Las bodegas de Horche
Uno de los atractivos que hoy ofrece la cercana población de Horche, son sus bodegas. Un impresionante conjunto de excavaciones en lo profundo de la tierra, en las vertientes del cerro en que el pueblo asienta, y años/siglos de permanente cuidado, de vida inyectada, de actividades, cantos y cosechas, han consumado una realidad espléndida, que hoy es meta de muchos viajeros, alegría de tantos ruteros.
En los folletos de turismo que Horche ha preparado, y en algunos libros que han salido a luz, las bodegas horchanas se constituyen en eje de admiración y meta de peregrinaje.
De las muchas cuevas que hay en el término de Horche, figuran ocho en el catálogo local de edificios protegidos. Son las siguientes:
– Bodega de Sixto. En la calle de la Concepción.
– Bodega de Muñoz Moya. En la calle de El Vallejo.
– Bodega de Alfredo. En la calle de El Palomar.
– Bodega de Felipe “El Hortelano”. En la calle de Herencio.
– Bodega de Salas. En la calle de El Vallejo.
– Bodega de Joaquín Escribano. En la calle de El Palomar.
– Bodega de las Francisquillas. En la calle de El Palomar.
– Bodega de la Piedra de la Comuna. En la calle de la Iglesia.
Todas estas y muchas más pueden ser visitadas, y aunque tienen propietario, y un uso privado, lógicamente, no es difícil acceder y verlas, olerlas y sentirlas, con ese ambiente húmedo, vinoso y antiguo que de sus muros emana.
Las Bodegas hoy
Desde muy antiguo, en Horche se dedicó la población al cultivo de la vid y a la producción del vino. Entre otras cosas, por supuesto. Y con los altibajos propios de los acontecimientos (guerras, epidemias, etc.) que esporádicamente han sucedido. Hoy sigue siendo un eje de vida y actividad. Y aunque el vino de Horche no se produce en grandes cantidades, ni es de primera fila, el objetivo se cumple, porque lo que se pretende es disfrutar cosechando, viéndolo crecer, y degustándolo en camaredería y amistad.
Las bodegas y el vino de Horche son más bien una justificación para vivir felices, más que un objetivo económico.
Por todos se repite que estas bodegas y este cultivo son de origen árabe, lo cual es más bien difícil, puesto que el Islam prohíbe y siempre prohibió el uso del vino y las bebidas alcohólicas. Más bien su origen podría datarse en en el siglo XVI, cuando empezó a disminuir el comercio de la lana, y en esta parte de la Alcarria tuvo que acelerarse el cuidado a los campos y a la agricultura. No sería hasta mediados del siglo XVI que comenzaran a labrarse y cuidarse las bodegas horchanas, tiempo en que disminuyó el pastoreo y aumentó el cultivo de los viñedos. Y que ya siguió, cada vez más floreciente, hasta los comienzos del siglo XX, en que la llegada de la epidemia de filoxera acabó prácticamente con todo este panorama.
Nos cuenta en su “Historia de Horche” Juan Luis Francos, la evolución histórica y patrimonial de estas bodegas horchanas. Él mejor que nadie, como Cronista Oficial que fue de la Villa de Horche, sabía de estas construcciones, de sus características, de sus peciuliaridades. Y así me atrevo a tomar de su libro estas frases que mejor que nada describen esta temática que hoy quiero resaltar, especialmente para que sean muchos los viajeros que se lleguen a Horche a visitarlas y disfrutar de ellas.
Decía Francos que “Las cuevas o bodegas se excavaban en el terruño, en la parte baja de las casas, con entrada desde el portal, y en los aledaños del caserío. Eran corrientemente húmedas y de extensión apropiada a la producción familiar. Con techos abovedados, pasillos, generalmente rectos, con huecos a derecha e izquierda para las tinajas y alguna estantería de madera, siempre húmeda, algo salitrosa, sobre las que se colocan botellas, garrafas, damajuanas, vasos y útiles varios. Mantienen una temperatura bastante uniforme, entre doce y catorce grados, que va bien para los caldos, por lo que además se utiliza como almacén para productos perecederos de la huerta. De su grado de temperatura dependía la cocción más temprana o más tardía de los caldos y de su grado de humedad el sabor. Con el tiempo, sobre todo en los últimos años, cuando la producción era menor por la filoxera, las situadas en las casas fueron arreglándose, se les hizo arcos de piedra o ladrillo, se las dotó de luz eléctrica y se las acomodó para tener una estancia más acogedora que favorezca la tertulia y la merienda. Las situadas en el extrarradio sufrieron suertes diversas. Algunas se hundieron por el abandono, otras se quedaron sin tinajas, rotas por las “peñas” que las ocuparon para disponer de más espacio. Otro tanto ha ocurrido con las cuevas, posiblemente las más antiguas, situadas en la calle La Cañada, por donde circula el encierro taurino desde que existe la plaza de toros estable. Las bodegas se han conservado con más o menos respeto y se han levantado edificios para tertulias y meriendas, a la vez que para disfrutar de los mencionados encierros”.
Otros datos de bodegas
Si a la Alcaria hay que ponerle fechas, tradicionales, que todos esperan (o esperaban) con ansiedad y perspectivas, eran estas: la vendimia y su posterior pisado de la uva, el esquileo y la matanza del cerdo. Con mayor o menor fuerza, reducidas a veces tan solo a unas pocas familias o individuos, todo ello se mantiene. En Horche, por ejemplo, la matanza del cerdo prácticamente no se practica y poquísimos son los que se ocupan en el inicio del verano de esquilar a sus rebaños, pero sin embargo la vendimia queda, palpitante y granada, esperada siempre, deseosos muchos de dedicarse durante días, y semanas, de vendimiar, pisar, recoger y conseguir vinos, cada vez mejores, para presentarlos luego al gran Concurso de Vinos Locales que se celebra el último domingo de abril, y que cada vez tiene más popularidad.
