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mayo, 2011:

Cinco destellos de Castilla-La Mancha

Próximo el Día de la Región, el martes 31 de Mayo será el momento del recuerdo de la primera sesión constitutiva del Parlamento Regional (fue en Almagro, ese día de 1983) y de la puesta en marcha del Estatuto de Autonomía de nuestra Región, que desde 1982 se tituló Castilla-La Mancha, uniendo con forzada decisión un concepto histórico con otro geográfico, pero que al final ha ido consolidando la identidad de sus gentes con ese apelativo, con sus símbolos y con sus dirigentes.

Es este, pues, un momento ideal para renovar nuestro cariño hacia esta tierra en la que hemos nacido, y en la que gracias a la generosidad del Gobierno Regional, he sido considerado como uno de sus hijos predilectos, lo que aquí quiero dejar bien claro que agradezco con sinceridad y un poco de sonrojo.

La plaza mayor de Tarazona de la Mancha, uno de los espacios urbanos más sorprendentes de la Región de Castilla-La Mancha

 Guadalajara. La iglesia románica de Carabias

Una vuelta somera por cada una de las provincias que forman la región de Castilla-La Mancha, nos coloca en primer lugar en la frontera norte, en la provincia de Guadalajara, y en un lugar emblemático por tener un edificio que da la nota de la castellanía de esta tierra.

Carabias está cerca de Sigüenza, en los suaves cerros de la fría paramera que va ascendiendo, a través de la sierra Ministra, hacia la meseta norte de Soria. En ese pueblo, que trae sonidos de los bosques de robles que le rodean, y de los campos de pan llevar que se extienden a sus pies, surge en el centro un edificio de culto cristiano, la iglesia parroquial, que está construida en el estilo románico propio del Medievo más denso.

Su estructura consiste en un cuerpo de edificio rodeado, por sus cuatro puntos cardinales, por arcos de galería, semicirculares, apoyados a través de capiteles de temática vegetal sobre columnas pareadas, todo ello en un estilo sencillo, rural, muy primitivo, y que evoca con esa sencillez la forma de vivir de unas gentes, nuestros tatarabuelos, que ya empezaron a esforzarse por hacer de su tierra un lugar donde vivir a gusto, y para siempre.

Ciudad Real: El castillo de Calatrava

Pero en Castilla-La Mancha, que es región de enormes distancias, de alturas abiertas y despejados horizontes, la otra frontera, la del sur, está representada en tierra de Ciudad Real por una gran fortaleza que se eleva empinada al azul del cielo, ya en las primeras estribaciones de Sierra Morena, la que por el Sur nos limita con Andalucía.

Es ese el castillo de Calatrava, la Nueva, la sede de los maestres de una Orden militar nacida en el Medievo, al compás de las idas y venidas de las gentes en un medio vacío y hostil para todos: al son de la toma progresiva de tierras por parte de los castellanos, y en un vaivén de retiradas de los ejércitos y los vigilantes musulmanes, la Orden de Calatrava nació para afianzar esa idea de lucha, y servir de hueso sobre el que se añadiría la carne y la fuerza de una repoblación que se consumó en nuestros mejores siglos de historia.

El castillo es como una aparición de ensueño. Alzado, poderoso, pétreo, sobre el cerro de los alacranes, se asciende a pie o en coche hasta la parte exterior de su recinto, denso y cobijando múltiples espacios que tuvieron su utilidad en tiempos de guerra, y sirvieron al tiempo como elementos de poder y de sabiduría.

Porque sobre las cuadras y recintos de tropa inferiores, se levanta la fortaleza de los caballeros, sobre la que aún señorea el templo cristiano, de naves altas, arcos góticos y gran rosetón iluminante. Pero aún más: arriba de todo, la celda del maestre, y sobre ella, la biblioteca, el lugar donde se guardaban manuscritos, libros, saberes y claves para legar a los más asiduos. Un mundo, este de Calatrava la Nueva, que debe conocerse y permanecer en nuestras retinas por siempre.

Cuenca: Las casas colgadas

A Cuenca, la tierra que comulga de la castellanía de su Sierra y del mancheguismo de sus anchos campos sureños, se la identifica ante todo por la capital de la provincia, una ciudad que no se parece a ninguna: una ciudad soñada también, impensable, muchas veces incomprensible.

Porque Cuenca late desde hace cientos, miles de años, sobre un roquedal altísimo, rugiente, un pedestal de piedras a cuyos lados suenan las aguas profundas, bravas, de dos ríos: el Júcar y el Huécar, que desde las verdes serranías traen el agua de las tormentas y el deshielo. En esa ciudad de santos y reyes, de librepensadores y artistas (San Julián y los Alfonsos, los hermanos Valdés y los Becerriles, todos en grupo y demasía) se han ido alzando templos, palacios, monasterios y tribunales. Todo en piedra, mimetizada con el suelo, todo en alto, como si fueran pájaros posados, vigilantes, satisfechos.

