Sigüenza y alrededores

viernes, 11 mayo 2018 0 Por Herrera Casado

Plaza Mayor de SigüenzaTenemos estos días entre nosotros al artista catalán Isidre Monés i Pons, que precisamente esta tarde, a las 20 horas, en la carpa central de la Feria del Libro en la Plaza Mayor de Guadalajara, va a presentar el libro que ha ilustrado, dedicado íntegramente a “Sigüenza y alrededores”.

La figura de Monés i Pons es sobradamente conocida por cuantos son aficionados a los comics, y a la ilustración de cromos, revistas y arquitecturas. Un maestro que hoy nos visita.

En la Plaza Mayor ha estallado el color y la palabra que se derraman desde los libros. Como todos los años, la cita con ese amigo imprescindible que es el libro, está garantizada con la asistencia de libreros, editores e instituciones culturales. Y mucho público, que gusta de curiosear y aprovechar algunas oportunidades.

Decorada con gusto y densa de palabras, la Plaza Mayor será durante este fin de semana un espacio de encuentros: de lectores con sus autores, de amigos con los que charlar de ese manantial que no se agota que es la cultura del libro, de las estampas, de los hallazgos y de las emociones que desde cada estantería se derraman.

Personalmente estoy contento porque este año, una vez más, aprovecho la Feria del Libro para dar a conocer un nuevo libro que he escrito, en el que llevaba más de dos años trabajando y que al final ha salido limado, pulido y creo que entretenido. Se titula “Sigüenza y alrededores” y confieso que no fue idea mía el emprenderlo, sino de un buen amigo de Esparraguera (Barcelona) que hizo la mili cuando yo, porque somos quintos. Y que se ha dedicado a andar el mundo, especialmente España, de punta a cabo dibujándola desde todos los ángulos posibles. Acabaré esta colaboración diciendo algo más de Monés. Porque tenerle hoy en Guadalajara es un verdadero lujo para la ciudad.

Sigüenza ciudad

En los alrededores de Sigüenza, como en la ciudad misma, bullen los espacios y edificios que durante siglos han tenido vida y presencia entre las gentes que se han ido sucediendo. Esos monumentales y aparatosos edificios (la catedral, los torreones de la muralla, los templos románicos, los castillos, las salinas, los palacios…) tienen en su entraña cuajada la historia del burgo.

En este repaso que he ido haciendo, de la Alameda a las Ursulinas, de la Catedral al Castillo, me he fijado en los elementos más caracteristicos del burgo. Hay tantos, que no han cabido todos. Pero sí de algunos he desgranado sus iniciso, sus inciertos pasos, su devenir flamante hasta nuestros días.

Ahí están las iglesias de Santiago y San Vicente, mandadas construir por don Cerebruno. Y la catedral, por supuesto, con sus torres, sus campanas, sus gárgolas indecisas, su sacristía de las cabezas, y su claustro. De todos escribo razón y asombro. Con parquedad, para que nadie se canse a la mitad y lo deje. Con la sazón de lo vivido y el empuje para que siga siendo amado.

De cada detalle o edificio (también de la plaza mayor, de la calle mayor, de la fuente de los Cuatro Caños, del kiosko de la música, del arco del hierro, o del humilladero) ha puesto Isidre Monés un dibujo cierto, divertido en ocasiones, pulcro siempre. En técnicas variadas, para demostrar que toca todos los palillos. Hay óleos, lapiceros blandos, pasteles, aguadas y hasta algún óleo. A color muchos, otros en el monocromo severo que pide la ciudad antigua.

No será una novedad para nadie lo que aquí se cuenta, o se muestra. Pero sí que despertará una emoción distinta, al paso de cada página, encontrando al Doncel como un rockero de anteayer, recostado leyendo un libro con la catedral al fondo y llevando un sweter en el que se lee “I [corazón] Sigüenza”.

