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octubre, 2017:

Los alumbrados en Guadalajara

Erasmo de RotterdamEn estos días se cumplen los cinco siglos exactos de la proclamación por Lutero de sus tesis reformistas. Fue en el castillo de Wittenburg, un mes de octubre, de 1517, y aquello dio lugar a un movimiento religioso, político y social que cuajó en una amplia renovación espiritual y nuevas formas de vida, aun vigentes.

La historia de la Reforma Luterana a lo largo y ancho de España es larga y prolija. Muchos españoles se unieron a las tesis de Lutero, porque ansiaban una Reforma de la Iglesia Catn de la Iglesia, sobre todo en lo referente al comportamiento de los ministros tendila Iglesioa Católica. Si el motivo inicial de la protesta luterana eran las indulgencias, luego se extendió a otras muchas cuestiones.

En España, desde bastantes años antes, se habían encendido luces y se habían elevado voces que pedían un giro en la actuación de la Iglesia, sobre todo en lo referente al comportamiento de sus ministros, de los sacerdotes, jerarcas, monjes, etc…. De esa inquietud nace la reforma que ofrece Francisco de Cisneros (de quien a la semana que viene se cumplen también los cinco siglos de su muerte) y la posibilidad, siempre dificultosa, de llevarla a cabo.

Sobre la Reforma Luterana en Guadalajara se ha escrito muy poco, aunque existen datos abundantes, que han ido saliendo dispersos, pero que al unirlos forman la solución a un puzzle apasionante. En el núcleo de todo ello estarían los alumbrados, los dejados, los iluminados

Se ha escrito mucho sobre ello, libros enteros: Marcel Bataillon en su “Erasmo y España” lo trata muy ampliamente y lo descubre. También quien fuera Cronista Provincial de Guadalajara y catedrático de Historia en la Universidad de Madrid, don Manuel Serrano y Sanz, investigó mucho, y publicó mucho, artículos sueltos pero muy densos y con mucha documentación. Por supuesto don Marcelino Menéndez y Pelayo, en su “Historia de los Heterodoxos Españoles” hace relación de todos. Y el gran libro, posterior, de Antonio Márquez, “Los alumbrados: orígenes y filosofía”. Sin olvidar la “Historia de los Alumbrados” de Alvaro Huerga.

En la tierra alcarreña se va a acoger densamente este movimiento, y a hacerlo en torno a dos núcleos fundamentales: el convento franciscano de Pastrana, y el propio palacio del duque del Infantado.

 

Aspecto general de los alumbrados

 

Surgen los alumbrados de diversos movimientos espiritualistas, nacidos en la segunda mitad del siglo XV, y en los que influyen decididamente los franciscanos, paladines de una reforma eclesiástica que también Cisneros propuso y lideró en su momento.

La Inquisición, creada por los Reyes Católicos en 1482, sospechó desde el primer momento en la existencia de elementos heréticos en la doctrina de los alumbrados e inició una investigación que llevó a la detención de sus principales cabecillas. Muchos nombres en esos grupos, pero Guadalajara ve discurrir los sermones y actividades de dos especialmente relevantes: la beata Isabel de la Cruz y Pedro Ruiz de Alcaraz que resultaron encarcelados en abril de 1524 y sentenciados en un auto de fe de julio de 1529. Otros nombres de aquel movimiento fueron Francisca Hernández, Juan del Castillo y María de Cazalla.

 

Sobre el núcleo de alumbrados en el palacio del Infantado

Diversas cortes castellanas de grandes señores acogieron reuniones y grupos de alumbrados. Ocurrió en Escalona, con el marqués de Villena, y ocurrió en Medina de Rioseco, con el almirante don Fadrique Enríquez, pero también ocurrió en Guadalajara.

