Libros de Guadalajara en Toledo
El pasado martes 11 de marzo se inauguró en Toledo, en la Sala Borbón-Lorenzana de la Biblioteca Regional, sita en el Alcázar Real, la exposición “Los libros de Aache en Toledo”, que viene a ser una muestra antológica de lo que esta editorial alcarreña, que ya ha cumplido los veinticinco años de existencia y labor continuada, ha contribuido a la cultura escrita, bibliográfica y activa de nuestra provincia y, como acaba de reconocerse, de nuestra región autonómica.
Con una asistencia más que nutrida de interesados en el mundo del libro y la cultura, algunos procedentes de Guadalajara, y la mayoría de Toledo y otros lugares de la Región, el pasado día 11 de marzo a media mañana quedó inaugurada la exposición “Los libros de Aache en Toledo”, y que con la abreviatura de “ExpoAache” va a estar abierta todos los días a excepción de los domingos, y hasta el próximo 29 de marzo, en la sala Borbón-Lorenzana del Alcázar Real de Toledo.
Ni que decir tiene que, como creador en su día, hace ya más de 25 años, de esta empresa cultural, que ha recibido premios y alabanzas desde los más variados ámbitos de la Región castellano-manchega, me he sentido enormemente satisfecho de haber alcanzado este galardón (así lo considero, exponer tantos años de trabajo en un lugar tan emblemático) y solo quiero agradecer a cuantos me han ayudado en esta tarea a que llegara a tan señalada meta.
Autores destacados
La densa aportación de títulos, de temas, de referencias escritas sobre la provincia de Guadalajara, que la editorial Aache ha conseguido en los 500 títulos publicados hasta este momento, reconoce una enorme deuda de gratitud a los autores que han escrito libros y han aportado sus investigaciones, para que pasaran luego a la sede impresa de los libros. En esta tarea de la edición, que considero solo se puede hacer desde la perspectiva de un intenso amor hacia los libros (hoy es imposible plantear una empresa de este tipo con el objetivo de ganar dinero, porque es absolutamente imposible [de toda imposibilidad]), me he visto siempre apoyado de los autores, que han prestado, en su mayoría generosamente, sus investigaciones y sus desvelos para acrecentar la nómina bibliográfica que pusiera a Guadalajara en el lugar que le corresponde de la cultura histórica y monumental de España.
Entre esos autores, ha habido académicos y profesores de la más alta consideración. No deben ser olvidados los nombres de don Luis Cervera Vera, arquitecto y académico de Bellas Artes (publicó en Aache un extraordinario libro sobre Tendilla); de don Faustino Menéndez-Pidal y Navascués (actual secretario de la Real Academia de la Historia) que publicó en esta editorial su tratado de “Sigilografía Española”; de don Manuel Criado de Val, reconocido investigador del idioma, que en concreto prestó su nombre a la reconocida “Historia de Hita y su Arcipreste”; del profesor emérito de literatura, don José Serrano Belinchón, quien ha aportado a Aache numerosos títulos, claves para entender la historia y el ser de la provincia (especialmente ese gran Diccionario Enciclopédico que es todo un monumento al saber provincial); de José María Alonso-Gamo, que fue Premio Nacional de Poesía, con sus reconocidos libros sobre Catulo y Santayana; de don Francisco Layna Serrano, cronista provincial de Guadalajara, y académico por partida doble, Premio Fastenrath de la Academia de la Lengua, por sus “Obras Completas”, todo un monumento al saber provincia; de don Alfredo Villaverde Gil, presidente de la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha, por sus libros de viajes; de don Luis Monje Ciruelo, el decano de la prensa alcarreña; de don Francisco García Marquina, escritor reconocido en ámbitos internacionales; de don José Antonio Suárez de Puga, cronista de la ciudad de Guadalajara….. bueno, de varios cientos más, todos ellos y todas ellas de reconocida valía.
