Los fundamentos de Salmerón
Mañana sábado, en Salmerón, está anunciado el acto de presentación de un libro que acabo de ver publicado, y que gracias a la editorial alcarreña Aache va a entregar a los lectores y viajeros de Guadalajara y alrededores un caudal notable de posibilidades de encontrar y visitar lugares de misterio, cargados de tradición, de historia incierta y de presencias majestuosas. El libro de la Cuevas Eremíticas de Guadalajara.
Son muchas las cuevas de época altomedieval, excavadas en rocas a los costados de pequeños valles, o en las alturas de mesetas calizas y cerros testigos. La profusión de gentes dedicadas a la penitencia en solitario (eremitas, anacoretas, cenobitas, sarabaítas…) tanto varones como féminas, fue muy notable en los siglos del dominio visigodo, quedando reducidos a simpes testigos durante la invasión mahometana, y revitalizándose la idea en la Alta Edad Media, aunque en algunos lugares la cosa siguió durante el Renacimiento (reformas de antiguas Órdenes, como carmelitas y franciscanos, añadidos de los jerónimos y algunos otros por vía libre) y llegó hasta el siglo XIX.
De todo ello he ido dando cuenta en los últimos años, con visitas, y descripciones, de espacios sueltos, a los que he ido tratando de hilvanar en un sentido uniforme, homogeneizando su distribución, sus características, y terminando por dar resumida una estructura que en forma piramidal emanaba desde cuatro centros de jerarquía espiritual, por tradición y admiración, y que pueden concretarse en los lugares de Termancia (hoy en Soria), Sopetrán (junto a Hita), Palaterna (junto a Pastrana) y Arcávica (hoy en Cuenca).
Las Cuevas de Salmerón
Todo el término de Salmerón está salpicado de cuevas excavadas por la mano del hombre. En el caso de este término, la mayoría están excavadas sobre eminencias rocosas calcáreas, que hacen difícil su acceso: unas hay que treparlas, a otras se ascienden por burdos escalones, y alguna solo es accesible descolgándose desde la parte superior de la roca. Su época de tallado es difícil de determinar, aunque todo apunta al periodo del eremitismo visigótico, tanto por la estructura de los abrigos, como por pertenecer a un conjunto muy numeroso y de características similares diseminado por tierras de la Hoya del Infantado, en la orilla derecha del río Guadiela, como expresiones y lugares de retiro íntimo de ermitaños y anacoretas bajo el influjo del Monasterio Servitano de Arcávica.
Entre las de Salmerón destacan la Cueva del Rosario, de fácil acceso desde los campos que la rodean, en la zona de la Vega. En eminencia de roca calcárea, se abre una amplia abertura de 2,3 metros de anchura y 1,60 de altura que luego da paso a la cueva, que cuenta con tres espacios diferentes: el atrio de entrada, un amplio nicho a la derecha, y la cueva propiamente dicha al frente, con dimensiones de 9 metros de anchura, por 2,10 de profundidad, y altura de 1,70 m., de forma alargada y con incisiones en forma de cruces en sus paredes. Recuerdan en el pueblo todavía que fue lugar de refugio para pobres y caminantes a principios del siglo XX.
La Cueva del Pino aparece en la parte alta de un bloque rocoso de 4 metros de alto, la boca se halla a la mitad y es accesible gracias a dos altos escalones tallados en el frente de la roca. Su interior, muy profundo, tiene una sección levemente apuntada, aunque con la techumbre plana: el suelo es más amplio que el techo, por lo que las paredes quedan como inclinadas hacia el centro. Muy amplia, de 3,5 metros de ancha, con 7 metros de profundidad, tiene en sus laterales especies de nichos o rehundidos en la roca, que dan idea de posibles altares. En el fondo, tras una estrecha entrada, se abre otra cavidad que podría haber servido de tumba.
La Cueva de los Morales presenta tallada su entrada en medio de la roca que la sustenta, siendo de difícil acceso. Tiene dos entradas, siendo la principal una talla en la roca de 0,8 x 1,1 m. y otra sirve al fondo de salida. El interior es amplio, de 2,5 m. x 4,5 m. y una altura de 1,8 metros. Está en el mismo límite de los términos de Salmerón y Castilforte, por lo que media cueva pertenece a cada pueblo.
La Cueva de la Salveta nos ofrece su entrada en medio del cortado de una alta roca, de difícil acceso, en cuyas paredes interiores se observan especies de nichos, numerosos, que hacen pensar, en principio, en lugar para asentamiento de palomas, pero que posiblemente sirvieron de columbarios para el almacenamiento de reliquias. Al exterior se ve el hueco tallado del acceso, que es de 1,75 metros de altura, por 70 cms. de ancho. Y además se abre otro hueco, a modo de ventana o hueco de iluminación, de 140 x 130 cms. En su interior, que se prolonga algo más de 5 metros, hay grandes cruces de tipo “calvario” talladas en sus paredes.
En la Cueva de la Cuartilla ocurre que se ha derrumbado la entrada, y hoy es prácticamente inaccesible. Era muy especial esta cueva por tener en su interior un manantial, y por tener grabadas en sus paredes las medidas castellanas: la cuartilla (que le da nombre) y el celemín. Es necesario entrar reptando. Aunque se ve muy colmatada, es difícil pensar que fuera en algún momento albergue de eremitas.