Será un libro para leer en el balcón, a la sombra en el verano, o entre las orejas de un sillon, junto a la lumbre (o la calefacción) en el invierno crudo de estas tierras.

 

Sigüenza alrededores, un libro de textos e ilustraciones de Antonio Herrera e Isidre Monés

 

Alrededores de Sigüenza

El término municipal de Sigüenza tiene 28 pedanías que se corresponden con otros tantos antiguos pueblos. Una superficie de 388,8 kilómetros cuadrados, y una población que ronda los 4.500 habitantes (entre la ciudad y sus pedanías…!) En esos alrededores pedáneos de la Ciudad Mitrada queda también mucha historia y mucho patrimonio acumulado. Atravesando campos, robledales y alborotados rodeznos, hemos andado sus caminos encontrando de todo: castillos, iglesias románicas, plazuelas escuetas como salidas de un cuento, los restos de una vieja fábrica de cerámica, unas salinas medievales aún en uso, ruinas también… y Monés ha encontrado en algunos lugares a su amigo el “pato de la gabardina” que es como ese fantasma que espera seguro y firme a que todos se vayan para ponerse él en medio, y decir al dibujante que “este es terreno sin mancha, bueno para meditar y fumarme un puro”.

De esos castillos, Monés y yo hemos escalado a Pelegrina, a Riba de Santiuste, a Atienza, y le hemos dado algunas vueltas sin mayor problema a los severos contornos de Guijosa y Palazuelos, sin olvidar llegar ante la torre de la Luna en Torresaviñán, la de la Cigüeña en Anguita, y la de los Moros en Riba de Saelices, encima justo de la entrada a la Cueva de los Casares.

El arte románico está impregnándolo todo en este libro, en estos paseos. Así alcanzamos, en el más allá del románico de Pela, la iglesia de Villacadima, pero también nos desviamos a Santa Coloma de Albendiego, nos detenemos ante el capitel de la caza del conejo en Campisábalos, o nos emocionamos junto a la breve discreción de Cubillas, la grandiosa “operación cielos” de Santa María del Rey, en Atienza, metiendo la mano en sus viejas pilas bautismales, o saludando a esos invencibles saltimbanquis de la portada de Santa María del Val..

Y aún por los alrededores sabemos de Barbatona y sus romerías, de la Fuente del Obispo en la Huerta que don Juan Díaz de la Guerra fundó en tiempos de salvación ilustrada, o nos vamos directamente a lo más intrincado del Pinar, repasando en la ocasión los avatares históricos de esa masa forestal.Pero también hacemos algún que otro paseo por Hijes (aquella Plazuela que se quedó en el recuerdo, aquí dibujada y salvada por Monés), las salinas de Imón, el tejar de Alcuneza o los recónditos enclaves de Bochones y La Cabrera.

Hay tanto paseo, tanta anotación, tanto apunte y tanta memoria metida en este libro, que ahora que me pongo a repasarlo me doy cuenta de que está, metido en él, un sentimiento hondo de cariño por Sigüenza y una pasión declarada por enseñarlo todo, y decir alto y fuerte que es este un lugar duro y palpitante, como el corazón, y que os espera.

Fastos seguntinos

De algunos fastos o ceremonias, de algunas sonadas algarabías medievales, y hasta de una sorpresa que nadie se la espera, está también provisto este anaquel que hemos llamado “Sigüenza y alrededores”.

Por ejemplo, dedicamos una página (yo el texto breve y Monés una soberbia pintura de época) a la visita de los Reyes Católicos a Sigüenza, en el otoño de 1487. Otra al recuerdo de los dolores que la reina de Castilla, doña Blanca, padeció entre los muros del castillo de los obispos, donde la encerró sin piedad su marido el rey don Pedro. Otra es el paso solemne de los “Armaos” de la Vera Cruz por las cuestas seguntinas en la Semana Santa de cada año. Y otro aún el recuerdo al quehacer militar (impregnado de señorío, y poder) de los obispos medievales, con una estampa que Monés inventa de un obispo que lleva mitra y armadura, báculo y espada, al mismo tiempo sobre un caballo delante del castillo.