Y entre ellos, la magia de las casas, que se colocan como en ningún otro lugar del mundo, sobre el aire: las casas colgadas de Cuenca son la esencia de una estética, de un modo de organizar un espacio. También llamadas “Casas Voladas” o “Casas del Rey”, (pero nunca Casas Colgantes) se tiene constancia de su existencia ya en el siglo XV. A lo largo de su historia han pasado por diversas remodelaciones, siendo la más reciente la que se hizo en los años veinte del pasado siglo. Fueron utilizadas, en sus espacios más solemnes, como Casa Ayuntamiento y casas de nobles, y hoy están ocupadas por un conocido restaurante y por el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, que añade la belleza de sus espacios interiores y su contenido visual a la señalada grandeza de esta construcción tan representativa.

Toledo: El mudéjar toledano

En el corazón de todo está Toledo, la caput hispaniae de los visigodos, la roca poblada y sonora de árabes, iberos, monjas y príncipes. Hasta el mejor de los escritores españoles, Miguel de Cervantes, hace discurrir una de sus novelas, “La ilustre fregona” por las calles de aquel enorme burgo en el que Cide Hamete Benegueli, autor morisco de irreconocible rostro, encontró –según dijo- un viejo manuscrito arábigo en el que se contaban las aventuras de su personaje más famoso, el hidalgo don Alonso Quijano a quien por ventura de sus atribuladas sinrazones tras leer todos los libros de caballería se le transformó el seso y dio en llamarse don Quijote, y apellidarse de la Mancha, para por ella poner en práctica sus aprendidas sabidurías caballerescas.

En Toledo, si hubiera que escoger algún edificio sonoro y solemne a la vez (descartando la catedral, y el alcázar, por magníficos y superiores a cualquier sueño) yo escogería la Iglesia de San Salvador, que no hace mucho fue terminada de estudiar y restaurar, y en la que se reúne todo el sabor de los visigodo, en arcos, suelos y columnas; de los árabes, en capiteles y detalles ornamentales; y de los cristianos, en sus campanas y retablos.

Aún surge la imagen del palacio de Benacazón en Toledo, ese palacio antiguo, recóndito, con su portada de subido mudejarismo y su patio de medievales resonancias cristianas, en una mezcla que es esencia del toledanismo.

O la ermita del Cristo de la Luz, o las torres y puertas de la muralla que la cercan, y que en el color y las sombras de sus ladrillos sabiamente modelados dan razón de una ciudad enorme y atenta, señora de sus horas, y encantada de recibirnos siempre.

Albacete: la plaza mayor de Tarazona de la Mancha

Allá por el sur y el este, por los confines levantinos de nuestra Región castellano-manchega, aparecen los pueblos tendidos, plácidos en su quietud, blancos y ciegos de tanto sol. En la Mancha, que es tierra de planas distancias cubiertas de vid, de pinos también, de pastos y trigos, surgen los pueblos ricos de historia y tradiciones. Y en uno de ellos, abierto en dos por la memoria, Tarazona de la Mancha, se alza y abre en su centro la plaza mayor, que es sujeto de miradas y asombros para quien llega a ella por vez primera.

Presenta esta plaza un conjunto de trazado racional y articulado sobre plano rectangular ligeramente irregular. Todos sus edificios se abren al exterior a través de hermosos balconajes volados, de madera, con balaustres torneados y amplios aleros. En su costado Sur, el conjunto de casas de piso bajo y dos alturas ofrece un homogéneo balconaje. En su ángulo del sur hubo un arco de acceso, desaparecido en el pasado siglo, mientras que el costado Norte se articula en su inicio con un hermoso rincón en el que un gran balcón quebrado en ángulo hace de unión con el lado Oeste. En esta parte se encuentra la talla de un escudo heráldico con las armas del Papa Inocencio XI (1676‑1689), en el área correspondiente a una vivienda propiedad de la Iglesia. Y a continuación nos paramos a mirar el Ayuntamiento, edificio que nos ofrece en su nivel inferior tres arcos de medio punto apeados sobre pilares que forman un soportal propio; en altura tiene dos plantas que se prolongan sobre un amplio arco que da salida a otra calle.

Este edificio que alberga el ayuntamiento de Tarazona es pequeño en tamaño, pero muy hermoso por sus proporciones y ornamentos. Sobre la puerta aparece una inscripción en la que se lee la fecha de 1692, que es la de terminación de las obras de construcción de esta plaza y sus edificios. En el costado oriental surge una ampliación o placita aneja, que sirve de atrio a la iglesia parroquial dedicada a San Bartolomé, también concluida en 1694. Todo ello es el aporte oloroso, vibrante, de Albacete a este recorrido por los destellos de Castilla-La Mancha. Un broche brillante, un objetivo a conocer.

De todos ellos, por los que pasé no hace mucho, no me quedo con ninguno en especial: me quedo con todos, porque son la esencia de nuestra tierra, a la que sin duda queremos, porque es heredada de tantos esfuerzos, de tantas sonrisas y tantos insomnios que a nuestros ancestros les supuso vivir sobre sus campos, entre sus tapias, a bocajarro de sus caminos.

Un museo gozoso en Alcázar de San Juan

El pasado 30 de Abril tuvo lugar, en el Museo Municipal de Alcázar de San Juan, el décimo Congreso de Escritores de la Región. Una reunión anual que convoca la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha, y que une a un plantel numeroso y acreditado de escritores, jóvenes y no tan jóvenes, que ponen al día sus quehaceres literarios, leen comunicaciones y sobre todo charlan y discuten sobre los problemas que a los escritores les sobrevienen en esta Comunidad Autónoma, y las posibles salidas que a tanta dificultad podrían darse.

