Lecturas de patrimonio: la capilla de la Concepción, en Sigüenza
El pasado sábado 11 de marzo tuvo lugar en Sigüenza la Reunión Anual de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas, que sirvió, entre otras cosas, para que numerosos médicos venidos de todas partes de España se empaparan de la belleza de esta ciudad medieval que aspira al nombramiento de Ciudad Patrimonio de la Humanidad, y a cuya candidatura este Semanario le ha concedido recientemente el Premio “Popular del Año” en la categoría de iniciativas culturales.
Estuvo presente en la reunión la Cronista Oficial de la Ciudad de Sigüenza, mi querida amiga Pilar Martínez Taboada, que dio a todos los participantes una lección de amor por la ciudad y manifestó su conocimiento profundo de ella en una ponencia titulada “El desarrollo urbanístico de Sigüenza a lo largo de los siglos”. Ella nos guió por las empinadas callejas de la ciudad vieja, nos llevó al renovado parque de la Alameda, nos enseñó el claustro, los altares, los míninos detalles de la catedral, y en fin nos hizo amar un poco más esta urbe que se ve siempre animada y viva, siempre deseosa de darse y abrirse a cuantos la miran.
Intervine yo también con una ponencia titulada “El lenguaje críptico y el simbolismo iconográfico de algunos elementos de la catedral de Sigüenza” en la que desgrané los significados comunicacionales de algunos detalles del arte catedralicio, y al fin quedamos todos prendados, una vez más de la capilla de la Concepción, en el claustro de la iglesia basilical de Santa María, en la que pasamos un buen rato admirando su fachada, su reja, sus mil detalles interiores, el lienzo del Greco en él expuesto, etc.
Yo incluso me pude fijar (no lo había hecho antes) en esa lápida que en el muro de la entrada dice “fallecio el phtº don diº serrano abbad de sancta coloma fundador desta capilla a 14 dias del mes de março de 1522 años” y que significa que el fundador de la capilla, don Diego Serrano, con el título capitular de Abad de Santa Coloma, y cargo de vicario de la diócesis durante el episcopado de don Bernardino López de Carvajal, de quien fue mano derecha, falleció hace ahora exactamente 501 años, más o menos al tiempo que el obispo Carvajal, embajador en Roma, y que por tanto nunca pudo acudir a su catedral seguntina. En su escudo, que es de formato eclesiástico, y timbrado por el capelo con borlas de abadengo, se ve una cruz cargada de cinco veneras bien ordenadas.
De esta capilla, que es uno de los espacios más suculentos del patrimonio artístico de nuestra provincia, puedo decir que se encuentra en el extremo oriental de la panda norte del claustro catedralicio, un espacio que antes se llamó capilla de la Bodega, o de San Sebastián, y se sitúa entre la sala capitular de verano y el aula de Moral. Es de planta cuadrada, cubierta por bóveda de terceletes, muy decorada, y restaurada recientemente. Por su construcción rápida, ha conservado una homogeneidad decorativa.
Se acede a la capilla desde el claustro, a través de una portada de arco escarzano, existiendo un pequeño nártex entre la portada y la puerta de la capilla, desde el que se puede acceder a las tribunas de la capilla a través de dos puertas. Una reja de Juan Francés permite el acceso al recinto, que se enmarca por una portada decorada profusamente, por pilastras y con una cornisa en la que aparecen tallados la Virgen y el Niño, escoltados de dos ángeles. La ornamentación plateresca es muy profusa.
La capilla está muy decorada, con pinturas murales de época renacentista, donde aparecen paisajes y vistas de ciudades, mientras que la bóveda, muy expresiva, se decora con dragones y blasones. Se compone de una gran estrella de ocho puntas, en cuya clave central aparece policromada con un jarrón de azucenas, emblema del Cabildo.
