Lectura de Patrimonio: el castillo de Hita
De los lugares emblemáticos, visibles, destacados, y prominentes de la Alcarria, el cerro de Hita es quizás el más señalado. Con su gallarda estampa señorea el entorno, y desde cualquier remoto punto de la comarca se le ve altivo. En su torno creció una villa principal, y en lo alto de su caliza, un castillo del que hoy recordamos algunos datos.
Mantiene hoy Hita su simbólica preponderancia sobre el entorno. Ha pasado a ser un pueblo sin apenas población, pero con un atractivo turístico y emblemático innegable, rememorando siempre aquella importancia que durante la Edad Media tuvo, por estar enclavado en un punto estratégico, eje de caminos, de atalayas visuales, de intereses señoriales y dinásticos.
La historia de Hita la ha contado, mejor que nadie, el profesor Manuel Criado de Val, que trató de tú a tú al Arcipreste, y con él se aventuró a indagar en la densidad de sus propósitos biográficos, porque una villa tan grande y señera tiene una historia como un general, cuajada de batallas y en las alforjas unas cuantas victorias y alguna que otra derrota. La del tiempo es la peor, para Hita, porque ha sido la que dejado al lugar silencioso, aunque todavía brillante en el atardecer de Castilla.
En el cómputo histórico de la Alcarria y la Campiña, señoreadas ambas por Hita, el linaje de Mendoza aparece sin remedio, desde el siglo XIV. Entre otras cosas porque fue a uno de los que hicieron de cabeza de la familia, el guerrero, poeta y diplomático don Pedro González de Mendoza, a quien el rey Juan I de Castilla concedió el título de “señor de Hita y Buitrago”, el primero de los grandes títulos que atesoró el linaje. De ahí que los titulares mendocinos tuvieran siempre como predilecto ese lugar de la Alcarria, y le protegieran con dádivas, con repoblaciones y monumentos. El más destacado, por ser el más alto, y el eje de su poder, fue el castillo.
Al que he subido en mañana otoñal cuando todavía los horizontes se funden en gris con el cielo amaneciente. La mejor forma de subir hasta lo alto del cerro de Hita, hasta las ruinas –tan evidentes– de su castillo, es partiendo de la iglesia de San Juan, tomando un camino empinado con rumbo norte, pero fácil de seguir, y al final, cuando se ve la punta castillera encima, trepar entre los yesares como se pueda, siempre agarrando en la mano algún matojo para no resbalarse. La cota máxima de este monumento es de 981 metros sobre el nivel del mar, elevándose unos 150 metros sobre el resto del entorno, viendo como el pueblo se arracima en el costado meridional de su ancha falda.
Este castillo tuvo antecedente en algún castro ibérico. Las formas de vida de la Prehistoria daban al lugar un valor estratégico indudable. De esa tradición surgió el uso del enclave, que fue para los romanos atalaya de observación, y para los árabes también lugar de asentamiento, de frontera (uno más de esos castillos/fortaleza sobre la orilla izquierda del Henares que conformaron el apelativo de Wad-Al-Hayara “Valle de los Castillos y Fortalezas”). Pero que tras la Reconquista de esta Transierra y este valle capital para el recorrido sobre Hispania, fue destinado a seguir ejerciendo de vigilante sobre el enorme territorio que desde su altura se vislumbra.
En las prospecciones y estudios que en el siglo pasado realizó “in situ” el investigador don Basilio Pavón Maldonado, aparecieron abundantes restos de cerámica musulmana de los X y XI, así como algunas monedas islámicas, lo que evidencia la ocupación intensa de este castillo por los guardianes norteños de la Marca Media de Al Andalus.
No sería hasta el siglo XV que se planteara hacer de Hita un bastión inexpugnable. La intención surgió de don Íñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, además de poseedor del mayorazgo mendocino, y por tanto del título de Señor de Hita. Reforzó el viejo torreón árabe dando forma a un castillete, que es lo que hemos subido a ver. Y reforzando y amurallando por completo la villa, “en fondón bien poblado”, levantando murallas, construyendo puertas, dedicando iglesias, y creando un burgo dinámico, en el que “las tres culturas” convivieron en armonía durante varias décadas. Una descripción de la villa y su castillo en el siguiente siglo, hacia 1517, nos la da Hernando Colón (el hijo erudito y bibliófilo del Almirante Cristóbal Colón) diciendo de ella que es “Una fortaleza muy fuerte armada sobre peña que dentro de la fortaleza se siembra mas de veinte fanegas de pan… (está situada) sobre una peña redonda e la cerca e cyñe el castillo con la villa e la cerca baxa casy hasta el pie del cerro”.
Lo que hoy queda de este castillo es construcción de mampostería con verdugada doble de ladrillos, sistema que también se empleó en los lienzos del castillo. Este tipo de construcción se hace evidente especialmente en un paño muy grande que aún se mantiene entero delimitando el coronamiento del cerro por su vertiente occidental, y que es lo único que queda del primitivo hins o fortaleza musulmana, aunque todos los restos son propios del siglo XIII y siguiente, cuando los Mendoza se enseñorearon del lugar y propusieron la construcción de una castillo en toda regla.
La estructura, pues, del castillo de Hita consiste en una pequeña torre central, en la que hubo un aljibe que todavía vemos, excavado en el terreno, y protegidas sus paredes interiores por una densa capa de almagre, y fuertemente amurallada con mampostería y ladrillo. Rodeando el cono central ocupado por esta torre, hubo un recinto más amplio, de forma aproximadamente cuadrilátera, que hoy se evidencia por restos fragmentarios de amurallamiento. El hundimiento del conjunto ha hecho que el cerro esté colmatado en esa zona, y por ello en la excavación que se hizo en su extremo norte se ha evidenciado un nivel de incendio que pudo haberse producido en los finales del siglo XI, cuando el cambio de posesión (llegan cristianos, se van los árabes).
Todavía hubo de vivir el castillo de Hita un nuevo episodio bélico y que demostró su valor estratégico. Esto ocurrió durante la contienda de la Guerra Civil, cuando sobre este empinado enclave se puso un centro de observación y oteo próximo a la línea del frente y al lugar donde se desarrolló la Batalla de Guadalajara. En el cerro de la Hita se instalaron dos observatorios, uno de los cuales servía para control de fuego de una batería de obuses de 11,43 mm. En la cara sur del cerro también se situó la estación principal de heliógrafos y aparatos de luces de la red óptica de comunicaciones de la 35ª Brigada Mixta de la 12ª División del Ejército Popular de la República. Realizando en el cerro la construcción del observatorio H-35 y profundas trincheras, que son todavía visibles y que nos retrotraen a los años 1937 y 1938, en los que Hita fue bastión capital del frente sufriendo tremendas mutilaciones en sus edificaciones, hasta el punto de que habiendo quedado prácticamente en ruinas, el Estado franquista la incluyó en su programa de Regiones Devastadas, construyendo un nuevo pueblo, humilde pero bien urbanizado, junto a la carretera. Posteriormente, y gracias entre otras cosas al auge que los Festivales Medievales de Hita le han dado a la Villa, esta se ha ido rehaciendo en su lugar primigenio, viendo reconstruida en su formato original la Puerta de Santa María, por la que se produce el clásico avistamiento de la plaza mayor, con el recuerdo de su Arcipreste.