El primer Día [Virtual] de la Sierra de Guadalajara

El primer Día [Virtual] de la Sierra de Guadalajara

sábado, 24 octubre 2020 1 Por Herrera Casado

En estos días se hubiera celebrado el “Día de la Sierra de Guadalajara” que en este año 2020 se ha quedado en la intención, aunque los animosos miembros del comité organizador han tirado de imaginación y han construido un “Día Virtual” que estoy seguro servirá para dar de nuevo visibilidad a esta zona de nuestra provincia.

Una celebración virtual

Durante doce años se ha venido celebrando, sin interrupción, el “Día de la Sierra de Guadalajara”, hecho entre muchos, y con un interés muy concreto, el de dar voz, imagen, y vida a una comarca que está en recesión clara. Solo un día al año, pero se ha conseguido que se hablara y se tomara conciencia de la situación de esta comarca, despoblada y empobrecida, en un mundo que brega por salir adelante por cualquier medio.

La renovada directiva de la “Asociación Serranía de Guadalajara”, que ahora encabeza Octavio Mínguez, secundado por su vicepresidente José María Alonso Gordo, no ha querido que este año quedara en silencio este final de Octubre, y vuelven a sacar, aunque sea por los medios solamente, el sonido del pito castellano y el revolutum colorista de sus botargas.

Recordando los doce años anteriores, en este se ha optado por su Celebración Virtual mañana sábado 24 de octubre, con presencia en las redes sociales (web y Facebook) exponiendo películas que recogen la memoria de los “12 Días de la Sierra” anteriores, y con una previa rueda de Prensa, el jueves 22, en la Diputación Provincial de Guadalajara, en la que se ha hecho entrega de los Premios Serranos de este año, que se ha decidido conceder a Cantalojas, como pueblo, y a los equipos de los Centros de Salud de la Sierra (médicos y enfermeras) y a los farmacéuticos, que serán considerados “Serranos del Año”. Con todo merecimiento. Al mismo tiempo, se hará la convocatoria del XIV “Día de la Sierra 2021” y se nominará a Atienza como sede de la misma. Siguen vivos, y con muchas ganas, en www.serraniadeguadalajara.com, donde reciben nuestro aplauso.

La mina Santa Teresa, de Hiendelaencina

Yo lo he celebrado este año a mi manera, con un viaje, a descubrir detalles de la Sierra que no suelen ser muy visitados, y faltaban en mi curriculum. El primero ha sido la mina “Santa Teresa” (lo que queda de ella) en Hiendelaencina. Impresiona ver, en el silencio del paisaje, tantos edificios en ruinas, tantos asomos a lo profundo, tanto rumor congelado.
Esta fue una de las primeras y más importantes minas del conjunto de Hiendelaencina. Situada en el Paraje “El Mojonazo” a poco más de un kilómetro de la villa, es hoy de muy fácil acceso. Se hizo su demarcación en 1845, y en 1875 pasó a formar parte del Coto “El doctorado”. La Sociedad explotadora “La Reconquista” creada en 1889 se hizo cargo de ella y cinco años después fue englobada en “La Plata Roja” que finalmente, en 1897, pasaría a formar en la Sociedad “La Plata” de capital francés. En 1899 se alcanzó la profundidad de 250 metros, y los 300 en 1903, cuando se encontró el filón “El Iluminado”, del que se extrajo enorme cantidad de plata, que se beneficiaba directamente en la fábrica aneja. Tuvo sus años de esplendor entre 1903 y 1915. En el 18 pasó a ser de capital español, más concretamente del Banco Urquijo. Al llegar 1931 se detuvo totalmente su producción.

¿Qué ver en la “Santa Teresa” de Hiendelaencina? Pues siempre con cuidado, para no caer en alguno de sus pozos, se ven los enormes muros de su planta de beneficio, y las entradas a las bajadas al subsuelo. Una amalgama que, en el fondo, causa escalofrío, y que expresa como en ningún otro lugar lo que fue la Sierra de Guadalajara hace un siglo, y lo que queda de ello ahora.