A la hora de las visitas, nos sorprendió a todos el recién inaugurado Museo “La Casa del Hidalgo”, del que quiero dar aquí noticia y aplauso, porque es una maravilla de sitio este que el Ayuntamiento de Alcázar ha levantado sobre las viejas y decrépitas paredes de una “Casa del Rey” que en realidad era un inútil inmueble condenado a la desaparición. Estudios, ganas, dineros y voluntades lo han rescatado y puesto en valor.

El patio central de la Casa Museo del Hidalgo, en Alcázar de San Juan

Una ciudad en la Mancha

Es Alcázar de San Juan un núcleo de progresivo desarrollo, cuidado y agradable para vivir en el mismo centro de La Mancha. De su historia, muy brevemente, podemos decir que hace ya 3.000 años existían gentes en su entorno, y que se han rescatado estupendos mosaicos romanos de una cercana villa. De la presencia musulmana ha quedado al menos el nombre del pueblo, “al qsar” significaba un caserío, un lugar pequeño y pasajero, frente a los “al kalat” que significaban “el castillo, la fortaleza”.

De época medieval, ya cristiana, se sabe que perteneció en un inicio al priorato de Consuegra, de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén, luego de Malta, y que a finales del siglo XVI, adquirió tal importancia que pasó a ser cabeza del priorato, usando para residencia de sus priores el antiguo castillete musulmán reformado y ampliado. Hoy queda un hermoso resto visitable en su “Torreón de don Juan José de Austria”, en el enclave monumental de la ciudad.

La llegada del ferrocarril a mediados del siglo XIX cambiaría por completo la imagen de Alcázar, que pasó a ser nudo de comunicaciones y paso obligado de las líneas norte-sur, este-oeste de la península, de tal modo que ese ferrocarril dio vida a medio pueblo, en oficios, trabajos, industrias y comercios. No ha perdido aún ese aire cosmopolita, y lo ha ganado en otros, especialmente el turístico, que va a centrarse en los edificios reseñados y especialmente en este Museo del Hidalgo que comento.

El Museo del Hidalgo

El Museo que nos ha sorprendido, y que ha sido inaugurado hace un par de meses, y ya está dispuesto a su visita, es el llamado “Museo del Hidalgo”, que se ubica en una antigua casa solariega del siglo XVI, permitiéndonos descubrir, paso a paso, como sería la vida de los hidalgos que inspiraron a Miguel de Cervantes cuando creó el personaje de Don Quijote.

Es sabido que desde hace años Alcázar de San Juan se disputa con otras poblaciones, especialmente con Alcalá de Henares, ser la patria del “Príncipe de los Ingenios”. Una partida de bautismo en su parroquia, en la que un erudito del siglo XVIII anotó junto al nombre de un Miguel de Cervantes la reseña de “Este fue el autor del Quijote” ha hecho movilizar a un pueblo entero, a través de escritos, congresos, monumentos y libros, en petición de esa gloria.

La casa en que se ubica fue adquirida por el Ayuntamiento de Alcázar: era uno de los escasos elementos vivos del siglo XVI, aunque se encontraba muy alterado y en progresiva ruina. Sobre él, poniendo los medios que se deben, que es dinero en primer lugar, y sabiduría de la que gozan especialistas en museología venidos de las mejores universidades en segundo, se ha levantado un espléndido museo, distinto a todo lo conocido.

Entre las intenciones que han guiado al Ayuntamiento de Alcázar de San Juan a levantar esta interesante oferta cultural, está la de recuperar el aspecto original del edificio (la antigua Casa del Rey, palacio emblemático de la arquitectura civil de Alcázar de San Juan), facilitar la visión del patio desde el interior y recuperar parte de la historia de este edificio singular con la recreación de la vida en Castilla-La Mancha en el siglo XVI. Es fundamental poner en valor el edificio como la pieza fundamental del patrimonio material del Museo, desde el respeto y la potenciación del mismo.

En cuanto a los contenidos, lo que se busca es desarrollar el concepto del hidalgo en relación equidistante con la figura más conocida, la del Quijote, figura que nos sirve para comprender mejor el momento histórico en el que Cervantes sitúa al hidalgo manchego, y conocer mejor la Mancha de aquel momento.

La planta baja nos sorprende con una sala en la que juegan ambivalentes los valores de las armas y las letras, mostrando armas y libros, esencia de la vida del hidalgo manchego Alonso Quijano. En el mantenido patio, hoy cubierto para su mejor aprovechamiento, se ven detalles de la vida de una casa austera, y en ella el pozo, las rejas, las viejas puertas… Desde el patio se baja a la bodega, que se ha rescatado perfectamente, y que por su humedad no se dedica a funciones museísticas, sino simplemente a sesiones de cata de vino. Todavía en esa planta encontramos la cocina, tan entrañable, en la que aparece una historia virtual, proyectada sobre un fondo evanescente, que nos transmite vida auténtica. Y luego una sala muy interactiva en la que encontramos muestras de los productos del campo, olores, texturas, sonidos… realmente la composición museística de esta “Casa del Hidalgo” hecha museo en Alcázar es algo único, inolvidable.

