Lecturas de patrimonio: vicios y virtudes en San Ginés
Jerjes o el vicio endemoniado
Seguro que muchos pasáis a diario ante la fachada de San Ginés, en la capital. Gente que entra y sale. Pero muy pocos se han parado a mirar la galería de esculturas que puebla su gran arco central. Y menos aún, a sacarle un sentido a esas figuras. Precisamente eso es lo que ahora intento.
La iglesia parroquial de San Ginés en Guadalajara es el templo que utilizó la Orden de Santo Domingo, para su convento de la Santa Cruz, en la que era en el siglo XVI plaza del Mercado, extramuros de la ciudad. El convento fue fundado en Benalaque (un paraje del término de Cabanillas del Campo) por Pedro Hurtado de Mendoza y Juana de Valencia, que allí fueron enterrados. Era el año 1502.
Mediado el siglo XVI la Orden, a través de su prior fray Bartolomé de Carranza, solicitó el traslado del convento y la erección del correspondiente habitáculo e iglesia en la ciudad, aunque las obras fueron muy lentas por falta de dineros. En 1586 se hace traslado al presbiterio de los enterramientos de los fundadores. Y finalmente la fachada se alza entre 1586 y 1597, habiendo intervenido en las obras del templo el arquitecto municipal Felipe de Aguilar.
El convento de padres dominicos, encargados de la defensa de la Fe a través del Santo Oficio de la Inquisición, fue en Guadalajara también sede de estudios generales, destacando varios profesores como fray Domingo de San Ildefonso, lectoral que había sido en el colegio de San Gregorio en Valladolid; fray Gregorio Maldonado, predicador general y prior de San Pablo en Palencia, y fray Juan de Foronda, colegial también de Valladolid y hombre muy docto. Todos ellos, sin duda, peritos teólogos y bastiones, como tantos otros dominicos, de la Contrarreforma católica.
Como ya es sabido, este convento dominico fue vaciado por la Desamortización de Mendizábal, en 1835, y años después cedido al arciprestazgo de la ciudad para en su templo poner la parroquia de San Ginés, dedicando el resto del edificio a Hospital Militar (posteriormente reutilizado como Escuela de Maestría y hoy Instituto de Formación Profesional).
Descripción de la fachada
El gran volumen de la fachada nos hace pensar que iba a ser generosamente adornada con tallas y elementos que marcaran los espacios. Sin embargo, tanto por problemas financieros como de atención de la Orden a este convento alcarreño, la Santa Cruz de Guadalajara quedó un tanto desprovista de adornos y significantes.
Probablemente fray Bartolomé de Carranza pensó en una fachada similar a la de San Esteban, en Salamanca, uno de los centros dominicos de más prestigio en Castilla. Ese convento fue diseñado por Juan de Álava y los trabajos de escultura de su fachada, densamente poblada de figuras y alegorías, estuvo a cargo de Antonio Ceroni, milanés, quien se ocupó de ella de 1609 a 1623. El gran arco de la fachada de San Esteban, sin embargo, no tiene imágenes en su trasdós, como ocurre en Guadalajara, sino una decoración que imita un artesonado de estilo milanés.
El templo que se yergue, espléndido en sus luves al atardecer sobre la plaza de Santo Domingo, es de muy recia contextura, con muros de sólida mampostería reforzados por contrafuertes y horadados en su altura por ventanales sencillos de medio punto. La gran fachada orientada al norte, sobre la plaza, es de tallada piedra caliza, blanca, de los altos alcarreños de Horche. Se forma de dos gruesos machones laterales rematados en pequeñas espadañas de un solo arco que tuvieron campanas. Sobre los machones se ven tallados sendos hércules provistos de mazas. En la parte alta del frontal, aparece un óculo central rodeado por moldura sencilla, rematado de escudo de la orden de Santo Domingo sobre flamero y escoltado de desgastadas tallas de sendos apóstoles, que por sus atributos se pueden identificar con San Pedro y San Pablo.