La Cueva de la Sierpe está situada en el cerrete que se alza al Poniente de la ermita de la Virgen del Puerto, y junto a ella enlaza con una tradición oral o leyenda que en Salmerón se cuenta a propósito del “paso o puerto” en el que se alzó un convento de frailes agustinos, y donde se dice que Gil Martínez, caballero despensero de la corte del Infante don Juan Manuel, tras pedirle protección a la Virgen se enfrentó al terrible dragón o “sierpe” y acabó con ella. Castellanos de Losada, en su “Manual del Bañista” de 1851 da testimonio de esta cueva con estas palabras: “En el cerro de Poniente, a cuya falda se halla el convento, existe otra gran cueva como de la mitad de la anterior y dentro de la cual se halla una fuente natural de buena agua y bastante abundante aún en verano, a la que se llama la fuente de la Sierpe de los Frailes, nombre que la dan porque aseguran los naturales haberse anidado allí una desmesurada serpiente que se logró matar con el auxilio de Ntra. Sra. del Puerto.” En su parte superior tiene una oquedad que permite el paso de la luz al interior, donde había una especie de pileta a modo de fuente. Es obligado recordar aquí la existencia en siglos pasados, de un convento de frailes agustinos, cuyas ruinas, hoy ya desaparecidas, llegué a conocer antes de que fueran arrasadas por completo…
Las dimensiones de la cueva son de una altura de 1.6 metros, una anchura de 6 metros, y una profundidad de 10 metros. La boca de entrada es de 4 m. de ancho por 1,40 m. de alto
La Cueva de la Covatilla se encuentra en un bonito y pintoresco lugar, y consta de dos departamentos con entradas independientes y bajo la cual existe todavía un estanque de agua que posiblemente date de la misma época que las cuevas. Por la descripción de la orografía es muy posible que Castellanos de Losada se refiera a la Covatilla en el siguiente texto de 1851: “En la parte opuesta del convento, pasando el río, se ve al comedio de un cerro de piedra calcárea una gran cueva abierta a pico en la que cabrán cómodamente de cincuenta a sesenta personas para dormir, y es tradición que sirvió en tiempo de los moros para refugio de los cristianos que les acometían o huían de su persecución”. Esta idea de que las cuevas del término de Salmerón son de la época de los moros, y que las tallaron los cristianos [mozárabes] para su defensa, está muy extendida. Ya sabemos que la realidad fue muy distinta.
La impresión al contemplar este conjunto de Cuevas de La Covatilla es que fue sede de varios eremitas, como si hubieran constituido una reducida comunidad de penitentes, y no sería raro que en sus proximidades se hubieran levantado edificios (perecederos) de uso común. Se trata en realidad de tres cuevas independientes excavadas en el mismo bloque rocoso. La primera tiene la peculiaridad de que se accede a ella por el techo, que está semidescubierto. La segunda cueva tiene una ventana de 60 cms. de ancho por 100 de alto y su interior es de 2 metros de profundidad, mientras que la tercera tiene un acceso de 70 cms. de ancho, 1,20 m. de alto, y unas dimensiones interiores de 2,20 m profundidad, 2 m. de ancho y 1,60 de alto.
Pero en el entorno de Salmerón hay otros dos lugares rupestres de gran interés que no puedo dejar aquí de mencionar. Se encuentran hoy en término de Peralveche, en la parte alta del valle de Valdemedina, y tienen con certeza un origen devoto, de sede eremítica. Es el primero lo que allí llaman “las Peñas del Santo” o las “Cuevas de San Román”, pues en un cantil de unos 20 metros de altura, a media pared se abren dos profundos agujeros que muestran, a quien allí acceda (escalando o descolgándose desde arriba) sendas cuevas amplias, con columna central y profundos depósitos circulares en el suelo. Conocidas desde hace mucho, los periódicos madrileños del siglo XIX ya las describieron y aún mostraron dibujos de ellas, quedando reseñadas en los inventarios de cuevas artificiales más señaladas de España. La tradición dice que en ellas vivió un ermitaño santo, que allí quedó sepultado, y otras dicen que allí se refugió un rey moro tras la llegada de los cristianos desde el Norte. El entorno se conoce como paraje de San Román, y en el llano, muy cerca, junto al camino de Peralveche a Escamilla, queda un despoblado así llamado, las “Casas de San Román”, que hoy es finca.
Aún queda por ver otro espacio que en Villaescusa de Palositos (hoy despoblado de su término anejo de Peralveche) denominaban “la Covacha de San Bartolomé” haciendo alusión también a un santo varón del desierto que allí pasaría media vida, dejando una construcción vallada al exterior, y muchos signos religiosos tallados sobre la roca de la entrada.
El caso es que del conjunto de cuevas eremíticas que en España hay a miles (la mayoría sin estudiar ni inventariar) en la provincia de Guadalajara podemos encontrar ejemplos de todos tipos, y más en concreto en el término de Salmerón una gran variedad tipológica de estos monumentos, a los que por ahora cabe también pedir el rango de lugares de interés histórico, y por tanto merecedores de protección y cuidados.
Hay otra cueva importante la de Sata María, sita enfrente de la presa del mismo nombre,según contaban los mayores esta cueva cruzaba por debajo del cementerio y iba hasta el barrio del Perchel,en la guerra civil sirvió de refugio y en los años de extaperlo para guardar genero,para que no se lo llevarán los de la fiscalia
Muchas gracias, Mariano, trataré de buscarla, en mi próxima descubierta por Salmerón. Con buen tiempo.
[…] Un comentario a ese libro puedes verlo aquí. También leer lo que «Nueva Alcarria» comentó a propósito de las cuevas de Salmerón, puedes leerlo aquí. […]