En la planta alta, y en torno al hueco del patio que es columnado, con galería de madera y protección de almagro, se sitúan otras salas que nos muestran elementos de la vida de un hidalgo: los trajes, los adornos, los entretenimientos (lecturas, bailes, músicas, mapas…) con un apunte respecto a la religión y las creencias, en una sala que ofrece breves pero enjundiosas las piezas que revelan la mentalidad religiosa de aquellos tiempos. Una serie de medios tecnológicos nos permiten oir, tocar, sentir los movimientos de aquellas gentes. Tiene finalmente, al salir al zaguán de acceso, una pequeña tienda con recuerdos, algo que es lógico y que todos los visitantes de museos buscan siempre.

La compañía del concejal de Turismo y Patrimonio, don Angel Parreño Lizcano, y del gerente del Patronato Municipal de Cultura, don José Fernando Muñoz, nos hicieron en todo momento comprensible y atractivo el recorrido por estas salas. El Museo abre a diario de 10:30 a 13:30 por las mañanas y de 17:00 a 20:00 por las tardes, permaneciendo cerrado los domingos por la tarde y los lunes por la mañana. El precio de la visita es de 5 Euros aunque hay descuentos para colectivos como jubilados, menores de 12 años, personas con tarjeta ciudadana, etc Para grupos, la visita ha de concertarse antes en la Oficina de Turismo de Alcázar, en el 926 552 968.

Otros Museos en Alcázar

Tiene Alcázar de San Juan otros espacios museísticos que merecen ser visitados, y con ellos completar esta oferta cultural y turística que llena un día completo en aquel lugar. Los otros espacios son, de una parte, el Museo Municipal, que se ubica en una viejo palacio hidalgo de la Calle Santo Domingo, con un escudo espléndido en lo alto del portón. En ese Museo hay sobre todo colecciones arqueológicas, singularmente una colección de mosaicos romanos espléndida- y muestras de pintura de autores alcazareños o de temas de la ciudad.

Otro Museo, también de reciente tratamiento, es el llamado “Formma” o Museo de Alfarería de la Mancha, situado en la calle San Antonio (está todo muy cerca, en el conjunto antiguo de la población, en torno a la plaza mayor solemne y grandiosa).  Guiado por un sistema de carteles muy claro, el visitante irá pasando desde la zona de “Manos creadoras” a la “De todo en barro” acabando en la parte alta visitando “En casa y en el campo”. La colección, espléndida, d elo mejor que hemos visto, y muy bien presentada, ha sido cedida por Jesús María Lizcano Tejado, y nos permite conocer los viejos modos de vida manchegos, que han pervivido hasta épocas muy recientes por la amplia base rural y la tardía industrialización de este tierra manchega.

El último lugar que ha de visitar el viajero es la Torre de don Juan de Austria, el viejo torreón (muy bien remozado) de origen almohade, que fue cabeza visible de la fortaleza sanjuanista de Alcázar. En su interior se ha instalado un Museo con elementos que rememoran la presencia en estas tierras de la Orden Militar de San Juan: las insignias y atributos de los grandes priores, más la vida de la ciudad y el entorno alcazareño durante los pasados siglos. Sus festividades y actividades lúdicas, las técnicas de guerra, y la iconografía de un tiempo ido.

Recuperando a Cela por la Alcarria

La asignatura de la Caminería, que la ha puesto Manuel Criado de Val en la carrera de la vida, es una de las más entretenidas que existen. No hay que estudiar apenas, no te examinan al final del curso, y puedes ir por libre a donde quieras. La única condición es que camines, que busques caminos, que preguntes por dónde ir, que apuntes todo lo que veas. Esa es la Caminería, aunque haya otras definiciones más académicas por ahí plasmadas.

 

La Caminería de la Alcarria está protagonizada por su propio nombre. Al-carria significa “el Camino”, en un viejo ibérico del que aún vivimos en el cotidiano hablar y andar, porque cuando se va desde la plaza de Torija a la vieja fuente de la vega, se toma “carralafuente” para bajar, y así mil ejemplos en nuestra tierra. Así es que sin exagerar puede decirse que en la Alcarria todos son caminos. Antiguamente, de tierra, ahora de asfalto, y a salto de mata, entre los cerros, por donde quieras.

 El Camino más famoso ha sido, y será para siempre, el que trazó Camilo José Cela en 1946. Programó un “Viaje a la Alcarria” a sugerencia de su amigo Benjamín Arbeteta de Cifuentes, pero también él lo planificó a conciencia, con horarios, medios de transporte, jornadas de descanso, problemas literarios y apariciones fantasmales, más un par de amigos, uno de ellos con máquina de fotos, que fueron haciendo la crónica gráfica de cuanto acontecía. De entonces acá, miles de ediciones, en muchos idiomas, un Premio Nóbel de Literatura, y algunas placas prendidas en las esquinas de los pueblos que le vieron pasar.

