Lecturas de patrimonio: el retablo de Alustante

Lecturas de patrimonio: el retablo de Alustante

sábado, 19 septiembre 2020 0 Por Herrera Casado

Análisis de un monumento clave para entender los modos artísticos de siglos pasados en el territorio del Señorío de Molina. Visita, repaso, descripciçon y valoración del retablo mayor de la iglesia de Alustante.

Fue una suerte que la revolución de 1936 no alcanzara a Alustante, por lo que todo su patrimonio artístico y monumental quedó intacto, como ocurrió en la práctica totalidad de los pueblos del Señorío de Molina. Ello ha servido para que hoy puedan mostrar, aquellas poblaciones que están lejos de todo, sumidas en el silencio de la valentía y la resistencia, sus mejores galas de lo antiguo, y puedan tener esa voz de reclamo que el turismo exige.

En la iglesia de Alustante, dedicada a la Asunción de María, donde muchas otras cosas merecen ser admiradas, hoy nos vamos a fijar exclusivamente en su retablo mayor, que es uno de los más espectaculares, redondos y brillantes de nuestra provincia. Ya a principios del siglo XX lo examinó Layna Serrano, quien estudió más sus documentos que su iconografía. Pero que nos sirvió -en su visita histórica- para hoy conocer a fondo la trayectoria del arte y los artistas que por aquella tierra, entonces tan poblada, dejaron lo mejor de sus capacidades.

De nave única, la iglesia de Alustante presenta al fondo de su presbiterio el muro completamente ocupado por un retablo de madera, que se articula en tres cuerpos y cinco calles verticales. Se forma por diversas hornacinas y paneles que se rematan en arquitrabes, frisos y tímpanos con exuberante decoración, estando escoltado cada hue­co por sendas columnas de orden diverso. Llegamos a contar un total de 30 columnas, todas ellas en estilo corintio, muchas emparejadas, con frontones en todas las casillas de las calles intermedias, curvos en las inferiores, así como en el remate, incluyendo hornacinas aveneradas que evocan el plateresco. 

Las hornacinas de las calles más laterales están ocupadas por exquisitas tallas de los cuatro autores de las Epístolas: San Pablo, San Pedro, Santiago y San Juan. La representación tallada del panel central es un magnífico grupo de la Asun­ción de la Virgen, y sobre él aparece otro, muy alto, representando a San Miguel Arcángel aplastando al diablo. Todavía encima, la talla de Dios Padre, siempre en lo más alto.

A los lados de esta calle, dos paneles muestran los martirios de San Pedro y de San Pablo, y otros dos los de San Bernardo de Alcira (de infiel Ibn Ahmet Al-Mansur) y San Felipe. Aún más a los extremos, y como parte del cerchón que para cubrir todo el muro se añadió más tarde, aparecen las tallas de Santiago y San Jorge, a caballo, expresivos de la calidad caballeresca de Castilla y de Aragón (Alustante fue siempre frontera de ambos reinos). 

A ambos lados de la escena central de la Asunción se muestran talladas dos escenas de la Pasión de Cristo: la Coronación de Espinas y la Crucifixión, y aún más abajo, en otros dos paneles de brillante composición se ven talladas la de Pentecostés y la Coronación de María rodeada de sus atributos. En la predela se ven relieves con las escenas de la Anunciación, la Natividad, la Epifanía y la Circuncisión, alternando con efigies de santos adosados a los basamentos de las columnas. Aún se debe destacar su aislado y central tabernáculo, complicada arquitectura en dorada madera que se corona con bellísimo grupo en talla de la Transfiguración, presentando en el interior del Sagrario un extraordinario conjunto en relieve con la Ultima Cena.

Autores y fechas

Aunque este retablo se comienza a preparar y componer en 1612, no será hasta cuarenta años más tarde, en 1652, que se vea terminado. Muy costoso (al parecer se llegaron a sumar 54.000 reales entre todos los procesos de diseño, preparación, tallas, dorados…)

Fueron sus artífices geniales una serie de hom­bres salidos de los talleres de escultura de Sigüenza, formados por Giraldo de Merlo, que allí trabajó, en el retablo mayor de la catedral, a comienzos del siglo XVII. Como ensambladores trabajaron en lo de Alustante el maes­tro Juan de Pinilla, y Sebastián de Quarte, quizás valenciano. También dieron vida a los paneles y relieves de este altar los tallistas seguntinos Teodosio Pérez y Rafael Castillejo, incluyendo finalmente al pintor Justo Usarte y al dorador Bernardino Tollet para remate de la obra, que hoy luce, como el primer día, y entusiasma a quien lo contempla, que tiene la seguridad de hallarse ante una auténtica y preciadísima obra de arte. Jacinto Velilla talló y compuso el cerchón –ya en la segunda mitad del XVII– que con los dos santos caballeros remata el conjunto y cierra el muro del presbiterio, dándole mayor solemnidad. La culminación de la obra llegó en 1701, cuando el dorador José de Palacios, vecino de Molina, le dió color y brillo al conjunto.

Fue restaurado en julio del año 2000, y se le llegaron a quitar de encima (lo digo como curiosidad) más de 400 Kgs. de polvo que había acumulado a lo largo de su vida. La restauración le ha devuelto su brillantez, le ha acentuado su belleza, y ha permitido a muchos vecinos y viajeros descubrir en él cosas y detalles en los que antes no se habían fijado.

Valoración del retablo

Quien primero se fijó en esta obra fue don Francisco Layna Serrano, que giró visita a este lejano pueblo (desde su Madrid residencial) en 1935. De su viaje, análisis monumental, y estudio documental, resultó la publicación de un artículo titulado “La parroquia de Alustante (Guadalajara)” en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones de 1940 y que ahora puede leerse más cómodamente en la obra “Arte y Artistas de Guadalajara”, (Colección “Obras Completas de Layna Serrano” nº 9, Aache Ediciones, 2014.

Yo mismo hablé de él en mi “Viaje a los rayanos” (Premio Camilo José Cela de Literatura de Viajes en 1973), y luego publicado por Aache Ediciones en la Colección “Viajero a pie” nº 8, 2007, así como en el libro “Molina de Aragón, veinte siglos de historia” en la colección “Tierra de Guadalajara” nº 33 de Aache Ediciones, 2ª edición de 2020.

Finalmente, se ha ocupado de este retablo el escritor e historiador de Alustante Diego Sanz Martínez, quien publicó un breve estudio del mismo en la sección “El Patrimonio Cultural de Alustante” de la obra “Alustante, paso a paso” de Alejandro López, Juan Carlos Esteban y Diego Sanz (Colección “Tierra de Guadalajara” nº 84, Aache Ediciones, 2012).

Acabo con la frase que Diego Sanz Martínez dedica al retablo de Alustante en el libro “100 Propuestas Esenciales para conocer Guadalajara”, Aache Ediciones, 2016: “El Señorío de Molina debe ser consciente de su patrimonio como parte de su futuro y buscar fórmulas para que pueda ser (re)conocido, primero por sus propios habitantes y, partiendo de ellos, por unos visitantes que hallarán en él la huella de un pasado modesto, laborioso, pero no ajeno a la alta cultura que instintivamente se ha conservado a través del tiempo en cada uno de nuestros pueblos”.
Sé también que recientemente Miguel Angel Molina Calvo ha desarrollado y escrito un estudio amplio sobre este retablo, en su aspecto exclusivamente iconográfico, todavía parcial, pero que tiene en estudio firme. Ojalá que pueda ser conocido por todos en un plazo breve. Porque el monumento, grandioso y espectacular, sigue siendo una verdadera joya del patrimonio de nuestra tierra.