La Feria de Tendilla estrena título
Hoy comienza la nueva Feria de Tendilla, que a partir de ahora llevará el apelativo de “Feria de las Mercaderías”. Un apelativo oficial, porque es el que ha adoptado al ser declarada oficialmente como Fiesta de Interés Turístico Regional, una categoría que supondrá sea vista por nuevos ojos, y sentida por nuevos corazones. En todo caso, un nombramiento justo y merecido, ganado a pulso por constancia, por buen hacer y por entusiasmo recio.
En tiempos muy lejanos, allá por el siglo XV, ya inició sus andares esta Feria, que puede catalogarse entre las más veteranas de Castilla. La feria venía a ser el eje de la convivencia y el comercio, una esencia humana que mueve hacia delante la sociedad. En aquellos tiempos, esa Feria la necesitaban los aldeanos, los villanos, las gentes de pueblo y monte, porque así conseguían bienes que ni ellos fabricaban ni tenían posibilidad de allegar, mientras que ofrecían sus producciones agrícolas, ganaderas o artesanales, a quienes desde lejos venían. Por otra parte, la Feria también la necesitaban los poderosos, los señores, el marqués de Santillana por ejemplo, su creador, porque de esa manera se llevaban un pequeño pico, en forma de alcabala o impuesto a la transacción económica, resultante de todo el tráfico comercial que generaba.
La Feria de Tendilla, que se celebró desde finales del siglo XV en los últimos días de Febrero, por San Matías (ahora le han movido a este santo al mes de mayo, pero el coloquio popular sigue denominándola así) viene a recibir ahora un marchamo oficial, una declaración suntuosa y respetable, la de “Fiesta de Interés Turístico Regional”, y adopta con ese motivo, porque lo obliga la ley, un nombre propio y diferente a los demás. Será desde hoy “La Feria de las Mercaderías de Tendilla”. Un punto de referencia en el sonar de los pretéritos.
Tres días de Feria, Mercado y Diversión
En este fin de semana en el que entramos, será Tendilla la corte de la alegría y la evocación. No sabemos aún si va a lucir el sol o caerá un nevazo. En todo caso, la mera convocatoria llevará a miles de personas hasta la villa alcarreña. Las demostraciones ecuestres, los saltos de los titiriteros, las migas castellanas, y el intento (nuevo) de vender y trocar ovejas y cabras, darán motivos más que suficientes para que mucha gente se dirija a esta “Calle Mayor de la Alcarria” que es Tendilla. Que evoca, en su multisecular Feria de las Mercaderías, los días grandes del Renacimiento.
A los “golosos” de Tendilla, que movieron tantas mulas en siglos pasados, y las movieron de tal manera que hicieron crecer el refrán de ““No compres mula en Tendilla, ni en Brihuega compres paño…” les va a suponer un balón de oxígeno esta Feria y su declaración gozosa.
Sabemos que –aparte de la bullanga mercaderil, que siempre es lo más importante- habrá en el Ayuntamiento un acto protocolario mañana sábado a las 11, en el que intervendrán, de una parte, José Luis García de Paz (¿para cuando el nombramiento, más que merecido, de Cronista Oficial de la Villa?) que ilustrará sobre la historia de la Feria, y de otra las autoridades locales, comarcales, provinciales y regionales, que se sumen al evento. Todos han puesto su grano de arena, y por ello se han ganado un fuerte aplauso, al conjuntar esfuerzos para conseguir esta declaración de “Fiesta Turística Regional” que la nueva y eterna “Feria de las Mercaderías de Tendilla” ahora recibe.
Una calle mayor de andar y ver
Si algún monumento tiene Tendilla que la haga ser recordada por todos cuantos la visitan, este es sin duda la larga Calle Mayor que hace de principal arteria de comunicación y donde se centra la vida, la animación, y hasta donde se condensa, como en mágico conjuro, la historia toda del alcarreño burgo. Gracias a ella, Tendilla es, sin duda, uno de los mejores ejemplos de conjunto urbano tradicional en todo el ámbito de la región castellano-alcarreña. Y ello no lo debe al acúmulo de monumentos trascendentes en su aspecto individual, ni a la situación determinante del conjunto, ni siquiera al hecho de contar con una historia de dimensiones más o menos atractivas. Este título lo posee por juntar, a lo largo de toda una calle, que es su Calle Mayor, el eje primero de su vida urbana, un alargado muestrario de casas, de edificios públicos y privados, y de paseos soportalados, que surgieron además en un momento concreto de su evolución, a mediados del siglo XVI, confiriéndola a partir de entonces su definitiva y actual estampa.
