Lecturas de patrimonio: la Cruz de Alustante

Lecturas de patrimonio: la Cruz de Alustante

sábado, 20 febrero 2021 0 Por Herrera Casado

Es la orfebrería el arte de domeñar la plata, el oro y otros metales preciosos, para dar forma con ellos a piezas de adorno y galanura, para ser lucidas en boatos personales, o en ritos eclesiásticos. De la orfebrería religiosa cristiana, son infinidad las piezas que a lo largo de los siglos han brotado para adornar templos, y con ellas realizar ritos y despertar devociones. De todas ellas (custodias, cálices, navetas, portapaces, incensarios y demás) son las cruces parroquiales las que han concitado la mayor devoción y el mejor cuidado en su factura.

En la provincia de Guadalajara hay todavía infinidad de piezas que admirar. Muchas se han perdido a lo largo de los siglos, especialmente en tiempos de guerras y revoluciones, que han servido para el saqueo ejercido por las tropas enemigas y por el afán purificador de unos cuantos inmaculados. Hoy algunas están conservadas en los Museos de nuestra tierra (especialmente el Diocesano de Sigüenza, el de Arte Sacro en Atienza y el de la Colegiata de Pastrana) pero la mayoría siguen estando en los pueblos para los que fueron hechas, aunque muy guardadas, a veces troceadas, en casas particulares y armarios no confesados, para evitar su robo.

El hecho cierto es que el conjunto de la orfebrería provincial, que es un capítulo denso y riquísimo de nuestro patrimonio, sigue ahí, medio olvidado del común y apenas mencionado en guías y libros de arte, pero guardado a la espera segura de tiempos mejores. Una historiadora que ha estudiado de forma amplia, rigurosa y profesional este capítulo de nuestro patrimonio, es la profesora Natividad Esteban López, quien nos ha dejado en forma impresa parte de su trabajo, presidido por su aún inédita tesis doctoral “Orfebrería de Sigüenza y Atienza” que defendió en la Universidad Complutense de Madrid en 1992.

La cruz de Alustante

Cuando en el verano de 1973 andaba yo recorriendo los límites provinciales, con el interés de visitar templos, castillos y casonas molinesas, me acerqué por Alustante, cuya parroquia regentaba a la sazón don Anselmo Novella, y tuve la oportunidad de ver, fotografiar y estudiar la cruz parroquial, cuyo breve estudio añadí a un artículo que apareció después, en 1977, en la entonces Revista de Estudios de Guadalajara “Wad-Al-Hayara”. Una cruz que Layna Serrano vio antes en el viaje que hizo a Alustante en 1934, y de la que dijo (“Arte y Artistas de Guadalajara”): ”joya valiosa de esta parroquia es la cruz procesional de plata sobredorada, obra del mismo siglo y cuyos datos documentales no tuve tiempo de recoger en el correspondiente libro de fábrica”. En el libro que sobre la historia, patrimonio, naturaleza y costumbres de Alustante, titulado “Alustante, paso a paso” firmado por A. López, J.C. Esteban y D. Sanz, en 2012, no se la llegaba a mencionar. Pero lo verdaderamente destacable es que la pieza forma, indudablemente, en lo más alto del ranking de obras de orfebrería histórica en nuestra provincia. Será una de las piezas más destacadas del gran catálogo de orfebrería y cruces parroquiales que estoy preparando para publicar pronto en forma de libro.

La Cruz parroquial de Alustante
(dibujo de Antonio Herrera Casado)

La cruz

Aparatosa y llamativa, esta cruz alustantina cuesta trabajo sostenerla entre los brazos, porque pesa muchos kilos. Como mejor se lleva es con el asta clavada en un hastil, para lucirla y exponerla en procesiones y ceremonias. Sería prolijo describirla en todos sus detalles, pero para eso están las fotos y el dibujo general que hice en su día de esta pieza.

