Cuevas y eremitorios de la sierra de Atienza

sábado, 2 mayo 2015 0 Por Herrera Casado
Aspecto del interior de la Cueva "La Cárcel" en Alcolea de las Peñas (Guadalajara), una muestra espectacular de eremitorio visigótico.

Aspecto del interior de la Cueva «La Cárcel» en Alcolea de las Peñas (Guadalajara), una muestra espectacular de eremitorio visigótico.

Hoy me entretengo en rememorar algunos viajes de juventud, hechos hace más de 40 años, por las serranías atencinas. Y valorar, con más serenidad ahora, lo entonces descubierto, que no fueron sino un conjunto de cuevas, de alojamientos en la roca, de curiosas formaciones, que –lo reconozco- primero atribuí a épocas prehistóricas, a los celtíberos de la zona, en torno al cogollo importante de Tiermes, pero que luego, analizando unas y otras cosas por la provincia, y ligando sus significados (Pastrana, Valdearenas, Hita, Jadraque…) llego a la conclusión de que fueron cosas hechas en la Alta Edad Media, en torno al siglo VI cuando los visigodos la poblaban, que tampoco está nada mal, en punto a antigüedad, pero con otro sentido, no guerrero o pervivencial, sino religioso, eremítico puro.

Las cuevas de Ujados

El territorio de esta parte de la sierra atencina, una ancha franja que cubre los territorios de Ujados, Hijes y Albendiego, tiene formaciones de época triásica que se desarrollan en lastras de poca altura y valles secos. En esas líneas rocosas muy roijizas en su aspecto, y de suave trato con el pico, se fueron excavando cuevas aquí y allá, y hoy las encontramos casi intactas, con su mudo mensaje de siglos muy antiguos.

Bajando desde Ujados, la primera que nos encontramos es la Cueva de la Peña Gorda. Presenta dos entradas pero un solo seno, muy amplio, de unos 2 x 3 mts. Con una pequeña oquedad al centro del muro como si fuera una alacena o lugar para guardar una imagen.

La Cueva de la Puentecilla es una de las más curiosas, está situada a unos 800 mts al este de la Cueva de la Peña Gorda. Según vemos en el croquis adjunto, tiene una disposición sumamente curiosa e inédita, pues tras la entrada estrecha va presentando habitaciones horizontales al exterior, que se comunican con otros similares más interiores, pero desarrollando una planta en zigzag. El pasillo tiene un metro de ancho, y la altura no supera el metro y medio.

Como todas las anteriores, orientada su entrada al sur, a continuación visitamos la Cueva del Tío Grillos, que tiene una breve escalinata de acceso tallada en la roca, ante ella. Muy amplia, alargada, a través de un estrecho pasadizo se llega al último seno, de planta circular, como un cub personalmente en 1972 Ujados, que fueron las que visitlada en la roca, ante ella.a Cueva del T altura no supera el metro y mediículo individual. De esta cueva sí que puede decirse, sin duda, que es uno de los ejemplos más llamativos del complejo de eremitorios altomedievales de la serranía atencina. Mientras que la sala principal por donde se accede a la cueva es un lugar de habitación, con dos nichos mortuorios que al eremita quizás le recuerdan la seguridad del morir, el espacio al que se llega a través de estrecho pasadizo, más reducido, cuadrado, es quizás una capilla, un lugar sagrado donde se recogen reliquias, una imagen, etc o bien quiso ser también espacio funerario. Daza nos da una datación muy ancha para este lugar (y por supuesto para el resto de cuevas eremitorios de Ujados): entre los siglos VI al XI pudo estar ocupado.

La cuarta y última de las cuevas de Ujados, que fueron las que visité personalmente en 1972, es la Cueva de Mingolario, que está como a unos 50 mts. de la margen izquierda del arroyo Pajares. Esta cueva aparece tallada en un alto montículo de arenisca, y actualmente presenta dos entradas, porque probablemente el espacio que había entre el exterior y la cueva, muy fino, ha debido deshacerse con la erosión de los últimos diez siglos… en su origen tuvo una sola entrada que accedía a un espacio bastante grande. Unos tres metros por debajo, en la pared de la roca se abre una oquedad de bordes muy bien cortados y definidos  y que realmente es un nicho, una sepultura, con un metro de alto y unos 80 cms. de ancho, y en cuyo interior solamente cabía un cuerpo tumbado. Es curioso constatar, finalmente, que a escasa distancia de cada una de estas cuevas, hay fuentes, escasas, pero siempre mantenidas. Y que aún en el suelo de las inmediaciones a veces aparecen excavadas breves fosas, como lugares donde el ocupante de la cueva tenía previsto ser enterrado. En todo caso, y a pesar de que son suposiciones, un metódico ascetismo de vida, meditación y muerte.

Eremitorios de Alcolea de las Peñas

Otro de los términos en que más abundantes y curiosos son los elementos rupestres en territorio atencino, es Alcolea de las Peñas. En su término se encuentra, de una parte, Morenglos, y de otra, la Cueva de la Merendilla. Quizás la más espectacular de todas las cuevas altomedievales en la serranía atencina sea la Cueva de la Cárcel tallada en la Peña del Castillo, en Alcolea de las Peñas. Cavada a pico, se compone de dos estancias irregulares: arriba la que se conoce como “cárcel” y abajo la que se denomina “calabozo”. En torno a este lugar se ha elaborado a lo largo de los siglos, y por las gentes del lugar, una leyenda poco creíble de que fue un lugar para encerrar presos políticos, durante siglos. La realidad es más sencilla: se trata de un gran eremitorio, un lugar de habitación en recogimiento para hombres apartados del mundo, que trataban de santificarse y hacer penitencia con una vida somera de ayunos, severidad y meditaciones.

