Ochaíta, escritor y poeta

Ochaíta, escritor y poeta

viernes, 14 julio 2023 0 Por Herrera Casado

Este próximo 17 de julio se cumplirá el medio siglo de la muerte, en Pastrana, de José Antonio Ochaíta García, escritor y poeta, uno de los valores más altos de la literatura alcarreña de todos los tiempos. Un aniversario que, por alcanzar la limpia cifra de los cincuenta años justos, se hace obligado recordar, y que espero sirva para llamar, con el suave toque de los dedos encima de una mesa, en la memoria de quienes se interesan por todo lo que atañe a la raíz honda de nuestra provincia.

Había nacido Ochaíta prácticamente 68 años antes, en Jadraque, el 8 de agosto de 1905, primer hijo varón de Antonio Ochaíta Bachiller, nacido en Trillo, y de Cesárea García de Agustín, nacida en Jadraque: un árbol de alcarreñas honduras, ya en la sangre.

Ochaíta ha sido un escritor que ha marcado un antes y un después en la literatura castellana. Porque lo que él hace no se había hecho nunca (ni los más explosivos poetas barrocos usaron tal aluvión de adjetivos y epítetos para describir la tierra) y luego ya no se ha repetido. Habrá quien diga que porque ese estilo no se lleva. Yo creo, más bien, que es porque esa capacidad de escribir y describir no la ha alcanzado nadie, por más que lo hayan intentado algunos. 

De esta muerte que ahora se conmemora, ocurrida en la noche de Pastrana del 17 de julio de 1973, sobrevenida “como del rayo” mientras recitaba sobre una tarima en el atrio de la colegiata, ha quedado en la memoria colectiva un hecho especialmente patético y asombroso: un poeta enamorado de su tierra, que muere repentinamente mientras, con la mayor pasión de su espíritu, recita el poema “Tengo la Alcarria entre mis manos” que ha escrito especialmente para esa ocasión.

Especialmente guardo memoria de aquella ocasión, por haber asistido personalmente a ella. Había cenado antes frente a él, en la Fonda de la Plaza, en Pastrana, y pude escuchar de sus labios la frase de “a mí me gustaría morir recitando versos…” que le salió a propósito de contarme lo bonito que le había parecido el cementerio de Hueva, que había visto desde el coche al venir al recital. Después, y todos con la boca abierta escuchando a Ochaíta aquel poema que todavía nadie sabía que iba a ser el último, nos sorprendimos al verle caer, como herido por un rayo, sobre el estrado. Nada se pudo hacer por él. Seguro que fue una hemorragia cerebral masiva al subirle la tensión en un acto de fuerte emotividad personal.

Sucinta memoria de su vida

Desde muy pequeño fue Ochaíta un enamorado de la literatura y el arte. Licenciado en Filosofía y Letras, se dedicó primeramente a la enseñanza en diversas ciudades españolas, dirigiendo también varios periódicos. En Cádiz tuvo una Academia y en Vigo fue redactor y director de un conocido diario. Su afición a la poesía le llevó a componer multitud de letras para canciones de corte español, que luego famosas tonadilleras repitieron por el ancho mundo: algunas de las más conocidas canciones de Concha Piquer, Juanita Reina y Lola Flores fueron escritas por José Antonio Ochaíta, y su composición de El Porompompero fue universalmente repetida. Junto a los maestros Valerio, Quiroga y Rafael de León, puede decirse que el arsenal de la más genuina «canción española» salió de la mano de este escritor alcarreño.

Pero no paró ahí su inspiración y maestría. Dedicado también a la creación literaria, produjo estimables obras de teatro, como la tragedia en verso «Canela», que escribió con Rafael de León y estrenó María Fernanda Ladrón de Guevara, y su famosa «Doña Polisón», drama de tintes hispánicos. Fue nombrado miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, y alcanzó muchas otras distinciones, entre las que debe destacarse muy merecidamente la de Cronista Oficial de la ciudad de Guadalajara.