 La crónica real y erudita de ese viaje la hizo, años después, Francisco García Marquina, que ha sido biógrafo de Cela, y notario de sus nuevos andares y reposares por esta tierra. Paco Marquina, teniendo acumulado un valioso y certero material de conversaciones personales con el autor, de cuadernos originales, fotos y testimonios de gentes, se puso a escribir un día un hermoso libro, que al final tituló “Guía del Viaje a la Alcarria” y que editó AACHE como número uno de su Colección “Viajero a pie”. El libro, al que rememoramos aquí como un elemento capital de la Caminería Hispánica, es una reconstrucción del original trayecto del escrito gallego. García Marquina consulta los textos y apuntes tomados sobre la marcha por Cela; mira el mapa (un Michelin de los buenos) que el autor llevó en la mochila; y habla con la gente que aún queda (está escrita esta Guía en 1992) viva de aquellas jornadas: entre ellos el Portillo de Brihuega, el Rata de Cifuentes, el señor Demetrio de Budia, don Paco y don Mónico de Pastrana, y a todos les rescata su memoria de aquel verano del 46. Con esta obra, Marquina viene a demostrar que la cosa fue bastante más organizada de lo que en el libro original se quiere dar a entender. Cela viajaba (era imprescindible en aquellos años) con un salvoconducto del Gobernador Civil, en el que venía a decir que “tranquilos, que a pesar de su aspecto este señor es de los nuestros”, no le fueran a confundir con un maqui y se acabara violentamente la historia.

 Aporta en su libro García Marquina un buen acopio de fotografías graciosas: unas hechas por él, otras rescatadas del viejo baúl de los protagonistas. El vibrante, entretenido, a veces jocoso y siempre perfecto idioma que usa Marquina dos hace leer este libro sin pestañear, sin apenas respirar para no romper el encanto que tiene. Se refiere a cosas ya antiguas, a cosas que ocurrieron mediado el siglo XX…. Casi nada, porque con las ideas que hoy circulan, y que cada vez están más asentadas en los escritores de progresía fashionable, cualquier va a salir diciendo que esto huele a franquismo y que debe ser enviado, sin remisión, al Indice de la modernidad, o sea, a la hoguera. Pero a mí no me preocupa esta posibilidad, porque sé, de muy buena tinta, que el libro se ha vendido poco, que no se ha leído casi nada, y que por lo tanto no va a dar motivos de que ningún ejemplar de esta ralea se escandalice. Sé, también, que donde ha caído muy bien, y ha gustado, y se lo han recomendado unos a otros, es entre las gentes que pueblan los pueblos por donde pasó Cela, porque allí siguen recordándole, muchos de oídas, pero siempre con una cariz de “leyenda urbana” que ha hecho que los que conocimos al Nóbel, lo tratamos y conocimos su buena intención al escribir aquello, nos palpemos la ropa para sentirnos seguros de que aún existimos, de que no somos un sueño.

Feria del Libro de Guadalajara 2011

Días de Libros y Rosas

En los días que la Concordia de Guadalajara ve pasar los colores, la alegría y el sonsoneo de los libros entre sus árboles, este Cronista quiere parar sus viajes un momento y dedicarse a leer, a mirar y remirar páginas de libros: unos viejos, como la tos, pero sabios y enjundiosos; otros nuevos, recién paridos, oliendo a tinta y brillando en sus lomos plastificados.

Guadalajara tiene una envidiable salud literaria, bibliográfica. Una fuente de libros y saberes, de noticias acumuladas e imágenes se dan cita en las páginas de los libros que salen, desde mínimas editoriales locales que sobreviven a la crisis, y desde las instituciones públicas que hacen de mecenas de aquellas cosas que, de otro modo, no verían la luz nunca.

 

Viejos libros que enseñan

En el cómputo de los libros antiguos y las venerandas historias, hay algunos que habían tomado las estanterías de un público amplio gracias a reediciones anteriores. Otros, sin embargo, se habían resistido a caer en las manos de los aficionados a esas viejas historias locales, en las que parecen latir los viejos tiempos, con sus palabras limpias y directas, tomadas de la boca, de la pluma de quien en Guadalajara viviera en siglos pasados.

En los pasados días, y ahora en la Feria de nuevo, se ha presentado un libro fundamental para conocer la historia de la Ciudad de Guadalajara. El único de los antiguos manuscritos que quedaba inédito. Gracias a la editorial Bornova ha visto la luz, en una edición perfecta, elegante.

Todo un clásico de la historiografía guadalajareña, que más de 350 años después de haber sido escrita y haber permanecido en forma de manuscrito, por fin la recibimos impresa, para saborearla y analizarla a gusto, tras un estudio concienzudo, detallado y modélico, de cien páginas, que nos ofrece el historiador Aurelio García López. En su estudio, el historiador alcarreño nos muestra con todo detalle la biografía del autor, Francisco de Torres y Pérez, (1616-1649) un hombre entusiasta, que pudo vivir tranquilo leyendo, mirando archivos, consultando documentos, y escribiendo, hasta que murió malogrado a los 33 años, siendo regidor perpetuo de la ciudad, cargo heredado de sus mayores. No pudo, sin embargo, conseguir nunca que la ciudad publicara el gran estudio histórico que había elaborado, y que ofreció a su Ayuntamiento para que, impreso, lo pudieran conocer todos los habitantes del burgo. Luego nos ofrece García López el análisis de la obra de Torres y Pérez, haciendo un análisis exhaustivo y comparativo de los dos manuscritos existentes de su “Historia de la Muy Nobilissima ciudad de Guadalaxara” y conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid. En ellos comprueba que el primero de 1643 es revisado y aumentado por el autor en 1647 en que completa el segundo manuscrito. Se analizan también las obras contemporáneas, una manuscrita aún, la del padre jesuita Hernando Pecha, y otra ya impresa en ese siglo, y modernamente reeditada, de Alonso Núñez de Castro. Amplio, estupendo, completísimo, este estudio inicial de Aurelio García López, que asume además el análisis de los conceptos históricos y culturales de la ciudad en el siglo XVII y del propio Torres. El libro se completa con la transcripción de la obra del regidor: nada que añadir a ella, pues nos viene a las manos entera, perfecta, en obligación de ser leída, analizada, memorada en sus detalles. La edición de Bornova, magnífica y casi lujosa, acaba como deben acabar los buenos libros: con una serie de índices (el de este libro, el de Torres, el topográfico y el onomástico) que hacen de esta obra una verdadero elemento de trabajo para el futuro.

