadalajara, Madrid, 1941

(2)     LAYNA SERRANO, F.: La desdichada reforma del Palacio del Infantado por el quinto duque en el siglo XVI, en «Bolet1n de la Sociedad Española de Excursiones», tomo LXX, 194ó

Y documentación citada de Archivo Histórico Nacional, sección Osuna, legajos 2533, 2215 y 339B

Un castro arévaco en Guijosa

 

En los primeros días de este mes, fue presentado en acto público el número 5 de la revista, «Wad‑al‑hayara» que hace la Institución Provincial de Cultura «Marqués de, Santillana», con artículos y estudios valiosos referentes á muy ‑distintos aspectos del arte, la historia y la arqueología de nuestra provincia. Este número 5, correspondiente al año 1978, consta, de 32 trabajos desarrollados a lo largo dé 464 .Páginas de densa y sabrosa lectura.

Uno de los temas más interesantes, y que al mismo tiempo, constituyen una aportación señalada al conocimiento de la prehistoria seguntina es el artículo que firman los arqueólogos Belón, Balbin y Fernández-­Miranda, y que lleva por título «Castilviejo de Guijosa». Se refiere a un castro enclavado en un lugar prominente entre los términos de Guijosa y Cubillas del Pinar, a la derecha de la cuesta que la carretera que entre ellos media ha de ascender para llegar al segundo. Rodeado de riscos por todos sus costados excepto por uno en éste se encuentran las fortificaciones o murallas con varios acodamientos, y, aún más interesante, los, «cheveaux de frise» o defensas anti-­caballos que se solían colocar en estos lugares (tal como se ve en otros varios castros del norte peninsular) y que consisten en múltiples lajas clavadas en el suelo de forma que impiden totalmente el acceso de gentes a pie o a caballo, y. por supuesto, de máquinas de guerra,, pudiendo ser atacados fácilmente desde el interior del Castro aquellos que intenten acercarse. Para acceso de los propietarios del lugar, quedaba en todo ese espacio defensivo un paso de unos cuatro metros de ancho sin piedras enclavadas.

Los autores describen esta fortificación, la relacionan con otras similares que se hallan en las provincias, de Soria, Salamanca, Zamora y Portugal, todos ellos sede de grupos celtas, guerreros y resistentes ante la invasión romana. Este de Guijosa, es el más meridional de estos castros, y lo interpretan los autores como una irrupción del pueblo, arévaco al sur dé la cordillera central. Hasta el siglo II antes de Jesucristo estuvo poblado y fue utilizado contra las tropas de Roma, que finalmente lo vencieron.

Las excavaciones llevadas a cabo en su interior han dado pobres resultados, pues se han encontrado cerámicas y mínimos restos de aquella época. Lo interesante, verdaderamente, es la estructura del castro, conservado perfectamente en su perímetro y detalles, por lo que el visitante puede hacerse la idea de encontrarse en un entorno total­mente primitivo. El lugar merece, desde luego, una detenida visita, pues no sólo el paisaje que desde aquella altura se divisa, sino los restos monumentales del castro céltico, compensarán el desplazamiento. Es un resto de nuestro pasado que debe ser conocido, explicado, comprendido en su valor. Y respetado.

La labor que un grupo de arqueólogos entusiastas y trabajadores está haciendo en nuestra provincia, en los últimos años es muy destacable. Don Dimas Fernández ­Galiano, director del Museo Provincial, y presidente de la sección de Arqueología dé la Institución «Marqués de Santillana» que dirige las excavaciones de la ciudad visigótica de Recópolis, alienta este movimiento, que se ha visto cuajado en una docena de artículos sobre esta temática en el mencionado número 5 de la revista «Wad‑al-­hayara». De este modo, y de una forma científica y sistemática, podemos ir accidendo al conocimiento de ese mundo fascinane, velado y misterioso, que es la prehistoria de nuestra tierra.

Lupiana en el siglo XVII

 

La villa de Lupiana, la que heredó su nombre quizás, de la abundante camada de lobos, que en la antigüedad pobló sus cercanos montes, está escondida en el recoleto vallejo de Matayeguas y ofrece un aspecto de pueblo amable y renovado, sin haber perdido en ningún momento el aire antiguo heredado de pasadas centurias. Destacan en el, hondo el caserío apiñado en torno a la parroquia, construida hacia la mitad del siglo XVI, en un estilo magnífico renacentista. En la plaza mayor, frente al edificio dieciochesco del Ayuntamiento, se alza el rollo o picota, símbolo de villazgo.

