Escritores por la tierra de Guadalajara

viernes, 5 abril 2019 0 Por Herrera Casado

Mañana sábado, en sesión de mañana, va a continuar en el Teatro Moderno la celebración del Encuentro “Guadalajara en la novela y en la historia” que ha organizado el Excmº Ayuntamiento de la ciudad como aportación cultural al mejor conocimiento de nuestras raíces. En un maratoniano encuentro de autores, y lectores, y en las sedes de la Biblioteca Municipal “José Antonio Suárez de Puga” y Teatro Moderno, una docena de autores comunicarán con su público lector.

En mi intervención de mañana, en el Ciclo o Encuentro “Guadalajara en la Novela y en la Historia” voy a poner sobre la mesa una veintena de autores que, desde la remota Edad Media a nuestros días han tenido a Guadalajara, ciudad y territorio, como base de sus operaciones literarias: bien escribiendo desde ella, bien escribiendo sobre ella.

Empezaré, porque irse más atrás es imposible, recordando a Pero Abbat, quien en el siglo XII escribiera el “Cantar de Mío Cid” poniendo al héroe castellano sobre los caminos de la Sierra y el Señorío de Molina. Este autor era un letrado, sabio y comedido, que habría desarrollado su vida en torno al Duero alto y los valles nacientes de Henares y Tajuña,

Seguiré con don Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, clérigo de artimañas y hermosas estrofas, que por el Henares vivió, pues era su sitio de nacimiento, el lugar donde descubrió el mundo, y donde trató de explicarlo. Y de ese descubrimiento, de las formas y de las gentes, de los antiguos escritores y los subidos tonos de poesía renaciente, es también destacado autor don Íñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, a quien dedicaré otro espacio -breve, como todos- que explique su figura y sus letras, siempre referidas a Guadalajara.

Después del Medievo, el Renacimiento llega, y sobre él cabalgando el Barroco. De esas épocas, a las que fundimos en un Siglo de Oro bien cuajado, surgen entre nosotros dos figuras, al menos, de relieve: uno es Luis Gálvez de Montalvo, poeta y novelista que ejerció de tal en la corte mendocina a la que llamaban “la Atenas alcarreña”, y a la que se unieron otros muchos poetas, tratadistas, cronistas y dramaturgos, pero a los que Gálvez representa en su conjunto. Más la señora de Ávila, doña Teresa de Jesús, la monja renovadora, indagadora de las entrañas del corazón, y fundadora de conventos, que tanto tuvo que decir en Pastrana.

El realismo del siglo XIX, el momento en que la modernidad llega a nuestras puertas, le pilla a Guadalajara deshabitada y despistada. En ella (que es ciudad y provincia anclada todavía en los tiempos medievales) se fijan algunos autores de primera línea para situar parte de sus novelas, aventuras increíbles, demostraciones pintorescas de universos contrapuestos a la corte madrileña, a los lujos astur-cántabros, a las elegancias barceloneses. Y por eso son Leopoldo Alas “Clarín”, don Benito Pérez Galdós y el rebelde Pío Baroja, quienes ponen en sus más célebres novelas a las gentes y los pueblos de Guadalajara: Atienza pasa por las páginas de Narváez, o por las de “La nave de los locos”, pero también es Sigüenza la que aparece en esta nómina de curiosidades, y aún la propia Guadalajara sirve para que Alas cree sobre ella una “Superchería”.

Heredaras esparto de marta marco

 

Las vanguardias filosóficas y antropológicas de un mundo que se estremece ven en las tierras alcarreñas y serranas una peana donde apoyarse. El filósofo José Ortega y Gasset en sus “Notas de Andar y Ver” retrata una serranía seguntina severa y seca, donde él mismo tiene la sensación de andar “sobre los hombros de un gigante”. Mientras que León Felipe refiere, en sus inicios poéticos, la emoción de vivir en Almonacid de Zorita, lugar al que llegó como farmacéutico hace ahora cien años, y al que mañana recordaré con uno de sus más hermosos poemas. De ellos, además, es apéndice, y muy destacado, el poeta de lo local y las emociones profundas, José Antonio Ochaita, uno de los más grandes (y menos reconocido) de la literatura española del siglo XX.