A partir de 1520, el palacio del Infantado fue un lugar de reunión de cuantos y cuantas tenían interés en la vida recogida, en las charlas comunitarias sobre la Fe y la Oración interior. Dice Marcel Bataillon que el tercer duque era un hombre accesible a las ideas de Lutero sobre la salvación. Ya mayor, y con achaques de gota, pasaba largas temporadas en el Palacio de Guadalajara, rodeado de hijos y parientes, de amigos y amigas, de religiosos y civiles, de escritores y artistas…

Entre el personal de la capilla del Duque, Isabel de la Cruz, maestra de los alumbrados de Guadalajara, cuenta con varios discípulos. Uno de ellos es Rodrigo de Bivar, que es el maestro de canto. Y Alonso del Castillo, que es capellán del Duque, en 1525.

El tercer Duque del infantado, poco antes de morir, había admitido en su casa a Petronila de Lucena, hermana de Juan del Castillo, impregnada por este de ideas alumbradas.

El tercer duque del Infantado se libró de una segura investigación por parte de la Inquisición, que ya le apuntaba, por morir justamente en esos días, en el otoño de 1531.

En torno a 1532, María Cazalla, acude frecuentemente al palacio a conversar con la duquesa y entra en otros palacios de la aristocracia de Guadalajara.

Las noticias más claras sobre la implicación del duque del Infantado en el movimiento alumbrado, aparecen en el proceso de Petronila de Lucena, en un extracto de una disposición de Diego Hernández, de 1532, en que se dice textualmente:

“después la llevaron al Duque del Infantado defunto que envió por ella para su Maldonada, y dende a ocho días que ella fue, fallesció. E fue su hermano Lucena e un licenciado su pariente y otros por ella cuando supieron la muerte del Duque y entonces me dixo Lucena en Santiago que era el Duque gentil e que creía que estaba en lo de la salvación general con lo de Luteroe que no desconformaba en sentirlo, y no sé si me dixo que su hermana era mujer de gran marco e que si el Duque viviera que hablara con ella, que privara mucho con él porque le diera de sentir gran cosa”.

 

Alumbrados destacados de Guadalajara

De los nombres que aparecen en los diversos procesos cuya documentación se ha conservado, destacan dos fundamentales: una es Isabel de la Cruz, religiosa de la tercera orden franciscana. Vive en Guadalajara, su ciudad natal, en la parroquia de santo Tomé, y enseña a bordar a las hijas de los principales (esto lo dice Serrano y Sanz en su escrito sobre Pedro Ruiz de Alcaraz). En 1519, Isabel de la Cruz es denunciada en compañía de Pedro Ruiz de Alcaraz, Quien dice a grandes voces que es discípulo suyo en materia espiritual. Ella es quién enseña el ”dejamiento” a fray Diego de Barrera, maestro de los alumbrados de Pastrana. A través de Alcaraz y de los Cazalla, Isabel es la principal inspiradora de los dejados de Castilla la Nueva. Su proceso se ha perdido, pero sabemos que esta mujer fue realmente la más importante de este movimiento. Isabel de la Cruz era considerada como conversa. Finalmente, en 1529 se ordenó el encarcelamiento de Isabel de la Cruz, a quien le quitaron el hábito de tercera. Bataillon ve indicios de que en general toda la orden de San Francisco está de parte de los iluminados y alumbrados, pues así se expresaron cuando fueron requeridos a declarar en defensa de Isabel de la Cruz.

La otra es María Cazalla, quien ejerce, en compañía de su hermano fray Juan de Cazalla, obispo y previamente capellán de Cisneros, un verdadero apostolado por la espiritualidad personal e íntima. La encontramos a su lado en Pastrana en 1522, en los momentos en que el Evangelio del dejamiento se difunde por estos lugares. De vuelta a Guadalajara, difunde la buena palabra en los palacios de la aristocracia y deja llegar su huella hasta entre los clérigos de Alcalá.

Esta Cazalla estaba casada con un importante burgués de Guadalajara, Lope de Rueda, y era madre de varios hijos. Fue muy influyente en la vida religiosa de Guadalajara y sus alrededores, haciéndose oir en las casas nobles de la ciudad y muy especialmente en el palacio del Infantado. Siempre en persecución obsesiva de la perfección, al principio se dejó influir por la beata Mari Nuñez, que con ella vivía.

