La España profunda es la que se encuentra lejos, a muchos kilómetros de las grandes ciudades, en las que sirven de referencia las plazas iluminadas, los escaparates coloristas y las manifestaciones deportivas o festivas. La España profunda es casi toda la provincia de Guadalajara, y de ella el Señorío de Molina, y de él, Fuentelsaz, que está lejos, muy lejos, de todo. Allí, sin embargo, queda vida, porque la hubo, densa y fuerte, y esa es la materia que cabe recoger de una visita al pueblo, tras mirar despacio su iglesia, sus palacios, sus fuentes, sus callejas, y charlar con la gente y mirar los viejos libros, y los libros nuevos. En Fuentelsaz hay muchas cosas que admirar y algunas más que recordar. Es mayoritario el patrimonio de raíz religiosa, la iglesia parroquial, las ermitas. Dentro de ellas los altares, con sus esculturas y pinturas, de gran relieve a pesar de su lejanía. Con sus campanas, sus clavos, sus custodias, sus víctores en las paredes, que recuerdan a personajes sabios, prudentes y generosos, que ya son solo memoria. Los retablos de Fuentelsaz De pocos conocido el patrimonio artístico de Fuentelsaz, como muchos otros del Señorío de Molina tuvo la suerte de que en la Guerra Civil nadie se dedicara a quemarle los retablos. De ahí que se ha mantenido el templo, y ahora lo vemos, como un auténtico museo del arte barroco, con raíces aragonesas por estilos y autores. Pero dentro de Castilla, como siempre han querido los molineses mantenerse. El más espléndido de todos es sin duda el retablo mayor. Es obra del artista Miguel Herber, miembro de una familia de “hacedores de retablos”. Este lo construyó junto con Francisco Alambra, siendo ambos vecinos de Fuentes de Jiloca. Era el año 1730 cuando se acabó y se mostró con toda su brillantez. Estructurado al modo clásico de “banco / alzado / remate”, está dedicado al titular de la parroquia, San Pedro en la Cátedra, esto es, la representación del primer apóstol y primer pontífice con hábito de tal y sentado en un gran trono de oro. Ocupa la talla de San Pedro el lugar central y preferente. A sus lados, dos santos franciscanos: San Francisco de Asís y San Diego de Alcalá, este con su atributo más conocido, un ramo de rosas exhibidas sobre el hábito recogido (un milagro que le hizo famoso, y que sucedió ¿en La Salceda? […]