Sin embargo, toda la inspiración, la sabiduría y la gran cultura de José Antonio Ochaíta se volcó en su quehacer poético, dedicando muchas de sus composiciones a las tierras y personajes de la Alcarria, donde se desbordó en forma de recitales, pregones y actuaciones múltiples. Ha sido escasa la obra impresa que nos ha quedado de este magnífico escritor. Un «Desorden» fue su primer libro de versos, dedicado a la madre que marcó su vida. Siguieron «Turris fortíssima» y «Ansí pintaba don Diego», rarísimos hoy de encontrar. La «Poetización de Jaén» vio la luz gracias al apoyo de su amigo Juan Manuel Pardo Gayoso, jiennense que fue gobernador civil de Guadalajara en los años sesenta, y un pequeño opúsculo sobre «Jadraque, balcón de la Alcarria» se repartió en minúsculo formato por la Diputación Provincial. La Caja de Ahorro y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, le publicó su encendido canto al río Henares, «…conjunción de huertos y castillos», y aún el Ayuntamiento de Guadalajara hizo una corta tirada del texto del pregón que, bajo el título de «Guadalajara de todas las estrellas» pronunció en 1969 para anunciar las Ferias y Fiestas de la ciudad desde el balcón del Ayuntamiento. 

Algunos poemas y romances vieron la luz en la gran «Antología de la Poesía Española» dirigida por Federico Carlos Sáinz de Robles, y algo después de su muerte en el libro «Guadalajara en la poesía» que seleccionó José María Alonso Gamo aparecen las increíbles composiciones con que Ochaíta ganó los premios provinciales de poesía en 1966 (Molina de Aragón) y 1973 (Guadalajara) cantando al Señorío molinés y en una «septena» a los castillos provinciales, respectivamente. Otra de sus apariciones impresas, en «exposición colectiva», fue en la obra “Cien poetas en Castilla-La Mancha” que editada por Enjambre dirigió Alfredo Villaverde. 

Y finalmente, la gran Antología Poética del autor, que en edición conjunta del Ayuntamiento arriacense y la Diputación Provincial apareció en 1998, al cumplirse los 25 años de su muerte. Esa Antología, que por serlo es obligado resumen de su obra, ofrece sin embargo una magnífica perspectiva de la literatura que produjo José Antonio Ochaíta. De los cientos de versos que escribió Ochaíta, apenas hoy nos queda memoria de unos cuantos. Pero fue precisamente la recopilación que José María Bris, -que tan bien le conoció y compartió con él tantas jornadas- para esta Antología hizo, la que nos sirve para entrar en el ámbito del asombro. Un asombro que está apoyado en la emoción de lo que cuenta, en la belleza de cómo lo cuenta, en la pasión que se desborda.

Es lástima que las instituciones culturales (oficiales y privadas) de nuestra provincia, no hayan dedicado hasta el momento ninguna actividad tendente a recordar la figura y la obra de Ochaíta. En plena canícula tampoco es apropiado hacerlo. Para el otoño que viene seguro que tendremos ocasión de rememorar nuevamente los versos, de volver a escuchar las paladinas frases, de Ochaíta, que puso su amor en lo más alto de la veleta de la iglesia jadraqueña, y fue retumbando por los muros del castillo de Zorita, los tapices de Pastrana, las tocas monjiles de Almonacid y el boato dorado del marqués de Santillana cuando fue a tierra de moros, a cantar mientras luchaba.

Dos estatuas de Ochaíta

Han quedado dos imágenes, las dos iguales, de José Antonio Ochaíta, en sendos rincones de nuestra tierra. Son sendos bustos que fraguó, sobre la arcilla, el escultor Antonio Navarro Santafé, y fueron posteriormente vaciadas en bronce, y sobre pedestales de mármol puestas: la una, en la plazuela del Carmen, en Guadalajara; la otra, en la placita de Jadraque que se abre delante de la iglesia parroquial. La de Guadalajara le recuerda como Cronista de la Ciudad. La de Jadraque, como hijo predilecto de la villa.

Ahora solo queda rendirle el tributo de leerle, de gozar de nuevo con sus poemas arrebatados, de color y trama, con sus frases largas y asonantadas, salidas siempre del corazón.