Se llevó a decir que Pedro Ruiz de Alcaraz y María Cazalla concedían a Isabel de la Cruz “mayor autoridad que a San Pablo y que a todos los santos”.

El otro núcleo de alumbrados en la tierra de Guadalajara es el formado por algunos frailes franciscanos de Pastrana, previamente instruidos por otros procedentes de Cifuentes. Fueron estos franciscanos Francisco de Ocaña y el guardián del convento fray Juan de Olmillos, cuyos éxtasis, sermones y atrevimientos proféticos armaron gran revuelo. También en Pastrana aparecen implicados Villafaña y Olivares.

Un día más en la Sierra Norte

La picota de La Toba

La picota de La Toba

Mañana va a celebrarse –esta vez en La Toba– el “Día de la Sierra”, ya en su décima edición. Un momento y un lugar en que aprovecharemos para saludar a cuantos viven por allí y se toman muy en serio la permanencia de la vida en aquella comarca apartada y silenciosa. Serán unas horas de amistad, música y discursos, de rosquillas y abrazos, para tomar energías y proseguir aguantando, un año más, en aquella latitud vigilada por el Ocejón y animada de los más sinceros deseos de recto progreso, sin olvidar sus esencias.

Creo que no me he perdido, hasta ahora, ninguno de los “Día de la Sierra” que se han venido organizando por parte de la Asociación Cultura Serranía de Guadalajara, con los apoyos institucionales que puntualmente ha ido recabando. Todos esos días han sido de pacífica convivencia, y de imprescindibles alegatos a favor del mantenimiento de una ilusión, y sobre todo de un empuje decidido, para que la vida se mantenga en esa que es, con mucho, una de las comarcas más despobladas y con menos pujanza económica de toda Europa.

No voy a escribir nombres aquí, aunque en el corazón los llevo anotados– de quienes crearon esta Jornada, y la han alimentado con entusiasmo. No son muchos, pero sí enteros y capaces. Gentes de Valverde, de Galve, de Campillejo y de Zarzuela. Gentes que pisaron toda su vida los montes, descubriendo el secreto de la Tierra en sus trochas, y doblando el espinazo para recoger el fruto (también las castañas ahora, aunque esas vienen cayendo de arriba) que tan esquivamente se deja arrancar.

No es momento de hacer poesías a la Sierra, porque las circunstancias actuales requieren más prosa y más golpe de Diario Oficial que simples fotos o poses. En todo caso, y por aquello de haber sido, inmerecidamente, destacado como serrano adjunto y proveedor de combustible literario, sí que quiero hoy dedicarle estas líneas a la Serranía de Guadalajara, a ese conjunto de cerros y veredas que al noroeste de la geografía provincial se alza verde, olorosa y limpia.

Los hitos serranos

Si me pidieran hecer, brevemente, un catálogo de los mayores emblemas, de los hitos si se quiere, de los destellos que en sus mil facies tiene la Serranía de Guadalajara, me atrevería a recitar algunos que podrían ser como flores de un ramo, o referencias inequiívocas de una marca.

Y así recordar, en el acontecer histórico de esta tierra alta y fría, pero siempre caminera y poblada, la destacada preferencia que por Atienza tuvieron los reyes castellanos. El devenir de los siglos (y hay que saber que uno de los signos inequívocos del ser humano es tener historia, y saber contarla) ha proporcionado a esta tierra los cariños de sus jerarcas: de Alfonso VI, que trató de conquistarla; de Alfonso VIII, que premió a los recueros atencinos por haberle salvado la vida y la corona; del propio Felipe V, el primer Borbón, por haberle ayudado en su jornada militar de la Sucesión al trono…

En el acontecer económico, las minas de Hiendelaencina podrían ser ese cartel primero que mostrar, aunque solo fuera por la cantidad de dinero, en forma de plata pura, que salió de las entrañas de esta tierra. La ganadería, el comercio y quizás ahora el turismo, son otros motores, nada desdeñables, a los que mencionar ahora.

