Paseando en torno a Sigüenza
el tiempo bueno ya, el que te permite andar sin preocupaciones de fríos ni lluvias, fijándote solo en el camino. Vamos a darle hoy la vuelta a Sigüenza, desde su pinar famoso, hasta Barbatona, para volver luego por el valle del Henares asomándote al final a la Obra del Obispo. El trazado de esta excursión es largo, pero con buen tino (o mejor aún, planificando la ruta en bici, o aun en coche) se hace en un día.
El Pinar
En principio nos dirigimos, atravesando el Vadillo, por el camino del Bosque, hacia el pinar de Sigüenza. Deslindado, amojonado y ordenado. Así es como hoy se encuentra el Pinar de Sigüenza, una estación forestal que lleva ese nombre. Y que no es muy antiguo, pues sabido de todos es que su existencia deriva y es fruto de una reforestación de la zona que se hizo a partir de 1940. El Pinar se codea primero con la “Pinarilla”, junto a la Ciudad Mitrada, y luego con el “Pinar de Barbatona”, hacia el nordeste. Para ser más concretos, el Pinar de Sigüenza es la zona de pinos que hay debajo de la Pinarilla, desde el Oasis hasta el Morretón; a un lado discurre la cuerda de la carretera de Alcolea y al otro, el camino de la Lastra y el Arroyo del Vado.
Se trata de una gran mancha arbórea de pino resinero que limita al norte con el monte la Pinarilla y la finca La Lastra, al sur con la Cuerda, baldíos de Barbatona y valle de Valdemerinas, al oeste con la Cuerda y al este con el término de Alcuneza, el Morretón y el pinar de Barbatona. Administrativamente pertenece al Ayuntamiento seguntino, en cuyo “Libro de Bienes” consta como una de sus propiedades.
Un paseo por los caminos y las praderas del sotobosque, par
a admirar la masa densa y olorosa de los árboles y descubrir las formas intrépidas de las rocas. Eso es lo que debe hacer el lector nada más acabar de leer estas líneas. Bajar andando, desde por la mañana, a través de la carretera que sale de detrás del castillo, o por el arco del Toril, bajar por el camino que sale a su derecha y va rodeando primero la muralla para luego cruzar ante “El Bosque”, la finca amurallada que marca el inicio del paseo hacia la “Piedra del Huso”, uno de los más espectaculares monumentos de la Naturaleza en el entorno seguntino.
Una de las primeras caminadas que pueden hacerse por el pinar es la del camino del Cementerio. Aun siendo muy corta, para quien quiera entrenarse es suficiente. Y para tomar contacto con este bosque sutil y diferente: en los alrededores del cementerio seguntino, que es uno de los más agrestes que conozco, se levantan unas rocas desde las que pueden contemplarse, en vista inédita y majestuosa, la catedral y el castillo. Desde el levante, y especialmente en las primeras horas de la mañana, iluminados como para una fiesta, se alzan estos dos monumentos capitales de la ciudad, rojizos y dorados, valientes.
Otra de las rutas es la que va por el camino de El Vado y busca la Piedra del Huso. Saliendo de la puerta del Toril, como antes he dicho, y bajando por el camino que aparece a la derecha, tras pasar delante de “El Bosque” y las instalaciones deportivas de la Sagrada Familia, se encuentra el caminante con las rocas areniscas que en mil formas parecen mostrarse parlantes y decididas. La Piedra del Huso tiene más de 30 metros de altura sobre el suelo, y según se la mire parece el perfil de un guerrero, o el rostro agresivo de un leopardo. En esa zona, que va junto a un riachuelo, además de los pinos omnipresentes aparecen árboles de ribera: chopos y sauces.
Siempre es una aventura, un regocijo y un pelear con el viento la decisión de caminar por el Pinar. Debería ser una asignatura imnprescindible para quien quiera llevar bien alta la insignia de seguntino.
Barbatona
Al final del paseo (que es largo, y agradable) por el Pinar de Sigüenza, arribamos a Barbatona.
En nuestro recorrido por Sigüenza y sus alrededores no podemos prescindir de hacer una visita a Barbatona. El poblado y el santuario de la Virgen de la Salud, que lo centra. Hay dos días en el año en que se puede ir, aun sabiendo que se condensa el pertsonal: el primer domingo de mayo y el primero de septiembre. Yo prefiero iur en días soesegados, cuando el templo está vacío, y el silencio nos puede. La Virgen, en lo alto del retablo, lanzando su sonrisa morena y tierna. Y la memoria de tantas peregrinos, de tantos milagros y sus orígenes quizás paganos. Sentarse y mirar, saberse en el remolino de la historia, de la tradición y de la entraña popular.
A Barbatona se llega en coche desde Sigüenza en poco más de cinco minutos. Andando, atravesando el poinar, ya es más largo, aunque da tiempo a pensar en estas cosas. La devoción a esta advoación de la Virgen tiene su origen remotísimo, nacido en los tiempos medievales en los que tantas imágenes se «aparecían», cuando en realidad lo que ocurría es que se encontraba alguna talla escondida anteriormente, por miedo a las invasiones árabes, entre algunas rocas o zarzas. Dice la leyenda, en este caso de Barbatona, que la Virgen se apareció a un pastor entre las ramas de un pino, y así las gentes de la región indicaban un árbol ya viejo y desgastado con el nombre del «Pino de la Virgen». El hecho es que la talla de María se fraguó en la baja Edad Media, posiblemente en el siglo XIII, aunque su aspecto de hoy, que lo evoca, nada tiene de antiguo, de tantas restauraciones que he recibido.