La decoración de los muros, aunque bastante perdida, muestra escenas paisajísticas vistas a través de una galería de arquitectura fingida que recorre los muros de la capilla. Los motivos paisajísticos representan imágenes urbanas, en algunos casos entremezcladas con una abundante vegetación, y en otros representando ciudades portuarias, lo que permite al autor recrearse en embarcaciones navales o en la fauna marina. Dos ciudades, al menos, son identificables: FRANKFORDIA y COLONIA. El autor de estas pinturas sería Francisco de Peregrina, a quien vemos en los Libros de Fábrica como beneficiario de un pago por unas pinturas en esta capilla en 1532. La estructura y disposición de las mismas recuerda un tanto a las de la Biblioteca Piccolomini, de Siena, o a las de la sala capitular de la catedral de Toledo, y su sentido iconográfico nos traslada hacia una representación de la Jerusalén Celeste, pues el carácter funerario de la capilla así lo da a entender.
La decoración busca crear un ámbito funerario pero con una llamada humanística. Muestra el mito del “Eterno Retorno” y lo enmarca en el contexto de las representaciones (literarias y pictóricas) de prolija naturaleza, en medio de un paisaje florido, denso, en el que se incluyen ciudades concretas como una evocación de la Jerusalén Celeste, y así se decoran los muros con falsos jardines, y para un recipiente mortuorio como es esta capilla, se aceptan los elementos utilizados por el paganismo en los sarcófagos y tumbas: hay guirnaldas, carteles de SPQR, cornucopias y cuencos de la abundancia. Las ciudades representadas tienen ríos, o puertos, con barcos que simbolizan el paso al Más Allá, así como árboles cual el ciprés y el granado, que le confieren un añadido sentido fúnebre al conjunto.
Hay dos tribunas adosadas a los muros, bajo arcos escarzanos. La superficie de las tribunas se ve ampliada con un voladizo sostenido con cuatro ménsulas a modo de modillones, que enmarcan tres espacios curvos utilizados con fines decorativos. Están totalmente realizadas en piedra caliza, con profusa decoración similar a la empleada en los elementos del muro del altar. El autor de estas piezas fue Miguel de Aleas, mientras que su pintura decorativa corrió a cargo de Artiaga y Viloldo.
En el muro norte aparece el altar de la capilla, que está elevado sobre una grada escalonada, y decorado en su frente con motivos geométricos y con una cruz. Tallado en piedra caliza, añade relieves dorados y policromía en tonos rojizos. Tras desmontar un antiguo retablo barroco, ha aparecido el original del siglo XVI, formado por una serie de aplacados de piedra caliza y alabastro, que constituyen un espacio rectangular, como si de un marco se tratase, y que en su día pudo contener una pintura o un bajorrelieve. Sobre este marco se ve una inscripción que dice «CONCEPTEVIRGINE», y en su parte inferior se puede observar una losa de alabastro, decorada con el escudo del fundador y un par de coronas. A su izquierda, un arcosolio acoge la lápida fundacional, en la que se explica con detalle quien fue el fundador y cuando se hizo.
Hoy se ha colocado, en el centro de este altar, el cuadro de Domeniko Tehotokoppulos, El Greco, la Encarnación de María, joya patrimonial de la catedral seguntina. El artista griego lo pintó entre 1604 y 1614. Perteneciente al Cabildo, fue llevado a Ginebra en 1936 y devuelto al Museo del Prado y luego a esta Catedral tras la Guerra Civil. Representa esta magnífica pintura del más original de los manieristas hispanos la Encarnación de María tras el anuncio del Arcángel San Gabriel, una escena que ensayó en dieciséis ocasiones el pintor de Creta. En esta obra vemos a María arrodillada, la mano izquierda sobre un libro, la derecha alzada y abierta. A los pies un cestillo con ropa blanca y unas tijeras, y en el ángulo inferior el jarrón con las azucenas. Algo elevado, sobre una nube de maciza contextura, el arcángel la mira con los brazos cruzados sobre el pecho. A lo alto, la Paloma Espiritual abre el opaco fondo tenebroso del conjunto con un borbollón de luz que confiere al cuadro ese contraste de colores tan grato al Greco. Una apretada serie de cabezas de ángeles aparece en lo alto, a la izquierda. Se ignora para qué lugar de la catedral pintó El Greco este óleo. Es posible que formara parte de un retablo encargado por el Cabildo con escenas de la vida de Jesús y María. Se carece de la necesaria documentación en este sentido, pero se sabe que el cuadro de La Oración en el Huerto que se conserva en el Museo Hertzog de Budapest, y que marca el prototipo de otras composiciones idénticas, procede de la catedral de Sigüenza.