Lupiana fue, en su origen histórico, aldea perteneciente al alfoz o Común de Guadalajara.

Desde el momento mismo de la reconquista, en el año 1085, dependió en su jurisdicción, rentas e impuestos de la villa de Guadalajara, y en este modo se mantuvo hasta el año 1569, en que Felipe II, agradecido al monasterio jerónimo de San Bartolomé, edificado cerca del pueblo desde el siglo XIV, le concedió el Señorío de Lupiana, Los monjes habían entregado el patronato de la capilla mayor del monasterio (que era cabeza en España de la Orden jerónima) al rey Felipe, y éste otorgó tal favor. En el Señorío del monasterio se mantuvo Lupiana hasta 1835, fecha en que la Desamortización de Mendizábal acabó con los bienes eclesiásticos improductivos.

Dependió, pues, el pueblo alcarreño del prior y monjes del monasterio de San Bartolomé. Sus torres y edificaciones se yerguen aún sobre la espesura, en lo alto de la meseta, dando vista a lo hondo del valle.

Y quisiera traer hoy una página breve, fugaz, a modo de noticia de diario, ocurrida en algunos momentos del siglo XVII en torno a Lupiana. Están tomadas estas noticias de documentos originales conservados en el Archivo Histórico Provincial (1), y aunque no vienen a dar ninguna, visión nueva acerca del pueblo alcarreño, sí aportan algunas noticias curiosas e. interesantes que pueden, quizás, interesar a alguien en algún momento. En ese pensamiento de servicio las doy.

Algunas noticias referentes a la iglesia y ermitas del pueblo, encontramos en el testamento que hace, en 1650, María de San Gabriel, mujer del escribano Francisco de Salinas. Por ejemplo, manda ser enterrada «en la iglesia de la villa, en la nave maior, junto al zepo, de las ánimas». Sabido es que en esa época la gente se enterraba en, el interior de las iglesias, escogiendo cada uno su lugar. Esta señora eligió el pedazo de suelo junto al «cepillo» donde se echaban las limosnas para las ánimas del Purgatorio. En su testamento añade «que se limpie de renuebe la Virgen de la Antigua, poniéndole el brazo que le falta», pues se ve que estaba algo estropeada, y manda también un manto para la imagen de la Virgen del Carmen, Para la ermita de la Vera Cruz que existía en el término, deja también algunas mandas: «ytem… se le de a Nª Señora de la bera cruz de la dha villa de lupiana una preciosa hechura que yo tengo de un santo, christo crucificado y se ponga en el altar de la Virgen Santísima mi abogada y debota».

Curioso es, por ejemplo, el contrato que sé hace en 1650, entre las autoridades de la villa de Lupiana y el vecino de Montarrón, Juan de Cabanillas, quien se obliga a traer al molino harinero de Lupiana «una piedra arinera que a de ser de siete quartas de ancho y grueso de una quarta de buen grano a satisfación de la justiçia y regimiento desta villa y del molinero que al presente obiere… puesta y entregaad como dcho es en este dcho molino par el día de Pasqua de Resurrección, primera benidera deste presente año de 1650 años por precio y quantía de duçientos y quarenta y dos Reales y media fanega de cebada y un refresco… »

En ese mismo año, al paso de las tropas que se dirigían hacia Aragón y Cataluña, donde Felipe IV ejercía por vía de fuerza su dominio sobre aquellas regiones, algún destacamento se alojó en Lupiana durante la primavera, y hubo ‑líos entre soldados y vecindario. Dice un documento que Tomás Ambrosio, «soldado montado y cabo de los soldados que en esta dcha villa están alojados» afirm6.haber recibido diversas heridas de parte de algunas personas de la villa durante la noche de Pascua de Resurrección, y afirma en el documentó que renuncia a cualquier medida judicial contra ellos y que les perdona.