Cuando me pongo a considerar la lista de los autores y autoras que han dado vida con sus libros a la editorial Aache, y a la amistad que todos ellos me han brindado, quedo asombrado y casi hasta asustado… porque esa amistad y esa consideración son el mejor bagaje que la editorial lleva en su cartera.
Colecciones de referencia
La vida de una editorial está en sus colecciones. Desde el momento de su nacimiento, Aache pensó que todos los libros que publicara debían ir enmarcados en el título y corona de una colección, porque un libro solitario a veces puede perderse, en el bosque denso y cerrado de la bibliografía, pero un libro encuadrado en una colección, navega en mejor barco, con otros compañeros.
Así empezó con la colección más emblemática y numerosa hasta ahora, la denominada “Tierra de Guadalajara”, que camina firme (esta primavera conseguirá llegar) hacia el número 90, y en la que se han ido encuadrando estudios monográficos sobre los aspectos más variopintos de la provincia de Guadalajara: historias de pueblos (Sigüenza fue el primero, pero le siguieron Cifuentes, Tendilla, Pastrana, Horche, Yebes…), guías de monumentos (el palacio del Infantado fue también su inicio, pero siguieron el palacio de don Antonio de Mendoza, el Panteón de la condesa de la Vega del Pozo, la fuente de los Cuatro Caños de Pastrana, el castillo de Jadraque, la Casa del Doncel..), estudios de temas costumbristas (las fiestas Tradicionales de Guadalajara que fueron recogidas por López de los Mozos, más los estudios de artesanía y alfarería de Eulalia Castellote, la Cocina de Guadalajara de Juan Antonio Martínez Gómez-Gordo, o la Feria de las Mercaderías de Tendilla, por José Luis García de Paz, quien añadiría a la colección uno de sus títulos más emblemáticos: el “Patrimonio Desaparecido de Guadalajara”).
Con similares intenciones surgieron otras colecciones, como la de “Tierra de Castilla-La Mancha” en la que se han recogido, en diez volúmenes, una buena parte del acervo patrimonial de la Región autónoma, o la de “Tierra de Madrid” que ha ofrecido visiones de pueblos, monumentos y castillos de esa comunidad vecina. A punto está de iniciar su andadura una cuarta colección de este tipo, la titulada “Tierra del Quijote”, en la que van a aparecer estudios (de historia, de arqueología, de viajes y referencias literarias sobre la universal obra cervantina) referidos a pueblos de la región.
Pero otras muchas colecciones fueron surgiendo, nítidamente definidas por sus títulos, en temas como los viajes literarios (“Viajero a pie” es su título, y la inauguró García Marquina con su “Guía del Viaje a la Alcarria” seguido de plumas ilustres como el catedrático Carrero Eras, el novelista Urioste y Ramón y Cajal, o el inolvidable charlista Felipe Olivier y López-Merlo), como los estudios universitarios (los “Scripta Academiae” han reunido ya treinta títulos de aspectos históricos principalmente, pero también médicos, biográficos y hasta de interpretación templaria…), siguiendo con la Colección “Letras Mayúsculas” en la que van casi 40 títulos de obras literarias, novelas, ensayos, primeras apariciones de escritores luego consagrados (recuerdo aquí a Juan Laborda, a Soledad López, a García Seror, a Luis Miguel Díaz… el próximo va a ser el profesor Pinel Martínez que va a obsequiarnos con una novela centrada en Arbancón).
Y siguen las colecciones: el “Archivo Heráldico de Guadalajara”, o el “Proyecto Lucena”, que nació quizás con más anhelos de los que podía y se quedó en eso, en proyecto, aunque con dos títulos mayúsculos, la “Escultura funeraria en España” de Ricardo de Orueta, y el “Elogio y Nostalgia de Sigüenza” de Alfredo Juderías. Y, por supuesto, la colección bandera de la editorial Aache, las “Obras Completas de Layna Serrano” que está en marcha, sigue viva, desde 1993 en que para conmemorar el centenario del nacimiento del cronista empezó a recoger todos sus libros y ahora lo está haciendo, -en volúmenes grandes, lujosos, cuajados de ilustraciones sorprendentes- con sus artículos y trabajos dispersos.
