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La Carta Candelas de El Casar: color y alegría

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En estos días aparece un nuevo gran libro sobre la provincia. De nuevo la magia de un libro, su multiplicada oferta de imágenes e informaciones, se abre ante la gran avenida de emociones que supone una fiesta en nuestra tierra. En este caso es la Fiesta de Las Candelas, en El Casar, con la veterana conjunción de don Marcos Ruiz Atance como autor y recopilador de historias, costumbres y “Candelas”. Al patrimonio cultural de Guadalajara se le suman las fiestas y celebraciones tradicionales que cada año, en cada sitio, o con motivos diferentes pero repetidos, tienen lugar en todos sus pueblos. Uno de esos lugares es El Casar, y una de sus fiestas es la Lectura de la Carta de Candelas, en la que se integran celebraciones religiosas cristianas, de esencia mariológica, con otras populares, ancestrales, en las que se mezcla los carnavalesco con el homenaje a los animales, y el enaltecimiento del grupo con la literatura jocoso-festiva. Una fiesta, en definitiva, muy popular, llena de sonrisas, carreras y buenos apetitos. Ya fue analizada, en su día, esta fiesta por López de los Mozos, el especialista en folclore alcarreño del que muchos nos sentimos orgullosos. Y nos decía que “estamos ante una fiesta en la que se entremezclan varios elementos: por un lado hay actos desde los que se puede decir que se trata de una tradición de carácter votivo; por otros, de rito iniciático, y por los demás, de censura pública”. En ella destacaba el grupo de “personajes” (los mayordomos, los funcioneros, con un capitán, un cura de candelas, un teniente, un alférez, varios cabos, un botarga (¡¡¡en esta fiesta va vestido de frac y con sombrero de copa!!!) y el grupo de los símbolos, entre los que destacan las “picas” de cintas de colores, la bandera que se baila en la plaza, los pichones que son llevados por niños, o las mulas que se lanzan a la carrera por la plaza mayor, con los lomos “pintados” y recortados, luciendo el escudo heráldico municipal en las ancas. Otro de los momentos más tensos y vistosos es el de “dar la bandera”, cuando los mozos o funcioneros la bailan, con un solo brazo, en medio de la plaza… En el libro de don Marcos Ruiz, que se titula “La Virgen de las Candelas en El Casar” bien con todo detalle las partes, protagonistas y secuencias de esta fiesta. La obra comienza […]

En el centenario de Avelino Antón

Anteayer miércoles 5 de Noviembre se ha cumplido el Centenario de uno de nuestros más queridos y entusiastas escritores de Guadalajara, y de este periódico, [la] “Nueva Alcarria” en concreto. Ese aniversario, redondo y magno, que hubiera sido feliz con él en vida, se hizo imposible tres semanas antes, el 13 de octubre, en que nuestro admirado amigo murió, en las puertas de lo que muy pocos alcanzan, lúcidamente: el centenario de su nacimiento. No ha podido ser, cantarle el “Centenario feliz”, pero al menos sabemos que se ha ido con la conciencia tranquila de haber servido a su comunidad, a sus paisanos, durante años y años de recto convivir, y aún de disfrutar en las tareas con las que pasó sus días, que fueron exactamente 32.500, repartidos entre la villa de El Casar, donde nació, la ciudad de Asturias, y esta Guadalajara en la que quedó para siempre, y donde ha muerto y ha sido sepultado. Como de vez en cuando aparecen por aquí las memorias de quienes hicieron algo perdurable por su tierra, en esta ocasión no quiero que pase desapercibido este centenario, aún a cuenta de juntarse en el tiempo la despedida y la celebración. Avelino Antón ha sido conocido por muchos guadalajareños, porque ha estado en esa avanzadilla de la sociedad que es la enseñanza. También en el periodismo. Ha estado mucho tiempo en primera fila, más de lo que una carrera política, por apegada que sea a la reincidencia, puede permitirse. Incluso en política estuvo, pero poco tiempo, en el anterior régimen, de concejal. Haciendo lo único que él sabía: ayudar a sus vecinos. De Avelino Antón podría decir ahora muchas cosas, porque le admiré y él me admitió entre sus amigos. Pero de lo que estoy seguro es que deja un buen sabor de gusto en esta ciudad que no es propensa a llevarse pasteles a la boca, ni en este ni en ninguno de sus tiempos anteriores. Nacido en un pueblo de la Campiña, en El Casar [de Talamanca entonces], el 5 de noviembre de 1914. Con apellidos muy de allí (el Antón y el Auñón forman parte del acervo secular de aquel viejo casar que heredó nombre de los árabes y estuvo siempre avizorando el valle ancho y riente del Tajuña. Muy joven aún pasó a vivir, y a estudiar, en Oviedo, donde su padre ejerció de ordenanza en un instituto. Al […]

Recordando a Caro Baroja, un enamorado de Guadalajara

Muy amigo de Sinforiano García Sanz, Julio Caro Baroja, de quien al año próximo se cumplirá también el centenario de su nacimiento, vino a Guadalajara pero ni paró: estuvo subiendo cuestas por Retiendas, tomando tintos por Robledillo, cogiendo olivas por Tendilla y mirándole el culo a las mulas en la fiesta de las Candelas de El Casar, aunque de esto no llegó a escribir. Una lástima, porque le hubiera sacado mucho jugo, seguro. La última vez que Julio Caro Baroja estuvo enGuadalajarafue el 12 de febrero de 1991. Fue esa también una de las últimas veces que se alejó más de lo debido de «lchea», su casona residencial, su familiar mansión en la orilla del Bidasoa, en un difícil equilibrio fronterizo entre España y Francia, pero en el corazón de uno de los territorios más hispánicos que existen: Euskadi. Esa fue la última vez que el gran historiador, el gran intelectual español Caro Baroja estuvo en Guadalajara. Antes había venido muchas otras veces por nuestra tierra. En ella fue el descubridor, junto al también desaparecido Sinforiano García Sanz, de quien el pasado año celebramos su centenario, de las botargas de nuestros pueblos serranos y campiñeros. El fue quien valoró el inmenso tesoro etnológico de estas figuras ancestrales, y con ellas y la pericia cinematográfica de su hermano Pío, rodó una película de soberana grandeza: «A caza de botargas» que restaurada por el DEFIHGU de Guadalajara se está proyectando en encuentros culturales, el último de ellos en el IV Día de la Serranía celebrado el pasado octubre en Jadraque. Julio Caro Baroja ha sido una de las colosales figuras de la cultura española del siglo XX. Como decía Alvar en su apresurada necrológica, la mejor definición que le cabía era la de ser «un hombre libre, un hombre independiente». Qué pocos podemos decir hoy eso. “Sólo soy libre, cuando me siento libre” intentaba definir Paul Valéry a esa intangible condecoración que para el hombre esla Libertad. CaroBaroja la llevaba puesta, antes que esos premios (decenas de ellos tenía cosechados) que Academias, jurados, Príncipes y ministras le concedieron. En 1980, el entonces ministro de Cultura Ricardo dela Ciervale nombró asesor suyo. Pocos meses después abandonaba el puesto (que a tantos les hubiera parecido miel sobre hojuelas) declarando que la vida pública española le desencantaba profundamente: seguiría dedicando sus horas a la investigación, al estudio, a la meditación, a los viajes, a ilustrar […]