50 Autores en busca de 100 Propuestas
Hace un par de años saqué adelante un libro, titulado “Cien Propuestas esenciales para conocer Guadalajara”, que tuvo una buena repercusión en la sociedad guadalajareña, llegando a presentarlo, a petición de algunas instituciones y asociaciones, en diversos pueblos de la provincia.
Fue una idea que surgió charlando entre amigos, la de hacer una referencia de nuestras maravillas (monumentales, gastronómicas, paisajísticas, históricas y arqueológicas) y así poner en las manos de muchos esa propuesta (centuplicada) de conocer bien Guadalajara, de conocerla a fondo.
Cargado de nombres, de imágenes, de planos y sugerencias, nacieron estas “100 Propuestas esenciales para conocer Guadalajara” que si algún valor tienen es el de contar con cincuenta firmas que le han hecho posible y dado vida.
He tenido la suerte de que más de 50 amigos y amigas hayan querido colaborar en este libro, cada uno con las quinientas palabras que le spedí que pusieran en torno a un monumento, un acontecimiento, un paisaje… Todos han cumplido a la perfección, y a todos les agradezco su colaboración. Porque han dado la razón a quienes piensan que esta provincia hay que hacerla entre todos. Especialmente entre quienes la conocen a fondo, y la quieren viva.
Hoy me ocupo simplemente de hacer relación de todos esos cincuenta autores que han hecho posible esta aventura, que es algo más que un libro. Es todo un “centálogo” de amenas posibilidades, de obligados caminos y aventuras aseguradas.
Entre ellos hay nombres clásicos, que fraguan con su palabra el clasicismo de estas páginas: está José Antonio Suárez de Puga que nos entrega un poema sobre Beleña; Francisco García Marquina, que nos da certera su visión del Arcipreste de Hita, y Alfredo Villaverde Gil, que nos dice también, en esencia, quien fue el Marqués de Santillana. Y está, en fin, el más veterano, Luis Monje Ciruelo, que nos da noticia del lugar donde vivió su niñez, Palazuelos.
Hay firmas consolidadas, con muchos años de escritura detrás, muchos saberes. Y aquí están sus nombres y sus aportaciones: José Serrano Belinchón, tal vez quien más páginas ha escrito sobre nuestra provincia, que aquí nos habla del Hayedo de Tejera Negra.
Está Tomás Gismera Velasco, que nos dicta y resume todo sobre La Caballada y hace malabarismos para meter en 500 palabras la biografía de Layna Serrano.
Está también la veteranía de Santiago Arauz de Robles, con su evocación de la Vega de Arias, y Juan José Bermejo, especialista en puentes, con su estudio sobre el de Guadalajara capital.
Se presentan entre ellos las firmas de Pedro Aguilar, que pone en valor el Festival Medieval de Hita, y Benjamín Rebollo Pintado, quien expresa los significados de las botargas personificadas en la de Peñalver.
Están además las plumas de Andrés Acosta González representando al colectivo de amigos del Arte Paleolítico y la Cueva de los Casares, o María Pilar Martínez Taboada, cronista seguntina, con su voz clara diciendo el renacer de un viejo edificio románico, la iglesia de Santiago en Sigüenza.
Tenemos la suerte de contar en este libro con los escritos de Angela Ionesco, siempre expresión del monasterio de Buenafuente, y de Juan Pablo Mañueco, poeta y novelista, que en esta ocasión nos entrega un breve ensayo sobre el Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo.
Además de la colaboración de Francisco Martín Macías, poniendo en valor ambientes serranos, como la Ciudad Encantada de Tamajón, y la de Agustín Tomico Alique, rutero incansable, que en este libro se va a la laguna de Taravilla , y al salto de Poveda, esencias del Alto Tajo.
Suenan además las plumas de Pedro Pradillo y Esteban, el más indicado para hablar en este catálogo de La Concordia de Guadalajara; o Javier Sanz Serrulla, que nos dice la esencia de la catedral seguntina; sin olvidar a don Agustín González Martínez, alma de los Museos de Atienza, quien nos los explica y resume.
