El barrio de los plateros de Guadalajara

El barrio de los plateros de Guadalajara

sábado, 20 marzo 2021 0 Por Herrera Casado

Terminando de escribir un libro sobre “La Orfebrería antigua de Guadalajara”, me encuentro con que la hasta ahora desconocida platería arriacense tenía en el siglo XVI un lugar donde se ejercía este arte y vivían sus artistas, donde tenían sus talleres y mostraban en los escaparates lo que hacían. Van aquí algunas notas acerca de los plateros de nuestra ciudad y los lugares donde vivían.

Nada se sabía hasta ahora acerca de la platería o talleres de artesanías del oro y la plata en la ciudad de Guadalajara. Los estudiosos del tema en España nunca habían ni siquiera sospechado esta posibilidad. La verdad es que no puede extrañarnos esta existencia, teniendo en cuenta que la ciudad del Henares, protegida por los poderosos Mendozas desde la Baja Edad Media, había alcanzado un grado de prosperidad durante el siglo XVI, un cultivo tan intenso de las artes y la cultura, que no es en modo alguno sorprendente el hecho, documentalmente probado, de que existiera en esa centuria una floreciente «platería» que surtía de magníficas obras a la comarca en torno. 

Hace algún tiempo me pasé una temporada leyendo protocolos de contratos de plateros en el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara. Y encontré varios datos curiosos que ahora expongo en brevedad. Según se lee en un documento de 1570, es posible localizar con precisión el enclave de “la platería”: «en esta ciudad, a la parrochia de San Gil della, donde dizen la platería” y en otro documento de los mismos años se menciona “la calle pública de la platería«.

Poco después, en 1581, vemos que tres plateros arriacenses poseen sus casas y tiendas mutuamente colindantes, en esta calle: eran Alonso Hurtado, Francisco Gutiérrez y Diego de Molina. También de 1570 es el dato que nos informa que Bartolomé Sánchez, platero, tenía unas casas en la calle mayor de Guadalajara, y de otro, Francisco Gutiérrez, a quien acabamos de comprobar que su taller estaba en la calle común de los plateros, nos llega la noticia de que también poseía unas casas junto a la «Puerta Mercado» en la colación de San Nicolás. El hecho cierto de que esta «platería» arriacense fuese nutrida y estuviese en lugar céntrico, cerca de San Gil y en calle propia, en el centro de la ciudad, supone la gran importancia que el gremio en esa época había adquirido. De sus figuras tengo algunos datos que a continuación consigno.

Un apóstol en el pie del cáliz de Viñuelas

A comienzos del siglo XVI, ejercía el artesanado en oro y plata Fernando de Cuéllar, quien vió cómo la Inquisición condenó a su mujer por hereje o cristiana nueva. Él mismo fue inhabilitado en 1532, pero hasta entonces dejó una apreciable obra; Lope de Cuéllar, quizás pariente del anterior, fue también declarado hereje por la Inquisición, y huído. Fueron esos años en los que la Inquisición toledana arremetió contra la cada vez más extendida afición de los alcarreños por la nueva espiritualidad, que se ha calificado como “Alumbrados” y en la que llegaron a estar inscritos (y señalados por el Santo Oficio) el propio duque del Infantado, don Diego Hurtado de Mendoza, y su tía, doña Brianda de Mendoza.

