Conversaciones con Juan Pablo Mañueco sobre el realismo simbólico

viernes, 9 enero 2015 1 Por Herrera Casado

Manueco_Martinez

Nos encontramos a Juan Pablo Mañueco en el lugar más probable. El juego de la probabilidad es infalible con este escritor alcarreño. Está en la calle. Sube la Mayor o baja el Amparo, pero Juan Pablo Mañueco, tras haber pasado unas horas en su despacho, escribiendo, sale a la calle: la vive y la respira. Por eso escribe tan cercano a ella, sabiendo de lo que habla.

En tan solo seis meses, ha publicado seis libros. Unos de poesía, otros de prosa. Todos nutridos de un sustancioso bagaje intelectual e informativo, con el que Mañueco camina y dispensa palabras que sirven para aprender, disfrutar, soñar incluso.

De esos libros, conviene repasar sus títulos, y quizás, preguntándole a él, sus contenidos. Porque la tarea de un escritor es –primero de todo- hablar consigo mismo, entenderse de verdad con ese extraño ser que cada uno llevamos dentro. Y luego, repartir a los demás esas palabras, esos conceptos y esas medidas palabras que llevan sonido y mensaje. Los libros que Mañueco ha publicado en los pasados meses, todos a través de la editorial Aache de Guadalajara, son estos: «Guadalajara, te doy mi palabra» (versos en torno a Guadalajara y sus gentes, con el palacio del Infantado en la portada); dos tomos de la obra «Castilla, este canto es tu canto», en los que analiza con profundidad y rigor la evolución histórica y literaria de nuestra nación, Castilla, a través de autores, personajes, batallas y ciudades; aunque en un solo tomo, el «Viaje por Guadalajara /¿Dónde estáis los que solíais?»  es un libro doble, son dos libros: en uno aparece la novela de un día de verano, un viajero que recorre la ciudad, de arriba abajo, encontrando monumentos, gentes, intervenciones afortunadas, y desastres sin cuento. Y el otro, entremezclado entre los capítulos de la novela, es un largo poema que constituye la glosa vital del personaje, aludiendo a las mil cosas que un poeta alude normalmente, la vida, la muerte, el recuerdo, la nostalgia… finalmente, en diciembre apareció el sexto volumen de Mañueco, dedicado íntegramente a la poesía, los “Cuarenta sonetos populares y cinco canciones diversas”, en el que la diversidad nos envuelve con temas tan sorprendentes como el canto certero a los Encierros de Guadalajara, la alegría por la décima copa de Europa conseguida este verano por el Real Madrid, una serie de sonetos de amor encendido y brillante, o la desgranada elegía del tiempo a través de los meses de un mensario.

 

Intercambio de palabras

Paseando lentos la plaza de Santo Domingo, Mañueco y el cronista hablan de Guadalajara y de la poesía.

 

H.C. ¿Qué persigues al escribir poesía, tanta y con tanto entusiasmo?

 

J.P.M. En los últimos seis meses, he publicado también la novela que antes has citado, “Viaje por Guadalajara” y dos pequeñas obras de teatro, que van incluidas en ese libro poliédrico que es la novela mencionada, pero sí es cierto que me tengo más por poeta que por prosista. Y que incluso mi prosa literaria pretendo que no sea solo meramente narrativa o descriptiva, sino que, además, se adentre en la expresión metafórica y se enriquezca creativamente.

 

¿Qué pretendo al escribir? Lo que cualquier ser humano o artista: expresarme. En mi caso, mediante la palabra escrita. Lo hago desde siempre, desde que iba a la escuela primaria en Tórtola de Henares, o desde que estudié el bachillerato, en Valencia, y ya entonces dirigía la revista del colegio, que incluso vendíamos en los kioscos de la zona, con contenido de críticas de libros, con entrevistas, noticias del pueblo… Desde siempre, me acuerdo de mí mismo escribiendo.

 

H.C. En tus últimos libros has introducido novedades poéticas que conviene destacar. Una de ellas es el “Realismo Simbólico” ¿Qué pretende este movimiento?

 

J.P.M. Con el “realismo simbólico” propugno una doble fusión: acercar la prosa narrativa a lo poético y, al mismo tiempo, conseguir que la poesía cuente historias y tenga argumento narrativo. Como ocurría antes de 1850, lo cual permitía que tuviera mucha más aceptación que en estos momentos y que hoy nos parece lo propio de la novela… Esto es lo que ha permitido el despegue de este género, en detrimento de la poesía, y su aceptación mayoritaria por el público desde finales del siglo XIX…

 

Que determinadas poesías tengan también argumento es lo que puede acercar la poesía al gran público, recuperando el terreno perdido. La poesía –lírica, épica o dramática– es la que gozaba de las preferencias de la gente entonces, antes de la eclosión de la novela realista decimonónica, que comenzó a relegar a la poesía al reino de lo minoritario (y sólo a lo lírico), precisamente porque supo unir los conceptos de “novela en prosa” con el de “personajes que dialogan dentro de un argumento que relata cosas”.

 

Por otra parte, el “realismo simbólico”  a lo que aspira, incluso dentro de la novela en prosa, es a no ser meramente prosaica, sino que se dote también de un alto contenido poético o alegórico que llene su lenguaje de significaciones adicionales.

 

En novela, ya intenté ese “realismo simbólico” con mi primera narración larga publicada, “Soberano don Nadie” (2006), obra de la que no estoy satisfecho, aunque alcanzó dos ediciones. En cambio, sí creo haberlo llevado a la práctica adecuadamente con “Viaje por Guadalajara”, que aún es novedad en las librerías.