Crónica y Guía de la provincia de Guadalajara

 

En la monumentalidad, el palacio ducal de Cogolludo es sin duda la perla exquisita de esta corona. Ya sé que la villa ducal se queda, en algunos planteamientos administrativos, fuera de la consideración de territorio serrano, pero a nadie se le escapa que Cogolludo fue siempre, por su situación y vocaciones, un eje clave del desarrollo y configuración de este territorio, llave de sus caminos. El palacio ducal de los Medinaceli pone en a la Serranía en el escaparate mundial del arte y la creatividad.

En el patrimonio orográfico, creo que no hay duda de señalar a pico Ocejón como referente primero. Y en el hidrográfico, al Jarama como el alto hilo de aguas que desde la atalaya del Lobo corre anchuroso hasta las vegas madrileñas.

En el folclore, que es expresión de un sentimiento, aunque sé más difícil la elección, me decanto por las Danzas de Valverde de los Arroyos, en las que música y color se conjuntan, naciendo de un más allá que entronca con la propia raigambre de la especie.

Y más cosas podrían ponerse entre estos hitos serranos, todas cordiales, hondas, muy nuestras: la alfarería de Zarzuela, los castillos medievales de Galve, Atienza, quizás Jadraque en la línea meridional del horizonte. Las jotas y sus letras nobles o pícaras en el final de cualquier fiesta. Los asados de cordero y cabrito en las mesas felices. Tanta cosas, que nos llevaría un largo rato enumerarlas tan sol.

Y, por supuesto, este Día de la Sierra, que ahora palpita de nuevo, y que deberá hacerlo ya durante muchos años, en todos los lugares donde se alberga el cantar de sus gentes.

La Toba

Toca hablar, aunque sea brevemente, de La Toba, este lugar que habita la Serranía desde hace siglos y aconteceres. Con su nombre de repoblación, y su clara raigambre geográfica, acoge mañana el Día de la Sierra, y mostrará a cuantos hasta allí lleguen su perfil cabal, sus monumentos, plazas y horizontes, entre los que caben unos cuantos bosques de roble solemne que a mí particularmente me han enamorado desde hace muchos años.

La Toba se encuentra en los primeros alzamientos del territorio serrano, y perteneció en principio al territorio de Atienza, quedando luego incluido en los dominios de Gómez Carrillo, a quien se lo regaló Juan II en atención a diversos servicios prestados, pasando luego a la familia de los Mendoza mediante trueque hecho por el cardenal don Pedro González de Mendoza, y ya en esta estirpe, como uno de los lugares correspondientes al marqués de Cenete y conde del Cid.

Consiguió La Toba el privilegio de villazgo en el siglo XVI, y de él se conserva como pétreo recuerdo la gran picota que se alza en su calle principal, de bella estampa gotizante, rematada su cilíndrica columna en tosco capitel e irregular pica.

La iglesia parroquial, dedicada a San Juan Bautista, posee una recia espadaña, de forma triangular con dos huecos para las campanas, sobre el liso muro orientado a poniente. El resto del templo es obra del siglo XVI, incluso posterior, con la fuerza de su monumental silueta pétrea. En la puerta hay una buena guarnición de clavos e hie­rros. De los cinco altares que existían en el interior sólo se conservan tres: el mayor es un monumental retablo barroco de principios del siglo XVIII, con interesante armazón y hermosas columnas. Se preside por una moderna imagen del santo titular, y a los lados aparecen sendas telas barrocas representando dos vírgenes mártires. Otros dos retablos late­rales, del mismo estilo y traza, aunque más pequeños, se parangonan con el mayor.

Guarda esta parroquia (donde sea ahora, porque le he perdido la pista física) una interesantísima cruz procesional, magnlfica pieza de orfebrería renacentista, pro­ducto clásico de la escuela de platería que en el siglo XVI se desarro­lló en Sigüenza. Va firmada por el pla­tero Martín de Covarrubias, y es todo un monumento, aunque sea mueble.