Un personaje muy famoso durante el siglo XVII en Lupiana y la Alcarria toda fue el doctor don Juan Sánchez Fraile, «Médico graduado por la Universidad, de, la villa de Alcalá de Henares», quien, aunque natural de Pezuela de las Torres, lo mismo que su mujer, doña María Hermosilla, se contrató de médico en Lupiana y Monasterio de San Bartolomé en el año 1631, estando todavía ejerciendo en esos lugares veintitrés años después, en el 1654, fecha, en que junto a su mujer hace testamento. Estaba contratado a servir, de médico del monasterio, y de sus granjas de Pinilla y Alcohete, así como de la villa de Lupiana, en la que residía. El año 1647 se contrató de médico con los de Yebes, y estipula que irá a este pueblo dos días en semana, y además siempre que sea avisado, por alguna causa grave. El contrato lo hace con el concejo, ayuntamiento y vecinos de dicho lugar. En el testamento citado pide ser enterrado cuando muera en la iglesia de Pezuela de las Torres, y que sus cuerpos sean amortajados con el hábito de San Jerónimo. Dejan, entre otras muchas cosas, «cinco paños franceses buenos» (tapices para recubrir paredes) a su sobrina Rufina Pérez, y el «escriptorio de nogal con su pie çerrado de alaçenas» que fue del doctor, a su sobrino Pedro de Mesa.

La vida del pueblo, dedicado a la agricultura y pequeñas industrias, artesanas, no daba más de sí en cuanto a historia. Esta pasaba por los claustros del monasterio, donde de, tres en tres años se reunía el Capítulo General de la Orden Jerónima, y hasta los reyes acudían a presenciar y, dar alguna que otra recomendación, estas asambleas que influían en grandes territorios y decisiones.

(1) A. H. P, Protocolos: legajos 1798‑1790­1710. Escribanos Andrés Muñoz y Francisco Palero.

Aires culturales en el Ayuntamiento

 

En las últimas semanas, un aire cultural parece haber soplado en el salón de sesiones de nuestro Ayuntamiento, que es tanto como decir, hoy por hoy, en el pecho generoso y comprensivo de nuestros munícipes. Dato éste que quisiéramos desmenuzar con alguna atención, y tratar, desde él, de acudir al difícil juego de las profecías, a la pizarrosa cartela de las ilusiones.

Dos hombres de Guadalajara, salidos de sus, carnes arcillosas y en ellas amamantados en reciedumbre e hidalguía, han venido a ocupar, por recientes designaciones del Concejo, sendos cargos de relieve cultural. Primero fue Alejandro Luís Ortiz Navacerrada, severo en la figura y tiernamente humano, en la palabra y la amistad, que ha recibido el nombramiento de cronista, de la ciudad de Guadalajara. Poco después ha sido José Ramón López de los Mozos, buen conocedor de los pretéritos avatares de nuestra ciudad, y un fino catador de sus rincones sugerentes sus historias escondidas, quien a venido a llenar el hueco que el veterano señor Pradillo Moratilla ha dejado en la regiduría del Archivo Municipal. Dos nombres para la tarea cultural de esta nuestra querida ciudad de Guadalajara. De ambos esperamos con seguridad, y en sus parcelas respectivas, sazonados frutos y labores.

Y es que ahora que, a raíz, de estos datos, nuestra imaginación se ha echado a volar, y hemos pensado que a la cámara concejil le ha entrado el prurito saludable, primaveral  de ponerse a cultivar con hondura y derecha mano, el huerto seco de la cultura municipal. Una tarea, que, de seguro, están ya inquietos por comenzar, es la creación de una Hemeroteca municipal. Una sala ‑que no necesita de más preocupaciones que poner estanterías, luz y una mesa con sillas ‑ dedicada a recoger todo periódico, revista y folleto de aparición preestablecida, editado en Guadalajara o con tema alcarreño preferente: sería la recogida sistemática y definitiva de tantas y tantas publicaciones, de tantos y tantos periódicos y revistas que desde hace más de un siglo han visto la luz en nuestra ciudad, y que, por los imperativos de la moderna vida, son ya, hoy por hoy, base documental imprescindible para los historiadores fu­turos.

