Lecturas de Patrimonio: un apunte para abrir camino

Lecturas de Patrimonio: un apunte para abrir camino

sábado, 13 junio 2020 6 Por Herrera Casado

Sorpresas del día a día

Confieso que últimamente me estoy viendo en situaciones de pasar vergüenza ajena al comprobar como mucha gente (adolescentes, adultos, incluso números del colectivo de la tercera edad) se declaran ignorantes de elementos destacados del patrimonio histórico-artístico de Guadalajara. ¿el marqués de Santillana? “Un señorito que solo sabía cazar montado a caballo por sus inmensos territorios…” ¿El Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo? “Ese edificio brillante que hay al final de San Roque… un día tengo que entrar a verlo”. ¿El monasterio de Lupiana? “Ni idea… no, nunca he ido, ¿dónde está? ¿en Lupiana?”

Viene esta irónica –y dolorosa– entrada a propósito de algo que es palpable: la general y casi absoluta ignorancia entre nuestros coterráneos, acerca de la historia, el patrimonio, los personajes, y los elementos que de una forma u otra conforman el ser y la raíz de nuestra tierra. No ocurre lo mismo en otros territorios o regiones autonómicas de la nación española, en los que hay con sobrada generosidad programas de formación en las escuelas, institutos y universidades acerca de ese conjunto de temas que pueden denominarse “el Patrimonio Cultural” de la zona. En Castilla la Mancha, concretamente, y en Guadalajara, particularmente, apenas hay mínimos rastros de ese interés. Y de “programa” ni hablar, simplemente no existe.

Primeras preguntas

Pero habría, primero, que plantearse la pregunta inicial de “¿Qué es el Patrimonio Cultural de una zona?” en este caso de una provincia…. Porque vivimos en un territorio, que obligadamente está adscrito a definiciones administrativas. Vivimos en una ciudad que está en una Provincia, de esas que quedaron definidas, hasta hoy mismo, en 1833. Y nuestra provincia está incluida en una Región Autónoma de las 17 en que se parceló España por la Constitución de 1978. En cuanto a la historia, las cosas son parecidas (aunque no exactamente iguales). Porque vivimos en una ciudad, que está incluida en una comarca natural (el valle del río Henares, al que algunos hoy llaman, en jerga económico-administrativa “El Corredor del Henares”, y que está en el extremo occidental de otra comarca más grande y con propias características, la Alcarria. Y en una nación que es Castilla, con un peso histórico suficiente, con delimitaciones claras (más hombres, mujeres, instituciones, fiestas y apellidos). Vivimos, pues, en un espacio que puede sacar su “patrimonio cultural” de esas raíces antiguas y diáfanas.

Definiciones

El patrimonio cultural es la herencia cultural propia del pasado de una comunidad, mantenida hasta la actualidad. El conjunto de bienes, materiales e inmateriales, que se hallan fuertemente vinculados con su identidad social y cultural, es decir, que son percibidos como característicos de dicho país o región. Aquí podríamos hablar del Patrimonio Cultural de la Ciudad de Guadalajara solamente (sus fiestas, la capilla de Luis de Lucena, el alhiguí, el palacio de Dávalos, la ronda del Alamín, el patio del Instituto y el escudo del Emperador, la tarasca, el panteón de la Condesa de la Vega del Pozo, los altares de las mayas…), del patrimonio del valle del Henares, recordando versos y cantares de los viajeros que a lo largo de los siglos han ido pasando y caminando por sus orillas, o incluso de las raíces y sabidurías de la Tierra de Castilla, desde la heroica resistencia de la ciudad de Numancia ante la invasión romana, a la consistencia y estructura de sus símbolos (el castillo, el león, el color de sus emblemas…)

En todas las comunidades del mundo se conocen y describen esos elementos que constituyen su patrimonio cultural, recibido de generaciones anteriores. Entre las expresiones culturales que componen el patrimonio de un pueblo, se hallan cosas muy diversas, desde lugares y paisajes, a construcciones y obras de arquitectura; desde bailes y cantos, a objetos como las obras de arte muebles (pinturas, esculturas, orfebrería) a expresiones literarias y memoria de personajes. Pueden ser (por su característica peculiar y única) reconocidos internacionalmente como “Patrimonio de la Humanidad”, o simplemente deben quedar conocidas y respetadas por el entorno que las rodea.

En 1972 se aprobó la “Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural” en la UNESCO (que es la “Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura”) cuyo objetivo es el de “promover la identificación, protección y preservación del patrimonio cultural y natural considerado especialmente valioso para la humanidad” (y “para la comunidad en que asienta”, añadiría yo). En 2003, la UNESCO aprobó la “Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial” que es una extensión del anterior.