Otros plateros que aparecen en los documentos son Alonso Rodríguez, de finales del XV y comienzos del XVI, del que no se conserva memoria de sus obras; Juan de Segovia, artesano y comerciante, que también huyó de la severa vigilancia religiosa; Juan de Ciudad, cuyo nombre y título de platero aparece en algunos documentos notariales de mediado el siglo; Diego de Salamanca, que ejercía en 1573 y adelante como platero y contraste oficial del oro y la plata que se trabajaba en la ciudad; de él consta que tenía taller y «oficina abierta» en la calle pública de la platería; otro era Francisco Álvarez, activo en 1569; y Bartolomé Sánchez, platero que en 1576 hi­zo una gran custodia de plata, de más de diez marcos de metal, para la iglesia de San Ginés de Guadalajara; Gaspar Muñoyerro era repostero de plata de los duques del Infantado, desde 1567, cargo que conllevaba la responsabilidad de cuidar y limpiar el tesoro de plata y oro de los magnates mendocinos, y al mismo tiempo un sustancioso sueldo. En 1588 le vemos aceptando como aprendiz por dos años a Pedro Ramírez, quien quería aprender el oficio; Francisco Gutiérrez, a quien hemos visto con tienda abierta en la calle de los plateros, se ocupó en 1573 de limpiar la cruz grande de plata de la iglesia de Marchamalo; también fue repostero de los duques del Infantado el platero Juan de Losada, activo en 1573; un tal Guinea hizo diversos trabajos finos para la casa de los condes de Coruña, en 1574.

Y, en fin, los hermanos Sotomayor, que además de su arte de orfebres hicieron una gran fortuna comerciando, en plan fuerte, con los metales y piedras preciosas, en la segunda mitad del siglo XVI: Marceliano de Sotomayor hace en 1573 un contrato para realizar un gran número de botones de oro y ámbar; en 1587 entrega diversas obras de plata a las parroquias de Fuentelahiguera, Quer y La Puebla de Guadalajara; en 1575 acepta como aprendiz a un joven alcarreño, llamado, como otros muchos, al señuelo del prestigio de una profesión que este hombre elevó, en Guadalajara, a gran categoría. Y así leo en el protocolo 170 del escribano Diego López de León, conservado en el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara, que en fecha 2 de septiembre de 1575 “paresció Sancho de Soto, alcaller, vezino della e dixo que assentava e asentó a servizio a Diego de la Vega su hijo de edad al presente de diez e seis años poco más o menos, con Marceliano de Sotomayor platero de oro vezino de la dcha. ciudad que presente estaba, esto por tiempo e plazo de cinco años… durante el qual tiempo de los dichos cinco años, el dcho Diego de la Vega le a de servir en las cosas que el mandare con estar licitas de se hacer y el dcho marceliano de Sotomayor le a de enseñar el oficio de platero de oro y plata en lo que alcanzare la avilidad del dcho diego de la vega sin le ocultar y encubrir cosa alguna y por azón dello el dcho marceliano de Sotomayor le a de dar de comer e bever en todo el dcho tiempo, e casa e cama en que duerma e çapatos los que pudiere rromper e unas calzas e jubón e un sombrero de la manera que se lo quisiere dar…” Su hermano, Francisco López de Sotomayor, hizo numerosas obras en 1573 para el duque del Infantado. 

Entre la nómina de comerciantes al por menor de oro y plata en Guadalajara, debemos reseñar a Álvaro de Antequera. Ya en el siglo XVII co­mienza la decadencia de este gremio, y sólo encontramos relación de Lázaro de Rueda como platero que produce algunas cosas no de envergadura para los pueblos más cercanos. 

Todavía en el área de influencia de la ciudad de Guadalajara, algunos plateros residían en sus pueblos, y en ellos ejercían su arte con gran aplauso. Así sabemos que en 1581 tenían taller de platería en Valdeaveruelo Roque Moreno y Gabriel de Esteban. En Mondéjar aparece, en el siglo XVII, Juan Arribas González, autor en 1698 de una gran custodia de plata sobredorada, con pedrería, para la parroquia de dicha villa alcarreño. En 1628, había en Pareja un platero, Antonio de Madrid, que se ocupaba en aderezar, limpiar y construir pequeñas cosas para las aldeas de su común. 

Son pequeños detalles, noticias antiguas, que vienen a dejarnos la consideración de un mundo en el que se tenía al alcance, en pequeños lugares, cosas que después solo han podido verse y conseguirse en las grandes ciudades. Ese proceso, que empezó hace muchos años, que se arrastra desde siglos, y que hoy ya clama: el abandono del pueblo y la plétora de la ciudad. El movimiento es planetario, y las consecuencias están aquí: una Humanidad cada vez más deshumanizada.