Dedicado a todos los amigos y amigas de Villaescusa de Palositos, que este año, una vez más, emprenderán la “Marcha de las Flores” para pedir que se abra el camino que va a su pueblo. Séame permitido que, de vez en cuando, eche una cana al aire, y me entre por los pagos de la literatura pura, de esa que entretiene, que alecciona, y a nadie hiere. Andando las Alcarrias, una de las que más me duele es la que va entre el foso del Guadiela y el arroyo de la Puerta, cruzando de Salmerón a Viana. Porque en el alto está, abandonada, en ruina progresiva, tras murallas de metal sobre el viejo camino de Santiago, esa iglesia que fue dedicada a Santa María y que presidía en su altura la puebla de Villaescusa de Palositos. Muchas veces la he visitado, constatando su progresivo derrumbe, adecuadamente denunciado en público (pues tiene responsables muy claros) y de tanto pensar sobre ello me salió esta entelequia, que espero entretenga, más que aleccione. Caminando no hace mucho por una estrecha trocha de la Alcarria, me vino a las manos un cilindro de plomo muy lastimado de los soles y las heladas. Lo abrí enseguida, y sin dificultad salió de su interior, entero, un pergamino arrugado pero con buena letra de principios del siglo XIV. Me costó leerlo, pero al final conseguí desentrañar la historia que en él aparecía. Y que venía a ser más o menos esta. Fatigado de los años y de los caminos, del trabajo y las penalidades, un tal Guillermo quiere dejar constancia de su existencia, y pone sobre el pergamino con su propia letra esta que es vida entera y resumida. Dice que ha llegado hasta aquí, al Val de San García, retirado y cansado, tras muchos caminos y tareas, pero que nació en la Gascuña, en un pueblecito que llamaban Bergouey Viellenave, a orillas del río Bidouze, y que en aquella tierra de lluvias creció, junto a sus padres y sus dos hermanos, Irvin y Louis. No recuerda el nombre de su madre, pero sí el de su padre, que murió cuando él tenía unos catorce años. Se llamaba Guillermo, como él. Se fue con los hombres que habían elevado la iglesia de Saint Jacques, en su pueblo, y que como picapedreros que eran se dirigían a Saintes, donde pasó un año picando piedra para la catedral […]
Edad Media
Una visita [imprescindible] al Castillo de Zorita
En estos días aparece un nuevo libro que viene a mostrar y divulgar un elemento capital del patrimonio histórico-artístico alcarreño: el más que milenario edificio del castillo calatravo de Zorita de los Canes, que fue estudiado por Layna Serrano a comienzos del siglo pasado, y lleva ahora décadas de lenta y persistente restauración, devolviéndonos vivo y palpitante este impresionante elemento de nuestra historia. Cómo llegar y visitar este castillo Zorita de los Canes está ubicada en la orilla izquierda del río Tajo, al sur de la provincia de Guadalajara. Tiene actualmente 103 habitantes y está a 642 metros sobre el nivel del mar. Se llega fácilmente por la carretera N-320 que comunica Guadalajara con Cuenca, y a la altura de El Berral se toma la CM-200 que lleva hasta Pastrana, sobrepasando esta localidad descendiendo al valle del Tajo, en dirección a Tarancón, pero nada más pasar el río se desvía a la derecha una pequeña carretera, la GU-219 y a 2 Kms. aparece Zorita. El viajero debe aparcar su vehículo en la parte baja, junto al río y las murallas antiguas, para desde ahí, a pie, dirigirse a visitar la fortaleza. También se puede acceder y tener buenas vistas del conjunto castillero, siguiendo la carretera que se dirige hasta el cercano enclave de Recópolis, a 2 Kms. de la población en dirección Sur. En esa carretera, tomar la desviación que surge, bajo la avanzada prominencia castillera sobre el río, a la izquierda, en dirección a Almonacid. La subida a lo alto, en todo caso, es fácil para cualquier persona en condiciones físicas normales. Siempre con cuidado en las rampas que pueden resultar resbaladizas, y en la altura