Por otra parte, la fecha del año 1985, que parece aún lejana, pero que ya está ahí mismo, no se despega de la frente de nuestros ediles. Se conmemorará entonces el noveno centenario de la Reconquista de nuestra ciudad por Alvar Fáñez de Minaya, y será momento clave en el que el Concejo arriacense dará la medida de su ilustrado proceder. Publicada ya por la Institución Provincial dé Cultura «Marqués de Santillana» de la Diputación Provincial, la Historia de Guadalaxara, del padre Hernando Pecha, que es la historia de la ciudad más antigua que se conserva, el Ayuntamiento podría dar su «do» de pecho editando (todavía hay tiempo para hacerlo bien) esa otra «Historia de Guadalaxara» que aún queda inédita y manuscrita: la del licenciado don Francisco de Torres, escrita en 1647, y que contiene una buena dosis de curiosas e inéditas noticias sobre nuestro burgo.

Pero en este momento d e renovados aires culturales, las fuerzas del Ayuntamiento van a cuajar, estamos seguros de ello, en otros caminos varios. Por ejemplo: en el de la defensa del patrimonio artístico de la ciudad. Va a decidirse a limpiar el entorno de dos monumentos tan característicos como son la Puerta de la Muralla que llaman de Alvar Fáñez o del Cristo de la Feria, y también el Torreón del Alamín, junto con el puente de las Infantas y el antiguo lavadero construido en el siglo XVI. Se va a comprometer a respetar, en, todos los planes de su extensión urbana, y aún del alfoz que gobierne, los yacimientos arqueológicos que estén documentados, o aquellos otros que puedan descubrirse. Va a impedir con todas sus fuerzas que se, derribe un monumento tan ilustrativo del pasado de la ciudad, y tan bello arquitectónicamente, como es el palacio de los Guzmán, en la calle del Dr. Creus. Va a entregarse a fondo para la puesta en valor del palacio plateresco de los Dávalos, en la plaza de su nombre.

Va a pedir a los organismos nacionales correspondientes la restauración cumplida del panteón de los Mendozas, en el Fuerte de San Francisco, cuyo estado constituye hoy una de las mayores vergüenzas de nuestra ciudad. Va a devolverle a las calles más características sus populares y seculares nombres, aquéllos que en el habla de las gentes tienen con sagrada toponimia: la calle mayor, el paseo, de las cruces, el parque de la Concordia, la Carrera, el Jardinillo, la plaza de Santo Domingo. Y hasta, quizás, va a intentar, porque la causa es justa, restaurar la capilla de Luís de Lucena, que si en los años de la Desamortización de Mendizábal, allá por los años de 1835, se salvó de la ruina, ha visto en 1978 hundirse su escalera interior, mientras las pinturas se deshacen por la humedad, lo mismo que los muros, y ésta, que es joya del arte español, agoniza inasistida mientras la plaza que la rodea, arreglada hace 10 arios, vuelve a cambiar de vestido.

¿Será verdad que todos estos aires, vendavales casi, de atención hacia el patrimonio artístico y cultural de la ciudad, se van a fundir en, la fragua de nuestro Ayuntamiento? Principios quieren las cosas. Y las trazas, con esos dos hombres que son Ortiz Navacerrada y López de los Mozos, en vanguardia de nuestras edilicias escuadras, son optimistas. Esperamos.

En recuerdo de Layna Serrano

    

Se cumple en estos días el séptimo aniversario de la muerte de don Francisco Layna Serrano. Sí durante su vida fue casi constante la presencia de su nombre, de su palabra y de su encendida ilusión en estas páginas de NUE­VA ALCARRIA, por las que paseó su entrega y su trabajo en pro de la provincia, tras su muer­te también ha surgido su nombre y su tarea. No está olvidado el Dr. Layna, ni lo deberá estar jamás, pues el conocimiento de un hombre está en lo que saber nos de su personalidad y de su obra, de su trabajo y de sus ilusiones, y así para este hombre, que durante cuarenta años laboró escribiendo, investigando y defendiendo el acervo cultural de la provincia, quedará siempre durante siglos, el recuerdo entre todos los que pueblen este pedazo de España que es Guadalajara. Cuando ahora se usa tanto la fácil adulación el vivo y denuesto cobarde al muerto, nos pararemos un momento a recordar y revivir al Dr. Layna Serrano, para que no llegue a morir nunca del todo. Porque en el mundo cada cual tiene su parcela gloriosa y su parte negativa. Aquel que consiga que la primera borre a la segunda, será el afortunado con la gloria.