En el suelo de la nave aparece una losa de la sepultura de Gregorio Zúmel, con su escudo nobiliario y la fecha de 1557. Una lápida colocada a la derecha del altar mayor, con un escudo de armas y la leyenda «Omnia nomine domini Iesu Christi», es testimonio del recuerdo que la villa de La Toba dedica a su hijo predilecto, don Juan Ricote Alonso, obispo auxiliar de la diócesis de Madrid-Alcalá, con la fecha de su consagración episcopal, en 20 de mayo de 1951.

Son estas, en fin, algunas notas apresuradas que quieren dibujar el perfil de La Toba en este Día (será mañana) de la Sierra al que nos convoca un año más la Asociación Cultural Serranía de Guadalajara. Así sacamos de su perenne olvido a estas tierras, a este pueblo también y a sus gentes que sin alharacas ni manifestaciones piden con su trabajo la atención de quienes pasamos por delante de su perfil bravío. Un hurra sincero, un apoyo sin dudas, un compromiso de humano nivel que procurará, unido al de mis lectores, a que La Toba, en la Sierra, prosiga su camino junto a los demás enclaves de esta comarca que tanto amor nos invoca.

Guadalajara entera

El pintor Miguel Ximénez, de Pareja, gloria del gótico aragonés

Miguel Ximenez, pintor aragones

Muy poco conocido hasta ahora, traigo hoy la referencia, forzosamente breve, de un gran artista alcarreño que tuvo sus momentos de gloria en el reino de Aragón, en la segunda mitad del siglo XV, alcanzando entonces merecida fama, honores y hasta el título de pintor real de la Corte de Fernando el Católico.

Nacido en Pareja, mediado el siglo XV, cuando aquella era villa señalada del Obispado de Cuenca, y muy cuidada por sus obispos y señores, tal como recientemente ha dado a conocer el investigador Angel Montero Sánchez. Aunque no quedan en la villa alcarreña de origen datos de su nacimiento, ni documento alguno, en Aragón sí que ha dejado una importante huella, sabiendo por ella su origen alcarreño.

Fue “descubierto” este pintor por don Manuel Serrano y Sanz, Cronista Oficial de la provincia de Guadalajara, a comienzos del siglo XX, en su serie de trabajos sobre pintores aragoneses del siglo XV, publicados en la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos”. Y fue él quien centró su actividad (que no su vida) entre 1462 y 1505, haciéndole discípulo o seguidor en el estilo, de Bartolomé Bermejo, y colaborador permanente con Martín Bernat. Esa colaboración se fraguó en el retablo de San Pedro de la Seo de Zaragoza, a la que siguió el del altar mayor del monasterio de San Agustín de la capital zaragozana. Y aún nos declara Serrano, a través de documentos por él hallados, la participación de Ximénez en la pintura de los retablos de Salvatierra de Escá, de Malanquilla (junto a Salvador Gutiérrez), de Alfocea, de la iglesia del monasterio de la Merced de Zaragoza, y de la mismísima basílica de Nuestra Señora del Pilar, en Zaragoza, este en colaboración con su hijo Juan. Serrano nos añade que este pintor se encargó de hacer el retablo de Paniza, y otro del que firmó contrato en 1475 para la villa de Escatrón.

El estudio clásico de Chandler Rathfon Post, en el tomo VIII de su “History of Spanish Painting” (1941) sitúa la obra completa de Miguel Ximénez en el marco del tardogótico de raíz más flamenquizante que imperó en buena parte del territorio aragonés en la segunda mitad del siglo XV, en parangón con lo realizado por sus dos máximas figuras, Martín Bernat y Bartolomé Bermejo.

lo que caracteriza a las obras de Ximénez es su mayor linealismo en la definición de los contornos y la simplificación y artificiosidad con que traduce los plegados de las telas.

Algo más dice de él Montserrat Gumá, 2004, en su “Guía del Museu Nacional d’Art de Catalunya”, pero sobre todo quien recientemente ha centrado la figura de Ximénez es el investigador Alberto Velasco González, en su trabajo sobre “Aportaciones a los catálogos de pinturas de Miguel Ximénez y Martín Bernat, pintores de Zaragoza” en la revista “Ars & Renovatio”, nº 3 (2015), páginas 1992-232.