Pequeños detalles en torno a este mundo de los licores en Horche son los que nos recuerda Francos en su obra: que hubo producción de aguardiente (en 1905 lo producían Antonio Muela Garrido y Rafael Pacheco González), y que durante años alcanzó fama comarcal la bodega de “El Metro”, que tenía forma circular y en la cual taberna había carteles d elas estaciones del Metro de Madrid, acogiendo grupos que venían a merendar y sirviendo a todos el vino horchano del que hubo años que llegaron a servirse 400 arrobas (6.400 litros) en un solo verano. Hoy es Horche meta de viajeros, de ruteros, y de visitantes curiosos que buscan alcanzar los ecos de tiempos añejos y de lugares silenciosos. Todo lo que se haga por atraer ese público, y esa corriente, aunque minoritaria, de turistas, será bien empleado.
Cómo contactar
Para hacer la “Ruta de las Bodegas” de Horche hay que contactar previamente con la Oficina de Turismo «Villas Alcarreñas», que está en la carretera de Yebes, s/n en el Telef. 949 290 683. La ruta tiene lugar los sábados, domingos y festivos, y comienza a las 11:30 desde la referida Oficina de Turismo. Dura 2 horas aproximadamente, cuesta 5 € por persona, y se visita la plaza mayor, el lavadero y las fuentes principales, el Museo Etnográfico y dos o ttres bodegas, según disponibilidad, teniendo en la última un aperitivo y degustación de vino. Merece la pena apuntarse, no se olvidará esta actividad.
El libro que nos cuenta la Historia de Horche
La obra capital para conocer Horche, su historia, su patrimonio (también sus bodegas) sus fiestas y sus personajes, es la que escribió Juan Luis Francos hace unos años, y que hoy se manifiesta como fuente principal del conocimiento de esta villa alcarreña.
Esta “Historia de Horche” es un libro denso, en el que quizá el autor quiso incluir todo lo mucho que él había recopilado sobre la villa de Horche, como si previera la necesidad de acabar el trabajo. Con numerosas fotografías (actuales y antiguas, ésas proporcionadas por diferentes vecinos) y planos, el libro contiene 416 páginas, incluyendo algunos documentos transcritos, unos completos y otros resumidos. Historia, leyendas históricas, patrimonio artístico, breves biografías de horchanos ilustres, callejero, oficios, apodos, fiestas tradicionales, costumbres actuales y pasadas, fuentes, bodegas, la agricultura, datos demográficos y de las actas municipales, etc, etc.
El autor del libro
Hace ahora 6 años que se presentó este libro en Horche. Ya no estaba, sin embargo, el autor, que había muerto pocos meses antes, en el verano del 2008. “El amigo Juan Luis”, como le llamábamos por su amabilidad y simpatía, aunque gallego de Santiago, acabó en Madrid por su trabajo y en Horche por su matrimonio con Mari Carmen Cogolludo. Su trabajo en la industria le hizo viajar continuamente hasta su prejubilación a los 58 años. Entonces pudo centrarse con pasión en la historia y costumbres alcarreñas (centradas en Horche y alrededores), y por los toros.
Fue motor tanto de la actividad cultural de la Casa de Guadalajara en Madrid como de la Asociación “Juan Talamanco” de Horche. Asimismo fue Académico Correspondiente de la R.A.H., miembro de la Asociación Castellano-Manchega de Periodistas y Escritores de Turismo, y colaborador (y corresponsal en Horche) de “Nueva Alcarria”, donde publicó en fascículos su obra principal, la “Enciclopedia Taurina de Guadalajara”. A título personal les recomendaría leer su “Muerte al Castilla” (Parteluz, 1998) acerca de la participación de alcarreños en la guerra de 1898 en Filipinas. Como académico correspondiente, colaboró con diferentes ítems del Diccionario Biográfico de la R.A.H.
Recuperó una pequeña celebración en Horche la noche de San Juan en conmemoración de la conquista cristiana de la villa, que los antiguos cronistas indicaban que se realizó ese día por el propio Alvar Fañez de Minaya, inmediatamente antes de la toma de Guadalajara. Cerca de la festividad de la Inmaculada, la Asociación “Juan Talamanco” de Horche que él presidió entregaba, en colaboración con el ayuntamiento, sus premios anuales, que incluyen a un estudiante de la localidad, propuesto por el claustro de profesores del colegio de la villa. Mantuvo una cierta polémica como partidario de la recuperación del nombre tradicional de la localidad, “Orche” sin la H. No pudo llegar a ver completamente restaurada la iglesia parroquial, hecho que menciono por las veces que me hablaba de ella durante las obras. En la hemeroteca provincial pueden comprobarse los diferentes homenajes que ha ido recibiendo desde su fallecimiento.
Fue poco a poco almacenando documentación acerca de Horche, atraído por la obra que escribiera el padre Talamanco en el siglo XVIII y que se reeditó gracias, en gran parte, a su esfuerzo. Y de tanta documentaicón acumulado, de tanto saber compartido con las gentes del pueblo, nació esta “Historia de Horche” a la que sin reservas aplaudo.