En breve recuerdo biográfico, den Francisco Layna Serrano nació en Luzón (Guadalajara), donde su padre ejercía de médico rural, el 27 de junio de 1893. Estudió el bachillerato, en Guadalajara, la carrera de, Medicina en, Madrid, donde­ en 1916 se afincó y ejerció muy dignamente su profesión, en la especialidad de Otorrinolaringología, hasta su jubilación. De siempre gustó recorrer los pueblos de la provincia, visitar las iglesias y monumentos, las ruinas y los archivos, y aún sin haber cursado estudios universitarios de la materia, alcanzó a ser reconocido como uno de los más destacados historiadores es pañoles de la primera mitad del siglo XX. Lo que viene a demostrar, una vez más, que en la Universidad Española sólo se obtienen “Títulos” y el conocimiento, hondo de las cosas lo encuentra cada cual en el propio trabajo y en ja concienzuda dedicación.

No referiré aquí la larga lista de homenajes populares, de nombramientos de hijo adoptivo y predilecto que varios pueblos de nuestra provincia le concedieron, así como premios y sociedades a las que pertenecía. El título que siempre tuvo el Dr. Layna Serrano como más importante y querido para él, fue el que en 1934 le concedió la Diputación de “Cronista Provincial de Guadalajara» y ello porque era el que más le obligaba trabajar por la provincia, y le exigía, ante su propia conciencia de cristiano y castellano honrado, un esfuerzo diario en la tarea de investigar, de escribir, de divulgar, de defender contra viento y marea todo aquello que juzgaba de interés en lo concerniente al patrimonio histórico­-artístico, y cultural, de las tierras de Guadalajara.

Decía de él, el recientemente desaparecido marqués de Lozoya, cuando era director general de Bellas Artes, que Layna Serrano, si le dejaran, declararía oficialmente Monumento Nacional a toda la provincia de Guadalajara entera, y a ella sola aplicaría el presupuesto de Bellas Artes. Tuvo, eso sí, importantes y generosas ayudas: los archivos se le abrían sin condiciones, y algún importante pueblo de la provincia le llevaba a su casa de Madrid, en baúles de da y vuelta, los importantes fondos de su archivo municipal, para que el historiador pudiera trabajar en las horas que le restaban de su ocupación profesional. El ponía su sabiduría, su conocimiento exhaustivo, de la historia de España y de la provincia, su rigor científico en cada ­página.

Y así salió ese monumento bibliográfico, de casi 50 obras, dedicadas en su mayoría a, nuestros pueblos y nuestras tierras. La gran «Historia de Guadalajara y sus Mendozas» en cuatro gruesos tomos; la «Historia de Atienza», la «Historia de Cifuentes», el «Monasterio de Ovila», los «Castillos de Guadalajara» que alcanzó tres ediciones, ya totalmente agotadas, el «Románico de Guadalajara» y multitud de artículos en revistas, semanarios y en estas páginas amigas, dando a conocer y defendiendo lo nuestro. El conocido poeta torijano José María Alonso Gamo dijo de él: «Layna Serrano pertenece a ese tipo de hombres locamente enamorado de su tierra, entregados en alma y vida  a ella», y el justo y poético decir de Pepe de Juan lo retrató en una línea: «su carne mortal, tan escueta y, magra, era la justa para vestir su espíritu encendido».

No quieren ser estas palabras sino recuerdo breve, actualizador, de la figura y la obra de Layna. El 8 de mayo de 971, hace ya 7 años, falleció en Madrid. Tras su muerte, los homenajes: la Medalla de Oro de la provincia, el busto en bronce que se inauguró el 20 de septiembre de 1971 frente al Palacio de la Diputación; el homenaje de mayo de 1972 en Sigüenza, y pocas cosas más.

Yo me atrevería a sugerir otro modo de honrar la memoria de Layna Serrano, que además de recordamos su figura, proporcionara aliento de trabajo en pro de la provincia a las, nuevas generaciones de alcarreños. Al igual que la Diputación concede anualmente unos premios de dibujo (Antonio del Rincón), Fotografía (Tomás Camarillo), Poesía (José Antonio Ochaíta) Literatura (Camilo José Cela) y. Periodismo (José de Juan García), ¿no podría crearse un premio, también modesto en su dotación, pero de alto simbolismo para quien lo ganara, de investigación histórica sobre temas provinciales, que llevara el nombre de Francisco Layna Serrano?