En homenaje a Josepe: Memoria viva de Suárez de Puga
En los próximos días, concretamente el 21 de septiembre, miércoles, a las 8 de la tarde, en el Teatro Moderno, la ciudad de Guadalajara rendirá homenaje a uno de sus más ilustres hijos, que cumple años, todos generosamente productivos.
Como no voy a poder estar personalmente, por mor de un viaje previamente comprometido, y aún habiendo participado, a través de los escuetos y reglamentarios treinta segundos de locución, en la grabación que se proyectará y que reunirá voces de mil sitios procedentes, quiero dar en este medio que todavía me brinda hospitalidad mi versión del personaje, dejar que suene mi aplauso sentido, y dejar rodar mi voz, débil y desapasionada, en esta hora de homenaje y beneplácitos.
El escritor guadalajareño va a recibir, además, el nombramiento más que merecido de “Hijo Predilecto de la Provincia” en la Jornada que la Excmª Diputación dedicará al recuperado Día de la Provincia en Torija, el próximo viernes 23 de septiembre. Un nombramiento que honra, aún más, a quien la propone y entrega.
Conocí a Josepe en la librería de Emilio Cobos. No podía ser de otro modo: él andaba buscando lo último de García Nieto, y yo buscaba una guía de Guadalajara. Eran, probablemente, los años sesenta del pasado siglo. Una época en la que Cobos reunía las esencias de una cultura escrita que pugnaba por emerger tras muchos años de pacífica atonía. Suárez de Puga era ya, aún en plena juventud, un valor consolidado, porque con pocos versos en su haber, y un solo libro, había sido seleccionado por Federico Carlos Sáinz de Robles para aparecer en la “Historia y Antología de la Poesía Española” que con la firma de Editorial Aguilar había sido publicada en 1967.
La presencia de Josepe (Suárez de Puga) ha sido, desde mediado el siglo XX, un continuum en la vida cultural de Guadalajara. Afiliado desde casi niño a aquellos movimientos literarios cuajados de inquietud y ganas que supusieron el nacimiento de Trilce, y de doña Endrina, y que alentaban, sobre todo, Antonio Fernández Molina, Alejandro Ortiz Navacerrada, Antonio Leiva Fernández, Miguel Picazo, José Antonio Ochaita y Miguel Lezcano, entre otros muchos, mantuvo sus primeros pasos en los postismos valientes, pero siempre con una obsesión, la de la pulcra sonoridad del verso y la medida poderosa y exacta de la rima clásica. El 21 de marzo de 1952 daba su primer recital de poesía en los altos del Bar Soria, calle mayor baja… De esa aventura, en la que sigue instalado y caminando sin pausar un momento, es de la que Suárez de Puga sale aclamado y dando fe, como dijo el clásico, de que en España solo vence el que resiste.
De su poesía, que es lo único que hasta ahora ha quedado en forma impresa, conviene destacar sus pocos pero extraordinarios títulos: la “Dimensión del Amor” de 1957 (escrita y publicada a los 22 años de edad) y reeditada recientemente con el continuado asombro de sus lectores. El poemario dedicado a los “Ángeles de Tartanedo” en edición exquisita salida de los talleres de Aache, y más recientemente “La visita del tiempo” que ha servido de antológico remate a una trayectoria de velocidad lenta, pero profundidad incalculable.
Como no trato de hacer aquí una biografía al uso, ni una recopilación bibliográfica, puedo extenderme en algunas de esas facetas a las que Suárez de Puga ha dedicado sus momentos de intensa creatividad. Siempre medida, como si los cinco dedos de su mano izquierda repitieran el baile preciso de la belleza, de su pasión han salido además muchos dibujos, hasta el punto de que en septiembre de 2010 el Ayuntamiento de Guadalajara le dedicó una exposición con lo más granado de su obra, en la que sigue latiendo (entre piel y tinta) una idea rebelde, insatisfecha, segura de una cosa solamente: el deseo de sobrevivir en las formas, o en los versos.
Como además de sus cargos públicos, administrativos y políticos, ha ejercido la voluntaria tarea de analizar el pasado y sus protagonistas, en 1971 fue elegido Josepe Cronista de la Ciudad de Guadalajara, a la que ha dedicado sus meditaciones y estudios. Cuajando en forma de numerosas conferencias sobre aspectos relacionados con la historia y las esencias de Guadalajara y su tierra. Participando, además, de forma muy activa en diversas iniciativas culturales de las que destaca por encima de todas el mágico sentido de la alteridad en que ha puesto sus interpretaciones de don Juan Tenorio ante las volutas protorenacentistas de los palacios y las casonas de Guadalajara. El grupo “Gentes de Guadalajara” que es el que promueve este homenaje que la Ciudad rendirá a Suárez de Puga el próximo miércoles en el Teatro Moderno, ha querido así agradecer su entrega en tiempo dilatado a esta tarea, que ha supuesto la dignificación, y la afirmación certera de una marca, para el sustrato literario y patrimonial de Guadalajara.
No es exagerado decir ahora que José Antonio Suárez ha sido un lujo para Guadalajara, que le ha dado a la ciudad ese empaque con que él se presenta y articula su discurso. Desde la solemnidad con que escalaba las escalerillas del escenario del viejo Teatro Liceo, de riguroso esmoquin, dando la mano a Natalia Figueroa Gamboa, para entre los dos declamar las estrofas renacentistas del Marqués de Santillana en los días de su quinto centenario, a la emoción que puso en los recitales que ante miles de personas en la Guadalajara tapatía de México dio en diciembre de 1980, Josepe ha tenido siempre, como atributo esencial de su expresión literaria, y poética, la capacidad de transmitir la solemnidad de la vida expresada a través de sus más cotidianas esquinas.
Por todo ello considero que es de justicia este homenaje, que se ha hecho esperar mucho tiempo, pero que ha llegado con la certeza de estar cumpliendo una obligación de la sociedad alcarreña. Lo puedo decir con la emoción sincera de quien ha sido, en muchas ocasiones, testigo afortunado de su presencia, y aprendiz perpetuo de su lección, que se ha repetido en ocasiones diversas, más allá de las aulas, de la universidad o las fundaciones; en el corazón de las gentes, que emocionadas han aplaudido y felicitado a este a quien ahora reconocemos como guía y señal de nuestra tierra.