Cruces de procesión y parada
Hasta el mes de Diciembre estará abierta al público, en el patio central del Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza, la Exposición “Con este signo vencerás” dedicada a la muestra de cruces parroquiales de la diócesis que se inauguró a finales del mes de julio. Pudimos visitarla y disfrutar de su montaje y, sobre todo, de sus piezas excepcionales.
En el contexto del rico patrimonio artístico guadalajareño, destacan las cruces parroquiales, elementos de arte exquisitamente trabajados, en siglos antiguos, y que hoy por su fragilidad y sobre todo por su peligro de ser robadas permanecen a buen recaudo, en museos o en las parroquias y pueblos, con sistemas de protección “a la antigua usanza” pero que van dando resultado: normalmente se conservan, en diferentes domicilios particulares, troceadas, uniéndose en la ocasión de salir procesionalmente con motivo de la fiesta local o en romerías. Es una lástima que elementos artísticos de tan alto valor tengan que conservarse así, pero a esto se ha llegado, cinco siglos después de haberse elaborado, porque ahora su valor es más monetario que sacro, y ahí está su riesgo, y su peligro.
Recomiendo vivamente la visita de esta exposición, que se ha montado con motivo del quinto centenario del hallazgo o “invención” de la Santa Cruz Aparecida de Albalate de Zorita. Aunque en ella solamente se van a ver las cruces que se conservan en el Museo Diocesano de Sigüenza desde que este se creó, hace ahora unos 40 años. Las mejores se mantienen en los pueblos, y aunque yo tuve en su día la suerte de poder admirarlas, fotografiarlas y estudiarlas, hoy se complica mucho esta visita.
De todas las grandes cruces parroquiales, procesionales y de parada, que aún quedan en la provincia, yo destacaría algunas, solo por dar una idea de lo que hablamos. Hay muchas más. Y así recordaría la cruz de Ciruelas, de estilo gótico, en plata sobredorada, obra de finales del siglo XV o principios del XVI, que lleva las marcas de la ciudad de Sigüenza y del platero Martín Osca, su autor. En el anverso aparece al centro Cristo crucificado con escenas de la Pasión en los extremos de los brazos de la cruz, y en el reverso una imagen de la Virgen María. La macolla, en dos pisos, muestra a los doce apóstoles. Recordaría también la cruz de Valfermoso de Tajuña, en plata con múltiples detalles iconográficos sobre chapas y repujados, obra de comienzos del siglo XVI, que pertenece a la escuela o taller de orfebrería de Sigüenza, y denota ser de mano del mismo artista que la anterior, Martín Osca. Destacan en esta Cruz las figuras de Cristo crucificado y la Virgen María, así como diversas escenas de la Pasión.
De la escuela seguntina, recordar la cruz procesional de Villar de Cobeta, junto a Buenafuente, que es procesional, magnífica, del siglo XVI, realizada en los talleres de orfebrería de Sigüenza por el que fue platero del Cabildo seguntino Pedro de Frías. Dicha cruz, en plata tallada y repujada, muestra en su anverso central a Cristo crucificado y en su reverso a San Pedro revestido de pontifical. En los extremos de los brazos aparecen bien talladas imágenes de los símbolos de los evangelistas, cartelas, angelillos, etc.
De los talleres segovianos quedan varias cruces por los pequeños pueblos de nuestra Sierra alta, la que ahora llamaos “Sierra Norte de Guadalajara”. Así hemos visto una en Cantalojas, donde se guarda todavía el ejemplar destacado de su cruz, que es de comienzos del siglo XVI y reúne las características de otras cruces serranas, todas salidas de los talleres segovianos de orfebrería. Y otra en Valverde de los Arroyos, soberbia obra de orfebrería renacentista, hecha en el siglo XVI en los talleres de Segovia por el orfebre Diego Valles. En el centro del anverso aparece Cristo crucificado, y en el reverso un grupo de la Piedad rematada por un friso de traza gótica. Este es el aire que tiene la cruz por ser de iguales dimensiones sus cuatro palos. En los extremos de los brazos, y en los medallones romboidales de su achatada macolla, aparecen grabadas toscamente varias figuras de santos y santas con sus atributos.
En la Campiña es Uceda donde se guarda uno de los mejores ejemplares de toda la provincia: su magnífica cruz procesional, de gran tamaño, en planchas de plata repujada, toda ella realizada a mano por un buen orfebre de Toledo de comienzos del siglo XVI, llamado Abanda. Son magníficos el Cristo que centra el anverso de la cruz, y algunos de los grandes medallones que cubren los extremos en sus brazos, con escenas de la vida de Jesús, y varias imágenes de Santos. Alguno de sus detalles vemos en representación gráfica junto a estas líneas.
