Antonio Barbero, el dibujante de ABC

sábado, 9 marzo 2019 0 Por Herrera Casado
Antonio Barbero Núñez

Antonio Barbero Núñez (1889-1962)

La semana pasada se inauguró, y va a estar abierta dos meses en las salas del Museo “Francisco Sobrino” en el antiguo Matadero, una exposición que viene a revelar la obra y capacidades de un personaje alcarreño al que en poco se tuvo, -en nada, mejor dicho- durante un siglo. Ahora gracias a las investigaciones de Pedro Pradillo y Felipe Hernández Cava, se han recuperado memorias de su vida y, sobre todo, obras debidas a su ingenio.

Es muy saludable que una ciudad recuerde a sus hijos notables. Todos los habitantes de una ciudad son importantes, porque son los glóbulos rojos de sus arterias, que le inyectan oxígeno y alegría a sus calles, pero hay algunos que le han puesto mayor mérito, y han dejado una huella, por esas calles/plazas, o por las memorias escritas y recordadas, de la ciudad.

Uno de esos personajes fue Antonio Barbero Núñez, que nació en Guadalajara, en 1889, y murió en Madrid en 1962, tras llevar una vida de incertidumbres primero, de expectativas y proyectos después, de miedos y u peligros finalmente, aunque a todo se sobrepuso y fue capaz de dejar una huella. Que ahora se rescata y nos enseñan.

Por dos cosas fundamentalmente destacó Antonio Barbero, ambas incluidas en el mundo del periodismo y la información: por ser uno de los primeros “críticos de cine” que hubo en España, y por ser un estupendo ilustrador.

 

En el mundo de la cinematografía, se metió a través del empresario Sagarra, quien a través de la “Gran Empresa Sagarra” levantó en Madrid el Real Cinema, el Príncipe Alfonso y el cinema España, santuarios de la proyección pública. Para él se puso Barbero a hacer carteles de películas. Tiempos después, nuestro personaje alcanzó a crear la revista “La pantalla” (Semanario español de Cinematografía) apareciendo como el mejor crítico de cine del momento. A través de esa perspectiva cinematográfica, entra a formar parte de la redacción de “Blanco y Negro”, “ABC” y “Campeón” cabeceras de Prensa Española, donde ya quedaría adscrito, incluso en el “ABC Republicano” que se crea en julio de 1936, cuando el gobierno del Frente Popular expropia el periódico a los Luca de Tena y se lo entrega como órgano de expresión al partido “Unión Republicana”. En él siguió Barbero colaborando a diario, dibujando, haciendo cabeceras, crítica de cine, etc. Y tras abril de 1939, por ello le vendría una depuración, un severo correctivo de un par de años en la cárcel, y después un “ahí te quedas” del que ya apenas saldría hasta 1962 en que murió, apenas sin elementos de subsistencia.

 

En el mundo de la ilustración, tras intentar demostrar su valía en revistas, periódicos y agencias, fue abriéndose paso con entusiasmo. Leer el libro que Hernández Cava ha escrito, con acopio minucioso de datos y fechas, es percatarse de la “vida de acción” que Barbero tuvo en el Madrid del primer tercio del siglo XX.
En 1908 mandó un dibujo a ABC que se lo publicaron en “Blanco y Negro”. Un éxito que apenas se creía: pero a partir de ahí empezó a colaborar con “Madrid Cómico”, con “El gran Bufón” entre 1912-1913, con “Polichinela” en 1912, saltando ya a la vista de todos con un estilo propio, en el que asienta con toda comodidad y rotundidad en “el lenguaje gráfico de las vanguardias” (cubismo, postismo… es el Madrid de 1928 a 1936, una época tremenda de creatividad, de humor, de espectáculo y de arte nuevo).

Tuvo una imprenta propia, “Zero”, que quebró por la huelga que le hicieron los trabajadores. El dueño sin un duro, y los obreros al paro… todo muy español. Siguió en la redacción de “Buen Humor” (que no le faltaba) fundada por Sileno, con Ramón Gómez de la Serna de referente. A nuestro Barbero lo emplearon de “cazador de chistes”, o sea decía él: se dedicaba a recopilar cuanto chiste escuchaba, para darle forma, redacción y, sobre todo, forma y dibujo.

Entró luego a colaborar en “Chiquilín” la revista infantil fundada por Bonet y que dirigía Enrique Jardiel Poncela. Sin duda son, esos felices veinte, “tiempos de humor”…

Creó la revista “Ellas” (que no le fue muy bien, y luego decoró casi todas las portadas de “La Novela Mundial”. Hay que tener en cuenta que en esa época todavía no existía la Televisión, ni la Internet, y la gente -de todos los niveles- leía mucho, muchos libros, muchas novelas, muchas revistas y periódicos. Fue el tiempo glorioso de las imprentas, de los dibujantes, de los editores, de las redacciones!

En 1928 Antonio Barbero se anima a crear otra revista, que soporta y dirige: “La pantalla” (Semanario español de Cinematografía), apareciendo en ella como el mejor crítico de cine del momento. Se suma entonces a la redacción de “La Codorniz”, y en 1929 empieza a escribir sobre cine en ABC y en Blanco y Negro.

Tuvo relaciones también con el mundo del espectáculo, que fue tan movido y plural en el Madrid de preguerra. En su familia había habido grandes personajes de la música, especialmente su abuelo Apolinar Barbero Sanz (natural de Hita, nacido en 1817), y su tío Pablo Barbero (Hita también, 1845) quien además de crear una Banda de Música en Guadalajara tras la Revolución de 1868, luego en Madrid se hizo una figura de la música popular, compositor y directivo de teatros…

 

En la exposición del Museo “Francisco Sobrino” vamos a ver, sobre todo, obra gráfica de Antonio Barbero. En una mesa central aparecen ejemplares de las revistas por él creadas, de los libros a los que puso portada, de páginas impresas de sus narraciones, y en los muros, bien enmarcados, espectaculares ejemplos de ilustraciones para relatos por entregas, novelas, folletines, portadas incluso, de ABC y Blanco y Negro. En esta exposición se comprueba la fuerza, la creatividad, la imaginación y la técnica de Antonio Barbero, quien años después de su paso por el mundo, y en este universo en el que prima lo visual y el movimiento, nos lanza su mensaje de contenido optimismo, de visión espléndida y febril, plausible y casi loca perspectiva: un artista en toda regla, que lo fue a través de una vida complicada. Un ejemplo, creo yo, de lo que debería ser la vida de la gente: el entusiasmo, unido al esfuerzo, y a conquistar el mundo, que al final solo se abre a quienes trabajan y no se rinden.