Escariche pintada de arte

viernes, 2 agosto 2013 5 Por Herrera Casado

Muros pintados en Escariche

Ahora que se llevan tanto las pintadas, estrambóticas y y anodinas, en las que prima la transgresión del hecho sobre la fuerza del arte, el viajero ha llegado a Escariche, un pueblo de nuestra Alcarria más honda, y se ha quedado admirado de la existencia de decenas de pintadas, gigantescas y artísticas, sobre los muros de casas y corrales, en un intento vanguardista de poner la inspiración gráfica sobre elementos, materiales y horizontes no vistos comúnmente.

No vamos a descubrir nada, porque esta iniciativa se llevó a cabo hace ahora más de veinticinco años, concretamente en 1986, y luego que pasó la fiebre ornamentista por Escariche, nada se ha vuelto a hacer en ese sentido. Ni se han arreglado los desperfectos propios del tiempo, ni se han hecho nuevas pintadas. Pero ahí quedó el testimonio de un movimiento entusiasta, que cuajó en algo distinto.

No es que, como decía Monje Ciruelo en el artículo que escribió aquel año saludando la iniciativa, Escariche se haya convertido en “centro de peregrinación artística”, porque hace un mes, en un agradable día de inicios del verano, allí no había más que lugareños tomando la sombra, y amas de casa comprando el pan. Ningún turista o viajero admirativo, como el que suscribe. Sin embargo, es bien cierto que hoy Escariche ha cuajado, en el contexto de los lugares característicos de la Alcarria, porser “el pueblo de las pintadas”. Y por ahí es por donde empieza, siempre lo hemos dicho, la capacidad de generar una atracción: por la originalidad yla exclusividad. Ningún otro lugar de nuestra provincia tiene esta muestra de arte tan especial. Es única.

Un movimiento vanguardista

La idea surgió de dos artistas locales, en 1986: Rufino de Mingo y Antonio Fernández, naturales de Escariche, muy bien relacionados en el mundo del arte, que decidieron abrir una ruta nueva a la expresión artística, y hacerlo en un lugar apartado y un tanto remoto, aunque en el corazón pleno dela Alcarria. Vinieronartistas de diversos países de América, entre ellos Rafael Rivera Rosa, profesor de la Facultad de Bellas Artes de San Juan de Puerto Rico; Anaida Hernández y Carmelo Sobrino, del mismo país; Geo Ripley, dela República Dominicana; Oscar Carballo, de Cuba, además de estos doce españoles (más los dos promotores): Antonio Antón, Rafael Liaño, Miguel Recuero, Tony Ibírico, Lorenzo Olaverri, Teófilo Barba, Justo Moral,Francisco Hernando Bahón, María del Carmen Patié y Manuel Amaro. Por calles estrechas, por costanillas y bardas, al final de una escalinata, en el borde de la carretera, o en plena calle mayor, fueron surgiendo las obras coloristas, formalistas y renovadoras, muchas de ellas con mensajes incrustados, con palomas y figuras salidas de otro continente de luz, con caballos y seres humanos, con noticias de inventadas batallas, con ángeles suspensos y soles rientes. Esa mezcla de ofertas y de formas convirtieron a Escariche en un experimento que le hizo aparecer en la prensa, en los comentarios de calle, y que le procuró eternidad en las crónicas de esta tierra. Una eternidad que, de momento, y sin muchos apoyos, ha llegado hasta hoy, veintisiete años después. Y que ha servido para que el viajero, en su mirar continuo por la Alcarria que en verano se deja fotografiar y acariciar en distancias muy a mano, se haya acercado hasta su caserío por ver sobre todo las imágenes, por disfrutar los colores. También por fotografiarlos, y darlos a conocer un poco más. Esta crónica quiere ser, esperemos que pueda ser, más visual que literaria. Porque el valor de estas “pintadas” de Escariche está sobre todo en las sorpresas que crean, al deambular por los espacios tradicionales de un pueblo mesetario, la dimensión desusada de la pintada, la fuerza inusual de los colores. Junto a estas líneas, pues, algunos elementos gráficos de ese paseo, en un intento de que sirva para captar más visitantes.