 

H.C. ¿Qué grado de realismo y qué grado de simbolismo tiene “Viaje por Guadalajara”?

 

J.P.M. “Viaje por Guadalajara”, por un lado, es puro realismo tradicional: se describe un recorrido de doce horas por la ciudad que efectúa un forastero, en un día a finales del pasado mes de agosto. Visita la ciudad y se va encontrando con personas concretas con nombres y apellidos que se citan, con establecimientos  de la ciudad  que se mencionan (restaurantes, cafeterías, librerías, iglesias, conventos, palacios, y con camareros, hosteleros, trabajadores bancarios, sacerdotes, paseantes…) también concretos, que le van saliendo al paso durante su recorrido.

 

En el apartado simbólico, en cambio, hay descripciones de plazas, calles o parques de la ciudad que en nada se diferencian de la prosa poética.

 

E incluso, a veces, hay escenas aéreas o descripciones de lugares desde todos los planos, en picado y contrapicado, que podrían tomarse por escenas cinematográficas, o por el guión para hacer una película.

 

Incluso cuando se llega al parque de la Concordia, se asiste, entre los árboles del parque y el cielo de la Concordia, que se oscurece, a la proyección cinematográfica de varios cortos, que son las escenas que acabamos de leer en la novela y que ha ido grabando una misteriosa cámara autónoma que acompaña al Viajero durante todo su periplo, tomando imágenes de cuanto le sucede.

 

¿Más simbolismo en la novela? Pues sirva como ejemplo el siguiente: en determinado lugar un tanto recóndito de la ciudad el Viajero se encuentra con una especie de “aleph” borgiano que le transporta hasta el primer día de la Creación del Universo o al momento inicial del Big Bang (que eso no queda claro en la novela) y luego, a través de ese “aleph” retorna vertiginosamente a la Tierra y a la ciudad de Guadalajara, en el Tercer Día de la Creación, cuando aún no ha surgido el ser humano, sino sólo los vegetales.

 

El lugar de la –hoy- ciudad de Guadalajara al que retorna, no es un lugar cualquiera… Concretamente, es el Paraíso Terrenal (que en la Biblia no acaba de precisarse su ubicación, pero en la novela sí se delimita con exactitud: está aquí, a poca distancia del centro urbano de Guadalajara, sin ir más lejos). Y, además, para aumentar la evocación literaria, en ese momento está brotando en el Jardín del Edén el Árbol de las Letras del Bien y del Mal, que se describe bastante detenidamente.

 

H.C. En tus recientes libros, has introducido importantes novedades formales, como varias nuevas métricas. Una de ellas es la “victoriola”. ¿Qué es esto, en concreto?

 

J.P.M. La fusión de las dos estrofas más sublimes de la lírica castellana: el soneto y la lira. Con estos padres, el resultado tiene que ser también interesante, creo yo.

 

Esto es una “victoriola”: dos liras entre dos cuartetos, uno al inicio y otro al final. Con rimas consonantes que se repiten entre el primer cuarteto y la primera lira, por un lado, y la segunda lira y el segundo cuarteto, por otro.

 

La victoriola también admite variaciones –que los cuartetos sean serventesios, que les acompañen largos estrambotes en tercetos encadenados donde se cuenten largas o breves historias, etc…- de las que ya publiqué ejemplos también en “Castilla, este canto es tu canto. Parte II”. Y la he seguido usando desde entonces. Mis próximos libros llevan muchas victoriolas.

 

H.C. Aportas también la “sonetina”. ¿Qué es en concreto este nuevo metro?

 

J.P.M. La sonetina es producto muy reciente, de finales de 2014, a consecuencia del cansancio que me produjo la composición de tantos sonetos durante el año. Es una innovación dentro del soneto.

 

Consiste en un soneto de arte menor, de ocho sílabas, lo cual no es una novedad. Hasta aquí es una variante que ya se había utilizado con anterioridad, sin mucho éxito, porque evidentemente no resiste la comparación con el soneto endecasílabo, el que aclimataron al idioma castellano el catalán Juan Boscán y el toledano Garcilaso de la Vega.

 

Pero la innovación que yo le he añadido al soneto de arte menor, y que le da nuevos bríos, sí conduce a una nueva estrofa y, en mi opinión, lleva de posibilidades. Para que sea una  sonetina, yo adiciono, entre cada estrofa del soneto de arte menor, un estribillo de uno o dos versos, que varía ligeramente en su fondo en cada repetición, y que rima por sí mismo, en su forma, teniendo vida propia dentro del soneto corto, aunque manteniendo la unidad temática con ese soneto octosílabo del que forma parte. O, a veces, no, a veces es el contrapunto a lo que se está expresando en el soneto octosílabo.

 

En cualquier caso, la conjunción de una estrofa tan culta como el soneto, en su vertiente octosílaba, con la sencillez popular de los estribillos, normalmente, sentimentales, abre un mundo de posibilidades, a quien quiera explorarlas.

 

Esta novedad se usa ampliamente, por primera vez, en mi libro inicial de 2015, “España, mareas de tus tres mares”, donde se recogen muchos ejemplos de las sonetinas, entre otras estrofas.

 

Y en estas nos plantamos en la plaza mayor, entre las turbas vendedoras de los artesanos andantes. La conversación con Juan Pablo Mañueco se alarga más, aún mucho más. Él siente el poder de la inspiración, la fuerza de la creatividad y el lujo de sus palabras, arrolladoras, saliendo siempre en un tropel fructuoso.

Pero nosotros acabamos aquí la charla publicable, porque más preguntas y respuestas daría, como puede que un día dén, resultado de esta conversación, para otro libro.