Brihuega, entre líneas y plantas
Comienza el mes de julio, y el nombre de Brihuega se va a ver entremezclado de líneas de texto y matojos de lavanda, porque ahora llega la plenitud del color, del olor y de la naturaleza alineada, y entre sus renglones surge una bella historia romántica que escribe Ángel Taravillo Alonso, sobre Brihuega.
En estos días comienza, y va a durar buena parte del mes, la floración de la lavanda por las tierras altas de la Alcarria. Tanto las que entornan a Brihuega, por Villaviciosa y Malacuera, por Yela y Solanillos, como por otros muchos lugares de nuestra tierra (espectaculares los campos de lavanda también ahora en Mirabueno, en Budia…. ) Pero será Brihuega la que mejor parte se lleve en el despliegue mediático, sobre todo porque lo han sabido hacer muy bien desde su Ayuntamiento, dando relieve al color, y sonido a los olores. Una explosión de sensaciones que se concentran en esta villa de la Alcarria, de la que por muchos motivos se está poniendo a la cabeza, demostrando con creces que lo saben hacer, y muy bien: eso de atraer visitantes, de que se hable de su gastronomía, de sus monumentos, de sus fiestas, de sus ofertas de ocio y entretenimiento.
Una de esas ofertas, todavía sin fecha, pero que está a punto de revelarse, es la puesta en valor, con oferta de visita para el público, y sorpresa para cuantos hemos estudiado el tema patrimonial de la villa desde hace años, de la iglesia mudéjar de San Simón, una de las varias que en el siglo XIII mandó construir el arzobispo toledano y señor de la villa briocense don Rodrigo Ximénez de Rada. Quizás como aprovechamiento de un edificio anterior dedicado a sinagoga. Quizás –y es lo más probable– como nuevo elemento de culto cristiano, en un momento en que la Fe y el Rito se acentuaban tras los éxitos militares de la monarquía frente a la invasión fundamentalista árabe desde Al-Andalus. De los diversos templos levantados, así como el castillo, en época de este dirigente, la iglesia de San Simón había quedado oculta en el discurrir de los siglos entre viviendas y corrales. Ahora renace, se recupera, y agranda el horizonte de esta villa, que tuvo tanta importancia en el Medievo.
Mucho después, Brihuega pasó a ser protagonista de singular batalla en la que se resolvió una lucha dinástica (y una Guerra Europea disimulada tras ella) en la que venció el partido francés de los Borbones. De resultas del apoyo que los briocenses dieron al nuevo monarca, devino la fundación y construcción de una Real Fábrica de Paños. Esta institución, que tantas vicisitudes ha conocido (tantas que sería demasiado largo tratar aquí de resumirlas siquiera) está ahora de nuevo en el punto de partida de una gran aventura: la de convertirse en un nuevo espacio de la red de “Hospederías de Castilla La Mancha”, un espacio solemne e inaudito para acoger visitantes, viajeros y gustadores de la vieja España.
Y es en esa Fábrica de Paños de Brihuega, que tanta historia densa ha encerrado, donde se desarrolla ahora una novela que va a dar mucho qué hablar entre los lectores y gente que ama Brihuega en sus calles y en sus libros. Es un escritor que está dando muchas pruebas de su buen hacer, concretamente Ángel Taravillo Alonso, quien ha desarrollado su más reciente composición literaria (con casi 400 páginas de relato y emociones) en los campos de batalla de la Guerra de la Independencia, y en los palacios neoclásicos del absolutismo fernandino. Peor surgiendo todo ello de los tapiales musgosos y los caserones blasonados de Brihuega, donde los protagonistas tienen su inicial asiento. Así vemos a los principales protagonistas, que encarnan dos niveles muy distintos de una sociedad pretérita: desde un “Santullán” de la alta nobleza y “director y máximo responsable de la Real Fábrica de Paños de Brihuega”, a un Domingo Ramos que sale del arroyo y llega a lo más alto. Todo ello a través de unas secuencias históricas (por supuesto, imaginadas) que discurren en la Guerra de la Independencia, con sus batallas y bajas pasiones, hasta los momentos del absolutismo fernandino.
Tierras y ciudades de España se suceden, en aventuras de vértigo, con un fundamento realista que nos pone delante la España de lujos y miserias en que los protagonistas se mueven. No falta la Sevilla capitalina ni el Gibraltar contrabandista. Por supuesto Madrid y Cádiz, Bailén a tiros y las relaciones internacionales de los gobiernos absolutistas. Un bien trabado plantel de personajes y acciones que, en todo caso, dan valor a Brihuega como un lugar de preeminencia en la Historia de España.
Se hace difícil parangonar la historia real de la Fábrica briocense con los que Taravillo nos relata en su “Tras los cripreses negros”. Primero de todo, porque cuando se suceden los hechos del relato, la Fábrica aún no tiene jardines románticos ni sus valladares se escoltan de oscuros cipreses. Pero sí que tiene la solemnidad de su portón primero, en el que lucen talladas las armas reales y debajo la cartela en que va impreso, a puro golpe de escoplo y martillo, el legendario nombre de su director y promotor, don Bentura de Argumosa, superintendente del establecimiento, caballero de la Orden de Santiago, y Caballerizo Mayor del Rey, que por entonces lo era Fernando VI. Junto a estas líneas van, en su homenaje, dibujo de la cartela y retrato de don Teodoro-Ventura.
Creo sinceramente que la lectura de esta novela, que enseña y entretiene, como toda buena “novela histórica” debe hacer, va a ser un nuevo puntal en el que muchos van a apoyarse para hacer más conocida, y renombrada, y en suma visitada, la villa de Brihuega. Taravillo Alonso, aunque nacido en Corral de Almaguer, Toledo (1966) está muy comprometido en los ambientes literarios y teatrales de Guadalajara, desde hace largos años. Con sus estudos de Geografía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid, y su incansable tarea de leer, aprender y soñar, está consiguiendo que la historia y el patrimonio de Guadalajara sea más conocido, fuera de nuestras fronteras, y mejor apreciado dentro de ellas. Solo reseñar que de su actividad, durante 2021, han resultados tres novelas que le han llevado en clamor: las “Andanzas de don Íñigo de Losada y Laínez” con la que ha obtenido un gran éxito de crítica y público, ha sido la primera, que ha visto su segunda edición recientemente. Y con sus “Cuentos y Leyendas de Romancos” seguidos de los “Relatos de lumbre y candil de Valdeconcha”, que ya he comentado por estas páginas no hace mucho, está poniendo la pica en Flandes que cualquier autor pretende al escribir: y es nada más y nada menos que sus paisanos le lean. Y sus escritos queden como testimonio válido, y palpitante, de cuanto por aquí ha acontecido.