Un vistazo a El Pedregal

viernes, 18 enero 2013 1 Por Herrera Casado

En una de las más remotas esquinas de la provincia de Guadalajara, en su costado más oriental, rayana con Aragón, se encuentra El Pedregal, una localidad que no tiene aires de vejez ni veteranía, entre otras cosas porque el pueblo se ha renovado completamente, incluso su iglesia parroquial es relativamente moderna.

Pero lo que le hace especialmente vivo a El Pedregal es la unión de todos sus vecinos, la querencia que le tienen incluso tras emigrar a lejanas tierras, y la pujanza que ha alcanzado su Asociación de amigos, siempre en torno a sus fiestas, a su idiosincrasia, a su historia y sus costumbres.

Memoria de El Pedregal

 Hace unos 30 años, concretamente en 1980, don José López Beltrán publicó un magnífico libro en el que recogió la historia completa del Señorío de Molina, centrándose especialmente en la sesma de El Pedregal, y más concretamente en la villa de El Pedregal.

Es este un lugar que se encuentra en “los rayanos” de Castilla y Aragón, a casi 1.200 metros de altitud, en el borde septentrional dela Sierra Menera, en la vertiente ya del Jiloca, que corriendo baja hasta Calatayud donde da sus aguas al Jalón, que correrán luego al Ebro y al Mediterráneo. Es, por tanto, un pueblo con cara al mar de los romanos, lo cual no deja de ser curioso en esta tierra nuestra, tan alta y céntrica.

Un centenar de habitantes lo puebla habitualmente, aunque ahora en verano y épocas o días de vacación, multiplica casi por cinco esa cifra y se hace multitud sonora.

Aparece citado, en 1165, en el Fuero de Molina, como uno de los lugares de la sesma del Pedregal, y en 1470 el rey de Castilla Enrique IV, concedió el usufructo de su término, junto a otros diez pueblos más, al Común de Villa y Tierra de Molina. Ello supone ya la afirmación de que este pueblo es realmente de muy antiguo origen y evolución, y no (como algunos han dicho en ocasiones) un pueblo nuevo, fundado hace poco más de dos siglos.

Hoy en forma de ruta senderista, con el nombre de GR-160 por el término discurre el llamado “Camino del Cid” pues con toda probabilidad este fue el camino que siguió el héroe castellano en su viaje a Valencia  y los otros viajes que él y su familia realizaron entre Levante y la capital burgalesa. Desde Aragón, por Pozuel, y hacia Molina de Aragón, este camino indicado con hitos nos recuerda un tiempo en el que El Pedregal nacía y tenía esencia de camino.

 El patrimonio de El Pedregal

Desde los inicios del siglo XIX en que El Pedregal cobró nueva y mantenida vida, se pensó en levantar una iglesia para la comunidad, y así en 1804 se firmó el compromiso entre vecinos y autoridades para elegir una parroquia independiente bajo la advocación de San Pedro Apóstol. A finales del siglo XIX, y viendo que la iglesia tenía una estructura endeble y amenazaba ruina, se iniciaron las gestiones para levantar un nuevo templo. El arquitecto del obispado trazó el proyecto y dirigió las obras, que acabaron en 1897. Fue entonces cuando apareció sobre las alturas molinesas el vigilante y agudo chapitel de la torre, que hubo de ser renovado en 1943 y colocado sobre el pináculo de una torre que fácilmente atestigua su pertenencia a esa raya castellano-aragonesa que tantas modulaciones en lo social y en lo patrimonial siempre ha apuntado.

La iglesia de El Pedregal tiene una fachada en la que resalta su puerta central con arco muy apuntado, dos arquerías ciegas del mismo estilo, y una torre con el campanario de picudo remate que hemos dicho y mostramos en la fotografía adjunta, todo en un sencillo eclecticismo gótico muy propio de la época y del lugar.

El interior de esta iglesia es de una sola nave, con coro alto a los pies, y presbiterio semicircular enla cabecera. Algunosretablos proceden de la antigua iglesia, y son barrocos. Otro, más moderno, está dedicado al santo natural del pueblo, Filomeno López López, que fue canonizado con el nombre de San Marciano José en la ciudad de Roma, en 1999, y que fraguó su categoría en el martirio que sufrió, junto con otros religiosos hermanos de las Escuelas Cristianas de San Juan Bautista de Lasalle en la Revolución de Asturias de 1934.

En el paseo que el viajero se da por las calles de El Pedregal, se encuentra con los mosaicos esquineros que pregonan, no solo el escudo heráldico de la villa, sino los nombres de personajes que algo tuvieron que ver con esta localidad. Se trata de personas que dejaron un entrañable recuerdo, como don VíctorFelipe Serrano(Barrio Verde); don Obdulio Ramírez (La Calle Larga); la plaza de don Agustín Robles (Plaza Mayor);la del Hermano Gumersindo; la Plaza dela Reina María Cristinaola de D. CarlosHernando (detrás del Ayuntamiento), que contribuyó a firmar en San Sebastián,la desagregación. Unade las calles que han recibido nuevo nombre recientemente es la dedicada a Filomeno López López, y que lleva por título San Marciano José. Ya hemos visto que este hijo del pueblo, miembro de la orden religiosa de los Hermanos de Lasalle, murió como mártir en la Revolución de 1934 en Asturias, y por ello fue canonizado, pudiendo decirse que es El Pedregal uno de los poquísimos pueblos de Guadalajara que puede decir que en su localidad nació un Santo dela Iglesia Católica.

