Lupiana en el siglo XVII

sábado, 20 mayo 1978 0 Por Herrera Casado

 

La villa de Lupiana, la que heredó su nombre quizás, de la abundante camada de lobos, que en la antigüedad pobló sus cercanos montes, está escondida en el recoleto vallejo de Matayeguas y ofrece un aspecto de pueblo amable y renovado, sin haber perdido en ningún momento el aire antiguo heredado de pasadas centurias. Destacan en el, hondo el caserío apiñado en torno a la parroquia, construida hacia la mitad del siglo XVI, en un estilo magnífico renacentista. En la plaza mayor, frente al edificio dieciochesco del Ayuntamiento, se alza el rollo o picota, símbolo de villazgo.

Lupiana fue, en su origen histórico, aldea perteneciente al alfoz o Común de Guadalajara.

Desde el momento mismo de la reconquista, en el año 1085, dependió en su jurisdicción, rentas e impuestos de la villa de Guadalajara, y en este modo se mantuvo hasta el año 1569, en que Felipe II, agradecido al monasterio jerónimo de San Bartolomé, edificado cerca del pueblo desde el siglo XIV, le concedió el Señorío de Lupiana, Los monjes habían entregado el patronato de la capilla mayor del monasterio (que era cabeza en España de la Orden jerónima) al rey Felipe, y éste otorgó tal favor. En el Señorío del monasterio se mantuvo Lupiana hasta 1835, fecha en que la Desamortización de Mendizábal acabó con los bienes eclesiásticos improductivos.

Dependió, pues, el pueblo alcarreño del prior y monjes del monasterio de San Bartolomé. Sus torres y edificaciones se yerguen aún sobre la espesura, en lo alto de la meseta, dando vista a lo hondo del valle.

Y quisiera traer hoy una página breve, fugaz, a modo de noticia de diario, ocurrida en algunos momentos del siglo XVII en torno a Lupiana. Están tomadas estas noticias de documentos originales conservados en el Archivo Histórico Provincial (1), y aunque no vienen a dar ninguna, visión nueva acerca del pueblo alcarreño, sí aportan algunas noticias curiosas e. interesantes que pueden, quizás, interesar a alguien en algún momento. En ese pensamiento de servicio las doy.

Algunas noticias referentes a la iglesia y ermitas del pueblo, encontramos en el testamento que hace, en 1650, María de San Gabriel, mujer del escribano Francisco de Salinas. Por ejemplo, manda ser enterrada «en la iglesia de la villa, en la nave maior, junto al zepo, de las ánimas». Sabido es que en esa época la gente se enterraba en, el interior de las iglesias, escogiendo cada uno su lugar. Esta señora eligió el pedazo de suelo junto al «cepillo» donde se echaban las limosnas para las ánimas del Purgatorio. En su testamento añade «que se limpie de renuebe la Virgen de la Antigua, poniéndole el brazo que le falta», pues se ve que estaba algo estropeada, y manda también un manto para la imagen de la Virgen del Carmen, Para la ermita de la Vera Cruz que existía en el término, deja también algunas mandas: «ytem… se le de a Nª Señora de la bera cruz de la dha villa de lupiana una preciosa hechura que yo tengo de un santo, christo crucificado y se ponga en el altar de la Virgen Santísima mi abogada y debota».

Curioso es, por ejemplo, el contrato que sé hace en 1650, entre las autoridades de la villa de Lupiana y el vecino de Montarrón, Juan de Cabanillas, quien se obliga a traer al molino harinero de Lupiana «una piedra arinera que a de ser de siete quartas de ancho y grueso de una quarta de buen grano a satisfación de la justiçia y regimiento desta villa y del molinero que al presente obiere… puesta y entregaad como dcho es en este dcho molino par el día de Pasqua de Resurrección, primera benidera deste presente año de 1650 años por precio y quantía de duçientos y quarenta y dos Reales y media fanega de cebada y un refresco… »

En ese mismo año, al paso de las tropas que se dirigían hacia Aragón y Cataluña, donde Felipe IV ejercía por vía de fuerza su dominio sobre aquellas regiones, algún destacamento se alojó en Lupiana durante la primavera, y hubo ‑líos entre soldados y vecindario. Dice un documento que Tomás Ambrosio, «soldado montado y cabo de los soldados que en esta dcha villa están alojados» afirm6.haber recibido diversas heridas de parte de algunas personas de la villa durante la noche de Pascua de Resurrección, y afirma en el documentó que renuncia a cualquier medida judicial contra ellos y que les perdona.

Un personaje muy famoso durante el siglo XVII en Lupiana y la Alcarria toda fue el doctor don Juan Sánchez Fraile, «Médico graduado por la Universidad, de, la villa de Alcalá de Henares», quien, aunque natural de Pezuela de las Torres, lo mismo que su mujer, doña María Hermosilla, se contrató de médico en Lupiana y Monasterio de San Bartolomé en el año 1631, estando todavía ejerciendo en esos lugares veintitrés años después, en el 1654, fecha, en que junto a su mujer hace testamento. Estaba contratado a servir, de médico del monasterio, y de sus granjas de Pinilla y Alcohete, así como de la villa de Lupiana, en la que residía. El año 1647 se contrató de médico con los de Yebes, y estipula que irá a este pueblo dos días en semana, y además siempre que sea avisado, por alguna causa grave. El contrato lo hace con el concejo, ayuntamiento y vecinos de dicho lugar. En el testamento citado pide ser enterrado cuando muera en la iglesia de Pezuela de las Torres, y que sus cuerpos sean amortajados con el hábito de San Jerónimo. Dejan, entre otras muchas cosas, «cinco paños franceses buenos» (tapices para recubrir paredes) a su sobrina Rufina Pérez, y el «escriptorio de nogal con su pie çerrado de alaçenas» que fue del doctor, a su sobrino Pedro de Mesa.

La vida del pueblo, dedicado a la agricultura y pequeñas industrias, artesanas, no daba más de sí en cuanto a historia. Esta pasaba por los claustros del monasterio, donde de, tres en tres años se reunía el Capítulo General de la Orden Jerónima, y hasta los reyes acudían a presenciar y, dar alguna que otra recomendación, estas asambleas que influían en grandes territorios y decisiones.

(1) A. H. P, Protocolos: legajos 1798‑1790­1710. Escribanos Andrés Muñoz y Francisco Palero.