Todavía está esperando la declaración, esa calle, de Conjunto Histórico Artístico o BIC, (así llama ahora el Boletín Oficial a los Bienes de Interés Cultural) que se inició en 2010 y que aún no se ha resuelto ni a favor ni en contra, porque “las cosas de palacio van despacio”.
Pero no está de más recordar en esta ocasión, de qué manera lo merece, porque tiene la belleza, la fuerza y la razón de un espacio humano tallado a fuerza de siglos, de vida y de gente. Ya en el siglo XVI estaban tan satisfechos los vecinos de Tendilla de la prestancia de su pueblo, que en el largo informe enviado al rey Felipe II en 1580 (al que comúnmente se llama “Relaciones Topográficas”) decían de sus calles y soportales: …Quiero adbertir una curiosidad que tubieron los fundadores que en la plaza y en las demás calles de la villa hicieron unos Salidizos y portales, que aunque llueba se puede andar la maior parte de la villa sin varros, limpieza que no se halla en pueblos de su manera… tiene muy buena plaza, y calles anchas de buena traza…
En la Calle Mayor de Tendilla se encuentran sucesivos todos los elementos que le dan la categoría de conjunto urbano de gran relieve. Aunque desaparecidos ya el convento de los jerónimos que había sido primor del Renacimiento; el monasterio de la reforma francisca de La Salceda, con su opulenta sucesión de edificaciones y obras de arte; el castillo valentón de su altura; las murallas y puertas de su entorno, y aun las casas condales, hoy queda, a lo largo de un kilómetro de asombro, la sucesión de edificios que en su gran mayoría son viviendas particulares, y que se caracterizan por estar construidas, de forma sencilla, conforme a los cánones de la arquitectura popular alcarreña, esto es, planta baja de sillarejo y alta o altas de yesones y piedras sobre entramados de madera, todo ello enfoscado de yesos de diversos tonos. En su fachada principal, el portal da a los soportales que recorren el pueblo, y la planta principal ostenta balcones. Por atrás, tienen patios y cuadras. Ese amplio muestrario de construcciones populares sumadas unas junto a otras, con variedad larga de pilastras, de aleros y de soluciones en las bocacalles, es lo que confiere a Tendilla su carácter único. Lástima que no esté conservada y mejorada como se merece ¡Qué no habrían hecho en Alemania con una calle así…! Pero el asombro permanece para quien la ve, y la prueba está en que el gran arquitecto e historiador del arte, Luis Cervera Vera, dejó acabado un magnífico estudio de esta Calle Mayor de Tendilla, que hace unos años apareció en forma de libro como prueba de efecto de todo lo que aquí, y en cualquier parte, pueda decirse a favor de su belleza.
De lejos le viene la fama
De la Feria de Tendilla han podido escribir, y encomiarla, unos cuantos autores. De entre nosotros, el profesor García de Paz ha sabido desentrañar sus orígenes, sus evoluciones y fastos, engarzando numerosos artículos, y hasta un libro del que puedo anunciar aquí, en primicia, que está próximo a aparecer y que va a asombrar por lo bien construido, y la inmensa cantidad de noticias que ha ido desgranando de la oscura buhardilla de la historia. Se titulará, -no podía ser de otra manera- “La Feria de las Mercaderías de Tendilla” y va a ser presentado muy pronto, en la villa alcarreña, y en la Feria del Libro de Guadalajara.
También han escrito sobre ella gentes de buena pluma como Doroteo Sánchez Mínguez, José Ramón López de los Mozos, Víctor Vázquez Aybar, Juan Antonio Nuevo…. y hasta académicos, como Caro Baroja, o premios nóbeles, como Camilo José Cela, se sintieron tan a gusto aquí, y lo dijeron.
