Etapas del arte mudéjar en Guadalajara
En estos días aparece impreso en forma de libro el trabajo que el arquitecto alcarreño Antonio Trallero elaboró en los últimos años, y con el que consiguió ganar, en 2016, el Premio “Layna Serrano” de investigación histórica sobre la provincia de Guadalajara.
El libro es realmente espectacular, y la cantidad de datos, de imágenes, de hallazgos y soluciones es muy grande, hasta el punto de que sin duda puede decirse que este será, en adelante, un libro de referencia del arte patrimonial alcarreño.
En este trabajo completamente redondo que ahora nos llega a las manos se materializa un ansiado título, un tema esperado, una realización impecable… Pero, sobre todo, se centra la atención de quien lo lea en los tres aspectos bien definidos, y analizados a fondo, de los tres momentos en los que el estilo mudéjar ha impregnado la ciudad de Guadalajara a lo largo de los últimos ocho siglos, dando a nuestra tierra un “sello” inconfundible, una marca que deberíamos potenciar más, la del “mudéjar” para todo.
El autor de este trabajo de investigación, que ha conseguido verlo no solo premiado sino publicado, plantea la visión del mudéjar guadalajareño a través de tres etapas muy bien definidas, que son: el mudéjar, la pervivencia del mudéjar, y el neomudéjar. Vamos a analizar brevemente qué son estos tres conceptos, y cuales sean sus edificios o ejemplos más representativos.
El mudéjar
El mudéjar lo define Trallero como “la manifestación cultural de una sociedad plural”. Imposible ser más escueto, y por ello se necesita alguna aclaración más. Como por ejemplo decir que el mudéjar No es arte islámico, que SÍ es arte cristiano, y que se ejerce en un contexto multicultural, en el que los comitentes y mecenas son miembros de la sociedad cristiana, pero los artífices y artistas pertenecen a la sociedad islámica.
Se sabe, por crónicas, documentos y restos hallados, que Guadalajara fue una ciudad eminentemente mudéjar, tanto en sus edificios religiosos como civiles. La densa población islámica que quedó en la ciudad tras el cambio de poder político, tras la Reconquista, se dedicó a la construcción, y así la mayoría de los templos cristianos, como antes lo habían sido los islámicos y judíos, están hechos con las técnicas habituales mudéjares, usando el material de la piedra caliza y el ladrillo como basamenta de todo.
Así ocurre que hubo numerosas iglesia de este estilo, de las que apenas nos han llegado muestras. Una de ellas, y la pongo como ejemplo del mudéjar arriácense, sería la iglesia de San Gil, que fue además la sede de las reuniones del Concejo durante la Edad Media. De ella solo nos queda hoy el muro de lo que fue su ábside, espléndido de arquerías ciegas, y restos representados de sus pinturas y decoraciones interiores.
La iglesia de San Gil ya existía en 1285, por lo que tuvo que construirse a mediados del siglo XIII. Céntrica, poblada, acogió en sus muros y capillas los enterramientos de ilustres ciudadanos. Alguna de sus capillas, como la de la familia Orozco, fue decorada tan ricamente, en estilo mudéjar también, que luego en el siglo XIX el arquitecto Velázquez Bosco, adalid del neomudejarismo, utilizó sus motivos para decorar la capilla de Santa María Micaela.
Este templo de San Gil, ya muy viejo y poco cuidado, ante la amenaza de su derribo fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1924, pero así y todo el Ayuntamiento autorizó su derribo en 1931 (a excepción del ábside, que es lo único que ha quedado, aprisionado hoy entre edificaciones mucho más modernas).
La pervivencia del mudéjar
Se considera que, a partir del siglo XV, finales, (una vez expulsados judíos y moriscos) todo lo que se construye en este estilo es pervivencia del mismo, no original. Sería una imitación de lo antiguo en un tiempo nuevo, una puesta en valor de cánones tradicionales, hispánicos, muy calados en la visión y gusto estético de las gentes.
Creo que el mejor ejemplo para entender lo que es la “pervivencia del mudéjar” que en este libro estudia Trallero es traer a memoria el edificio de la Capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, de Luis de Lucena. Erigida hacia 1534, su aspecto exterior es el de una pequeña fortaleza totalmente construida en ladrillo, con sus filigranas y recursos visuales, mientras que el interior es un lugar renacentista pleno, quizás incluso ya algo evolucionado hacia el Manierismo, al menos en la decoración pictórica de sus bóvedas. Y, por supuesto, en el significado que el autor quiso darle (aunque no llegó a explicarlo claramente) y luego otros le hemos dado modernamente. Más que una capilla es un cofre de la Sabiduría, un Arco de Salomón, una Biblioteca también para contener los saberes nuevos.
