En el corazón de la Alcarria discurre el arroyo de San Andrés, humilde curso de agua, que nunca se seca, y que baja desde la meseta que media entre el Tajo y el Tajuña, corriendo hacia este último río, horadando la tierra alcarreña, escoltado de arboledas densas, de nogales prietos, de alturas carrascales y un verdor permanente. En sus orillas, pasado Irueste, y antes de llegar a San Andrés, nos sorprenden dos pueblos, muy próximos uno a otro, que vamos a recorrer en esta tarde. Yélamos de Abajo Encajonado su caserío entre las cercanas laderas, pendientes y cubiertas de olivos y abundante vegetación, del valle que forma el arroyo de San Andrés, se aparece el pueblo de Yélamos de Abajo a quien viene ascendiendo, de sorpresa en sorpresa paisajística, este hermoso y recoleto valle, quizás de los más expresivos de la Alcarria, y en el que es fama que tiene los nogales mas grandes, viejos y de sabroso fruto de la comarca toda. Para el simple excursionista, los entornos de Yélamos son pintorescos y llamativos, dispuestos a la acampada, la merienda campestre o el goce puro y simple de la naturaleza. La prestancia del caserío entre arboledas y montes, también posee una fuerza innegable de urbanismo rural. Su historia es remota. Ya en la epoca árabe, o quizás incluso antes, hubo algún punto vigía en los entornos. Lo que sí es seguro, pues la existencia de restos de torreón en lo alto de la ladera frontera del pueblo así lo confirman, es que sirvió de control o vigía para las rutas que utilizaban este valle, y asé es fácil colegir que desde el momento de la reconquista de la comarca alcarreña, en el siglo XII, hubo pueblo en este concreto espacio. Además, lo confirman documentos que explican como fue su primer señor un médico llamado don Gonzalo, señor también de Archilla y otros enclaves de la orilla del Tajuña. En 1186, este personaje hizo donación de Yélamos a la Orden Militar de Santiago, pero poco después, el pueblo quedó con categoría de aldea del Común de Villa y Tierra de Guadalajara, sujeta a la jurisdicción comunera del territorio, y solo en última instancia al Rey de Castilla. Durante un intervalo del siglo XIII, fue posesión de los arzobispos de Toledo (1240) pasando otra vez al alfoz guadalajareño. En 1629, adquirió del rey Felipe IV el título de Villa con jurisdicción […]
yélamos de abajo
En recuerdo de Rafael Pedrós, el gran artista de la Alcarria
Nos acaba de dejar, por su fallecimiento el domingo 25 de octubre, cuando estaba asistiendo a los oficios religiosos en la catedral de la Almudena, el gran artista y enamorado de la Alcarria Rafael Pedrós Lancha. Celebrando, con otros muchos alcarreños, el “encapamiento” al que se someten llegado el otoñal Noviembre, le falló el corazón repentinamente, y allí quedó callado. Un lugar, la catedral de Madrid, que quizás él mismo eligió para morir. Entre los grandes pintores que han habitado en nuestra tierra, no es el menor Alonso del Arco, que al parecer nació en Yebra, o Juan Bautista Maino, que lo hizo en Pastrana. Los pinceles de Francisco de Goya se pasearon por las orillas del Henares, y Jorge Inglés, allá en el lejano siglo XV, vino a Guadalajara para pintar cuadros, retablos y miniaturas al marqués de Santillana. Hernando del Rincón fue también una de las glorias de la pintura castellana que en Guadalajara nació o, con seguridad, vivió muchos años. Y otros grandes artistas como el aragonés Juan de Soreda, el castellano Juan de Flandes, y mil más que sería prolijo recordar, han puesto lo mejor de su arte por templos y óleos de Guadalajara. Todos ellos ya fallecidos, algunos hace muchos siglos, otros no tanto, y entre los que debo contar a genios de la pintura como Antonio Ortiz de Echagüe o los que puedo titular como amigos míos, contemporáneos, Regino Pradillo, Fermín Santos, o Francisco Sobrino, geniales todos. Pues acaba de acceder a ese club de los clásicos a recordar, porque acaba de fallecer en Madrid, en la tarde otoñal del 25 de octubre de 2015, Rafael Pedrós, uno de los mejores artistas, de los más completos que ha dado el siglo. Nacido en Madrid, en 1933, formado en el Real Colegio de Alfonso XII, desde muy pequeño se dedicó al dibujo y la pintura en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos, en el Círculo de Bellas Artes y en el Casón del Buen Retiro. Su técnica depurada, y la «escuela» que desde un inicio tomó en las manos, le hizo ser un fiel copista de cuadros del Prado, del Louvre en París, y de otros museos italianos, países por los que viajó largo tiempo. Pedrós humano Rafael Pedrós, que entre los muchos a los que se hizo acreedor a lo largo de su vida en la Alcarria, tuvo el título de Socio […]