
estudio de un elemento patrimonial inédito: la lápida sepulcral de Lope de Molina y su mujer, cristianos nuevos de Hita, en un bodegón de la parte alta de la villa.
Artículos y comentarios sobre Guadalajara
El pasado 27 de noviembre dio comienzo en la Biblioteca Pública Provincial un ciclo de conferencias bajo el tema de “Los judíos en la Guadalajara medieval”. En ese ciclo han intervenido, o van a intervenir, prestigiosas figuras de la Universidad y los estudios históricos en torno al tema, apasionante siempre, de nuestro pasado hebreo. Y analizarán, o ya han analizado, múltiples aspectos de esa presencia judía en Guadalajara. Uno de esos aspectos es el de la protección, continuada, que los Mendoza dieron a los judíos. Judíos al servicio de la Casa de Mendoza Una relación, la de los Mendoza y la población judía de Castilla, que tradicionalmente fue siempre abierta y considerada. Llegando en algunos casos a una estrecha colaboración y a un destacado servicio de los hebreos hacia los Mendoza. Precisamente en los finales del siglo XV se acentuó esa colaboración, en la que se mezcló el interés cultural por el financiero, todo hay que decirlo. Uno de los cargos con que los judíos colaboraron con los Mendoza fue la figura de la mayordomía. Así era en tiempos de don Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, y de su hijo, el que llegara a ser primer duque, Diego Hurtado de Mendoza, cuando su mayordomo en Hita (el delegado de su señorío y bienes –además del cobro de los impuestos-) era un judío. Corría el año 1465. En un documento de ese año, dice el marqués que encarga de los asuntos financieros a don Hudá Alasar, mi mayordomo en la mi villa de Hita, o a otro cualquier mayordomo o arrendador que después de vos sea en el dicho cargo. Además contamos, a través de los documentos, con otro judío a su servicio: don Abrahem Gavison, recaudador general de los territorios ducales, y a quien el segundo duque del Infantado, don Íñigo López de Mendoza, encargó en 1480 los «… 600.000 mrs. que yo le ove de dar para la paga de la gente de armas de mi casa para que las tenga en sy cierto tiempo para me los tornar a mi camara, segund se contiene en las condiciones de cierto arrendamiento que fiso… Don Abraham Gavison aceptó el cristianismo, para no tener que irse de su amada tierra de Castilla. Otro personaje que destaca en el servicio de los Mendoza es don David de la Hija, quien a finales del siglo XV actuó como mayordomo del […]
Ya va por la segunda edición el libro que ha escrito el profesor y académico don Miguel Romero Saiz en torno al tema “Las Juderías de Cuenca y Guadalajara”, en el que se analiza la historia de sitios, gentes y culturas a las que hoy damos poca importancia, aun formando parte de nuestra propia cultura, la de esta Sefarad en que vivimos. Cuando, hace un par de años preparaba su edición, que ha sido posible gracias al riesgo corrido por la editorial conquense Alderabán, me pidió el profesor Romero que le escribiera el prólogo. Y tras leerme el libro, que recomiendo vivamente, salieron estas palabras que sirvieron entonces para darle la bienvenida, y ahora para centrar a mis lectores en un tema que siempre estará de actualidad, aunque perdido y catapultado en el silencio de los siglos. Prólogo a Las juderías castellanas Todos sabemos que se leen pocos libros, cada vez menos. Y que de los pocos libros que se leen, el Prólogo no se lo lee casi nadie. Pero mi amigo Miguel Romero me pide que, por favor (y sin que sirva de precedente) le prologue este libro que a lo largo de los últimos años ha escrito, después de haber leído mucho, investigado otro tanto, y dádole al magín para recomponer con sentido una información lejana y heterogénea. Y yo no dudo en complacerle. Así es que aquí va este Prólogo que llega con el objetivo, simplemente, de abrirle la puerta al libro que acaba de llamar a nuestras manos. El gran sabio y humanista Gregorio Marañón y Posadillo, llegó a escribir tantos prólogos que, cuando años después de su muerte mi paisano Alfredo Juderías se lió a editar las Obras Completas del médico madrileño, tuvo que reservar un tomo entero (unas mil páginas) para recogerlos todos. Con Marañón nacía, pues, el género prólogo como una de las vertientes contundentes y nítidas de la Literatura. A propósito de lo cual, el maestro de sabios decía que sólo le interesaban los prólogos como oportunidades para escribir, poco, sobre algún tema que no dominaba. Y, en todo caso, nunca haciendo el resumen del libro, ni el panegírico del autor, sino aportando su visión al tema. Su visión personal. En este prólogo persigo la idea de alentar al lector a que entre en el mundo que el libro describe. Un mundo particular, lejano, pero aún vivo, el de los sefardíes, el […]