De los muchos nombres que la Alcarria ha dado para el arte, la ciencia y el progreso, de Salmerón han salido varios. Y de entre ellos quiero hoy destacar uno, la figura de un médico, especialista en enfermedades pulmonares, un hombre ocupado y preocupado, un español de raza: el doctor don Bernabé Malo de Poveda y Écija, visible ya en los anales médicos y literarios españoles. Ha sido gracias a la amabilidad de mi buen amigo Tomás Santana Rey, que he tomado contacto con la figura histórica del doctor Bernabé Malo de Poveda y Écija, natural de Salmerón, y que tuvo una activa vida profesional y científica en la segunda mitad del siglo XIX. De porte señorial, tal como podemos verle en el único retrato que ha quedado de él, encontrado casi entre los restos de su vieja casa de Montalbo (Cuenca), deteriorado y descolorido, pero evidencia de que alguien de buena mano trazó su silueta: calvo, con gafas, serio y concentrado. Parece tener unos 51 años, que fue a la edad en que se casó. Nació en Salmerón, en 1844, de una familia que, por el apellido de su padre, Malo, debía proceder de Valdeolivas, donde no es raro este apellido, aunque el Écija de su madre es hoy todavía corriente en la villa alcarreña de su nacimiento. Sabemos, porque está documentado, que andando los años cambió (y fue registrado oficialmente en el Boletín Oficial de la Provincia) su apellido que pasó a ser “Malo de Poveda” pues unió en uno solo los dos de su padre. Quedando como segundo el de su madre. Hubo quien dijo que lo hizo por heredar los bienes de los Poveda (que eran los ricos de Montalbo), pero lo más probable es que fuera por algunos posibles mofas que, ya entre estudiantes, y aún después, le vendrían, al ser doctor y apellidarse Malo, como si eso fuera un impedimento para alcanzar una saneada clientela, al uso del tiempo. Casó mayor, en 1895, con una jovencísima viuda, Juana Cañizares Morcillo, de 24 añitos entonces. Quizás no entraba en el cómputo de sus más que abundantes virtudes el conveniente criterio de la economía, y debió de gastar (ella, que venía sin un real en el bosillo) más de la cuenta, socavando poco a poco los pilares financieros de la familia de don Bernabé. Esto es un suponer, aunque en el testamento que el médico hizo […]
ciencia
Jadraque, 1733: Un apunte para la Historia de la Ciencia
En los pasados meses, un buen amigo de Medranda (José Ignacio Rodríguez Castillo) nos ha presentado su obra, de investigación y análisis histórico, que titula “El mito de Jadraque” y en la que nos ofrece el resultado de una larga y densa investigación, en la que aflora la forma de vivir en la Alcarria y en la Sierra durante el siglo XVIII. Todo a cuento de la avanzada maniobra de un sanitario alcarreño, que puso a la ciencia de la vacunación en el buen camino. Aunque parece un tanto críptico el enunciado que le acabo de poner a este artículo de hoy, en realidad es sencillo lo que expresa. Y es la puesta en marcha de un avance de la ciencia médica (la vacunación antivariólica, en líneas generales) en un lugar concreto de nuestra provincia (Jadraque) y a instancias de un individuo concreto (el cirujano-barbero don Antonio Martín Pérez). Esta sucinta noticia, que parece en sí misma un titular de periódico, ha subyacido escondida durante casi tres siglos. Y aunque algunos se acercaron, o nos acercamos, a su esencia, no ha sido hasta ahora que un historiador de nuestra tierra ha encontrado los nombres, las fechas y las circunstancias exactas de este acontecimiento. Es concretamente don José Ignacio Rodríguez Castillo, de Medranda, aunque residiendo en Madrid desde hace años, y con su perenne deseo de indagar historias de su tierra, quien ha llegado al desenlace meticuloso, indubitable, de este acontecimiento que puede adjetivarse de clave en los anales de la ciencia médica. Unos inicios nebulosos Resuelto en un libro que acaba de ver la luz, el proceso de la puesta en marcha, de forma científica y reglada, de la vacunación contra la viruela, teníamos fundadas sospechas de que se había iniciado en Guadalajara. Ya en un artículo que publiqué en estas páginas de NUEVA ALCARRIA el 1º de junio de 1974 hacía alusión a ello, pues un investigador irlandés, Timoteo O’Scalan, a finales del siglo XVIII, en un libro que explicaba el proceso de este avance médico decía que según un informe facilitado por el duque del Infantado, a petición de la Academia de Médicos de Gran Bretaña, había dejado claro que ese inicio de la inoculación -luego vacuna contra la viruela- se había estado haciendo, desde antes de mediado ese siglo, en tierras del ducado mendocino. Y que lo había hecho un cirujano de Jadraque. Mirando los documentos de […]
Andrés Alcázar, médico cirujano
Estos días podrían ser los que conmemoraran el quinto centenario del nacimiento en Guadalajara de uno de los peioneros de la neurocirugía española. Andrés Alcázar, quien llegó a ser catedrático de Medicina en Salamanca, y admirado cirujano, nació en la ciudad del Henares. No sabemos con exactitud cuando fue, pero barruntamos que muy cerca del 1517. Unos antecedentes Ahora que sale el tema, recupero un texto que publiqué en la “Gran Enciclopedia de Castilla-La Mancha” en 1982, y que trataba de dar a conocer a este científico arriacense. Decía así de Andrés Alcázar: Médico y cirujano, catedrático de Medicina. Nació en Guadalajara, y debió hacerlo en los primeros años del siglo XVI. Fue profesor de Cirugía en la Universidad de Salamanca, en su Facultad de Medicina. Consta documentalmente que ejerció este cargo de 1573 a 1578. Ejerció también su profesión en Avila y Segovia, muriendo ya viejo en Salamanca. Fue un innovador de la cirugía hispana del siglo XVI, exponiendo con precisión un aparato para la extracción del pus de la cavidad torácica. Su máxima obra son Los seis libros de Cirugía, impresos en un sólo y magnífico tomo en Salamanca, en el año 1575, cuando gozaba del máximo prestigio de la ciudad del saber. Andrés Alcázar figura, con toda justicia, en los primeros puestos de la ciencia quirúrgica española del Renacimiento. El neurocirujano Andrés Alcázar Alcarreño que debiera serlo de honor, es Andrés Alcázar, que nació en nuestra ciudad, en los primeros años del siglos XVI, y murió en Salamanca en 1584. Fue Andrés Alcázar médico antes que nada, y cirujano de forma añadida, inventor además de geniales instrumentos para realizar lo que sabemos que de vez en cuando hacía: operaciones quirúrgicas para tratar de curar enfermedades relacionadas con la cabeza, con el cráneo, especialmente las graves heridas recibidas por accidente en esta parte del cuerpo. Alcarreño declarado No quiso ocultar el lugar de su nacimiento Andrés Alcázar. Y por declararlo solemnemente, en la portada de su más famoso libro lo puso en letras grandes. Además, en el contexto del mismo explicó algún detalle más. Y así refiere que en su ciudad natal estudió la ciencia de curar con su maestro Antonio. Respecto a esto añade: siendo joven y estando pasando la práctica en Guadalajara, mi pueblo, con mi suegro y maestro Antonio…, siendo la opinión de algunos ilustres historiadores que este fuera Antonio Aguilera, un conocido y famoso, también […]