Los viajes de don Pedro Castillo por Guadalajara
Queda claro que es a través de los libros como muchos se quedan a vivir tras la muerte. En estos días hemos tenido ocasión de leer los “Viajes por la provincia de Guadalajara” que en forma de libro nos trae la memoria de quien fuera profesor, y maestro de maestros en Guadalajara, don Pedro Castillo Galve.
Gracias al entusiasmo y el filial recuerdo de Augusto Castillo Abascal, en estos días he podido pasearme por las páginas de un libro que ha recuperado su existencia gracias a las modernas tecnologías de la edición. La palabra amable y sabia de quien fuera “maestro de maestros” y para el que muchos corazones alcarreños siguen teniendo un buen gesto de agradecimiento, ha rebrotado en páginas y fotografías, y ahora está al alcance de cualquiera en un libro que, firmado como corresponde por el autor de los textos, es expresión de un cariño unánime. “Viajes por la provincia de Guadalajara”. Así se ha bautizado el conjunto de textos que don Pedro Castillo escribiera en los años 60 y 70 del pasado siglo, y que guarda muchos valores. Los vemos a continuación.
Los viajes de don Pedro por Guadalajara
En esta obra que comento, y que puede ser una herramienta muy útil para maestros y profesores, Pedro Castillo plasmó un viejo requerimiento que los enseñantes tienen, y que deberían mantener como norte preciso en su actuación. Y es el de dar a conocer la tierra en que viven sus alumnos, contarles su historia, señalarles sus monumentos, hablarles de sus personajes y alentarles a conocer sus fiestas.
Siguiendo las pautas que por entonces, en la segunda mitad del siglo XX, dictaba el Ministerio de Educación y Ciencia, Castillo Gálvez se propuso no solamente recomendar a sus alumnos esa tarea de conocimiento y reconocimiento de la provincia, sino que él mismo se embarcó en la tarea, larga pero amable, de elaborar un texto, de escribir los capítulos, ilustrarlos, y hacerlo todo a través del viaje y la visión directa: nacerían así una serie de viajes por los partidos judiciales (a la sazón eran nueve) que se presentarían escritos a máquina, ilustrados con fotos, encuadernados incluso, y que consiguieron en algún caso llevarse algún premio nacional.
La esencia de la tarea era bien sencilla: formar un grupo de alumnos y alumnas de Magisterio que, junto a un profesor tutor, o con el propio Pedro Castillo, se comprometieran a viajar por los caminos (alguna carretera había, sí, pero en muchos casos eran caminos de tierra) y llegar a los enclaves principales de cada partido judicial. Desde Guadalajara a Molina pasando por Brihuega, Cifuentes, Sacedón y Sigüenza, acabando en la Sierra de Atienza y Cogolludo y rematando en la Alcarria baja de en torno a Pastrana.
De cada lugar ponían un poco de historia, hacían una descripción pormenorizada de los monumentos, hacían alusión a las bellezas naturales, también a las fiestas, y acababan el capítulo con la reproducción de una poesía alusiva a ese entorno, que solía ser de José Antonio Ochaíta, de Jesús García Perdices, de López García en Tendilla o de Cortijo Ayuso en Pastrana. Aunando todo tipo de información en un solo capítulo, juntando historia con poesía, datos de arte con geografías, etc.
Todo ello iniciado con una visión general de la provincia, y que nos da idea de cómo se encontraba ésta por entonces (habitantes, industrias, comunicaciones, perspectivas…) sabiendo que el futuro estaba más en el turismo que en la industria, aunque aquel pasaba especialmente por la esperanzada realidad de los Embalses de la Alcarria, que hoy sabemos fue una esperanza rota.
Don Pedro Castillo se apoyó en los escritos e informaciones que le proporcionó su bien amigo Francisco Layna Serrano, a quien le gustó especialmente la idea de hacer estas “cartillas” formativas sobre la realidad de la tierra, y aplaudió siempre el proyecto, que vino a acabar con éxito y mejor formación de los alumnos.
Todo esto es lo que se plasma en el libro que acaba de salir de la imprenta. Estos “Viajes por la provincia de Guadalajara” de don Pedro Castillo Galve hicieron por la provincia mucho más que futuros discursos hueros y rimbombantes de mesiánicos políticos vendehúmos, que también vinieron luego. Hoy sale en papel impreso aquel proyecto que debería tener continuación, o al menos mantenimiento, y enseñar a ver a las jóvenes generaciones los valores que están depositados en la tierra en que viven, antes que lanzarles al descubrimiento de un mundo ajeno y que solo trata de conquistarles para venderles algo.
El profesor Castillo Gálvez
Conviene recordar, aunque sea someramente, la figura de don Pedro Castillo Gálvez, nacido en Archilla en 1912, y estudiante en Guadalajara de la carrera de Magisterio, que superó con facilidad, accediendo al Cuerpo Nacional de Maestros en 1934, siendo destinado primeramente a la escuela de Casa de Uceda. Tras la Guerra, en octubre de 1940 pasó al Grupo Escolar Cardenal Mendoza, ubicado entonces en la plaza de Santa María, y poco después por oposición obtuvo la plaza de regente de Anejas, siendo en 1945 transformado el cargo en director de la Escuela Graduada Aneja. Que es el puesto en que se mantuvo muchos años, hasta su jubilación en 1982.
Como algunas de las actividades docentes que practicó conviene recordar que dirigió el periódico “Voz Escolar”, que estaba destinado a alumnos y familias. Recibió la Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, en 1966, y en octubre de 1974 fue nombrado Caballero de la Orden del Monasterio de Yuste, siendo propuesto en 1980, por parte de la Asociación de Padres de Alumnos del centro en que ejercía para recibir la placa al Mérito Docente de Alfonso X el Sabio. La Caja de Ahorro Provincial, a propuesta de la Comisión de Obras Sociales, instituyó en 1986 el Premio “Pedro Castillo Gálvez” de Redacción Escolar, como homenaje, en su nombre, al cuerpo de Docentes de Guadalajara.
Puede decirse que don Pedro Castillo tuvo una destacada presencia en la Guadalajara de la segunda mitad del siglo XX, época en la que le tocó vivir, como político y actor de la vida socioeconómica de esta tierra. En 1954 fue elegido concejal en el Ayuntamiento de Guadalajara por el tercio de Cabezas de Familia, instituyendo en su mandato un “Día del Niño” en las Fiestas de la capital. Influyó decisivamente para completar la construcción y puesta en funcionamiento del Grupo Escolar “Isidro Almazán” en el barrio de la Estación. Participó activamente en las gestiones para la construcción de una nueva sede para la Escuela Normal de Magisterio, y propició la construcción de nueva planta del Grupo Escolar “Cardenal Mendoza”. El Ayuntamiento le dedicó, tras su muerte (que ocurrió en 1996), una calle en los barrios de junto al río. Y este periódico “Nueva Alcarria”, en 1997, le nombró “Popular en Valores Humanos”, que recogió su hijo Augusto y que vino a materializar el cariño que había sabido cosechar entre sus conciudadanos a lo largo de su vida.
De todos cuantos han hablado de él, porque le conocieron y aprovecharon sus enseñanzas, se pueden resumir en dos apelaciones sus características, sin lugar a duda. Una fue la de “hombre bueno” que sin duda es a lo que muchos aspiramos a ser, aunque es difícil. Y otra la de “maestro de maestros” porque su vida entera la dedicó a la formación y profesionalización de los enseñantes.