Firmas imprescindibles en este libro eran las de serranos como José Fernando Benito Benito, quien nos presenta la maravilla natural de Valverde de los Arroyos, y José María Alonso Gordo, que se encarga de analizar la fiesta valverdeña de la Octava del Corpus. A ellos se añaden Luis Monje Arenas, viajero empedernido, que aquí nos invita a acompañarle en su ascensión a las Tetas de Viana, y Teodoro Alonso Concha, descubridor y defensor de los ángeles de Tartanedo…
La voz de Jesús Orea es múltiple en este libro. Y lo es porque sabe expresar con precisión las cosas que cuenta. En esta ocasión nos dice lo que es el castillo de Torija, y su contenido, y lo que significa el Tenorio Mendocino.
Aún cabe señalar las colaboraciones de Rafael Bachiller, director del Observatorio Astronómico Nacional, quien nos habla del Cielo de Guadalajara, o Plácido Ballesteros Sanjosé, analista de la fuente de Albalate, más las firmas de Ismael Gallego Puchol, alma mater del Museo de la Batalla de Abánades; Miguel Angel Ortega Canales, que es lo mismo del Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza, del periodista Raúl Conde Suárez, que nos ofrece su visión del castillo de Galve, y de Juan José Llena da Barreira, que analiza a fondo el retablo plateresco de Balconete.
Y hay firmas jóvenes, que llegan con fuerza, que saben y quieren…
Por ejemplo, la de Víctor Foguer Condado, que nos ilustra sobre los encierros de Brihuega y el río Ungría.
La de Amador Ayuso Cuevas, cuyas ideas han centrado cosas como la naturaleza boscosa del valle del río Tajuña, la fuente de Fuentelencina o la viga románica de Valdeavellano.
Eduardo Pastor Illana, que se lo sabe todo de Lupiana, es quien habla del monasterio jerónimo de San Bartolomé.
Tomás Barra Florián, creciendo en saberes, aporta la esencia del palacio de Antonio de Mendoza, en la capital, como Jesús de Velasco Cubillo lo hace sobre el Palacio del Infantado, o Juan Gabriel Ranera Nadador, que sabe exponer resumida la gran historia que hay detrás de los Tapices de Pastrana.
Aparecen en estas plumas jóvenes Marta Embid Ruiz, quien nos habla de su pueblo, de Huertapelayo, y Diego Sanz Martínez, que también aporta temas molineses al conjunto (retablo de Alustante, y el barranco de la Hoz).
Es Elena Romera Valdehita quien nos guía, como ella sabe hacerlo de bien, por Brihuega. Y Javier Fernández Ortea nos abre la puerta, como ha hecho a diario durante los últimos años, del Monasterio de Monsalud, explicando su historia antigua y futura. También nos sirve de guía por Atienza Juan Jesús Asenjo, como lo hace el biólogo Alfonso Herrera Bachiller en sus andanzas por los parajes más salvajes de la provincia. Neófito también, pero con largos saberes, es José María Alonso Noguerales, que nos trae el aire fresco del Ocejón y la Sierra.
Hay algunas firmas de personas que ya no viven. De una u otra manera, yo contaba con sus textos, de otros libros, de artículos, y los he puesto. Es un pequeño homenaje a su memoria.
Ahí están los nombres de José Luis García de Paz (que nos habla de la Princesa de Éboli), y de José Ramón López de los Mozos, con sus saberes múltiples, que desgrana los méritos de fiestas como las Mascaritas de Almiruete o los Diablos de Luzón, más la esencia alcarreña de la calle mayor de Tendila.
De Dimas Fernández-Galiano, que inició las excavaciones en Recópolis,
De Jesús Valiente Malla, profesor de la Universidad de Alcalá, sobre el acueducto romano de Zaorejas.
De Juan Luis Francos, que conocía las bodegas de Horche como nadie.
De Felipe María Olivier y López de Merlo, que nos dejó tantas páginas sobre las picotas: pues ahora la mejor, la de Fuentenovilla.
Y del propio Layna Serrano, que nos habla de castillos, del de Zafra concretamente.
Acabo esta relación diciendo que yo también he escrito algunas de estas propuestas. En concreto, otras cincuenta. De esas que me han llamado siempre con su fuerza y carisma, y no quería dejar de cantarlas, de anunciarlas a todos. Creo, en definitiva, que hemos montado, entre cincuenta amigos y amigas, un buen coro, y que nos hemos hecho oir. Ahora, que todos los demás prosigan el viaje, porque hay cien pautas para montarlo.