Brihuega y su conjunto de templos medievales

Brihuega y su conjunto de templos medievales

viernes, 2 diciembre 2022 0 Por Herrera Casado

A Brihuega hay que llegarse ahora, en la tranquilidad del invierno, cuando el trajín de los fastos lavanderos se escucha lejano, y lo que destaca (en el silencio de sus callejas cuestudas) es la densa conversación de piedras medievales, puestas en racimo para construir uno de los conjuntos arquitectónicos más interesantes de Castilla. Concretamente sus iglesias de origen románico y cisterciense concitan la atención sucesiva de nuestras miradas.

Cuatro son esos templos que cabe admirar. Los cuatro construidos casi al mismo tiempo, en los del obispo toledano (y señor de la villa, como sus antecesores y continuadores, durante siglos) Rodrigo Jiménez de Rada, colaborador íntimo y canciller del rey Fernando III, e introductor de un estilo que prosperó en muchos otros lugares del nuevo Reino de Toledo, desde su capital, hasta pueblos menores (como Uceda, por ejemplo, entre nosotros, y muchos otros que recibieron la sobria decoración del Císter sobre las plantas y alzados del más puro románico).

Brihuega sería, como Teresa Valdehíta, concejala de cultura briocense, ha calificado recientemente, “un crisol de cultura en la Edad Media”. Gracias a ese caballero, obispo e intelectual que fue Jiménez de Rada, el políglota autor de la “Historia gótica de España” e impulsor del Fuero de Brihuega, que recientemente ha recuperado la villa en su documento más espléndido.

El primero de los templos a admirar es el que hoy sirve de parroquia a la villa, la iglesia de Santa María de la Peña. Situada en el llamado Prado de Santa María, al extremo sur de la población, cuenta con una puerta principal orientada al norte y cobijada por atrio porticado.

Dicha puerta consta de un gran portón abocinado, con varios arcos apuntados en degradación, exornados por puntas de diamante y esbozos vegetales, apoyados en columnillas adosadas, que rematan en capiteles ornados con hojas de acanto y alguna escena mariana, como es una ruda Anunciación. El tímpano se forma con dos arcos también apuntados que cargan sobre un parteluz imaginario y entre ellos un rosetón en el que se inscriben cuatro círculos. 

La cabecera del templo está formada por un ábside de planta semicircular, que al exterior se adorna con unos contrafuertes adosados, y esbeltas ventanas cuyos arcos se cargan con decoración de puntas de diamante.

El interior es de gran belleza y puro sabor medieval. El tramo central es más alto que los laterales, estando separados unos de otros por robustas pilastras que se coronan con varios conjuntos de capiteles en los que sorprenden sus motivos iconográficos, plenos de escenas medievales, religiosas y mitológicas. La capilla mayor, compuesta de tramo presbiterial y ábside poligonal, es por demás hermosa. Se accede a ella desde la nave central a través de un arco triunfal apuntado formado por archivoltas y adornos de puntas de diamante. Esbeltas columnas adosadas en su interior culminan en nervaturas que se entrecruzan en la bóveda. Su muro del fondo se abre con cinco ventanales de arcos semicirculares, adornados a su vez con las mismas puntas de diamante. 

El alzado del templo nos muestra una nave central más alta que las laterales, enlazando así con el carácter de la arquitectura propiamente gótica, en la que los avances técnicos se plasman en una nueva estética. Las grandes arcadas que separan las naves, todas ellas de medio punto, hacen perder al conjunto el neto carácter románico de muro que pesa posibilitando un nuevo tratamiento estético. 

Las techumbres de las naves se forman con nervaturas góticas. Sobre la entrada a la primera capilla lateral de la nave del Evangelio se muestra una gran ventana gótica, elemento cumbre del resto de vanos apuntados que ofrecen también el valor, nuevo en el gótico, de la luz como elemento ornamental e incluso simbólico.

En la iglesia de Santa María de la Peña de Brihuega destaca como en pocos sitios el carácter netamente cisterciense de la arquitectura de transición del románico al gótico que promovió en sus territorios toledanos el arzobispo Ximénez de Rada. La escasez de ornamentación, su rigidez y parquedad, es propia de este momento, y del concepto de pureza y renovación que se quiere difundir.

En las molduras y arquivoltas de sus puertas y ventanales, así como en buena cantidad de capiteles se encuentran con exclusividad decoraciones a base de puntas de diamante, hojillas, y pequeños triló­bulos que se ven también en muchos otros lugares de la baja Alcarria y territorio de Cuenca, como Santa María de Alcocer, monasterio cisterciense de Monsalud, etc.

Respecto a los capiteles de este templo, se encuentran algunos elementos iconográficos que brillan por su ausencia en el resto de las iglesias de Brihuega. Dentro de la gran variedad existente en su temática vegetal, pueden encontrarse tres grupos que ofrecerían, respectivamente, una traza fina y muy cuidada, que recuerda a los capiteles de las gran­des catedrales francesas; una flora más jugosa que la acerca a un estilo más rural; y finalmente un grupo de capiteles rústicos que de mano popular y tomando por motivo los anteriores modelos, se repiten en infinitas fajas.