En el centro del hastial, a la parte inferior, hay un gran arco de medio punto, casetonado en su intradós, con su fondo modernamente recubierto de piedra artificial e inventada puerta de imitación renacentista, sobre lo que fue proyectada fachada cubierta de ornamentación plateresca posiblemente al estilo de San Esteban de Salamanca, con la que guarda un ligero parecido, pero que quedó simplemente tapizada de ladrillo y triple arco durante varios siglos.
Del casetonado del intradós es de lo que quiero aquí hablar con detalle. Porque bajo él hemos pasado durante años, todos los días miles de personas, y nadie se ha fijado apenas que allí hay un total de 36 casetones, de los cuales hay 10 que presentan tallas figurativas, y concretamente rostros de personajes, tallados y ya muy deteriorados. Los casetones centrales están dotados de sendos pinjantes de tipo milanés. Y otros 24 llevan tallados angelotes, rosáceas y ruedas sobre florones. No le busco significado a estos, porque son acompañantes de los elementos figurativos.
Vicios y Virtudes enfrentados
Conviene decir que son muy variados esos diez tondos en los que aparecen otros tantos personajes. En un principio pensé que eran figuras llamativas, sin identidad, pero la idea cambió al ver enseguida que sobre uno de los rostros aparecían talladas unas letras que conformaban claramente el nombre de ESTER. Un personaje identificado fuerza la idea de que todos han de tener una identidad. Incluso sorprende ver que prácticamente todos representan parejas, de varón y fémina, lo que aun añade significado al conjunto.
Los describo a continuación, numerándolos tal como los ve el espectador ante la puerta, de izquierda a derecha.
1 – Una mujer elegante que se identifica como la reina Ester, porque sobre ella aparece tallado su nombre. La reina Ester es una reina de Persia y de los Medas, porque casó con Jerjes. Pero siempre creyó y respetó a Yahvé, su Dios. Protegió a su pueblo, el judío, durante su exilio en Babilonia. Por eso la Religión Católica la tiene, entre las figuras del Antiguo Testamento, como precursora de Cristo: es profeta, cree firmemente en Dios, y se dedica en cuerpo y alma a salvar a su pueblo. Es, sin duda, y así aparece en San Ginés, una figura virtuosa.
2 – Un varón muy barbudo, de ancha frente y mirada agresiva. Sin identificar, podría tratarse de Jerjes, el esposo de Ester, hombre violento. Virtud contra vicio, sin duda.
3 – Una mujer
4 – Un fraile dominico.
5 – Una mujer de elegante indumentaria
6 – Un hombre barbudo, melenudo, con aspecto irascible
7 – Una mujer elegante cubierta de una cofia amplia.
8 – Un varón joven, imberbe, quizás un pensador, quizás un envidioso.
9 – Un varón barbudo, viejo, de pelo abundante, y aspecto violento
10 – Una mujer elegante.
Tras este intento de identificación de las doce figuras del intradós de San Ginés, no queda más que arriesgar un significado iconológico sobre la forma de los tondos y la iconografía que les asignamos.
Como suele ocurrir en todos los espacios con función de bóveda (desde la grandiosa de la Sacristía de las Cabezas en la catedral seguntina, a este estrecho intradós del San Ginés arriacense) los habitantes de la superficie son seres que han alcanzado la Gloria, que disfrutan en su ultravida de los beneficios de la santidad, aunque unos hayan llegado desde el cristianismo, y otros desde el judaísmo, el paganismo o la mitología en general.
Pudiera ser, además, que en lugar de representar personajes concretos, fueran imágenes de Virtudes y Vicios, como suele ocurrir en fachadas eclesiales desde la más remota Antigüedad. En ese caso, sería lógica su colocación, enfrentando por parejas a los vicios (representados por figuras varoniles, con aspecto desagradable y violento) y a las virtudes (representadas por figuras femeninas, de elegante vestimenta y serena presencia).
En las imágenes que adjunto, además de la visión frontal y cenital del arco de San Ginés, aparece una de las caras del conjunto, y ordenados los personajes, tanto en foto como en dibujo esquemático, poniéndolos en significado para que mis lectores juzguen por su cuenta, a partir de estas suposiciones que he adelantado.