Y finalmente la mejor sin duda de toda Guadalajara, esta en la Alcarria, y guardada como oro en paño: la de La Puerta, cuya parroquia es propietaria de una magnífica cruz procesional de plata repujada, obra de mitad del siglo XVI, debida al orfebre conquense Francisco Becerril. Mide 97 cm. de altura y 47 cm. de envergadura. En el anverso presenta una importante talla en plata de Cristo crucificado; en el reverso, gran medallón con el arcángel san Gabriel acuchillando al Demonio. En los extremos, arriba, el pelícano simbólico alimentando a sus crías, y santas mujeres; y los cuatro evangelistas en magníficos escorzos renacientes. En la macolla, de dos pisos, aparecen los doce apóstoles cobijados bajo doseles sostenidos por columnas y cariátides, todo ello rodeado de profusa decoración de grutescos, roleos, trofeos y cartelas.
Si del Señorío de Molina hubiéramos de escoger una cruz, la mejor de todas puede que sea la de Alustante: cruz procesional que talló y ejecutó el platero seguntino Jerónimo de Covarrubias en 1565, y de la que algunas piezas, como el Cristo crucificado del anverso y la Virgen María en Asunción del reverso, son piezas supremas del arte de la escultura en plata.
La Santa Cruz Aparecida Albalate de Zorita
Pero el motivo de estas líneas es la conmemoración del quinto centenario de la aparición, o hallazgo, de una de las más antiguas cruces procesionales de la Alcarria: la de Albalate de Zorita, que surgió de debajo de una piedra en septiembre de 1514, pero que sin duda, a poco que se a analice, muestra ser una obra de mayor antigüedad, del siglo XIII probablemente, si no más antigua.
En una capilla del fondo de la nave del evangelio, en la espléndida iglesia parroquial de Albalate, se guarda y venera la llamada Santa Cruz Aparecida, o Cruz del Perro, patrona de Albalate y motivo central del escudo de la villa. Es doble su valor: artístico, y sentimental. Se trata de una joya de la orfebrería del siglo XIII, hecha en bronce dorado, con 47,5 cms. de altura y 28 cms. de envergadura, rematando sus extremos en escuetas flores de lis, sobre las que se aparecen los relieves en bronce de cuatro rudas efigies representando a María Virgen [izquierda], a San Juan [derecha] y a San Pedro y San Pablo [arriba y abajo] o al menos a dos apóstoles. Cuatro gemas de cristal de roca se sitúan en el promedio de los brazos, y en el centro aparecen la imagen de Cristo crucificado. En el reverso de la cruz aparecen, también grabados, los símbolos de los evangelistas, y en su centro se ve la figura de Jesús en actitud de bendecir, de medio cuerpo, como clásica representación del Rey y Juez que por sus detalles (terminación estriada de los cabellos y rostro imberbe) nos sugiere la imagen más preciada de Cristo en los tiempos medievales, la de la Vera Icona, aquella cruz que se conservó en el Sancta Sanctorum del Patriarcado Lateranense de Roma. De sus brazos cuelgan dos cadenillas. Su apelativo de Cruz del Perro deriva de su milagroso hallazgo, ocurrido en septiembre de 1514, en la orilla del río Tajo, en el lugar conocido con el nombre de Cabanillas, donde aún hoy se ven los restos de una ermita construida en el siglo XVIII. Fue un perro [la podenca Consula, por más señas] el que, bajo una gran roca, encontró escarbando esta pieza de orfebrería, sin duda guardada allí en siglos anteriores. La devoción de Albalate por esta Cruz fue en aumento: en 1542 se fundó la Cofradía de pajes esclavos de la Santísima Cruz Aparecida, y se conserva como fiesta mayor del pueblo la del 27 de septiembre, en memoria de la fecha del hallazgo, siendo paseada en esta fecha sobre adornada carroza por toda la villa. Vinieron personalmente a contemplarla y adorarla el Emperador Carlos I y Felipe III.
El mejor estudio hasta ahora realizado de esta cruz procesional, se debe a don Miguel Angel Ortega Canales, director del Museo Diocesano de Arte Antiguo, de Sigüenza, que lo ha publicado en el contexto de la obra “Con este signo vencerás” que sirve de catálogo a la exposición conmemorativa del quinto centenario del hallazgo de esta cruz, y que como dije al principio, está abierta hasta diciembre en el referido museo seguntino.
En ese trabajo, meticuloso y serio, don Miguel Angel nos desvela sus apreciaciones sobre la iconografía de esta cruz, en la que hay rasgos muy especiales, como su traza de cruz latina primitiva, los cristales de roca del centro de los brazos, y las cadenillas que de ellos cuelgan con pequeños cristales, en costumbre heredada del arte visigodo y aún bizantino. O la peculiaridad de las figuras netamente románicas que surgen en los extremos flordelisados de la cruz (con María Virgen, San Juan, y los apóstoles Pedro y Pablo, más las representaciones de los símbolos del Tetramorfos (Angel-Hombre, Aguila, Toro y Leon) en las esquinas del reverso.
En todo caso, una circunstancia este del quinto centenario de la Cruz de Albalate, para apreciar esta parcela de nuestro patrimonio, y acumular aplausos, atenciones, estudios y protecciones sobre el mismo, que buena falta le hace.