Quizás el dato más sorprendente de este capítulo y del libro todo, sea el que declaro (y Monés transforma en instantánea casi fotográfica) la estancia de don Miguel de Cervantes en Sigüenza, en el mes de marzo de 1569, acompañando a su maestro López de Hoyos, quien a su vez acudía al llamado de su protector el obispo-cardenal (e Inquisidor General) don Diego de Espinosa. Sin duda que el clérigo les llevaría a ver la ya por entonces admirada estatua yacente del Doncel, que ya llevaba sesenta años asentada en la capilla de San Juan y Santa Catalina de la catedral. De esto hará (lo digo por los que toman notas de efemérides señaladas) 450 años al que viene.

Del Doncel tratamos también, y de su casa. Porque entre la plaza y el castillo, de la Alameda al Portal Mayor, y por cualquier rincón al que en Sigüenza nos asomemos, va a surgir la memoria meritada de ser glosada, y el escorzo nítido para ser retratado.

La suerte de conocer a Monés i Pons

Después de todo, creo que el mayor mérito de este libro, y la mayor suerte que los seguntinos han tenido, ha sido la de contar con el trabajo, (que también sé, me consta, meticuloso, largo, concienzudo) de Isidre Monés, retratando edificios y memorias.

Monés i Pons nació en Barcelona, en 1947, y ha desarrollado su enorme labor, reconocida y aplaudida internacionalmente, desde hace muchos años, en la localidad de Esparraguera.

Comenzó como ilustrador, a los 15 años, colaborando en colecciones de cromos. Como historietista trabajó para la editorial estadounidense Warren Publishing, a través de la agencia Selecciones Ilustradas, a principios de la década de 1970, en sus revistas de terror: CreepyEerie y Vampirella. Desde entonces entró en el mundo del cómic, desarrollando entre otras la saga del “Imperio Cobra”.

A principios de los 80 ilustró gran número de juegos de tablero para Cefa: Imperio Cobra, MisTeRio, Alerta Roja, etc. Dedicándose durante 20 años a ilustrar juegos y puzzles de Educa. Es un prolífico portadista de libros para editoriales como Bruguera.

En el mundo del cómic ha aportado muchísimo, con su dinámica capacidad de afrontar cualquier escena. Aportó páginas bélicas y otras de terror, de artístico acabado, para las revistas de la Warren, destacando además como ilustrador publicitario, de libros y discos, y como pintor.
Dibujante de agencias, comenzó a realizar ilustraciones para álbumes de cromos (“Historia de la Navegación”, o “La vuelta al mundo con Bimbo”), y tras trabajar con otro par de agencias, decidió continuar su labor por libre, ilustrando cromos para Bruguera (Historia de la velocidad, Zoo color, Todo), para Ruiz Romero editor y para Ediciones Este (Técnica y acción, Mis casitas).
Hoy son muchos los que ven en Monés Pons el referente seguro de un mundo dibujado, colorista y vibrante. Por delante del arte digital, muy cerca de los grandes constructores de mundos virtuales, con la llaneza de quien tiene técnica, imaginación y todavía estudia.
Por ser un declarado enamorado de Sigüenza, y de Castilla en general, hace un par de años ilustró el cuento “El misterio de la llave de Oro” de Miriam Martínez Taboada. Y para la editorial Aache de Guadalajara, Monés ha realizado ilustraciones en dos de sus libros: “La catedral de Sigüenza” (“Tierra de Guadalajara” nº 101) y este “Sigüenza y alrededores” (“Tierra de Guadalajara” nº 103) que hoy precisamente se presenta en la Feria del Libro de Guadalajara. Una ocasión perfecta, y única, para conocerle.