El Neomudéjar
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, y en el contexto de un amplio eclecticismo arquitectónico, en el que se construye muchísimo en imitación de los estilos antiguos (rehaciéndose las fórmulas medievales, lo románico, lo gótico, lo lombardo, lo bizantino…) surge también la intención de los arquitectos españoles de levantar nuevos edificios en un pleno mudéjar contemporáneo. A nivel de España, recordar por ejemplo las Escuelas Aguirre de Madrid, el Rectorado de la Universidad de Córdoba, el edificio de Correos de Zaragoza (mil etcéteras…).
A nivel Guadalajara, el conjunto de las Adoratrices y Panteón anejo, que el arquitecto burgalés Ricardo Velázquez levanta, a instancias de la duquesa de Sevillano, es uno de los conjuntos eclécticos más importantes del inicio del siglo XX. En él hay elementos lombardos, románicos, renacentistas, y varios istas más. Entre ellos, el nemudéjar que campea por toda la iglesia de Santa María Micaela, aneja al monumento.
Pero el ejemplo de este Neomudéjar en Guadalajara se lo aplicaría yo al conjunto arquitectónico de la Prisión Provincial, de la calle del Amparo.
Trallero lo estudia en profundidad, y nos dice cómo su arquitecto diseñador fue Vicente García Ron, consiguiendo algo espectacular, aunque dentro de las normas dictadas años antes para las sedes de las prisiones provinciales.
Es espectacular en este conjunto la fachada y los hastiales, en los que la estética mudéjar se exhibe potente. Sobre la fachada y acceso se levanta una muralla almenada, y su marcado mudejarismo lo consigue a partir de la fábrica mixta de caliza y ladrillo, y del juego de este ladrillo en cornisas, impostas, almenas, jambas y dinteles. Una expresión clara de neomudéjar, la Prisión Provincial de Guadalajara (que, por cierto, es otro más de ese creciente número de edificios ciudadanos que van entrando en el peligro de su ruina, pérdida y olvido).
Datos concretos de este libro
Antonio Miguel Trallero Sanz: Mudéjar, pervivencia del mudéjar y neomudéjar en la arquitectura de la ciudad de Guadalajara. Excmª Diputación Provincial y Aache Ediciones. Guadalajara, 2017. 320 págs. Tamaño 21 x 30 cms. Cientos de fotografías y planos. Encuadernación en rústica. ISBN: 978-84-92502-62-2.
Es este un libro que va a dejar huella. Se nota con solo tenerlo en la mano, y pasarle rápidamente las hojas. Porque la información que aporta es tan densa, tan sólida, y tan interesante, que cualquiera interesado en el tema del mudéjar en Guadalajara va a ser raptado de inmediato por tantas páginas y tantas imágenes (planos, estampas, fotografías, croquis, alzados…).
Nueve son las partes en las que el arquitecto Trallero, autor de este magno estudio de historia del arte, divide su libro. La primera es una obligada introducción para dar paso al segundo capítulo, dedicado al medio físico y urbano de la ciudad de Guadalajara. Continúa el tercero con la Arquitectura Religiosa de la Guadalajara medieval, en donde muestra numerosos ejemplos, en conjunto y en detalles, de ese estilo mudéjar que caracterizó de forma intensa la fisonomía artística y arquitectónica de la ciudad del Henares.
El cuarto capítulo está dedicado a la Arquitectura Civil y Militar de la ciudad de Guadalajara, con estudio de murallas, alcázar, palacios, conducciones de agua, puertas, etc. Luego el 5º aspecto está dedicado a la visión de la arquitectura de finales del siglo XV y el siglo XVI, y pasa ya a examinar ese aspecto hasta ahora no visto de forma académica que es la “Pervivencia Mudéjar”, en un momento, largo y denso, indefinido y poco concretado, pero que Trallero conjunta y analiza con acierto.
La arquitectura neomudéjar es el séptimo capítulo, quizás el más amplio del libro, porque ese aspecto de nuestra ciudad, especialmente denso a finales del siglo XIX y principios del XX, en que se ejecuta el revival de lo mudéjar (sabiendo que es la esencia antigua del burgo) es el que más ejemplos aporta. El lector se mostrará sorprendido de ello, aunque todos los edificios y detalles estudiados estuvieran ya en su cabeza. Aquí adquieren carácter de enciclopedia, muy ilustrada además.
El octavo capítulo son unas conclusiones, y el noveno ofrece al lector más especializado las fuentes usadas y la bibliografía manejada.
Con este libro, se llena un hueco que la historiografía del arte en Guadalajara solo había ocupado parcialmente. Antonio Trallero, con este inmenso trabajo (con el que ganó el Premio “Layna Serrano” (que concede la Excmª Diputación Provincial de Guadalajara) en 2016, entra por derecho propio en el capítulo de los más concienzudos estudiosos del patrimonio guadalajareño. Un libro que desde el momento mismo de su aparición se hace imprescindible para saber de esa Guadalajara tradicional, eterna, que siempre buscamos.