El tema atrajo a otros escritores. Por supuesto que el investigador de la historia del Derecho, Pedro Ortego Gil, aportó nuevos datos y la puso en contexto, pero sobre todo han sido las plumas de dos eminentes investigadores internacionales, la norteamericana Helen Nader y el francés Fernand Braudel, los que le han dado un marchamo universal.
La primera, nos dice en su conocida obra sobre los Mendoza que “El marqués instituyó una feria anual que duraba un mes y comenzaba la fiesta de San Matías, el 24 de febrero… y durante generaciones, los señores de Tendilla promocionaron esta feria estableciendo unos bajos impuestos de un treceavo de las ventas al por mayor y quedando completamente exentas de todo impuesto todas las transacciones al por menor. Estas condiciones favorables junto al hecho de que la feria de Tendilla fuera la primera antes de la primavera, atrajeron mercaderes de toda España y Europa occidental, haciéndola una de las mayores ferias internacionales de España. Los impuestos sobre las ventas de estas ferias fueron, con mucho, la mayor fuente de beneficios de la villa para su señor; en el cenit su fama en el siglo XVI produjeron una renta anual para el Conde de Tendilla de 1.200.000 maravedíes sólo en impuestos sobre las ventas”.
El segundo, Braudel, en su libro sobre “El mundo mediterráneo en la época de Felipe II” dice que: [la Feria de San Matías en Tendilla] “era una feria que acontecía en el momento justo: los artesanos habían trabajado durante todo el invierno tejiendo sus paños y ésta era la primera feria del año… llegando a ella mercaderes de todas las ciudades vecinas, e incluso «mercaderes gruesos» de Madrid, de Toledo, de Segovia, de Cuenca, además de mercaderes vizcaínos de telas e hilos, y portugueses, «más numerosos aquí que en ninguna otra feria de Castilla». Este concurso de gentes y la abundancia de puestos evocan la Alcaicería de Granada. ¡Cuántas mercancías!: telas de toda especie y de todos los lugares, sedas, especias, drogas, palo del Brasil, marfil, piezas de orfebrería y, junto a ellas, mercancías más cotidianas. Por su parte, el conde de Tendilla percibe cada año 1.200.000 maravedises en concepto de alcabala, muy ligera por cierto: sólo el 3%. Esto nos da un volumen de transacciones de unos 40 millones de maravedises, es decir, más de 100.000 ducados. Con semejantes resultados, las ferias rompían las economías locales, de ordinario replegadas en sí mismas, y hacían posible el establecimiento – o al menos, la formación – de los “mercados nacionales”. Es un texto breve que pone en contexto a Tendilla y su dinámica comercial, uno de los ejes de Castilla en su momento.
Un vigésimo aniversario afortunado
En esta de 2013, la Feria de Tendilla adquiere, como dije antes, un rango nuevo, contundente y que compromete. Lo que supuso de colapso de su economía cuando desapareció la “carretera de Cuenca” de su eje vital, trasladándose la circulación de vehículos a la cuestuda variante que discurre por su umbrosa espalda, muchos le dieron a Tendilla el “Requiescat in Pace” que ni merecía ni se resignó a recitar. Desde entonces, desde 1993 en que surgió renacida esta “Feria” que entonces se denominó (y en el fondo se denominará siempre) de San Matías, tres alcaldes laboraron año tras año por sacarla adelante, por mejorarla: Juan Antonio Nuevo Sánchez, Luis Lorenzo Vázquez y el actual Jesús María Muñoz Sánchez, que ha venido a conseguir esta declaración de “Fiesta Regional”. Todo ello encadenado supone que Tendilla está viva, que es divertida y que tiene muchas cosas qué ver y disfrutar. Que sigue siendo un destino, en suma, para todos los que se lanzan a la carretera cualquier día de fiesta, y en Tendilla saben que hay una Calle Mayor, un montón de edificios monumentales, y una Feria en el Invierno, que merecen el viaje.