Los dos espacios se comunican entre sí por un pasillo empinado. La superior o “cárcel” tiene vistas al exterior a través de dos ventanucos, con barrotes de hierro en uno de ellos, y se abre a una pequeña superficie que estuvo protegida por baranda y que permite la visión, desde la altura rocosa, de un vasto panorama. El espacio inferior, “el calabozo” es tenebroso, muy cerrado, con un pequeño ventanillo del que recibe ligera luminosidad. Sin duda era el lugar de oración, o quizás también se creó como estancia funeraria.

En Morenglos, a escasa distancia del pueblo de Alcolea de las Peñas, nos encontramos cuevas y algo más. Concretamente los restos de un poblado medieval, del que aún queda sobre el núcleo rocoso la espadaña de su templo románico, que debió estar alzado y casi entero hasta el siglo XIX. Sobre la superficie de la roca, se abren numerosas tumbas talladas, de todos los tamaños y disposiciones. Pero el origen remoto de este lugar es también el de un eremitorio, porque hay una extraordinaria cueva tallada en la parte del mediodía de la roca sustentadora. Esta cueva presenta dos espacios separados por un tabique de roca, y en el espacio oriental se ven restos de una chimenea con el tiro completo excavado en la roca. Monreal nos dice que este tipo de gran eremitorio casi circular es muy típico de otros ámbitos en Rioja y Santander. En el caso de Morenglos se ve que el eremitorio, que posiblemente surgió en época todavía visigoda, generó a la larga un poblado en su derredor, debido al prestigio de los monjes, considerado el lugar como santificado por su bondad, pureza y sabiduría, con restos ya seculares de enterramientos de otros eremitas, etc.

A menos de un kilómetro, por terreno fácil, de Morenglos, también en término de Alcolea de las Peñas aunque en la raya misma con el de Tordelrábano, nos encontramos la impresionante Cueva de la Merendilla, hermosa, grande, espectacular: tallada en el siglo VI. Tiene dos pisos, y en el de arriba, limpio y diáfano, cabían muchas personas, con un enorme pilar en el centro. Se le ha calificado como uno de los principales espacios rupestres de tipo cultural de toda Castilla. Su planta compleja, que vemos junto a estas líneas, ya está hablando de su destino sacro, pues recuerda la disposición de una iglesia, similar a la que vemos en Albelda, en el valle del Najerilla, en la Rioja. Incluso en el pilar de la primera estancia de esta cueva se ve una gran cantidad de grafitos cruciformes, signos inequívocos de su destino cultual. Y además aquí se encuentran, sobre la roca en que está excavada la cueva, los restos de una torre, que como en otros lugares del norte de la península, hacía de campanario y referencia exterior para guiar a los peregrinos que sin duda acudían a este lugar. Daza fecha este espacio entre los siglos VI-VII, sin duda el momento en que surge este complejo mundo eremítico, de cuevas y refugios de hombres santos en la serranía atencina.

Hijes y Albendiego

Junto a Ujados está Hijes, pueblo del que destaca su color rojizo, propio de la arenisca sobre la que se construyó, y material para levantar su templo parroquial y sus casas. En el término de Hijes hay también varias cuevas, destacando el conjunto de ellas denominado de Arroyo Pajares ubicado al nordeste del casco urbano de Ujados, a kilómetro y medio de la carretera y al sureste de Hijes, sobre la margen izquierda del arroyo Pajares. Es este un conjunto formado por una pequeña covacha, en cuyo interior resta una sepultura antropomorfa excavada en la roca. Junto a ella, hay una estructura semirrupestre que en su tiempo tuvo cubierta vegetal. En su pared sureste se localiza un nicho a modo de alacena-altar. Se ha pensado que pudo ser una “laura” o espacio de eremita, estrecho y con sepultura aneja.

Y en Albendiego, lugar donde ahora, desde el siglo XIII, resplandece la armonía arquitectónica de la iglesia de Santa Coloma, hubo también hábitat eremítico, con un conjunto de talladas cuevas de las que hoy puede visitarse, porque está cerca del templo, la bien llamada Cueva de Santa Coloma, junto a la carretera que conduce al casco urbano, junto al arcén derecho, a una altura de 2 metros sobre la calzada. Se sitía en el margen izquierdo del río Bornova, que ya por allí baja crecido, y frente a la iglesia que hemos mencionado.

La cueva tiene una gran boca de acceso y en ella se ve una estancia principal, aunque hoy ya muy colmatada, desde la que se pasaba a otras dos pequeñas estancias laterales, con planta más alargada, y entre ellas un acceso de arco de medio punto, todo tallado en la arenisca. Ya hace 40 años, en mi estudio inicial sobre los monasterios de la provincia, indiqué que esta cueva o conjunto eremítico pudo ser el origen de la comunidad de monjes que luego, agrupados en la Orden de Canónigos Regulares de San Agustín, sirvió de esencia para la instalación de un monasterio en Albendiego: los eremitas de toda esta zona, con una tradiicón de varios siglos a sus espaldas, agrupados en un pequeño monasterio, a impulsos del también naciente cabildo de Sigüenza, que creó la figura de “abad de Santa Coloma” para uno de los sillones del coro seguntino. Algo similar ocurrió en San Millán de la Cogolla, y algo así pasó (aunque todo está oscurecido por la lejanía del tiempo y los escasos restos documentales del proceso) en todo el norte de la Península.