Aparecieron estos meses pasados, y ahora salen a relucir con su fuerza novedosa, otros dos libros que dan inicio a una colección que quiere abrirse camino para traernos historias verídicas a través de documentos. Es la Colección “Claves de Historia”, que la editorial alcarreña AACHE ha puesto en las manos de los lectores interesados, de Guadalajara y Molina, con una pulcritud y elegancia muy de agradecer. El primero de los números de esta nueva Colección es el titulado Ana de Mendoza, sexta duquesa del Infantado, y consiste en la edición de un manuscrito hasta ahora inédito, escrito por el historiador alcarreño Hernando Pecha, quien mediado el siglo XVII, a la muerte de la sexta duquesa del Infantado, y pocos meses después de ella, escribió narrando su vida de piedad y generosidades. El estudioso Aurelio García López, que elabora este libro de principio a fin, pone delante de todo un estudio de la vida de esta señora, y otro del autor del manuscrito, el padre Pecha, fundador a su vez del Colegio de los Jesuitas de Guadalajara. En definitiva, un sabroso cóctel de historias, manuscritos y nuevas noticias sobre la vida antigua de la ciudad.

El segundo número de estas Claves de Historia, es la Chorográfica Descripción del Muy Noble, Leal, Fidelísimo y Valerosísimo Señorío de Molina. Obra escrita en el siglo XVIII por el abogado de los Reales Consejos, el molinés don Gregorio López de la Torre y Malo, quien en su caserón de Concha, a la orilla del Camino Real de Madrid a Aragón, en tierras molinesas, escribió pausadamente y con una claridad que hoy agradecemos, cuanto sabía de las tierras, los ríos, los montes, las historia y los personajes del Señorío de Molina y de todos sus pueblos. Algunos de ellos, entonces vivos, son hoy montones de ruinas llamadas despoblados. Quien esto escribe desarrolla un amplio estudio introductorio acerca del personaje López de la Torre, de su familia, y de la forma en que vivía en su caserón, la “Casa Mayorazgo” de Concha, este interesante personaje que recibió en ella a lo más granado de la corte borbónica de mediado el Siglo de las Luces.

Nuevos libros que llegan

Entre las novedades de estos días, que llegan a las casetas de la Feria del Libro con su carga de historias, de novelas, de poesías y epopeyas, quiero destacar algunas publicaciones singulares, por dar pistas a los lectores alcarreños de los títulos a los que poder dirigir sus pasos.

Reciente está la presentación, en la Diputación Provincial, de un libro hecho con sus pecunios, y que en forma de lujoso volumen nos da las claves del conocimiento de una parcela aún inédita de la provincia. Se trata del libro Instrumentos Musicales Tradicionales en Guadalajara, del que es autor José Antonio Alonso Ramos. Es este un libro grande, hermoso, bien dispuesto, bien editado, bien impreso, que ennoblece el área de la investigación etnográfica de Guadalajara. En este trabajo se adivinan no muchas horas, sino muchos años, decenios enteros, pues la recogida de las muestras, su análisis, su interpretación y explicación, y las fotografías coetáneas, etc, suponen la tarea de toda una vida.

La obra, en tamaño DIN A4 y con 256 páginas impresas todas a color, es apasionante. Tras una presentación de María Antonia Pérez León, presidenta de la Diputación, y un Prólogo de Joaquín Díaz, conocido etnógrafo castellano, los diversos capítulos del libro dan referencia de su contenido. Un primer paso, un estudio profundo y perfecto, es “La Música en las sociedades tradicionales”, en el que Alonso recopila datos generales históricos sobre la música antigua popular, y aporta datos referidos en concreto a nuestra provincia, resaltando especialmente dos “monumentos” que hacen alusión a este tema: la trompa románica del brazo sur del crucero de la catedral de Sigüenza, y la viga que sujeta el coro en la iglesia parroquial de Valdeavellano. Además algunos capiteles de iglesias rurales, como Riendas y Campisábalos. En ellos aparecen los músicos populares, las bailarinas, los saltimbanquis… la gente que daba fuerza emocional a las fiestas medievales.