Muchos elementos zoomorfos se ven en este templo tallados: unos proceden de la rica fauna románica, como toros alados, cerdos de gran tamaño que ocu­pan la casi totalidad de la superficie del capitel, de los que, en menor tamaño, y de una forma más naturalista, surgen entre las hojas: pájaros, monos, linces o perros acompañados a veces de hombres. La interpretación de estos anima­les, más de que símbolos abstractos, es simplemente de signos maléficos y benéficos.

También se ven múltiples elementos antropomorfos: gentes aisladas y escenas complejas nos sorprenden talladas con tosquedad en la múltiple riqueza de los capiteles de Santa María. Unas escenas están rígidamente enmarcadas, como la de la Anunciación, mientras que otras como el banquete se muestran en total libertad compositiva. A pesar de la riqueza de imágenes que en este templo se advierte, no encontramos un claro programa iconográfico que las unifique. Parece como si los autores hubieran querido simplemente recordar los hitos principales del Antiguo y Nuevo Testamento, sin más hilación entre ellos. Hay un predominio de los temas marianos, dada la advocación del templo, y destaca el conjunto que representa a Sansón y el león, tema iconográfico que fue desvelado hace unos años por Pablo Aparicio Resco.

Es digno de ser destacado el hecho de que este templo, aun con ser iglesia parroquial de una villa, sobrepasa por sus dimensiones y disposición lo que era tradicional en el siglo XIII en la Alcarria, donde aún se construía habitualmente en estilo románico, con galería porticada al sur, y una sola nave. Las edificaciones litúrgicas promovidas por el arzobispo Jiménez de Rada (Brihuega, Uceda, etc.) tienen tres naves y una funcionalidad que supera lo meramente parroquial, intentando alcanzar un grado más alto, como pequeñas catedrales, respecto al entorno en que asientan.

El segundo de los templos medievales briocenses es el de San Felipe, en la parte alta de la población, junto al muro oriental de su muralla, de tal modo que la torre se construyó sobre un primitivo cubo defensivo.

Yo lo tengo por el templo más bello de Brihuega. Construido en la misma época que los otros, en la primera mitad del siglo XIII, presenta la portada principal orientada al oeste, cobijada en cuerpo saliente que se cubre de tejaroz pétreo sustentado por canecillos zoomórficos, alzándose las apuntadas arcadas que nacen de los capiteles vegetales y culminado el muro con tres rosetones, el central calado con semicírculos formando una estrella. Al sur existe otra puerta, más sencilla, pero también de estilo tradicional. El interior ofrece un aspecto de autenticidad y galanura medieval como es muy difícil encontrar en otros sitios. Se estructura en tres naves esbeltas, la central más alta que las laterales, que se separan por pilares con decoración vegetal y se recubren con artesonado de madera. Al fondo, el presbiterio, con su tramo recto inicial, y la capilla absidial, semicircular, de muros lisos, cinco ventanales aspillerados y cúpula de cuarto de esfera, completa el conjunto que sorprende por su aspecto románico de transición, netamente medieval. 

El tercero es el de San Miguel, que de nuevo va a recibir un tratamiento reconstructivo para poder ser visitado. Maña mismo estará abierto al público, en ocasión de un acto cultural anunciado para el mediodía.

Está situada esta iglesia en la parte baja de la villa, camino ya de Cifuentes. Aunque generalmente se encuentra cerrada, puede verse su grandiosa portada abierta al muro de poniente, en limpio estilo románico de transición, con sencillos capiteles y múltiples arquivoltas apuntadas, y otra puerta sobre el muro meridional, del mismo estilo pero más sencilla. A levante se alza el ábside poligonal de traza mudéjar, construido de ladrillo descubierto, con múltiples contrafuertes adosados y sin ventanas. El interior, en el que prácticamente han quedado tan sólo los muros y los pilares que separaban las tres naves, muestra completa la cabecera, a la que se accede a través de un arco triunfal apuntado que apoya en columnas y pilastras con capiteles de decoración vegetal, y se cubre en su parte absidal mediante una hermosa bóveda nervada de ladrillo, en forma de estrella de seis puntas, lo mismo que el tramo recto del presbiterio. El estilo que inspiró este templo estaba netamente en conexión con el más puro mudéjar toledano, al que recuerdan las escasas estructuras que aquí quedan. La torre de las campanas está adosada al lado norte del templo.

El cuarto y último es San Simón, del que solo puede hablarse en futuro, porque todavía anda en tareas de restauración completa. Durante muchos años oculto entre construcciones particulares, y sabiendo todos que allí estaba el cuerpo tapado de una posible antigua sinagoga, o mezquita, pero que con toda seguridad fue también, al menos desde el siglo XIII, iglesia.

templo de san simon en brihuega

Hoy ya hemos podido ver su estructura, de corta nave cubierta de bóveda de crucería, y amplio y espléndido presbiterio, cubierto su interior de una cúpula de seis nervios de sección cuadrada, y cuajado al exterior en forma de ábside con la viveza del ladrillo visto en sus muros, recordando la arquitectura románica de transición del ámbito toledano que don Rodrigo Jiménez estimuló. Los ventanales, en que se luce bien el estilo mudéjar, complementan la arquitectura gótica primitiva, y le dan un carácter nuevo, aun dentro de la misma corriente que las otras iglesias medievales briocenses.