La mayoría, por no decir todas, las construcciones del pueblo se levantaron en el siglo XIX y siguiente, por lo que nada antiguo queda realmente en él. Destacan, eso sí, algunos de los viejos pairones que quedaron de estos dos últimos siglos. Los cuatro principales pairones de El Pedregal son el dedicado a Santa Bárbara, que está en la orilla de la carretera de Teruel, y que es el que todos los viajeros ven cuando bordeanla villa. Fueconstruido en 1942 por Santiago López y Petronilo Sanz. El dedicado a la Virgen del Pilar está a la salida del camino hacia Blancas y Odón, cerca de la fuente, levantado porJuan Sanzen 1853 y en él se lee “Bendita sea tu pureza”.  El siguiente, 200 metros más adelante del anterior, fue levantado a finales del siglo XIX por Cristina Hermosilla y su familia, para agradecer haber salido ilesos de la caída de un rayo sobre su casa. Está dedicado a la Virgen del Carmen. Y finalmente el de San Pedro, de piedra de sillería, en el antiguo camino de Setiles, fue construido también a mediados del siglo XIX por Migel Doñate Regata y su familia.

 La Naturaleza de El Pedregal

Por un motivo muy concreto merece la pena dedicarle uno o varios días a conocer El Pedregal. Es por la riqueza de su medio ambiente, por la variedad de paisajes y elementos que ofrece su Naturaleza. Porque si nos ponemos a presentar relación de sus puntos de interés, según nos han indicado en el pueblo, podemos decir de los yacimientos arqueológicos localizados, que están en “La Jaquesa”  y en “El Hostal de Mañas”. Podemos decir de sus fuentes, como “Los Villares”, “El Guinchón” y “La Parra”, de las que salen aguas de propiedades salutíferas, así como de los pozos y balsas del Prejón, la Navachica, los Gayubarejos, el Pozo Cabila y el Portichuelo.

Otro de los atractivos son los espacios de caleras antiguas, como la de La Solana(1920); Barrancohondo (1926); El Portichuelo (1931) y la del Collado LaHoz (1945) habiendo servido esta última para las obras de la restauración de la iglesia. Ademássurgen aquí y allá muchos “parajes con encanto” como extensos espacios de carrascales y robledales, y praderas naturales de altura.

En general, el término se ocupa de bosque mediterráneo frío, con las encinas (Quercus flex ballota) que dan vida al monte mejor adaptado al clima mediterráneo, En las faldas de «Los Castillejos», aparece uno de los mejores bosques de marojos de la zona (Quercus pyrenaica), que surge en las vertientes nortes, más húmedas y frías. En los suelos más degradados, se intercala la jara e incluso la carrasca en las zonas más bajas, secas y soleadas. Desde el Alto de los Castillejos, que está en el límite del término, a 1.446 metros de altitud, se alcanzan a ver, en una mañana clara, hasta veinticuatro pueblos de Aragón y Castilla. Quizás lo más llamativo de la Naturaleza de El Pedregal son los numerosos árboles centenarios del género «Quercus” como la encina‑carrasca, de las que se ven algunas de enorme envergadura, y los robles (quejigo y marojo) junto con chaparros, estepa o jara, retama, gayuba, alguna sabina y enebro, espino blanco, rosa silvestre y también pinos de repoblación.

Se ha creado expresamente una «Ruta de las Carrascas», hacia el Collado de la Hoz, que se ha señalizado y constituye un patrimonio natural de primer orden. Hay concretamente una carrasca, junto al pozo del Rullo, cuyo cinturón mide 4,60 metros.

En cuanto a la Naturaleza viva, en El Pedregal hay todavía abundancia de conejos, liebres, zorros, jabalíes y se ven de vez en cuando corzos, garduñas y gatos monteses. Entre las aves, el águila real y la culebrera, el cuervo, grajo, alcotán, la tórtola, perdices, codornices, urracas y cernícalos.

 Al fin, la fiesta

Las más sonadas son las Fiestas del Pueblo, que tienen lugar en la tercera semana del mes de agosto, especialmente centradas en el penúltimo fin de semana, cuando en lo religioso se celebra “La Virgen Niña” y en lo civil se hacen verbenas, vermuts, comidas, cenas y actividades para los niños, merienda para la tercera edad, incluso desfile de carrozas y peñas. El último día de esa fiesta se celebra la jornada del Chocolate, en la que tras la degustación del producto, se acaba con una especie de guerra chocolateril en la que todos los participantes terminan embadurnados de pies a cabeza y algunos a remojo en la fuente del pueblo o en el lavadero.

El resto del año hay diversas fiestas locales que son siempre recibidas con expectación. El 15 de mayo se celebra a San Isidro, con misa y procesión hasta el Pairón de la Virgen del Carmen donde se bendicen los campos. Como el patrón del pueblo es San Pedro, el 29 de junio hay una “cena a escote” acompañada de acto religioso y verbena popular. El 16 de agosto no puede faltar el homenaje a San Roque, en el que hay “Rosario de la Aurora” y un gran desayuno que cada año organiza el Hermano Mayor de la Cofradía del santo. En los últimos años viene celebrándose en ese día la fiesta de la Asociación de Amigos de El Pedregal. engalanándose las fachadas y añadiendo diversas actividades culturales.

El fin de año ve llegar las tradicionales hogueras en la Nochebuena, los cánticos de villancicos, la petición de aguinaldos, etc. Con ello se completa el ciclo natural, en el que los habitantes, escasos en el pueblo pero muy numerosos y con querencias distribuidos por la geografía española, hacen que la llama de la tradición se mantenga.