Los otros capítulos que siguen son los estudios completos de los instrumentos, aderezados de muchas fotos antiguas y recientes, dibujos de los instrumentos, unas fichas extraordinarias en las que se reflejan las características de cada elemento, y que con un intento amplio de clasificación son de estos tipos: “Instrumentos Idiófonos” (los hechos con madera que suena), los Membranófonos (con membranas, tambores, etc.) los aerófonos (que usan el aire a su paso por sus recovecos, como las flautas y demás) y los cordófonos, la cuerda de siempre, las guitarras, laúdes y similares.
El libro se completa con amplia bibliografía, con listado de informantes (siempre esenciales en estos estudios de recogida de datos) y diversos anexos, así como un CD en el que suenan algunos de los instrumentos estudiados.

Todavía más reciente está la presentación en Humanes, el pasado sábado del libro Humanes, Cerezo y Razbona. “Reflejos gráficos de un siglo para el recuerdo. 1880-1980”  Es este libro una tarea personal de Francisco Lozano Gamo: tarea humilde y destacada a un tiempo, tarea plausible por cuanto ha supuesto andar de un lado a otro pidiendo fotografías, mirando y escogiendo, clasificando, escaneando y poniendo pies a más de siete centenares de imágenes que juntas forman una verdadera Crónica Fotográfica del siglo XX en las localidades campiñeras de Humanes, Cerezo y Razbona.

Lozano Gamo es Cronista Oficial de la villa de Humanes, y como tal se ha tomado su oficio a rajatabla, buscando en el pasado las razones que le han hecho como es, que nos le han puesto vivo en el hoy. Lo ha hecho no a través de manuscritos ni crónicas viejas, sino a través de la más certera de las visiones que el historiador puede hoy en día tener de cualquier tema. A través de fotografías.

Actos y Firmas

En la carpa central de la Feria del Libro, que estará abierta en el paseo de la Concordia entre los días 11 miércoles al domingo 15, van a tener lugar presentaciones de libros y coloquios varios. En las diversas casetas se verán las caras algunos autores con su público, en el acto ritual y emocionante siempre de la firma de libros. No menciono ya a los pasados, pero sí recuerdo que hoy viernes va a tener sus horas de gloria el artista alcarreño José María Antón, que en la caseta de AACHE va a firmar a quien se acerque a comprarlo el libro que recientemente se ha editado titulado “Cuaderno de Viaje por la provincia de Guadalajara”, una verdadera joya cuajada de imágenes en acuarela, de noticias de monumentos y paisajes, y sobre todo de ideas para recorrer la provincia en cinco espléndidas rutas monumentales o paisajísticas.

En la caseta de Bornova, García López firmará ejemplares de la comentada “Historia de la Muy Nobilísima ciudad de Guadalajara” arriba comentada, y Antonio Pérez Henares hará lo propio con sus obras “La Mirada del Lobo”y el “Diario del Perro Lord” en el stand de Cobos.

El Corte Inglés ofrecerá mañana sábado la firma de José María Bris en su reciente obra “El libro de Jadraque” y la gente de Bujalaro y el Henares podrá conseguir el domingo la firma de Luis Miguel Díaz en su reciente libro “Los Eremitas de Henarejos y otros cuentos”, por la mañana en la caseta de AACHE. Una Feria viva, con libros y, sobre todo, con autores que se mueven.

La Ruta del Arcipreste de Hita: un camino vivo

 En estos días va a ser noticia la aparición de un nuevo libro que ofrece amplia y concienzuda la Ruta del Arcipreste de Hita. Fue hace años motivo de un Congreso Internacional, en el que salió resuelta esa ruta, pactada entre analistas del Arcipreste y estudiosos de su Libro de Buen Amor. Ahora me he atrevido a plasmarla en un libro, que verá la luz pública dentro de unos días, con motivo de la Feria del Libro en Guadalajara.

Los tiempos nuevos están llevando a muchos a recorrer, a pie o en coche, los caminos literarios y culturales en que se concentran sabidurías antiguas, perfiles de fuerza biográfica y anales que describen templos, palacios y puentes. En esa intención van estas líneas, y ese libro.

Un camino por tres provincias

Han sido varios los libros que se han escrito sobre el camino/los caminos por los que Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, marcara su periplo vital. Unos caminos muy amplios porque van desde Toledo al Henares y desde Segovia a Talavera. Y aún más lejos. Muy interesante, documentado y bien escrito fue el libro de Rubén Caba “Por la Ruta serrana del Arcipreste”, de 1977, y con método y esfuerzo el que firmó mucho antes, en 1915, Constancio Bernardo de Quirós, en un librito titulado “La ruta del Arcipreste de Hita por la sierra de Guadarrama”. Ahora ha sido Guillermo García Pérez, como hace 30 años lo fue don Manuel Criado de Val, quien ha escrito un libro contundente sobre la Ruta del Arcipreste, con todos los datos necesarios, posibles, pensable, y algunos pespuntes más.

El que yo he preparado es más humilde. Pero posiblemente más práctico, porque va al grano: marca un recorrido rápido, escueto, resuelto entre tres provincias: Madrid, Guadalajara y Segovia. Entre tres comunidades autónomas diferentes, hoy por hoy, que siguen conformando la Castilla eterna y de siempre.

Parte el caminante de Alcalá, donde posiblemente naciera Juan Ruiz a principios del siglo XIV. Sigue Henares arriba, que es sitio que le gusta, que conoce, del que habla por boca de dos ratones (el mur de Guadalajara y el mur de Monferrado) y sigue hasta Hita pasando por el monasterio de Sopetrán, habiendo cruzado, lógicamente, el río Henares por el vado o la barca de Heras.

