Las cabañas del Monte Llano de Tomellosa
En estos días aparece un estudio que puede calificarse como pionero, puesto que por primera vez alguien hace un Catálogo detallado de los chozos o cabañas de piedra de su pueblo, en la Alcarria. Esta primera andadura ha tenido lugar en Tomellosa.
Parece difícil, pero es cierto: pasados los 90 años de edad, se puede ser un pionero en toda regla. Este calificativo es el que le cuadra a don Juan Manuel Abascal Colmenero, verdadero Cronista de Tomellosa (aunque el Ayuntamiento de Brihuega, de quien depende, no haya querido todavía reconocerle este mérito). Y mis compañeros de redacción anden cada año devanándose los sesos con la persona ó personas que puedan ser acreedores a ese ideal título de “Popular de Nueva Alcarria” en áreas como el emprendimiento, o los valores consagrados.
Abascal Colmenero, natural de Tomellosa, y con una vida prolongada tras sus espaldas en la ciudad de Guadalajara, es el prototipo de alcarreño benemérito que solo se ha ocupado en hacer cosas por su localidad natal: asociaciones, investigaciones, fiestas, recuperaciones, protección del patrimonio. Con un par de personas (o tres, a lo sumo) en cada pueblo como don Juan Manuel, esta provincia no estaba abocada, como hoy lo está, a la despoblación. Se mantendría viva, coloreada, proyectada al futuro.
Después de muchas décadas de búsqueda, de años de investigación, de tardes de escritura, ahora Abascal saca a la luz el acervo arquitectónico popular del Monte del Llano, que es una parcela, significativa pero no total, del término de Tomellosa, hoy incluido como pedanía de Brihuega. Se ha pateado palmo a palmo el monte, junto a su amigo Vicente Tejero de Andrés, y juntos han elaborado un catálogo de los edificios hechos con la técnica de la Piedra Seca en ese lugar. Les han salido un total de 32 edificaciones, algunas verdaderamente sorprendentes, y representativas de una época pasada, en la que la economía sustancial de los pueblos estaba en la agricultura y la ganadería que en sus términos brotaba y se mantenía.
Las cabañas de piedra
La obra de estas personas ha sido sencilla, pero fundamental. Cada día salían de su casa y se orientaban al alto del Llano, una parte eminente de la meseta alcarreña en la vertiente norte del caserío. Pateando el terreno, encontraban cabañas de pastores, todas ya sin uso, y las fotografiaban y describían con detalle. Así un día tras otro, alcanzaron a coleccionar 32 fichas que luego se plasmaron en páginas dobles (texto y foto) de un libro que ahora aparece con algo más que con la belleza de las imágenes y la sonoridad de las palabras. Porque lleva el adelantamiento (digno de aplauso) de ser la primera publicación que en nuestra provincia se ocupa en exclusiva de esta parcela del patrimonio, que sin protección legal alguna, y aún todavía sin el menor interés de nadie por preservarla, ellos han estudiado.
Las huellas de la vida popular, que se recogen en los tratados de folklore (casi siempre centrados en fiestas y danzas, en canciones y vestimentas) apenas tocan el aspecto hondamente popular de la arquitectura. Recuerdo aquel monumental estudio enciclopédico de Carlos Flores sobre la arquitectura popular española, y de otros muchos que trabajaron en ese tema, pero sin apenas éxitos a la hora de prevenir su desaparición, sus hundimientos, los allanamientos de viejos edificios, plazas, fuentes y, por supuesto, cabañas de pastores que ya, hoy, no sirven para nada.
Hace una semanas saqué este tema en estas páginas, porque lo considero importante, Porque tal acopio de edificios populares (en Tomellosa aparecen 32, pero en el conjunto de toda la provincia pueden llegar a ser ¡asombrénse, amigos lectores! varios miles) no puede seguir siendo esquilmado como hasta ahora. No requieren gastos de mantenimiento, pero sí el esfuerzo de la vigilancia para que no se sigan derribando y destruyendo.