 

Arte y Artistas de Guadalajara

La obra más destacada de Miguel Ximénez

Lo más relevante de la obra de Ximénez ha quedado en Aragón, para cuyas iglesias se le solicitaba su arte en forma de retablos y tablas sueltas. Muchas de esas obras, bien documentadas, se conservan en los lugares de origen; otras han ido a parar a Museos de relieve, por la categoría del artista, y algunas otras desaparecieron en guerras y revoluciones. Las vemos a continuación.

Una de sus grandes obras fue el retablo de La Piedad, San Miguel Arcángel y Santa Catalina de Alejandría, para la iglesia de Santa María de Ejea de los Caballeros (en la comarca de las Cinco Villas de Zaragoza). Es de 1475 aproximadamente, y de su deslumbrante conjunto solo ha quedado la predela, que se llevó y hoy muestra en el Museo Nacional de Prado. El resto del retablo fue quemado en los primeros días de la Guerra Civil en 1936.

Para el monasterio de Sigena, en Huesca, pintó en 1494 el retablo de “San Juan Bautista, San Fabián y San Sebastián”, y con todas las obras de arte de este monasterio se llevó al Museo Nacional de Arte de Cataluña, donde hoy se encuentra expuesto.

De la colaboración con Martín Bernat surgió, entre otras obras, el retablo de “La Santa Cruz” para la iglesia parroquial de Blesa (Teruel), que hoy se encuentra como joya del gótico en el Museo Provincial de Zaragoza.

Y para la iglesia parroquial de oscense pueblo de Tamarite de Litera pintó, entre 1500 y 1503) el retablo mayor, que fue también quemado en la Guerra Civil, y del que solo quedó una tabla, dedicada a San Miguel, y que hoy es propiedad y se expone en el Museo de Arte de Filadelfia.

Arte y Artistas de Guadalajara

Santa Librada desvelada

Santa Librada en SigüenzaEl pasado día 9 de septiembre, en la sala de “El Torreón” de Sigüenza, tuve ocasión de participar en la presentación de un libro que considero de calidad y altura, por muchos motivos, pero especialmente porque trata de un tema querido para cuantos tenemos algo o mucho que ver con Sigüenza: Santa Librada, su milenaria devoción en la ciudad del alto Henares y los múltiples perfiles que aún arroja en una visión que bien podría calificarse de poliédrica.

En las postrimerías del verano, Sigüenza requiere del uso de un buen chaquetón al aparecer las primeras estrellas sobre las calles empinadas y la Alameda. El pasado 9 de septiembre hacía realmente frío en Sigüenza, lo que no fue impedimento para que la Sala de Actos del Centro Cultural “El Torreón” se presentara abarrotada de público para ser testigo de la presentación de un libro que ha supuesto un enorme trabajo por parte del autor, y que aporta un manantial rumoroso y denso de noticias sobre Santa Librada, la ancestral figura patronímica (o matronímica, según se mire) de la ciudad de Sigüenza, de su diócesis, y de sus gentes todas.

Santa Librada, lo que se esconde detrás”, es el título de este voluminoso libro que firma el investigador Marcos Nieto Jiménez, de quien luego aportaré datos. Una obra considerable, de casi 500 páginas, con muchas imágenes, y un estilo germánico en el que se aportan datos y más datos, que el autor trata de enlazar y poner en relación, aunque reconociendo, desde el principio, y dejándolo muy claro al final, que es tarea realmente dificultosa.

Porque la historia de Santa Librada es entretenida, asombrosa y con diferentes versiones a cual más sorprendente.