del castillo, donde el firme tiene continuas subidas y bajadas, huellas revestidas de vegetación de los derrumbes antiguos de muros y estancias. La planta del castillo de Zorita se alarga de norte a sur, estando rodeado todo el recinto con una fuerte muralla, que en muchos lugares lo único que hace es reforzar la cortada roca caliza, obteniendo de este modo, visto a distancia, el efecto de ser todo, roquedal y castillo, una misma cosa. Estos muros, dotados antaño de almenas, ya se encuentran desmochados, aunque en los últimos años se han ido restaurando y consolidando. Y el acceso a este bastión militar se hacía y aún hoy se hace, por dos caminos, penetrando al mismo por dos puertas. El modo más cómodo […]
En el centenario de su muerte. En recuerdo de Alvar Fáñez de Minaya
Una noticia adelantada: el 17 de mayo, en la Plaza Mayor, a la una de la tarde, habrá otro recuerdo señalado a este personaje que forma parte de nuestra historia y se levanta sobre sus más entrañables leyendas. De todos es conocido el escudo de la ciudad de Guadalajara. Aparece en él una ciudad fuerte, amurallada, con torres y banderolas en su interior. La cubre el estrellado cielo de la noche. Ante ella, un caballero fuertemente armado, con bandera al viento, y tras él un reducido ejército. La explicación tradicional es que la escena representa la conquista de la ciudad por Alvar Fáñez de Minaya y su mesnada cristiana durante la noche del 24 de junio de 1085. Y aunque no es éste realmente el significado cierto y primitivo del escudo, heredero hoy de sucesivas leyendas, sí es un claro exponente de la tradición que encarnó siempre en nuestra ciudad el guerrero castellano Alvar Fáñez de Minaya, compañero del Cid, y autor de una importante tarea reconquistadora y repobladora en la Transierra de Castilla, concretamente en la comarca de la Alcarria. En estos días del inicio de abril de 2014, se cumplen los 900 años de su muerte, que ocurrió en la ciudad de Segovia, y de forma imprevista, pues él andaba aún fuerte y activo, protagonista de batallas y algaradas. Su vida inquieta En unas breves pinceladas veremos la evolución de su vida. Era Alvar Fáñez un miembro más de la familia del Cid, Rodrigo Díaz de Vivar. Dicen que el sobrenombre que lleva, Minaya, viene del posesivo castellano “mi” y del sustantivo euskera “anai” (mi hermano). Más concretamente parece que fue sobrino del cid, por parte de la mujer del burgalés. Por lo tanto, algo más joven que éste desde su infancia también, formó parte de la casa y luego mesnada del Campeador. Y siempre le veremos, por más joven y valeroso, si cabe, junto al héroe castellano, codo con codo en las batallas, unidos en la desgracia y el destierro, en la conquista y el éxito. Será precisamente el «Cantar del Mío Cid», la gesta poética y heroica de Castilla, la que mayor cantidad de datos y mejor perfil humano de Alvar Fáñez nos aporten. Otros detalles proceden de los documentos históricos que, en escaso número, nos hablan de su peripecia vital y de sus cargos. Finalmente, la tradición prendida en las consejas y decires del pueblo, […]
Pedro González de Mendoza, Cardenal de España
Este es el texto que sobre la vida y obra del Cardenal de España don Pedro González de Mendoza, figura en el Diccionario Biográfico Español publicado en 2013 por la Real Academia de la Historia, de la que el autor es individuo correspondiente. GONZALEZ de MENDOZA, Pedro. Gran Cardenal de España. Guadalajara, 3.V.1428 – 11.I.1495. Eclesiástico. Político. Consejero de los Reyes Católicos. Quinto hijo varón del matrimonio formado por don Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, y doña Catalina Suárez de Figueroa. Pasó su niñez en Guadalajara hasta 1442, en que pasó a Toledo para educarse allí junto a su tío, el entonces Arzobispo Primado, don Gutierre Álvarez de Toledo. Ya por entonces había recibido, de dicho tío y por petición de su padre, un par de importantes