Anteayer miércoles 5 de Noviembre se ha cumplido el Centenario de uno de nuestros más queridos y entusiastas escritores de Guadalajara, y de este periódico, [la] “Nueva Alcarria” en concreto. Ese aniversario, redondo y magno, que hubiera sido feliz con él en vida, se hizo imposible tres semanas antes, el 13 de octubre, en que nuestro admirado amigo murió, en las puertas de lo que muy pocos alcanzan, lúcidamente: el centenario de su nacimiento. No ha podido ser, cantarle el “Centenario feliz”, pero al menos sabemos que se ha ido con la conciencia tranquila de haber servido a su comunidad, a sus paisanos, durante años y años de recto convivir, y aún de disfrutar en las tareas con las que pasó sus días, que fueron exactamente 32.500, repartidos entre la villa de El Casar, donde nació, la ciudad de Asturias, y esta Guadalajara en la que quedó para siempre, y donde ha muerto y ha sido sepultado. Como de vez en cuando aparecen por aquí las memorias de quienes hicieron algo perdurable por su tierra, en esta ocasión no quiero que pase desapercibido este centenario, aún a cuenta de juntarse en el tiempo la despedida y la celebración. Avelino Antón ha sido conocido por muchos guadalajareños, porque ha estado en esa avanzadilla de la sociedad que es la enseñanza. También en el periodismo. Ha estado mucho tiempo en primera fila, más de lo que una carrera política, por apegada que sea a la reincidencia, puede permitirse. Incluso en política estuvo, pero poco tiempo, en el anterior régimen, de concejal. Haciendo lo único que él sabía: ayudar a sus vecinos. De Avelino Antón podría decir ahora muchas cosas, porque le admiré y él me admitió entre sus amigos. Pero de lo que estoy seguro es que deja un buen sabor de gusto en esta ciudad que no es propensa a llevarse pasteles a la boca, ni en este ni en ninguno de sus tiempos anteriores. Nacido en un pueblo de la Campiña, en El Casar [de Talamanca entonces], el 5 de noviembre de 1914. Con apellidos muy de allí (el Antón y el Auñón forman parte del acervo secular de aquel viejo casar que heredó nombre de los árabes y estuvo siempre avizorando el valle ancho y riente del Tajuña. Muy joven aún pasó a vivir, y a estudiar, en Oviedo, donde su padre ejerció de ordenanza en un instituto. Al […]