La ermita de Santa María de la Puente, de Miedes

El otro destino ha estado un poco más al norte, en término de Miedes de Atienza, aunque he podido llegar desde Cañamares, porque hay mejor camino para alcanzar (los último tramos se hacen a pie, por el monte) la ermita de Santa María de la Puente.

Donde se puede admirar, no solamente el edificio religioso, popular y sencillo como todos, de aspecto grandioso, del siglo XVIII, vivo a través de sus romerías y querencias, pero acompañado en el entorno por unos restos sumamente interesantes, los del poblado medieval (con orígenes indudables en lo celtíbero) de su mismo nombre.

Cueva Ritual junto a la ermita de Santa María de la Puente, en Miedes (Guadalajara)

En el costado de levante de la ermita, en la falda que escurre desde su altura, aparece un gran macizo rocoso que ha sido tratado por el hombre de múltiples maneras. Por ejemplo, en su superficie, irregular, se aprecian tallas de la roca como para dar límites a espacios que estarían construidos. Y de la roca que sobresale, tallada de diversos modos, se vislumbran mechinales en lo alto, como si de ella hubieran dependido en su día construcciones de madera adheridas.

La cueva en sí tiene un gran acceso tallado por el costado sur, que da paso a un espacio que podríamos decir “redondo”, y en cuyo término se talla una especie de altar o escalón que permite ascender a una especie de patio que es a su vez atrio de otra roca tallada con bancos en la base, hornacinas a media altura, y, en todos los lugares, cruces talladas, como “de calvario” con bases triangulares sustentándolas.

El espacio es claramente ritual. Si hubo en su torno, en aquel cerro de la ermita, como todos los indicios hacen creer, un poblado medieval, con seguridad que se hizo sobre un asentamiento previo celtibérico, y también romano porque se han encontrado restos arqueológicos en el valle. Frente a este cerrete, discurre hoy arbolado y denso el arroyo de Pajares.

Junto al acceso a la ermita, existe otra cueva de boca muy estrecha, aunque se debe a su colmatación, y un paisano que andaba por allí paseando me aseguró que cruzaba toda la roca y comunicaba con una cripta de la ermita…

Es muy difícil datar con exactitud el lugar, puesto que solo quedan peñascos tallados, pero no cuesta trabajo creer que tuvieran su auge poblacional entre los siglos VI al IX de nuestra Era, pues en esos siglos de dominio visigodo, fueron muy abundantes los espacios poblados, con cuevas rituales y eremíticas en su entorno, por los altos valles de la Serranía de Atienza. Así hay cuevas de este tipo en Albendiego, Ujados, Hijes, Alcolea de las Peñas, Tordelrábano, Miedes por supuesto y un largo etcétera.

El viaje por aquellas latitudes serranas se completó con el descubrimiento de un camino (actualmente asfaltado) que lleva desde Cañamares a Prádena de Atienza, cruzando el hondo cauce del río Bornova, entre altas praderas, densos bosques de roble y distancias casi infinitas, teniendo siempre al Santo Alto Rey por referente y compañero de viaje. Sentí que mi amor por nuestra sierra se expandía de nuevo, como en latidos, al recorrer las dos leguas de ese camino prístino en el que ningún ser humano encontré, pero sí muchos animales de altos vuelos. La llegada a Prádena, tan en cuesta siempre, con tantos cambios constructivos desde la última vez que la pisé hace cuarenta años, hizo que me costara reconocer el pueblo. Después, un bocadillo sentado en unas piedras, en la cuesta que mira a Gascueña, que sestea al fondo, fue el complemento perfecto que todo viajero apetece.

Por todo ello, y sin repetir más obviedades, creo que este “Día Virtual de la Sierra” que mañana nos tocará vivir será un poco penoso, al no poder saludar a tantos amigos que en este lugar del mundo solemos encontrarnos, pero será también un buen momento para la meditación y la consideración de qué cortos nos hemos quedado cuando creíamos estar llegando a Marte: ¿qué ciencia, pues, es la que nos están ofreciendo, que un virus es capaz de matar millones de personas, y no hay forma de encontrar -y en tiempo rápido- una solución efectiva, una vacuna, un medicamento que lo disuelva?