Grandes fuentes de Castilla La Mancha

Grandes fuentes de Castilla La Mancha

miércoles, 29 mayo 2024 0 Por Herrera Casado

El disfrute del patrimonio monumental de nuestra Región de Castilla la Mancha, es uno de los motivos que nos empujan a menudo a viajar por ella. Recorrerla en toda su amplitud es siempre un ejercicio entusiasta y que requiere tiempo, y dinero para gasolina. Pero la satisfacción de encontrar sorpresas por sus caminos, en las plazas mayores de sus pueblos, y desmadejar sus historias al hilo de una estampa (el viejo castillo, el molino, la serrijada de encinas o la fuente manantial) no tiene precio.

Aquí animo a mis lectores a que se marquen la Ruta de las Fuentes por Castilla la Mancha, y en cuanto puedan hacerlo, recorran sus cinco provincias para mirar, y admirarse con ellas, las mejores fuentes de cada enclave.

Albalate de Zorita, Guadalajara: la Fuente de la Villa

Albalate de Zorita, en Guadalajara, nos ofrece una de las mejores fuentes de esta provincia. Muy interesante es la Fuente de la Villa, que a un lado de la carretera, en parte baja y frente al caserío se encuentra. Se trata de un muro de fuerte sillería en el cual se muestra magnífico escudo con la cruz del perroen él tallada. De este muro surge gran caudal de agua por ocho gruesos caños en forma de leoninas o perrunas cabezas, que cae en pilón amplio y de allí va a regar huertas y cañamares. Es, además, un curioso ejemplo de fuente renacentista, por lo que atañe al modo de recoger el manantial y canalizarlo; se acogen las aguas de varios manantiales muy próximos entre sí, canalizando cada uno por separado; luego se reúnen en dos ramas, hasta formar una sola canalización que forma una especie de remanso, dividido en dos conductos, pero superpuestos; el de abajo lleva sus aguas al campo, y el de arriba las lleva a la fuente, que tiene un hueco grande ocupado por un enorme cántaro de barro. Por la parte de atrás de la fuente, salen otros tres caños que vierten en otro pilón.

Belmonte, Cuenca: La fuente grande de la plaza de Enrique Fernández

En la plaza que se llamó “del Pilar” porque lo tenía, de piedra, y muy grande, en un costado, junto a un abrevadero donde se acercaban a beber las caballerías, en su costado norte se alza esta fuente, la mayor del pueblo y una de las más sugerentes de la Mancha. La plaza que está dedicada a Enrique Fernández es hoy un espacio cómodo, muy amplio, que aparece cerrado en la parte oeste por el convento de los Trinitarios. La fuente fue construida en el siglo XVI por iniciativa de los marqueses de Villena, señores seculares de la población, y así se completaba un lugar que siempre fue abierto, destinado a mercados y tratos, donde se reunía la gente, pegada al barrio de San Isidro, de casas humildes y populares.

Almansa, Albacete: la Fuente de los Patos

Aunque la llaman de los patos, lo que la adorna realmente son unas esculturas de cisnes, en bronce. Se localiza, desde al menos el siglo XIX, en el lugar más céntrico, en el corazón de Almansa. Centra la plaza de Santa María, que se escolta de un lado de la iglesia arciprestal de la Asunción, tiene enfrente el palacio de los Condes de Cirat, y al fondo se yergue, como un telón palpitante de escenario vivo, el castillo altivo. La fuente es circular, con un alto borde de piedra que es lo más antiguo de ella, siendo los “patos” un añadido más moderno. En Almansa, y en general en los pueblos manchegos de Albacete, las fuentes escasean, es Mancha pura, es casi desierto aquella zona, y una fuente en medio de un pueblo es un lujo que se fotografía.

Puertollano, Ciudad Real: la Fuente Agria

La Fuente del Agua Agria, en el centro de su gran prado de recreo o Ejido de San Gregorio, es ahora nuestro destino. Pocos de nuestros lectores han llegado a Puertollano, pero cuando lo hagan se sorprenderán de lo “gran ciudad” que es. Entre otras cosas, tiene un Paseo que se parece al del Prado de Madrid. En su centro está la fuente de aguas supersalutíferas, en un hondón de donde surge a través de dispensadores metálicos, pero recubierta y adornada de un gran templete metálico de la segunda mitad del siglo XIX, que le asemeja a un kiosco de la música de los tradicionales de parque.

Ocaña, Toledo, la Fuente Nueva

En la provincia toledana hay que ir a ver la mejor de todas las fuentes de la Comunidad, la Fuente Nueva de Ocaña, Es una de esas sorpresas que depara al viajero la inacabable genialidad del espíritu constructivo de siglos antiguos., y que afortunadamente ha llegado a nosotros incólume a pesar de los casi cinco siglos que tiene de vida. En la parte baja de la villa, sobre un vallejo por el que indudablemente corre siempre un ancho cauce acuoso, subterráneo, se tenía de muy antiguo la fuente de uso del pueblo, que en época del emperador Carlos se consiguió magnificar, construir y dar como servicio público a un pueblo que era muy poblado y muy importante en esa época. Se encargó la fuente, -parece ser con muchos visos de verosimilitud- al mejor arquitecto de la época, a Juan de Herrera, director de las obras de El Escorial

La obra es una colosal pirueta de la ingeniería hidráulica de tiempos antiguos: Se calcula que tiene más de 500 metros de galerías para conducir las aguas, y está alimentada por un viaje ya existente que ofrecía así un servicio de provisión de agua, para humanos y caballerías, y de lavadero, que fue la delicia de la población cuando se hizo.

Fu en 1530 cuando el Concejo de Ocaña consiguió la licencia para iniciar esta obra que suponía el alumbre y captación de aguas, en un contexto de aprovechamiento de este recurso en el que se incluye la construcción en 1541 de la presa de Ontígola, muy cerca de la villa. A partir de esa fecha, y antes de 1580 en que se acabó, fue construyéndose este elemento en el que trabajaron el maestro de obras Lucas de Villa y Blas de San Juan, más los dos hermanos del primero, Juan y Pedro, todos ellos venidos de la Trasmiera norteña, de donde procedían todos los canteros que en Castilla trabajaban en esa época. Les ayudaron los canteros locales Francisco Sánchez y Blas Hernández. Todos ellos habían trabajado conjuntamente y a las órdenes de Juan de Herrera en la presa de Ontígola, y en el palacio real de Aranjuez, lo cual prueba sin documentos que el genial arquitecto cántabro tuvo que tener alguna intervención en esta obra, a la que sin exageración podríamos denominar “el Escorial de las fuentes castellanas”.

La obra estuvo en construcción muchos años, porque el Concejo de Ocaña no tenía suficientes recursos y entonces no estaban los tiempos (ni a ellos se les ocurrió) para endeudarse con préstamos de banqueros y usureros como hoy ocurre. La obra salió poco a poco, cuando se allegó dinero de los impuestos y así fue que en 1582 se dio por concluida. Y hasta hoy, en que se ha arreglado y dejado como un pincel, que da gusto verla y por ello invito a mis lectores a que se desplacen a admirarla.