beneficios: el curato de Santa María en la villa de Hita, y el arcedianato de Guadalajara, que le facultaba para dirigir y cobrar rentas de unas cuarenta parroquias en torno a la ciudad. En Toledo aprendió la Retórica, la Historia y el Latín. Dato este significativo, considerando el ambiente literario y cultural que rodeaba a su padre, en el que apenas se conocía y usaba el idioma del Lacio. Por ello, a ruego del marqués su padre, el joven Pedro González traduciría para él, entre otras, la Ilíada de Homero, a partir de una traducción de Decembrio. Cuando en 1445 murió su tío y protector, el arzobispo de Toledo, regresó a Guadalajara, a la casa paterna, hasta principios de 1446, año en el que se trasladó a la Universidad de Salamanca, donde estudió, al parecer con gran aprovechamiento, Cánones y Leyes. Doctorado en ambos Derechos (el civil y el eclesiástico) y dando por finalizada esta carrera clásica, el doctorado in utrusque iure, don Pedro volvió a Guadalajara. En 1452, siempre alentado por la gloria y la influencia de su poderoso linaje, pero también amparado por su probado talento y conocimientos, entró en la corte de Juan II, donde toda ella “quería y amaba con grande estremo a don Pedro González de Mendoza, y este, al soberano, e començó a seruir en la capilla real”. Enseguida conquistó el afecto del rey y de sus cortesanos, pues sin duda don Pedro reunía ya sus dotes de inteligencia clara, exquisita cortesía, extensa cultura y ese don de gentes que tantas puertas le abrirían, además de su características de agradable conversador, magnate elegante y […]
Retrato del sepulcro de Mayor Guillén de Guzmán
En días pasados, ha publicado la Revista eHumanista, en las páginas 300-320 del volumen 24 (año 2013) de la Universidad de Berkley en California, un interesante artículo firmado por David Arbesú, que bajo el título “Alfonso X el Sabio, Beatriz de Portugal y el sepulcro de doña Mayor Guillén de Guzmán” nos refiere la peripecia de algunos manuscritos del viejo monasterio de Clarisas de Alcocer y, sobre todo, la descripción del monumento funerario de su fundadora, doña Mayor Guillén de Guzmán, perdido en 1936 pero ahora hallado en la memoria escrita de un contrato firmado en el siglo XIII. Una peripecia que merece ser glosada. En Alcocer hoy no encuentra el turista mucho más que un muro solemne y una fachada antigua surmontada de un ventanal gotizante como recuerdo de lo que fue, desde el siglo XVI, convento de monjas Clarisas. Esas monjas que antes habían vivido, desde la Edad Media, en el término de San Miguel, en un altozano a la orilla derecha del río Guadiela. Y que habían sido fundadas por una mujer prototipo de la Edad Media castellana, doña Mayor Guillén de Guzmán, de la que hoy corre más contenido legendario que real por los libros y las epopeyas. De ella y de su tumba vamos a saber hoy algo más. La vida de doña Mayor Guillén Aunque apagada por la distancia insalvable de los siglos, sabemos que doña Mayor Guillén de Guzmán perteneció a la nobleza castellana, pues había nacido (en torno al año 1210) de la estirpe de los Guzmanes, siendo hija de Nuño Guillén de Guzmán y de María González, así como tía del famoso “Guzmán el Bueno”. Frecuentó la corte del rey Fernando III, en la cual surgió como una estrella ante los ojos del heredero adolescente, Alfonso, quien se enamoró perdidamente de ella, posiblemente para toda la vida. Sin casar todavía, tuvieron una hija, Beatriz, que por entrar en los cálculos de la diplomacia peninsular acabó siendo reina de Portugal, y madre de reyes. Pero cuando Alfonso, reinante ya como Alfonso X el Sabio, alcanzó el trono, la corte impuso su matrimonio con doña Violante de Aragón, que no llegó a oficializarse hasta que la novia alcanzó la mayoría de edad legal, en diciembre de 1246. El rey de Castilla, uno de los más excelentes de la lista de nuestros monarcas, llegó a tener numerosos hijos, unos habidos en y otros fuera […]