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Nueva visión de la Celtiberia histórica

El pasado día 11 de Noviembre, se presentó en Guadalajara, entre los numerosos actos del ciclo “Letras de Otoño” de la Diputación Provincial, la obra espléndida que ha editado el Museo Comarcal de Molina de Aragón sobre la Celtiberia en aquella comarca. Un acto sencillo en el que contamos con las palabras de Lucía Enjuto, diputada de Agricultura; de Juan Manuel Monasterio, responsable del Museo Comarcal molinés, y de las arqueólogas y autoras del libro María Luisa Cerdeño y Teresa Sagardoy. Entre las apasionantes incógnitas que nos han ido quedando suspendidas en el aire, al recopilar datos y analizar memorias de un tiempo muy pasado, pero todavía por describir en su totalidad, como fueron los mil años anteriores al nacimiento de Cristo, vemos que por nuestra tierra pasaron muchas gentes, y muchas cosas. Era ya tiempo de analizarlas con detenimiento, de volver a apasionarnos ante el eco de aquellas batallas, de aquellos ritos y ceremonias. La otra tarde visitaba con algunos amigos el Museo Arqueológico Nacional, en su remodelación del pasado mes de abril (una obra a la que sin duda hay que aplaudir, y visitarla a menudo) y pasé un buen rato en la zona de las culturas peninsulares prerromanas, en la que tantas cosas curiosas de los celtíberos de nuestro territorio se exponen. Por citar unas pocas: la espada ibérica de Guadalajara con su gran empuñadora de oro; los ajuares guerreros de Aguilar de Anguita, el enorme collar ceremonial de la necrópolis de Maranchón… Celtíberos por las sierras del Ducado En el libro que se nos ha propuesto recientemente, dirigido por la profesora Cerdeño, se tratan con pormenor todos los elementos y lugares en los que se encontraron esas piezas de museo. La Arqueología de los celtíberos comenzó a estudiarse en Guadalajara a principios del siglo XX. Aunque ya Joaquín Costa en 1887 se preocupó de analizar su organización política y religiosa, los primeros trabajos sobre Numancia se deben a Loperráez y los de de F. De Padua se dedicaron a Hijes. Pero fue don Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo (1845-1922) quien como erudito y mecenas trabajó durante años en nuestra tierra, desde Sigüenza a Molina. En este libro que comento, aparece un gran capítulo que habla de la evolución de las investigaciones y excavaciones de temática celtibérica en Guadalajara. Otros capítulos nos hablan (todo en un lenguaje claro, didáctico y riguroso al tiempo) con […]

Tierras del Ducado: La Hortezuela y Padilla

Seguimos por tierras del ducado de Medinaceli. Por las más altas tierras de nuestra provincia, a las que embarga el silencio, la pureza del ambiente, la magia de un horizonte luminoso y nítido. Esta vez llegamos a la Hortezuela de Océn, y subimos al picacho de Padilla del Ducado. En La Hortezuela de Océn  Está Hortezuela situada sobre una loma que otea el suave valle de su nombre, y que dará en el Tajuña por debajo de Luzaga. Apiña su caserío en derredor de la gran iglesia parroquial. En su término, de rica agricultura y bosques, existe una gran laguna. Frente al pueblo, en las alturas norteñas que limitan el valle, sobre unas eminencias rocosas, se alza la ermita de la Virgen de Océn y los restos mínimos de su antiguo castillo. ¿Qué más puede pedir, un pueblo de España, que tener así conjuntados, tan cerca uno de otro, el cerro, los huertos, la vega, la ermita románica y el viejo castillo? Todo en derrumbe, sí, pero todo en orgullo de antiguas edades. Fue este un lugar frontero y transitado durante la Baja Edad Media. Su castillo, de origen árabe, fue atalaya vigilante de este valle en el que ya existía población desde la época romana y aun anterior, como lo demuestra la necrópolis celti­bérica que en la falda de este cerro excavó el marqués de Cerralbo. Y como luego se ha demostrado en excavaciones en la vega, en la que aparecieron los restos de un villa romana. Su nombre de Santa María de Almalaff, figura en el límite occidental del señorío de Molina, cuando don Manrique de Lara extendió el fuero molinés, dándole fronteras. De esta antigua población quedan muy pocos restos, habiéndose tras­ladado en siglos posteriores a su actual asentamiento, y per­teneciendo sucesivamente al Común de Medinaceli, y luego a sus señores los duques de tal título. De tanta historia nos quedan hoy pálidas huellas que debemos recordar: de la estancia celtíbera, restos funerarios y cerámicos que se conservan en el Museo Arqueológico Nacio­nal. De la época romana se han encontrado notables restos de una gran villa residencial, en el borde derecho de la carretera que va a Riba de Saelices, en lo más declive del valle: junto a los cimientos y muros con restos de pintura, han aparecido monedas romanas, objetos de uso diario, cerámica sigillata y una pieza hermosamente tallada en piedra. De la época árabe […]