Desde la Edad Media en que fue elevada la ganadería al rango supremo de la economía castellana (había que cuidar, y acrecentar, la producción de lana, como elemento clave del potencial exportador) los pastores tuvieron el cuidado de protegerse de los elementos atmosféricos, de guardar sus aperos en medio del monte, y de proteger a los animales heridos, recién paridos o en peligro. Para ello levantaron construcciones en cualquier sitio, generalmente resguardadas, y hechas sin otro material que la piedra del entorno. De una parte, le limpiaban de estorbos para la siembra, y de otra armaban el hospital rural para sus necesidades. Un hospital mínimo, esencial, solo de piedra, sin argamasa, con algunos ramajes, como mucho, en su cubierta. Así nacieron (va ya para ochocientos años, aunque seguro que hay algunas más antiguas todavía, y, la mayoría, son más modernas de esa fecha) las cabañas pastoriles en la Alcarria.
El libro de Abascal Colmenero
En estos días aparece un libro que lleva por título “Las cabañas del Monte Llano de Tomellosa” en el que, a pesar de sus pocas páginas (no alcanza el centenar de ellas) muestra con profusión fotografías a color, vistas aéreas, detalles locales, y un plano desplegable final con el meticuloso detalle de los caminos y aún de los pasos que han de darse para contemplar estas construcciones tan populares.
El autor, don Juan Manuel Abascal, me hizo el honor de brindarme las primeras páginas para insertar en ellas un prólogo con el que he querido ilustrar a los recién llegados a este tema, sobre el valor y la proyección de sus volúmenes. Porque, como todo en la arquitectura, belleza y función se asocian tanto al aspecto externo, como al volumen espacial que crean en su interior.
En ese prólogo digo que “Las cabañas de pastor en la Alcarria tienen muchos siglos de existencia. Posiblemente sean de origen neolítico (nebulosa edad en la que se fragua la primera revolución consistente del ser humano, al pasar de cazador a agricultor y ganadero de asiento), aunque la mayoría de las que hoy conocemos fueron levantadas en el siglo XVI, cuando el apoyo de la monarquía a los fundamentos ganaderos hizo que fueran fundamentales en el día a día de la explotación agropecuaria.
Hoy calificadas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en algunos países de Europa y en varias regiones de España, a la de Castilla La Mancha no le ha llegado esa calificación oficial, por lo que estas construcciones perviven entre nosotros en una especie de limbo jurídico y desde luego al cuidado solo de la buena voluntad de propietarios y caminantes que junto a ellas pasan. Porque ninguna utilidad tienen ya, salvo la de alegrar la vista y evocar su pasado”.
El hecho de que muy pocas iniciativas, y estas parciales, en el camino de su estudio y protección se hayan hecho, esta obra debe ser calificada de pionera, porque es sin duda el primer aporte bibliográfico a este conjunto patrimonial que, desde ahora mismo, todos estamos obligados a considerar, conocer en detalle, y proteger debidamente. El autor, Abascal Colmenero, lleva muchos años haciendo revisión, uno a uno, de los documentos de sus archivos municipal y eclesiástico, naciendo de esa pasión una selecta colección de libros que sobre Tomellosa existen, unos sobre su patrimonio, otros sobre sus personajes, su historia y sus costumbres; otros, incluso, sobre sus paisajes y detalles naturales. Son así –como lo demuestra este nuevo libro– un servicio, un documento, un efectivo apoyo al patrimonio que hemos heredado, y que si desde las nunciaturas del poder no se toman medidas efectivas, irá desapareciendo paulatinamente. A los que tanto se preocupan por la subida de un par de grados de la atmósfera en los próximos 50 años (y otros detalles similares respecto al gas producido por las vacas al expulsar los residuos de sus digestiones), quiero recordarles que existen, al menos en Guadalajara –¡y no digo ya nada en toda España!– miles de edificios sencillos y elegantes que habrá que proteger también de alguna manera, para que no se nos quede el paisaje, el que ven los ojos y el que puebla el alma, sin esos detalles que con tanto amor levantaron nuestros abuelos.