Novelistas que retratan momentos y situaciones históricas, no hay mucho en esta centuria pasada, pero sí puede destacarse al molinés (de Labros) Andrés Berlanga, que planta “La Gaznápira” en lo alto de la sociedad española (lo publica en 1989) y transmite el escalofrío de su anécdota a toda la sociedad, en un lamento que aún dura, porque su protagonista, la progresiva despoblación de la España interior, es un drama que aún sigue desangrando a nuestro país.

Más recientes son las figuras de otros grandes escritores, como el barcelonés José Luis Sampedro que a este foro llega por haber escrito “El río que nos lleva” en el que retrata un paisaje, y unas gentes, a las que hoy denominamos “El Alto Tajo”. Una novela universal, que desciende por bosques y pueblos diseccionando el alma humana. Y el torijano José María Alonso Gamo, Premio Nacional de Poesía, y cantor en versos de nuestros paisajes y nuestras memorias.

la españa de cela

 

Los más grandes del siglo XX, uno con Premio Nobel (Camilo José Cela) y otro con Premio Cervantes (Antonio Buero Vallejo), también será motivo de algún comentario por mi parte. Porque en ellos se refleja también Guadalajara y su tierra, de muy diversos modos. En el primero, a través de ese “Viaje a la Alcarria” y sus secuelas que puso a la comarca alcarreña en los mapas del mundo. Y porque vivió en El Clavín, y en Caspueñas, y en El Cañal, y se llevó en los ojos, que es como decir en el alma, para siempre esta tierra. En el segundo, porque siempre volvió, aunque desde lejos, a esta ciudad en la que nació y amó con sinceridad: el autor de “Historia de una escalera”, “En la ardiente oscuridad” y “El tragaluz” supo poner a Guadalajara en el pedestal que su pasaporte de bonhomía era capaz de levantar.Sacaré a relucir, finalmente, a dos figuras que, vivas y en situación de alta productiva, son hoy referente de Guadalajara en este ámbito de las letras y las historias. Porque ambas han sabido fundir letras y crónicas en libros que emocionan. Son Almudena de Arteaga y Antonio Pérez Henares. Ambos fabrican con su obra la esencia de la “novela histórica”, que es género tan en boga y al que todos aplaudimos porque nos da razón de nuestra existencia. Como diré en mi charla, creo que es precisamente Pérez Henares (“Chani” para los amigos de esta ciudad) quien trabaja con la esencia de la novela histórica, que es “la presentación de una historia ficticia, con personajes inventados y creados, en medio de una situación histórica muy concreta, bien definida, perfectamente descrita”. De Almudena, recuerdo aquí su gran novela sobre Doña Ana de Mendoza, la Princesa de Éboli, a la que han seguido una docena larga de novelas con figuras relevantes de la historia como protagonistas. Y de Antonio Pérez se hace difícil destacar alguna, cuando hay cosas tan hermosas como “El río de la lamia”, “El corazón del bisonte”, la trilogía de “Nublares” y, sobre todo, esas dos novelas que ponen la Edad Media castellana en el palpitar de la Alcarria: “La tierra de Alvar Fáñez” y “El rey pequeño”, ejemplos monumentales de cómo se escribe, como se cuenta y como se divulga la historia.
Con todos estos hilos, y alguno más que sacaré del tintero en el momento de la charla, pienso colaborar y dar sentido a este ciclo Cultural que nos ha traído el Ayuntamiento, en ejemplo claro de una actuación perfectamente diseñada y al alcance de todos: “Guadalajara en la novela y en la historia” podrá tener en estas palabras que mañana pronunciaré una justificación de ser, de repetir, de dar la oportunidad a la gente de leer para saber, y de entender para vivir.