Como se ve, estas medidas de protección hacia el Patrimonio Cultural de los seres humanos, es algo que solo se ha adoptado recientemente. Las guerras (especialmente las europeas del siglo XX) han destruido en pocos años una inmensa cantidad de cosas que los hombres habían ido edificando y materializando a lo largo de siglos anteriores, de muchos siglos. Afortunadamente, hubo gente que trató, tras la hecatombe europea que acabó en junio de 1945, de crear instituciones (la ONU, la UNESCO, la OMS, la FAO…) universales que protegieran al mundo y a sus habitantes, en el futuro, de tamaños desastres. Ya se ve, por desgracia, y cada día que pasa más, que estas ideas tan benéficas no permanecen en la primera línea de los intereses de la gente.

En el Patrimonio Cultural caben muchos apartados: el artístico sería uno de los principales, por lo numeroso y atractivo. Y dentro de él, el patrimonio arquitectónico sería el formado por edificios, conjunto de edificios o las ruinas de un edificio o de un conjunto de edificios que, con el paso del tiempo, han adquirido un valor mayor al originalmente asignado y que va mucho más allá del encargo original. Este valor, puede incluso tener un valor cultural, emocional, físico o intangible, histórico o técnico. De esta manera, las obras de arquitectura que pueden considerarse de patrimonio arquitectónico serían las que, debido a una multiplicidad de razones, no todas de índole técnica o artística, se consideran que, sin ellas, el entorno donde se ubican dejaría de ser lo que es.

Tras el arquitectónico vendría el artístico (pinturas y esculturas, orfebrería y tejidos, incluso el arte efímero, como arcos de recepción en el pasado y performances y montajes temporales en nuestros días). Después el patrimonio escrito, la literatura, la poesía, la música, los bailes…. Las manifestaciones populares de alegría y dolor, las expresiones del conjunto de un pueblo ante sus creencias, sus anhelos, sus realidades y sueños.

Cabe decir que el Patrimonio Cultural es uno de los factores más importantes de nuestra sociedad, que es como un cemento unificador, algo que identifica el pasado y nos proyecta hacia el futuro. Una de las esencias del ser humano (una de las esencias de la consideración antropológica de la gente) es su capacidad de memoria, y su nítida decisión de construir una historia. Todas las especies vivas, excepto la humana, “nacen, se reproducen y mueren”, siempre de la misma manera, si variar en nada durante miles y miles de años. El “homo sapiens” se distingue de ellas, especialmente, porque construye una historia, y los hombres reciben de sus padres, de sus abuelos, de quienes lo apuntaron antes en cuadernos y lo imprimieron en libros, el relato de lo que ocurrió antes de que ellos nacieran. El patrimonio cultural es todo eso: nuestro pasado, nuestro presente y la capacidad de dirigir el futuro. De esa manera, viene como lógica consecuencia la descripción de que todos los ciudadanos somos hoy herencia de ese pasado, dueños de sus huellas, y responsables de dejarlas intactas a nuestros sucesores.

Patrimonio Cultural de Guadalajara

En el ámbito de nuestra provincia (que tiene cuatro comarcas, a saber: la Campiña [del Henares], la Sierra [Norte], la Alcarria y el Señorío de Molina) y que se encuadra en Castilla (hoy dividida y fragmentada en múltiples comunidades autónomas) el patrimonio cultural es múltiple, abundante, diversificado. Escribo aquí algunas de las cosas que lo componen: encierros de toros, procesiones litúrgicas, botargas de invierno, bollería típica, rondas y mayos, lápidas y esculturas, personajes destacados, iglesias románicas, carnavales, casonas, picotas, puentes, fuentes… conjuntos arquitectónicos (por ejemplo, el Poblado de Villaflores, y no miro a nadie…) y muchas otras cosas de este cariz. Cosas antiguas, la mayoría, y cosas modernas también. Por ejemplo, los encierros de los toros en las fiestas de Guadalajara, que tienen una tradición de tan solo 40 años, o los de Brihuega, que ya llevan varios siglos…También el mural modernista de la iglesia parroquial de El Salvador, en nuestra ciudad, construido por Marko Rupnik, y que fue inaugurado hace un par de años… Afortunadamente, hay cosas para contar y no parar.

Y acabo: como de algunos y algunas es sabido, contabilizo ahora cincuenta (50) años escribiendo, en este periódico, y en muchos otros sitios, también libros, y charlas, sobre temas variados del patrimonio cultural de Guadalajara. Pero de una forma variopinta, inconexa, sin organización ni premeditado orden. Un poco a lo loco. Y ya va siendo hora de que esto cambie. Así es que me he propuesto que durante los siguientes cincuenta (50) años, voy a dedicarme de una forma un poco más metódica –ordenada y estructurada, como corresponde a un ser humano ya con experiencia– a estudiar, divulgar y proteger este patrimonio cultural de Guadalajara.

De momento, esta es mi intención. Ya veremos qué resulta de todo ello.