De allí se va de nuevo al río, y empieza a buscar la Sierra, primero por Cogolludo, por Arbancón después, por Tamajón y baja al Jarama, donde lo encuentra en otro Vado, en Santa María del Vado, a cuya advocación dedica unos versos.

Bordeando el Jarama se llega hasta Uceda, y Torrelaguna, donde emprende la marcha hacia la Sierra. Brava decisión, en su tiempo, cuando no había más que lobos por las espesuras, y no tanto chalet como hay hoy. Allí está en Lozoya, en Riofrío, y posiblemente toma vitaminas espirituales en la Cartuja del Paular. Porque desde allí asciende a la cumbre, donde le azota la cara el granizo y la ventisca, del Malagosto. Los encuentros con las serranas son conocidos de todos. Menudas aventuras se marca con ellas… al final baja hacia la meseta y llega a Sotosalbos. Un lugar, como el cercano Valdevacas, donde el Arcipreste se encuentra feliz.

De allí se allega, andando, hasta Segovia, donde ve el edificio misterioso, sorprendente, del acueducto, al que él denomina “serpiente groya”, el extraño animal articulado y hecho de piedra. Y se estira entre pueblos, vaquerías y amigos que le escuchan su cantar en las plazas. Por las tierras de Segovia es por donde el Arcipreste allega mayor caudal de oyentes. Luego, con prisas, quiere volver a su punto de partida. Y con él rematamos la Ruta, que sube de nuevo la Sierra por la Tablada, (hoy en la “Peña del Arcipreste” junto al alto del León han tallado una roca con sus versos y han guardado un ejemplar de su libro en una celda fría) y baja a Manzanares, por el Boalo, hasta llegar a Talamanca, y volver junto al Jarama hasta Alcalá, su patria segura. Para seguir dando vueltas, eternamente, por el Henares, por el Lozoya, por el Jarama

Otros viajes extraordinarios

He querido, en este libro que comento y que espero salga muy pronto para contento de algunos, seguir los pasos del Arcipreste, cómodamente, porque no estoy ya para muchos trotes montañeros. Y a esa ruta que fue la que personalmente expuse y conseguí ver aprobada en el Congreso Internacional sobre la Ruta del Arcipreste de Hita y su camino en 1997, siguen otras pequeñas rutas que con sorpresas unas y con pasos trillados otras, he hecho por nuestra provincia en los últimos cuarenta años.

Van publicadas, con algunas fotos, y pequeños planos, para orientar a los nuevos ruteros a descubrir detalles minúsculos, como escondidos y silenciosos, del rico acervo patrimonial, legendario y a veces ridículo de nuestra tierra. Son “treinta viajes extraordinarios” como los he querido llamar, en los que surgen visitas de un día a los tres Cendejas (la de la Torre, la del Padrastro, la de En medio…), a la ermita de Montesinos en Cobeta, o a la Peña Escrita de Canales, con sus efluvios radiantes, de esos que quemaban los carretes de fotos.

Conduzco al lector por las curvas que suben desde el Tajuña a Valfermoso para ver el aljibe moro de su castillo. O los llevo hasta la sorpresa de los capiteles románicos de Sauca, a ver los puentes de piedra sobre el Tajo, o a descubrir, de un vistazo, la fiesta única y colorista de La Caballada de Atienza.

Siguiendo los caminos de la Campiña, de la Alcarria, de la Sierra y del Señorío, hay ofertas para todos los gustos, (a pie y en automóvil) por esos cuatro ámbitos. Por el primero, son los castilos del Henares y la sorpresa de las botargas las que nos sacuden del sueño. Por el segundo tramo,en la Alcarria, va apareciendo el claustro de Lupiana, la ciudad visigótica de Recópolis o el alegre bullangueo de Durón. Por el tercero, la pura sierra, tenemos la ocasión de descubrir la Ciudad Encantada de Tamajón, todo un espectáculo que aún está por descubrir/describir, más la alegría urbanística de Valverde en plena arquitectura negra, y la nieve que cae mansa sobre Galve. En el último de los trayectos, por el Señorío de Molina, tendremos la posibilidad de visitar su riqueza románica, darnos un paseo por la Sierra de Caldereros, o amenizar la tarde apuntando y fotografiando escudos, portaladas y solemnidades entre las Casas Grandes de Milmarcos.

El libro del Arcipreste

Esta “Ruta del Arcipreste y otros Viajes Extraordinarios” se ofrece a partir de ya en un libro de 160 páginas, con muchas fotografías y planos, algunos en color, dentro de la Colección “Tierra de Guadalajara” que va ya, con este, por el número 80. En esta ocasión se ofrecen al lector un buen puñado de rutas con elementos sorpresa, y otros conocidos, que dan las claves de un conocimiento en profundidad de Guadalajara. Con más consistencia que los folletos turísticos que reparten las administraciones de todo tipo, y con la seguridad de que cuanto en esos caminares se cuenta está visto, oído y anotado por quien suscribe, que lleva unos cuantos años, ya unas cuantas décadas, haciendo estos caminos sin notar fatiga.