En el transcurso de los siglos se ha producido una lenta elaboración, muchas interpretaciones, y diferentes visiones de la historia de este personaje, de tal modo que se han creado legendarias exposiciones de su vida, de su martirio, de sus milagros (pocos), devociones, monumentos, iconografía, etc. en torno a ella. Todo reunido, en este trabajo monumental, muy documentado, con numerosísimas ilustraciones, aunque como digo siguen siendo numerosas las incógnitas abiertas todavía, de tal modo que la búsqueda de la verdad sigue en marcha, pero con unas directrices claramente marcadas por esta obra.

Es tan completo el estudio, y abre tantas vías, que aparte de saber algo más de Santa Librada, el lector termina sabiendo mucho más de cuando empezó sobre mártires, martirologios, y tendencias teológicas, en una larga secuencia de visiones sobre relatos apostólicos, devocionarios, santorales y leyendas populares. “Lo que se esconde detrás” de Santa Librada son varias leyendas, distintos orígenes, los campos de Tras Os Montes en Portugal, la Toscana en Italia y la Occitania en Francia, aunque esta comarca seguntino-medinacelense no es ajena en absoluto a sus andanzas.

Entre los numerosos aportes apasionantes que Nieto ofrece, está la posibilidad de que Santa Librada sea el residuo devocional de una primitiva, y pagana devoción a diosas de las fuentes en el valle de la Varenosa, entre Sigüenza y Pelegrina. También contempla el hecho de que sea una transposición de la figura venerada en Europa de Wilgefortis, la mártir barbuda crucificada, o incluso que fuera en su tiempo, allá por el siglo XIII, un emblema de los Templarios que en sus movimientos militares y religiosos la alzaran como emblema de fortaleza y rigor.

En Sigüenza, desde luego, figura la existencia de su tradición martirial, de sus reliquias ciertas, y de su devoción popular, desde ese mismo siglo XIII, en que pudo ser traida por el primero de los obispos seguntinos, don Rodrigo, procedente del sur de Francia. Ya que existen dos Bulas papales datadas en los años de 1250 y 1253, otorgadas por el Papa Inocencio IV al obispo seguntino Pedro II, la primera en Aviñón y la segunda en Roma.

Además de ello, y al unísono con una devoción a San Sacerdote que se mantuvo varios siglos en Sigüenza y aún hoy se mantiene en buena parte del mediodía francés, la catedral seguntina mantuvo el recuerdo de la santa aunque sin levantarla monumentos hasta comienzos del siglo XVI en que el obispo Fadrique de Portugal decide ocupar el muro septentrional del ala norte del crucero con un gran retablo dedicado a la Santa y a sus ocho hermanas, que figura talladas en hornacinas, a más del gran retablo de Juan de Soreda mostrando la interpretación del martirio de Librada por decapitación, y no por crucifixión como luego la iconografía más proclamada la ha ido poniendo ante nuestros ojos.

Santa Librada, lo que se esconde detrasEn este sentido de mostrarnos todas las imágenes posibles de Santa Librada es donde el libro de Nieto Jiménez alcanza cotas de excepcionalidad. Son docenas y docenas de figuras, de todo tipo, procedentes de toda Europa (algunas de América) que muestran a Santa librada en diferentes formas y aptitudes. Destacan piezas extraordinarias hasta ahora no reconocidas, como las tallas de Astorga, o de San Miguel de Madrid, una portentosa talla del escultor barroco Luis Salvador Carmona…

Es imposible ni siquiera resumir ideas y datos que Marcos Nieto aporta en este estudio modélico y monumental sobre Santa Librada. Solo me queda invitar a mis lectores a que se hagan con él, y lo lean, u lo analicen, y lo mediten, y lo disfruten en sus imágenes, porque es toda una aventura adentrarse en esta obra magnífica.

El arca de Santa Librada

Uno de los elementos patrimoniales más antiguos que dan testimonio de la existencia de la santa y de su culto, es el arca que se construyó para ser depositaria de sus restos corporales. No se sabe donde se construyó el arca: unos dicen que podría ser italiana, pero es muy posible que se realizara en Sigüenza, o al menos en esta ciudad se ha mostrado siempre, sin que conste su llegada desde otro lugar.