La primitiva ermita, de corte medieval y chata espadaña triangular de remoto origen medieval, fue utilizada para el culto mariano hasta 1835, en que se comenzó a levantar el templo actual. En 1854 se puso el pórtico metálico y se alzó la espadaña, y, finalmente, en 1865 se le agregaron las dos naves laterales. Una amplia barbacana o mirador sobre el paisaje circundante, se extiende ante el santuario, y en prolongación de ella la hospedería de peregrinos, que fue levantada en 1881, y en 1925 se amplió con un segundo piso y un amplio salón.
En el interior destaca el gran retablo de corte barroco, con dos pares de columnas estriadas y rodeadas de voluta vegetal, sin gran mérito en cuanto a su razón artística, pero ostentando en el centro la imagen de la Virgen de la Salud, instalada sobre una plataforma giratoria, que permite ser vista de frente desde su Camarín. Se accede a éste por una escalera que parte desde las puertas laterales del retablo. El techo del Camarín se encuentra decorado con sencillas pinturas al fresco en que vemos los atributos y símbolos de la Virgen.
Una de los elementos que dieron fama a Barbatona eran los ex-votos que se entregaban a la Virgen, por parte de todos aquellos enfermos, sufrientes y gentes de la tierra que se consideraban sanados y confortados por ella. Esos ex-votos se hicieron en forma de pinturas sobre tabla, y entregando piezas de cera representando partes del cuerpo, las primero enfermas y después sanadas. Las normas actuales dictadas por la jerarquía eclesiástica las han hecho desaparecer. Una pena…
La fuente de la Obra del Obispo
Y al fin de nuestro periplo, nos encontramos con las vallas de este magna obra del barroco seguntino, de la Ilustración completa. La “Obra del Obispo”, menuda categoría… y a ellas pegada al “Fuente del Obispo”, que no debe despistarnos… porque en Sigüenza hay varias que llevan este nombre, y otras varias que podrían llevarlo, ya que la mayoría fueron construidas por orden de algún obispo, señores espirituales y temporales de la ciudad y del territorio durante siglos.
Como vieja ciudad episcopal, centro administrativo y sede de tesorerías diversas, tuvo Sigüenza todos los lujos y comodidades que se podía tener en siglos pasados. Hay fuentes por todos lados. Incluso en el interior de la catedral, en la Sacristía de las Cabezas, existe una que sirvió para que los canónigos limpiaran sus manos antes y después de los ritos capitulares.
Y en la plaza del obispo don Bernardo, frente al costado oriental de la catedral, se sitúa otra solemne fuente de estilo barroco, aplicada al muro de sillar en el cual destaca tallada sobre la piedra rosada de la zona, escudo heráldico de Sigüenza. Por sus tres caños con boca de león sale abundante siempre el agua límpida y fresca.
Pero esta que ahora vemos, situada a unos dos kilómetros del centro por la carretera de Medinaceli, está adosada a la muralla de lo que fue Huerta del Obispo, y se trata, ya lo veis, de una gran fuente ornamentada, de estilo neoclásico que luce en su frente el gran emblema heráldico de don Juan Díaz de la Guerra, benefactor de la ciudad y su diócesis. Ocupó la sede y llevó la mitra entre los años 1777 a 1801, y fue la expresión más clara del espíritu ilustrado: abrió caminos, construyó puentes, levantó fábricas de papel, molinos de aceite, colonias agrícolas, pueblos enteros… quería que la gente de su diócesis (señor era de ellos, y de ellos se preocupaba) viviera mejor. Así es que en un terreno propiedad del obispado, aguas arribas del Henares, baldío entonces, mandó construir una gran obra, de la que se hace lenguas don Antonio Ponz en su “Viaje de España”, diciendo así: Para ocuparles ha promovido obras continuamente, y a mucha costa. En primer lugar, un bosque inmediato al Palacio, lleno de plantas poco útiles, lo ha convertido en una hermosísima huerta, con su gran noria, y dos estanques: después ha hecho plantar moreras, y varios árboles frutales; cultivar cáñamos, hortalizas, legumbres, &c. y en fin ha logrado hacer sumamente útil, y fructífero un terreno no menor que de sesenta fanegas con esta operación. Asimismo ha transformado en una hermosísima huerta un prado distante un quarto de legua de la Ciudad, que consta de cien fanegas de sembradura, con plantío de moreras, y cultivo de cáñamo, legumbres, &c. habiéndolo cercado de pared alta, y segura, con sus portadas, canceles, estanques, y aqüeductos: antes redituaba a la Dignidad de este terreno ciento y quarenta reales anuales, y al presente se conceptúa que podrá valer mil pesos de renta anual…
Del circuito monumental de su cerca, destaca adosada junto a la carretera esta fuente. Hoy ya seca, hoy ya perdida, pero monumental, espléndida, reflejo fiel de otros tiempos.
De Barbatona también habría que comentar un hecho semi-milagroso ocurrido cuando la ocupación de los franceses. Es lo que está explicado en la pintura al fresco en el techo del camarín de la Virgen.
Podrías contarnos ese hecho, que yo no recuerdo con detalle?