Una tarea cultural
Que la cultura está en todas partes, es algo incuestionable. Está en el teatro, en la música, en los recitales poéticos, en el cine, en la fotografía, en la pintura y escultura, en la enseñanza… y Guadalajara tiene, y ha tenido, mil y una formas de llegar a la Cultura a través de esas manifestaciones. Pero uno de los lugares donde con mayor presencia se decanta la Cultura es, sin duda, en los libros. Porque son más perennes, saben aguantar mejor el paso del tiempo, son capaces de llegar a más gente, durante más tiempo.
Y esa capacidad generadora de cultura que tienen los libros depende también de que estos existan, de que se hagan ediciones atractivas, bien diseñadas, abundantes… para que sean muchas manos las que los sostengan, y muchos ojos, y muchas mentes, las que pasen sobre sus líneas y acaparen lo que enseñan. Por eso la tarea de una editorial ha sido siempre benéfica, fundamental. Personalmente (y una vez más, la última ya, pido perdón por hablar en primera persona de estos temas) me siento muy feliz de haber creado esta (Aache, hace ahora 25 años) y haberla hecho así de grande, de nutrida y de gozosa. Porque solo quiero que de ella quede algo en el recuerdo de quienes la sepan: que trató de ofrecer el saber antiguo, las palabras nuevas, y siempre, siempre, la alegría de vivir plasmada sobre el papel y custodiada entre las tapas de sus libros.
El lugar de la exposición
La Sala Borbón-Lorenzana, sita en la 8ª planta (de ascensor) de la Biblioteca Regional de Castilla-La Mancha, en el edificio del gran Alcázar Real de Toledo, es uno de esos lugares “con magia” en los que uno piensa que ha cambiado de siglo –incluso de personalidad y de latidos- cuando se encuentra inmerso en ella.
Se trata de un enorme espacio rectangular, cubiertos sus muros de estanterías de madera, tras cuyas celosías de cristal asoman los lomos pardos, negros y rojizos de miles y miles de libros antiguos. En esas vitrinas se guarda la colección bibliográfica que da nombre a la sala, la Colección Borbón-Lorenzana, que por su riqueza y singularidad se constituye en una de las más importantes colecciones de libros de Europa. Está compuesta por unos 700 manuscritos, 414 incunables y más de 100.000 libros impresos entre los siglos XVI y XIX.
El origen de esta Colección está en la Biblioteca Arzobispal que el cardenal ilustrado Francisco Antonio de Lorenzana abrió en su Palacio en 1773 por mandato del rey Carlos III. En ella, reunió el legado bibliográfico de los fondos pertenecientes a sus antecesores en el arzobispado, libros valiosos y objetos curiosos que él mismo trajo de su estancia en Méjico, y más de 9.000 libros propiedad del colegio de Jesuitas. Dicha colección se enriqueció en 1794 con los libros del futuro cardenal Luis María de Borbón. Tras la Desamortización de Mendizábal, llegaron a Toledo miles de libros procedentes de los conventos exclaustrados, y que se añadieron a la Biblioteca Arzobispal. Esos miles de volúmenes pasaron luego al Hospital mendocino de la Santa Cruz, en 1919, y de allí a la Casa de la Cultura en 1966. Cuando se creó, en 1998, la Biblioteca Regional de Castilla-La Mancha, el conjunto de muebles y libros se puso en ella, adecuando una gran sala con las medidas exactas para acoger el conjunto original.
Entre los ejemplares más importantes destaca el Catholicon de Joannes Balbus, las Introductiones latinae de Antonio de Nebrija, una Biblia de Plantino, así como ejemplos de lujosas encuadernaciones y cubiertas mudéjares. Muchos libros iluminados, compendios heráldicos, y un extraordinario conjunto que hacen de esta sala un verdadero monumento de la cultura de nuestra tierra. Algo que por sí mismo merece la pena visitar. Y esta va a ser una ocasión excepcional de hacerlo.