La parte anterior, el anverso, se centra por un círculo gallonado con tallas vegetales en los ángulos, y en su interior disperso un paisaje (Jerusalen) alumbrado del Sol y la Luna, con una figura exenta central de Cristo crucificado con tres clavos, larga cabellera y paño de pureza flotante y ligeramente despegado. Los medallones que centran los trilóbulos de los extremos presentan figuras talladas en plata de las cuatro santas mujeres que acompañaron a Cristo en el Calvario: arriba, la Verónica sosteniendo el paño con el rostro de Jesús; a los lados Santa María, madre de Cristo, cubierta de denso manto y María Salomé, su pariente, del mismo modo revestida; y en la parte de abajo María de Magdala, penitente, entre rocas, sentada y acompañada de vasos de esencias.

La Madonna que centra el reverso de la cruz de Alustante,
obra de Jerónimo de Covarrubias.

La parte posterior, el reverso, se centra por una pieza tallada en plata que es realmente majestuosa, de lo mejor de la orfebrería de nuestra provincia. Aparece Nuestra Señora la Virgen María sentada y sosteniendo a su hijo, el Niño Jesús, en actitud de Madonna protectora, con anchos mantos, muy en la línea del diseño de esta figura por los maestros del Renacimiento italiano. Y en los trilóbulos los cuatro evangelistas, a saber: San Juan arriba, acompañado de un águila; a la derecha San Lucas, con un toro, a la izquierda San Marcos con un león, y abajo San Mateo con un ángel. 

El resto de la cruz, que es plenamente plateresca, puede fecharse nítidamente, gracias a la cartela bajo el Cristo, en 1565.El resto de la superficie se cubre con grutescos y algunos medallones más, cuatro en cada lado, con pequeñas caras de mujeres, así como angelillos, trofeos, armas, bichas y roleos vegetales. La macolla es más basta, toda ella obra del siglo XVII. Está formada por un cuerpo cilíndrico, dividido en tramos mediante columnas adosadas, y en esos seis tramos aparecen hornacinas con decoración vegetal y en su interior seis figuras de apóstoles. Más un cuerpo prismático con aristas que sirven para machihembrar la cruz, todo ello rematado abajo por una vara cilíndrica con líneas incisas. En la macolla se lee: «Hízose esta obra año de 1711 siendo cura dn Joseph Sanz Maiodorm Ber dino Sred». Esta macolla está firmada por Francisco Maldonado.

El autor

El autor de esta maravilla fue Jerónimo de Covarrubias, un platero que formaba en el gremio de los de Sigüenza, que había nacido hacia 1540, y que ya había muerto en 1600. Su padre era Martín de Covarrubias, también platero, afamado, de la ciudad y diócesis, y su madre Lucía Olivares. Él mismo casó, en 1564, con Isabel de Bayona (hermana del también platero seguntino Matías de Bayona), y con ella tuvo al menos cinco hijos, el primero (Leandro) muerto a poco de nacer, y los otros crecieron con los nombres de Isabel (1572), Martín (1574), Leandro otra vez (1577) y Baltasar (1580). Vivió y mantuvo su taller en la Calle Mayor de Sigüenza, y fue feligrés de San Pedro. En el Concejo seguntino ocupó varios cargos, como el de Mayordomo del Arquilla (dos veces) y el de Repartidor de Servicios.

Aparte de la cruz de Alustante, se conocen hoy todavía varias obras suyas, acreditadas por la marca que en ellas ponía, y por su calidad innegable. Entre ellas cabe mencionar una cruz de plata que construyó para la parroquia de Santa María del Rey de Atienza (1569), otra para la parroquia de Aldealázaro (Segovia) en 1578, otra para la villa de La Toba, cerca del Henares, y una gran custodia para la catedral de Sigüenza. Además se le adjudican los arreglos que se hicieron a la cruz de Santamera (1585), y varios cálices de subido mérito (Cercadillo, La Huerce, Galve de Sorbe y Cañicera, en Soria). Activo entre 1563 y 1593 (años entre los que existen documentos y obras firmadas), su punzón personal llevaba en tres líneas la inicial de su nombre y el apellido, de esta manera “G / COVARV / VIAS”. Y ello junto al escudo sintético de la ciudad de Sigüenza. Que de esa manera vuelve a manifestar su omnipresencia en el mundo del arte, de la historia, de la cultura…