Historia y monumentos

Aunque los murales de Escariche ocupan entre 30 y120 metros cuadrados, no puede ninguno de ellos contener el río sonoro de su historia. Que aunque sencilla es larga. Cabe decir de ella, por darle justa dimensión en el tiempo, que una vez reconquistada la región alcarreña por los monarcas castellanos, a fines del siglo XI, fue poblado este lugar, y dado a formar parte del amplio alfoz o Común de Villa y Tierra de Guadalajara. Pasó luego a pertenecer al alfoz o Común de Zorita, usando su Fuero, y en tiempos del rey Alfonso VIII, en el siglo XII, entró a pertenecer a la Orden de Calatrava, en la Encomienda de Zorita. En ella permaneció, participando en el Común del territorio en cuantas luchas anduvo metido contra la morisma, hasta que en el siglo XVI el Emperador Carlos V, necesitado con urgencia de abundantes recursos monetarios para seguir dando guerra por Europa, enajenó todos sus bienes a la Orden de Calatrava, entre otras. Y así puso en venta la villa de Escariche, a la que los Reyes Católicos, en el siglo XV, habían concedido el privilegio de villazgo. La compró, en 1584, don Nicolás Fernández Polo, quien construyó una casa‑palacio en el centro del pueblo, ayudó a la iglesia, y dejó la villa en el mayorazgo de su casa. La tuvieron, pues, en señorío, sus herederos los Polo Cortés, quienes siguieron beneficiando a la villa, fundando un convento de monjas concepcionistas. En el siglo XVII era señor de Escariche don Lorenzo Temporal, de la misma familia. Y en 1730, cuando murió el último varón de la estirpe, el señorío pasó a una mujer de la misma, que había profesado de monja concepcionista y habitaba en el convento de dicha orden de Almonacid. La villa ejerció su derecho de tanteo, y en 1740 adquirió su propia libertad pagando fuerte suma a esta señora monja, y quedando Villa señora de sí misma.

Destacan en Escariche algunos interesantes ejemplares de casas rurales alcarreñas, grandes aleros de madera, pisos bajos de sillarejo, entramados de madera en el piso alto, etc. Algunos edificios son construidos enteramente de sillería, con buenas rejas y algún escudo heráldico tallado en piedra, como uno que se ve en la calle principal. También se admiran bellos ejemplares de rejas populares y otros trabajos de forja artística.

La iglesia parroquial está dedicada a San Miguel. Es obra notable del siglo XVI en su segunda mitad, con una muy bella portada meridional, en la que se destacan diversos elementos decorativos de tipo geométrico. El interior, de una sola nave, muestra algunos retablos valiosos, en especial el mayor, del siglo XVII, con pinturas estimables.

En la parte alta del pueblo, y tras la iglesia parroquial, se ve el enorme y severo caserón  que fue de los señores de la villa, los Polo y Cortés. Obra en recio sillar bien trabajado, presenta lisos muros, sólo surcados por pequeñas y esporádicas ventanas, lo que le confiere al edificio un aspecto de fuerza y belicosidad no acorde ya con la época en que fue levantado (segunda mitad del siglo XVI). La puerta es muy hermosa, aún dentro de su sencillez arquitrabada y con gran escudo cimero. El interior, hoy habilitado para viviendas particulares, aún muestra detalles de su antigua grandeza. Esta casa fue utilizada, todavía en el siglo XVI, para albergar el convento de monjas que fundó el segundo señor de la villa, y por ello se construyó aneja una iglesia de la que aún pueden verse leves restos, transformados en dependencias auxiliares. Don Nicolás Polo Cortés, en 1567, hizo escritura de fundación del convento de monjas concepcionistas, donándolas para el mismo parte de su casa y levantándolas aneja una iglesia. Trajo las primeras monjas del convento concepcionista de Guadalajara, y entraron enseguida a formar parte de la Comunidad seis hijas del fundador. Duró esta institución hasta 1835, fecha de la desamortización de Mendizábal.