La fecha de su construcción, tal como hoy existe, es de los comienzos del siglo XIV. Aunque debió de reformarse sobre una pieza bastante anterior, tal como muestra el estilo de las figuras que la adornan. La época se concreta en el episcopado de don Simón Girón de Cisneros, porque la tapa del arca va cuajada de su emblema heráldico.

Construida en madera, presenta un revestimiento de plata repujada, y está guardada de tal manera que muy pocas personas han logrado verla. Los datos sobre ella los consigue el autor tras el análisis de la reproducción que en yeso se hizo en 1946 del arca original. En ella se muestran las cuatro paredes, dos de ellas largas, en su frente y espalda, y dos cortas en los extremos, más la tapa, que es a dos aguas, y por tanto muestra amplia iconografía, como el resto de los paneles.

El arca primitivamente estuvo colocada en el interior de una urna de piedra caliza tallada y pintada en la parte central y superior del altar de Santa Librada del brazo norte del crucero de la catedral de Sigüenza, mandado levantar por el obispo don Fadrique de Portugal a inicios del siglo XVI. Y en 1946 se decidió hacer un vaciado de sus estructuras originales, plasmándolo sobre yeso en relieve, reproduciendo en este material la totalidad del arca.

El análisis que Nieto Jiménez hace de la iconografía de esta pieza es realmente interesante, porque cuenta, describe, identifica y trata de emparejar unas figuras con otras. De tal modo que entre ellas señala a los apóstoles (las únicas figuras ciertas) Pedro y Pablo, rodeados de mujeres, jóvenes, santas, con o sin nombre, aunque él piensa que alguna de ellas sería Polixena, una figura de la Antigüedad en la que estaría el origen de Santa Librada. Además hay repetidas figuras episcopales, que lógicamente podrían identificarse con don Simón Girón, y sus escudos, más unas anillas en los extremos bajos del arca que aclaran su función, la de ser transportada sobre los hombros de los devotos, en procesiones de reliquias, antaño muy frecuentes.

Arca de Santa Librada

El autor

Marcos Nieto Jiménez (Madrid, 1960) es Licenciado en Biología, aunque nunca ha ejercido esta profesión. Se formó en los nuevos estudios de programación de sistemas, y en ese tema trabajó hasta la crisis de 1992, entrando a continuación, y por oposición, a trabajar en el Consejo Superior de Seguridad Nuclear, donde sigue su actividad, tanto en Madrid como en otros puntos de España. Terminó por levantar una casa en Sigüenza donde había estado la de sus padres.
Desde muy pequeño, y guiado por su padre, se dedicó a investigar en arte y antigüedades. Recorrió castillos y ruinas buscando sus secretos, consistentes básicamente en pequeños fragmentos de cerámica que coleccionaba y catalogaba rudimentariamente; participó como peón en la excavación de la necrópolis de Prados Redondos y tras ello, colaboró estrechamente con Nuria Morere cuando realizó su inventario arqueológico de la región seguntina, aportándola noticias y acompañándola en los reconocimientos del terreno.
Su afición por la investigación histórica y documental se inicia en 1980, en que con un grupo de colaboradores se dedica a inventariar el patrimonio artístico de la comarca seguntina, con el apoyo del Obispado. Colaboró con don Gerardo López, párroco de San Vicente, inventariando los ex-votos de Barbatona, y se sumió entre los venerables documentos del Archivo Histórico Diocesano, encontrando muchos datos que le han ido sirviendo para elaborar los tres libros que hasta ahora ha firmado: “Las sinagogas de Sigüenza” (1998), “Los cuerpos santos de Medinaceli” (2012) y el más reciente y que aquí comento, “Santa Librada. Lo que se seconde detrás” (2017). Un breve pero denso curriculum a considerar.

El libro

Estos son los datos finales bibliográficos que precisan la obra: Marcos Nieto Jiménez: “Santa Librada. Lo que se esconde detrás”. Aache Ediciones de Guadalajara. 2017. 480 páginas. ISBN 978-84-17022-27-3. P.V.P.: 22 €.